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Ú

"Cómo se desbesa el beso
Cómo deshago un abrazo
Cómo borro una caricia
Cómo se olvidan tus brazos
Sabes que me es imposible
Dividir en dos los pasos."
Besos usados.

La noche era espesa y calurosa. Los mosquitos zumbaban y su piel se sentía húmeda y pegajosa contra el colchón, pero no era la incomodidad lo que lo mantenía despierto a las cuatro de la mañana sino toda la maraña de pensamientos contradictorios que lo torturaban con magistral empeño. Ni siquiera el ventilador que funcionaba hasta el máximo nivel lograba colmar esa sucesión de palabras que se repetía como si fuera su mantra cruel y
que parecía haberse grabado en su cerebro.

“Diez años tirados a la basura. Diez años completamente perdidos. Diez años sin sentido. Diez años que no eran suficiente. ¿Por qué Jimin había terminado con todo?”

Bien, en realidad, Yoongi había sido quien decidió que ya no más; la pregunta adecuada era: ¿Por qué, a pesar de que sabía fervientemente que era lo correcto, no podía asimilarlo? Tal vez era cuestión de tiempo como decía su madre. Tal vez llegaría alguien “mejor”. Tal vez sólo necesitaba acostumbrarse. Era sólo que… Ya había pasado medio año. Y hasta donde él sentía, seguía amándolo de la misma forma que cuando terminaron. ¿Qué necesitaba para quitárselo de la piel?

—Una combate—comentó Jungkook, su compañero de taekwondo , una vez que se atrevió a entrenar de nuevo en el grupo sabatino, tras una larga ausencia de cuatro meses—.Necesitas algo que te despeje las dudas. Algo que sacuda tu mente.

—Supongo que un golpe más no podrá hacerme daño.

Creía que eso era. Su equilibrio mental era como cuando terminaba de entrenar, salvo que en esa ocasión no le había dejado un sentimiento satisfactorio. Los golpes que había recibido no habían sanado y, muy por el contrario, la herida escocía todavía más.

Jimin ya no estaba con él.

—Dices aceptarlo, pero no lo olvidas, es obvio que todavía lo extrañas—Hoseok, su hermano menor, lo reprendió una mañana en la que fue a visitarlo al departamento que había compartido con Jimin y que ahora estaba en venta—.Entiende de una vez: No te quiere.

Yoongi ni siquiera tenía ganas ya de responder. Se sentía incomprendido por los que se suponía que lo conocían más que nadie en el mundo.

—Yo lo entiendo, eres tú quien no me comprende.

Diez años no se borraban en un mes. Quizá ni siquiera en un año. ¿Amor o costumbre? Lo único cierto era que se habían tatuado el uno al otro con vivencias y recuerdos.

Yoongi sentía que Hoseok mentía; Jimin sí lo quería y también lo extrañaba. Igual o tanto como él lo hacía. Su ex no era un ser despiadado ni un cliché de patán. Sólo era una persona que había amado y había olvidado. Haber dejado atrás ese sentimiento tan profundo no quitaba todo el cariño y admiración que existía todavía entre ellos.

No sabía si se trataba de superar o no, de olvidar o valorar. ¿Qué tenía qué hacer para borrarse la escencia de Jimin de su corazón?

—Ni siquiera era amor—Seokjin, uno de sus amigos más cercanos y a quien veía a diario en el trabajo, comentó—. De lo contrario él no hubiera hecho lo que hizo.

—Nos amábamos mucho, Jin—le recriminó ahogándose en lágrimas cortas que ya no podía retener aunque estuvieran en la oficina—. Tú nos viste.

—Ser cursi no es sinónimo de amar—su amigo ni siquiera lo miraba. Se limitaba a escribir en su computador y a hablar como si le aconsejara remedios para la gripe y no para un corazón roto.

—Fue amor—continuó Yoongi, limpiándose el rostro por si a su jefa se le ocurría entrar en ese preciso momento—. Él me quiso como yo lo quise a él.

—Yoongi, por favor, si fuera amor entonces él…

Yoongi se movió por el lugar y se acomodó la corbata, buscando vagamente recuperar un poco de compostura. Ciertamente, sus ojeras y sus mejillas hundidas no le eran de mucha ayuda, pese a su traje pulcramente planchado y su cabello bien peinado.

—Exactamente, Jin. No es amor. Fue amor.

Yoongi jamás dudó del amor de Jimin y tal vez por eso tenía tan enraizada esa nostalgia de tenerlo. Ellos habían sido verdaderamente felices en su momento, con todos esos besos robados, sus discusiones esporádicas, sus risas cómplices y sus “te amo” sentidos. Se habían amado mucho. Con todo el corazón. Pero, así como decía su madre, todo concluía a su debido tiempo.

Por lo menos, él podía decir que ya podía dormir sin soñarlo ni se giraba en el colchón con la intención de abrazar su ausencia. Lo más reconfortante era que ya nada olía a él.

—Lo mejor que puedes hacer es deshacerte de sus cosas, ¿para qué las quieres? Sólo te lastimas al verlas diario—Taehyung, su preciado amigo de la infancia y quien lo visitaba dos veces por semana,había ido un viernes por la noche con alcohol, películas y grandes bolsas negras que utilizó para tirar cada objeto que viera como un obstáculo en la recuperación de su magullado corazón.

—Algunas las compramos entre los dos y… Espera, ¿por qué tiras la engrapadora?

—Porque dice “Jimin” en gigante, genio.

—Pero es útil y yo la compré, él sólo le puso su nombre porque la usaba en el trabajo.

—Ya, ya, ya deja de enfrascarte en el pasado.

Para él no significaba nada. Cosas eran cosas y estaba consciente de que tenerlas no le devolvían al Jimin real. Podía ser que efectivamente con ellas lo recordara, pero no era de una forma dolorosa. A su mente sólo llegaban los buenos momentos. Esos recuerdos del Jimin que había sido de él y no de ese que ya desconocía.

Pero sus amigos insistían en que debía dejar de pensarlo, de beberlo o respirarlo, y, aunque lo hacían únicamente por su bien, lo que realmente provocaban era que su tristeza aumentara. Se sentía presionado a fingir que no lo extrañaba o que, si lo hacía, era tonto. Sentía que debía de ocultar su duelo.

Y él ya no quería ocultar lo mal que se sentía. ¿Quién había establecido un tiempo límite para la sanación?

—Tal vez si vas a terapia puedas sentirte más tranquilo—argumentó Namjoon. Un hombre con el que había compartido asiento en el autobús en su pesado viaje de diez horas hacia su ciudad natal y con el que intercambió sus redes sociales.

—Había estado pensando en eso, pero nadie intenta realmente entender cómo me siento—hablar con un desconocido resultó ser más fácil de lo que decían y quizá por eso le abrió su mente sin problemas y continuó contando mientras escenarios verdes pasaban
frente a sus ojos a través de la ventanilla—Sé que no es su obligación, pero todos se creen con el derecho de aconsejarme… Lo cual agradezco, no quiero sonar malagradecido, pero a veces me hacen sentir tan confundido.

Por suerte, el hombre simplemente sonrió comprensivo y le ofreció de su bolsita de cacahuates que rechazó por ser alérgico.

—Cada quien lleva su dolor de distintas formas. Es comprensible. Te dicen lo que ellos quisieran escuchar.

—Supongo que sí, me imagino… Además de que debe de ser cansado escuchar a un depresivo hombre con mal de amores que repite una y otra vez lo mismo.

—Además de eso—Namjoon le dió la razón, se llevó a la boca los últimos frutos secos del empaque y se sacudió la sal de las manos—. Es frustrante ya no saber qué decir o qué hacer para que las personas que quieres dejen de sufrir.

—Lo sé—dijo, jalándose con los dientes un pedacito de piel salida de su pulgar—. Y quisiera detener esto que siento, pero no puedo… Yo no quiero olvidarlo.

— ¿Entonces qué quieres? ¿Volver con él?

—Tampoco. Lo que hizo fue…

Lo que Jimin hizo. Yoongi se había preguntado, a lo largo de esos cansados meses, si haber terminado de la forma en que lo hicieron no había sido también su responsabilidad. Se sentía culpable de que todos dijeran que Jimin había sido el malo en la historia, cuando creía que él tenía mucho que ver en todo lo ocurrido. No había llevado muy bien su relación, tal vez no había buscado soluciones antes de explotar. No se había puesto a pensar que no debía de dar por hecho las cosas.

Que así como él cambiaba día a día, Jimin también lo hacía. ¿Cuándo había dejado de conocer realmente a su novio? ¿En qué momento se habían vuelto dos extraños improvisando el papel de amantes?

—No importa lo que hizo—comentó de repente Namjoon, reclinando su asiento para estar más cómodo en las ocho horas que todavía faltaban para llegar—. No es necesario que me repitas la historia.

—Pero es que me siento tan enojado—Yoongi tragó saliva, odiando que una vez más sus ojos estuvieran traicionándolo— y al mismo tiempo tan incompleto. Cuando encuentro una nueva canción quiero que él la escuche, cuando regreso del trabajo quiero que él me reciba… Todos dicen que debo superarlo, mi amigo dice que si tiro sus cosas no lo veré más, ¿pero cómo me deshago de mi cerebro? Las cosas no… Y siento que me faltó tanto por decirle… A veces quiero llamarlo y reclamarle, pero otras veces… —las lágrimas habían dejado de ser ligeras y por eso trataba de ocultarlas con una sonrisa torcida— A veces quiero que él mismo me consuele por lo que él hizo.

—Puedes llorar si quieres, no te límites.

—Es que más que a mi novio, extraño a mi amigo…  al Jimin con el que compartía audífonos para escuchar música. Al Jimin con el que podía comer del mismo plato sin pedir permiso, ese con el que iba a hacer el supermercado y quejarnos de los precios. Extraño al sujeto con el que iba a las premiere de las películas. Extraño a mi amigo y nadie lo entiende…

Esa madrugada, Namjoon lo dejó deshogarse en su hombro y él aprovechó para sacar todo lo que llevaba guardado en su pecho por tanto tiempo. Por suerte, no le aconsejó más que el nombre de un psicólogo muy reconocido en la zona por si deseaba atenderse. Yoongi le prometió intentarlo cuando se sintiera listo.

Entenderse y arreglar su caótica maraña de sentimientos sonaba tan difícil que Yoongi terminó por aceptar que tal vez sí lo había dejado un poco de lado; por eso mismo, unos días después de haber hablado con Namjoon y después de jugar con su perrito por largas horas, renunció a su trabajo, empacó lo poco que tenía y regresó a su ciudad natal donde su familia lo recibió sin preguntar nada.

Sus amigos habían prometido visitarlo, aunque él internamente sospechaba que iba a tardar
mucho tiempo en volver a verlos, ¿estaba haciendo lo correcto sólo por no lograr deshacerse de las memorias? Él sentía que sí. Cuando regresara, volverían a reencontrarse con el Yoongi
completo y no con una deplorable simulación de él.

Y, aunque pareciera que nadie lo entendiera y, aunque ni siquiera él mismo comprendiera, una noche de enero, volvió a contactar con Jimin.

—Te recomiendo este libro…

No tenía doble intenciones, de hecho, no tenía ninguna, pero él había decidido que si quería dejar de lado todo ese dolor atorado, debía primero aprender a perdonar.

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Ayyy lmaoo. Encontré una canción de Cepeda y me obsesioné, además de que tenía ganas de escribir algo así... ¡Gracias por leer! >w< ❤️

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