Duelar una pareja formal, la más seria que tuve en mi vida, de muchos años y con la que formaba una familia y que no sirve ya, una carrera y una segunda que no eran, duelar una amistad, y finalmente duelar la edad, la personalidad y el cuerpo que ya no es el mismo.

Todo esto en un mismo mes, un maldito mes del horror.

Ya no puedo seguir haciéndome la tonta, seguir fingiendo que todo está perfecto, y créanme que soy experta en mentirme a mi misma, pero pésima en mentirle al resto; aunque parece que esto cambió y ahora soy pésima para mentirme a mi misma y buena (no excelente pero si lo suficiente) para mentirles a quienes quiero.

Parece que los treinta llegaron para darme una cachetada y un par de pataditas, sin embargo terminaron empujándome hacia el abismo, el abismo del conocimiento, o mejor dicho, el del reconocimiento.

Mi ser inconsciente está más presente que nunca y parece que no quiere volver a irse.

El "YO" se hace presente y el "SUPERYO" critica y patalea para volver a tomar el mando, sin embargo no gana la pulseada. El "ELLO" queda siempre hundido, sale a flote y termina de hacer lo que siempre quiso, TODO.

Estoy tan cansada de decir "quiero hacerme un tatuaje" que decidí hace una semana hacerme no uno, dos. Hace casi diez años que estoy diciendo que lo haré, sin embargo por miedo, por pensar que no me va a quedar tan bien como al resto, que me van a juzgar en mi familia, o hasta que tendría que explicarle a todo el mundo el porqué, no terminé haciéndolo nunca.

Basta, ya basta Mariana. Es momento de ser libre, sin restricciones, sin yo misma permitirme ser feliz.

Ya es tiempo, ya se terminó el encierro.

Soy libre y me permito el vivir y no solo el sobrevivir.

Podemos estar presos de un trabajo esclavo o de un novio tóxico, o de un par de padres manipuladores, sin embargo la peor cárcel, sin lugar a dudas, es la que uno mismo se impone.