3._Apuesta.
Por ese día no lo volví a ver y al siguiente, Bills se lo paso ordenando el lugar. Recuerdo haberlo oído refunfuñar porque los de la mudanza estropearon algunas de sus películas. Apartir del lunes no lo vi más durante la semana, pues yo salía a las siete al trabajo y no volvía hasta las once de la noche. Para cuando regresaba Bills estaba en su habitación y todo estaba ordenado. Así seria nuestra convivencia supuse. Que coincidieramos por más de un par de horas al día seria muy difícil y estaba bien; facilitaba las cosas.
En una oportunidad me detuve a ver los muebles de estilo clásico que guardaban pocas marcas de uso. Más que todo marcas de movimiento. Era el mobiliario justo, nada que no fuera estrictamente necesario dejando bastante espacio lo que me alegro, pues yo debía meter un par de muebles en ese departamento. Mi mobiliario había llegado ese día, pero estaban abajo, en una sala común y no podría moverlos hasta el viernes a menos que Bills me ayudara, pero preferí no importunar a mi compañero con eso y me fui a dormir.
Durante esa semana habré coincidido con Bills dos o tres veces. Una ocasión en el baño,
mientras me lavaba los dientes y él entró con un camisón, más largo que el mío, a lavarse el rostro. Otra vez en la cocina,
cuando fui por un vaso con agua. Nos saludamos y era todo. La verdad estar en su presencia me causaba una extraña incomodidad, por lo que en lo posible lo evadía y no tenía que hacer mucho esfuerzo para lograrlo.
Una tarde algunos de mis amigos me preguntaron por mi nuevo departamento y cuando haría una fiesta para inaugurar el lugar. Nos sentamos a la sombra de los árboles del jardín de la facultad que daba el curso que estaba tomando, para conversar y fue asi que les conté que compartía aquel espacio con otra persona. Las preguntas no se hicieron esperar, pero no pude responder demasiadas cosas respecto a mi compañero. No sabia que edad tenía. Calcule unos cuarenta y algo. Tampoco sabia a que se dedicaba; si tenía familia, pareja o un pasatiempo.
En realidad la única certeza que tenía de él era que su nombre era Bills.
-¿Y aceptaste vivir con un tipo del que no sabes nada?- me cuestionó el novio de Rox.
Me encogí de hombros.
-¿Y no te asusta? Digo es un tipo mayor y esos tienen bastante manías ¿Qué tal si te espía mientras te bañas o entra a tu habitación cuando duermes?- me preguntó Ann bastante preocupada.
-Además ¿Qué crees que deben estar pensado los vecinos de ti?- me preguntó Rox.
-¿Los vecinos?- repití y me deje caer de espaldas en los pastos.
Me quedé mirando las ramas de aquel roble por las que la luz pasaba de forma fragmentada,
para pensar en ese pequeño detalle que no había tenido en cuenta.
-No es raro que un grupo de chicas o chicos, renten juntos un departamento- me dijo Rox- Pero que un hombre y una mujer lo hagan, da pie para muchas especulaciones.
Ella tenía razón, pero la verdad es que no me era algo muy relevante. Al fin a la gente le gusta especular, sacar cosas de contextos, murmurar a tus espaldas y nunca ir decirte lo que piensas en la cara. Si de indirectas e insinuaciones se trata, paso de todo eso como si nada. Respecto a Bills no sabia que pensaba, pero pensé que era probable él hubiera considerado esa parte.
Mis amigos no se resignaron a que no hiciera fiesta y me organizaron una en un bar esa tarde del viernes, que yo me desocupaba más temprano. Me hicieron varios obsequios para mi nuevo departamento. Me dieron una planta, un escritorio de esos que debes ensamblar tú mismo y algunas afiches que poner en las paredes. Subir con todo eso, al tercer piso, fue una odisea, pero lo logre. El problema real fue sacar las llaves de mi bolsillo para abrir la puerta. Para mi suerte Bills apareció al final del pasillo e hizo eso por mí. No me ayudo ni nada, pero que abriera la puerta fue suficiente.
Entró primero que yo y se dejó caer en el sofá, tirando su bolso en el revistero. Yo pase frente a él para ir hasta la esquina de la sala y dejar la planta con su maceta en el piso. Lo salude obviamente. En esos días descubrí que odiaba cualquier actitud descortés.
-¿Te molesta que dejé esto aquí?- le pregunté sin mirarlo.
-No- respondió con sin interés.
-¿Te importa si pongo aquí mi escritorio?
Lo miré de reojo y me hizo un gesto con la mano como diciendo que le daba igual. Dejé la caja del escritorio contra la pared y fui a la cocina a guardar las cosas que compre en la tienda. Después partí a mi habitación, me puse ropa cómoda, una falda larga y una camiseta que descubre mi abdomen, pues hacía calor e iba a trabajar. Es raro, pero siento que con ese tipo prendas puedo moverme mejor y necesitaba moverme para armar mi escritorio. Me coloque mis audífonos y puse manos a la obra. No es por presumir, pero soy muy buena armando esos muebles de: "hagalo usted mismo", hasta me relaja de alguna forma. Terminé pronto y me fui a la cocina para hacerme un sándwich, al volver encontré a Bills hincado frente a mi escritorio. La sacudió con lo mano, como comprobando su firmeza. Me miró después y cambió su expresión de juicio silencioso, por una de curiosidad.
-No esta mal- comentó poniéndose de pie.
-Gracias por la inspección-le dije y noté que tenía sus ojos fijos en el plato que sostenía en mi mano.
Pude ofrecerle, pero soy un poco egoísta con todo lo que como y pase por su lado para ir a mi habitación. Quería descansar un poco, antes de ponerme a estudiar.
-Oye chica, ese sándwich se ve delicioso ¿Podrías...?
-Lo siento no he comido nada desde el almuerzo y esto es todo lo que tengo hasta mañana-le dije y no menti.
-¿Ah si? Bueno, puedes preparar otro sándwich con mis cosas si quieres.
-Y supongo que tendré que darte la mitad.
-Es lo justo- me dijo con una sonrisita medio ladina.
Yo trabajo en un restaurante,
como uno de los ayudantes en la cocina y en ocasiones me dan los productos en merma, es decir, los que han caducado o no sirven de un día para otro. Y ese sándwich tenía carne que no compras en una tienda cualquiera, comprendí que quisiera un poco y como dijo me dejaria hacerme otro así que le ofrecí la mitad.
Su expresión al comer sufrió un gran cambio. Se veía feliz, como un niño que consigue algo que desea, aunque le duro tres bocados la mitad del
sándwich.
-Eso estuvo exquisito ¿Tienes más?- me preguntó con interés. Interés en la parte que yo comía.
-No- le dije y le di una mordida a mi sándwich.
Fue cuando empezó a hacerme preguntas respecto a los ingredientes. Fue asi que terminó por enterarse en que era que yo trabajaba. Después de terminar mi parte, tomando su palabra fui hasta la nevera; pero no encontré muchas cosas y las alacenas estaban casi llenas de sopas instantáneas.
-Puedes tomar la que quieras- me dijo con cierto orgullo- Pero sólo una.
-No gracias, no me gusta-le respondió al cerrar la alacena- Esas cosas están llenas de conservantes y me caen muy mal al estómago.
-¿De que hablas? Son verdaderamente exquisitas.
-Son un cóctel de productos químicos- afirme y me cruce de brazos.
-¿Insinuas que mi sentido del gusto es inferior al tuyo?- me cuestionó poniendo las manos en sus caderas.
-Yo no dije eso...
-Tú te lo pierdes. Luego no digas que no cumplo mi palabra- me dijo y se encamino de vuelta a la sala.
-Bueno, con lo que hay aquí podría hacer una sopa juliana- dije revisando la nevera otra vez- O una crema de calabaza y curry, aunque no tengo ganas de hacer ese esfuerzo.
Me escuchó, aun estando conectando la consola de juegos al televisor.
-¿Sabes jugar?- me preguntó cuando pase por ahi.
-Sí...
-Entonces...¿Qué te parece una apuesta? Si yo gano harás una de esas sopas que dijiste.
-Bien, pero si yo gano tendrás que ayudarme a subir mis muebles hasta aquí- le dije tras meditarlo y fui a sentarme junto a él, en la alfombra.
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