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27._Sin arrepentimiento


La cara que puso me hizo cierta gracia. Hasta dio un paso atrás, producto de la conmoción de haber sido acorralado y al notar que el joven encargado de la bomba de bencina lo miraba, un pequeño rubor se apodero de su cara y le grito al pobre chico:

-¡¿Se te perdió algo o qué tanto estas mirando?!

-Esta lleno, señor. Son veinte con cincuenta- le respondió el muchacho, bastante nervioso. 

-¡¿Y por qué me cobras a mí?! ¡La motocicleta es de ella!

Su humor era el de mil demonios, pero no lo culpo. Además logró escapar, por el momento, de tener que responder a mi pregunta. Le pague al chico y fui hasta la tienda, por unas cosas. Bills se quedo fuera esperando. Al salir lo encontré en cluquillas, junto a la motocicleta.

-Y...¿A dónde piensas llevarme?- me pregunto, sin quitar los ojos del suelo.

-No lo sé- le respondí honestamente.

-¿Me secuestras y no tienes dónde llevarme? No cabe duda de que te lo vives improvisando- me dijo y miró la bolsa que yo tenía entre mis manos.

-Escapa entonces- le dije- Ve a la carretera y pide que te lleven de vuelta a la ciudad. Claro que viendo como luces y con esas marcas de golpes en la cara,dudo que alguien se detenga a ayudarte.

Gruñó y se puso de pie para montarse en la motocicleta. 

-No lejos hay un lugar donde podemos ir- me dijo y sonó algo extraño- ¿Qué estas esperando? ¡Sube! Te diré por donde ir...

Lo hice y Bills me señaló tomar un camino hacia el este, entre los campos. A menos de cinco minutos, me dijo que me detuviera delante de una casa grande y vieja. Había una puerta de metal que Bills bajó a abrir para que yo entrara. Aquello no dejo de llamarme la atención, pero no hice comentario al respecto hasta que lo vi sacar una llave, de debajo de una maceta.

-Esta es mi casa- respondió a mi pregunta- La estuve rentando a una familia, hasta hace un mes. Con el dinero pagaba la renta del departamento y otras cosas.

-Nunca me dijiste que tenías tu propia casa- le dije un tanto sorprendida.

-¿No? Lo olvide ¿Podrías disculparme?- me dijo con esa sonrisa ladina que ponía a veces.

Abrió la puerta y encendió la luz. Era una casa grande, pero no por la cantidad de habitaciones sino porque estas eran altas y muy amplias. Las paredes eran frías, los pisos muy pulidos. Era de esas casas viejas, de principios de siglos. Todavía tenía algunos muebles. Bills dijo que eran los suyos. La familia ya había sacado todas sus cosas del lugar. Había una chimenea junto a la que quedaban unos leños, que él puso dentro para encenderlos.

Mientras lo veía, me preguntaba cuantas pruebas más me aguardarian, si llegaba a responder a mi pregunta afirmativamente. Dejé la bolsa sobre un mueble biblioteca y camine,hasta pararme detrás de él. Iba a hablarle. En lugar de eso me quede absorta en su espalda tanto tiempo, que termino hechando su cabeza hacia atrás, para responder a mi insistente mirada.

-Dejé el curso- le dije-Me gustaba esa carrera, como me gustan otras, pero creo que perdía mi tiempo.

No sé porque le dije eso. Hace dos meses que había tomado esa decisión. Reflexione mucho durante ese tiempo que estuve sola y llegue a una conclusión: no sirvo para trabajar a costa de una profesión. Yo soy alguien que para ser feliz, una de las cosas que necesita, es adquirir experiencias. Aprender de todo y de todos. Puedo desempeñarme en lo que sea. Encajo en el duro campo y en una elegante oficina, por igual.

-¿Y por qué hiciste eso?- me preguntó.

-Siempre me dijeron que estudiara si quería ser alguien en la vida. Que tenia que tener una carrera para lograr el éxito y en busca de la aprobación de mi familia, me he obligado a estudiar. Pero para lo que yo quiero no necesito años en la universidad...

-No...tú eres capaz de conseguir muchas cosas- dijo en voz baja,
mientras atizaba el fuego.

-Secuestrarte, por ejemplo- le dije solo por acariciar mi ego porque la verdad es que de haber querido, Bills se hubiera ido con o sin billetera.

-¿Y qué tienes pensado hacer?

-Trabajar para reunir una buena cantidad de dinero e iniciar un negocio. Es tiempo de bonanza.

-Puede salirte mal. Lo sabes ¿Verdad?

-He perdido todo muchas veces. Me cure de espanto hace tiempo.

Nos callamos un rato. El calor de la chimenea comenzo a inundar la habitación. Era invierno y hacia frío. Se habían anunciado lluvias, el cielo se fue cubriendo de nubes durante esas horas. Cuando me acerque a la ventana, unas gotas se impactaron contra el cristal. Me quite la chaqueta y la deje sobre un mueble que estaba al costado. Me resolví un poco el cabello y lo acomode todo por el delante de mi hombro, para quedarme viendo la lluvia, a espera de la respuesta a mi pregunta.

Lo vi, a través del reflejo en la ventana, acercarse hasta quedar parado detrás de mi. No me tocó. Solo se inclino un poco para respirar sobre mi hombro. Esa poderosa inhalación me erizo la piel. La exhalación derramo sobre mi piel, un viento caliente demasiado inquietante para mi,pero no tanto como su declaración:

-Si te arrepientes, no me culpes.

El pecho se me infló, al retener el aire. Cerré los ojos un instante y solte mi aliento con alivio. Pensé que saltaría de gusto si llegaba a oír algo como eso,pero no. Mi cuerpo no era capaz de reaccionar a una sola de las emociones que estaba sintiendo. Al fin solo me apoye en él, para subir una mano hasta su rostro y acariciarle el costado de la mandíbula.

Al principio pensé que estaba asustado de perder la comodidad de su soledad. A hacer y deshacer según sus decisiones. Pero me equivoque. No digo que ajustarse a otra persona, no le causara más de un malestar, pero no fue eso lo que lo llevo a alejarse. Cuando lo entendí, me molesto y mi orgullo me llevo por otros senderos. Pero esa noche, cuando se hizo notar en el bar, me di cuenta de que Bills esperaba que yo pasara su última prueba.

-Lo prometo- le dije al girarme hacia él- No voy a culparte si llego a arrepentirme.

Senti sus manos en mi espalda y eso era todo lo que necesitaba. El cielo podía venirse al piso, allá a fuera y me daba igual. En  ese momento, yo sólo quería hacerle saber que lo extrañe demasiado. Que mis ruidos necesitaban su silencio y mis fuegos los suyos, para calsinar las capas de escarcha que me pongo para el mundo. Que no me arrepentiría de mi decisión y que estaba dispuesta a quemarme un poco en esa tortuosa relación. En ese afán desatinado de permanecer juntos a pesar de podía parecer,a ratos, que nos íbamos a destruir el uno al otro.       

Nosotros encendimos una hoguera alimentada de nuestra carne. Un fuego demasiado violento,como para que el  de la chimenea no se extinguiera,al sentirse menos. Mil bocas de eterna hambre se abrieron en nuestro encuentro. La abstinencia del uno por el otro fue demasiada. Esa noche,al fin pude ver los hornos en que Bills guardaba ese calor de sol en apogeo. Pero él pudo ver también mis desiertos de arenas negras. Fue mejor que la primera vez. No habia ya barrera o mascara,obstaculo o atajo que entorpeciera ese acto desenfrenado que sucumbio entre unas viejas mantas en la madrugada.

La lluvia podía oírse en el viejo tejado y un ocasional trueno hacia vibrar los cristales. Yo reposaba boca abajo,de cara a las brasas en la chimenea,
mientras sentía como Bills dibujaba un caprichoso camino, entre las pecas de mi espalda con un animo travieso.

-¿Me hubieras ido a buscar de no habernos  encontrado?- me preguntó súbitamente.

-Posiblemente. Hay algo muy importante que tengo que contarte- le dije y gire mi rostro, para ver el suyo- Tengo cuatro meses de embarazo.

Juro que perdió color. Los ojos se le pusieron redondos y la mandíbula casi se le desprende. No pude contenerme, me eche a reír.

-Lo siento. Era una broma- confese- Debiste ver tu cara- logré decir entre carcajadas.

-¡¿Acaso quieres matarme de un ataque?! ¡¿Cómo se te ocurre bromear con eso tonta?!- me grito mientras yo reía.

Bills se sentó, descansando su rostro en su mano y yo me senté junto a él, para disculparme por la broma.

-No te enojes- le pedí- Tienes que cuidar la presión y el corazón...

-¿Qué estas insinuando?- me preguntó con brusquedad.

-Nada, nada- dije e intente hacerle una caricia, pero sujetó mi mano.

Me tiro, con cuidado, hacia él y con un tono tranquilo, serio, haciéndome una caricia en amorosa me dijo:

-¿Quieres casarte conmigo?

No sé la cara que puse, pero Bills se reventó de risa en mi rostro.

-¡No puedo creerlo, realmente te lo creíste!

-¡Eres un patán!

-No es gracioso cuando eres la victima de la broma ¿No,Mary?

Y se rio un buen rato de eso.

 







   

   

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