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24._Billar


Siempre he envidiado a esas personas que lloran por por horas, porque yo no puedo. Lloró si, pero por unos cuantos minutos luego me levanto y continúo con lo que tengo que hacer. Las primeras semanas fueron así. Lloraba a ratos en ese desolador espacio.

Ese departamento se me hizo inmenso después de que Bills se fue. Un silencio pesado reinaba ahí y no me era cómodo. Odiaba volver a ese lugar cada noche y caer en los restos de esa relación tan breve como intensa. A cada instante me asaltaba una memoria y me quedaba sentada en la alfombra, mirando la imagen translúcida de mí y de él, tirados en eses espacio, haciendo nada. A veces hacíamos eso, nada. Él apoyaba su cabeza en mi regazo y yo leía o escuchaba música. Podíamos estar así por horas. En otras ocasiones nos gritábamos como si no hubiera un mañana o comenzabamos algún juego tonto como la vez que tomó uno de mis cuadernos  y lo escondió sobre la nevera. Recordé también la vez que Bills, se escondió sentándose sobre el refrigerador. No lo vi porque al abrir la puerta la nevera quedaba justo detrás y no se me ocurrió que pudiera estar ahí.

Pocas veces salio conmigo a alguna parte. Prefería quedarse en casa a menos que hubiera algo verdaderamente interesante fuera de ella. Aun así, esas veces fueron agradables si quitamos que se peleo con el guardia del estacionamiento de un centro comercial. Eran cosas muy sencillas, pero al fin siempre son esas las que más se recuerdan. Lo extrañaba demasiado. Lo extrañaba todo el tiempo.

A veces no lloraba y solo me invadía un fuerte enojo. Es que su partida fue tan repentina y ese te amo, que nunca esperé oir de él. En su momento me llenó de miedo, pero también de un enorme regocijo que durante esas horas dolorosas fue todo lo contrario, un suplicio. A momentos me parecía una burla cruel de su parte. No estaba segura de como tomarlo. Pero una cosa era segura, yo no podía seguir viviendo en ese espacio tan agobiante. Su sombra en las paredes, su olor en el ambiente, pese a que nada quedo de Bills ahí, parecía no haberse ido.

Casi un mes y medio después, en el mes de Mayo, alguien tocó a mi puerta mientras yo empacaba mis pocas cosas. Al abrir  me encontré con alguien que nunca espere ver ahí: Champa.

-Oye mujer se buena y ve a llamar al imbécil de mi hermano- me dijo con cierta calma.

-Élno esta aquí- le dije e intente cerrar la puerta, pero no me lo permitió.

La palma de Champa sonó seca al estrellarse contra la puerta. Ni me pregunto si podía pasar, solo lo hizo y dio una mirada a todo el lugar, poniendo sus manos en sus caderas.

-Pensé que lo tuyo con ese palillo iba muy bien. La última vez que hablamos se jacto de tener una chica linda a su lado, pero tú...no eres tan bonita- me dijo.

No sé si fue porque me recordaba a Bills, por lo que dijo o mi porque me caía un poco mal, pero mi mano se azotó contra sus cara antes de que pudiera darme cuenta.

-¡¿Pero que rayos te pasa?! ¡¿Quién te crees que eres para venir a bofetearme?!

-Lo...lo lamento- le dije y tampoco estoy segura de porque quería darle otra.

-¡No acepto tu disculpa!

-Como quieras- le dije y volví a tomar la cinta de embalar, para sellar una de las cajas- Ahora si me disculpas, tengo muchas cosas que hacer y ya sabes donde esta la puerta.

-Ese tonto siempre hace lo mismo- me dijo Champa antes de salir- Cada vez que encuentra una mujer capaz de aguantarlo, huye. Es un cobarde. Mejor te buscas alguien más joven y guapo que el imbécil de mi hermano.

Después de eso se fue y no volví a verlo. Pasarían dos semanas antes de que entendiera el motivo por el que Bills me dejo. Para entonces rentaba un departamento pequeño de un ambiente. Con el dinero que me dio mi madre, pude organizarme mejor y hasta compre una motocicleta. No era la gran cosa,pero estaba bien. También obtuve un saco de arena y desempolvé mis guantes de box.

Fue mientras hacia sombra* que comencé a dilucidar esa otra posibilidad por la que Bills se fue. Él mismos lo dijo: mis ideas podían cambiar con el tiempo y la razón era muy simple; yo era más joven. Bills era como un lago en las montañas. Una abismal cantidad de agua estática. En reposo. Yo era un río que con vehemencia corría por la tierra. Habían dos opciones para el caudal de mi existencia. La primera era hacer del lago de Bills la desembocadura de mi rio y la segunda hacer mi propio camino hacia el mar. Eso según él, que no vio o ignoro la tercera posibilidad. Pero estaba bien, yo no iba a llorar más. Si Bills tomo esa decisión, él tendría que lidiar con las consecuencias de dejarme ir como yo lo hacia con las de su abandono.  

No voy a mentir, varias veces fui hasta el bulevar para verle y más veces me sentí tentada a pedirle que volviéramos a estar juntos, pero no lo hice. Mi orgullo doblego aquellas desatinadas intenciones. Pronto todo quedo atrás o gran parte de aquello. Logre adormecer ese amor y cuatro meses después conocí a un tipo muy interesante.

Su nombre era Black. Era un sujeto algo rabioso, pero se interesaba en esas cosas que yo me intereso también. Esas cosas ignoradas por la mayoría. Lo conocí por casualidad cuando mal estacione mi motocicleta y tire la suya. Al principio tuvimos un fuerte altercado, después terminamos charlando en un bar. Le di mi correo, es lo que más uso, poco después me escribió para pedirme saliera con él. Comenzamos a frecuentarnos y algo empezaba a surgir entre los dos. Esa noche Black, me llevó a un viejo bar en el barrio antiguo de la ciudad. Esa zona bohemia que me gustaba, pero antes de conocer a Black no lo había explorado.

El lugar era como esas tabernas británicas. Huellas de los emigrantes que la construyeron, a principios del siglo pasado. Habían ahora mesas de billar donde Black, me ofreció jugar. Hace tiempo no lo hacia.Crei que  había olvidado como hacerlo, pero no estaba oxidada como pensé, sin embargo, Black era mejor y gano la partida.

-Sin rencores- le dije y le di un beso en señal de buena fé.

Nos habíamos besado antes, pero ese fue un poco más largo. Empezaba a tomar gusto por su boca, por sus manos en mi cintura.

-Eres bueno- dijo una voz entre el grupo que se había reunido a vernos jugar a mi y a Black.

Yo sentí un golpe eléctrico en mi espina cuando oí su voz. No tenía que mirarlo para saber quien era. Me separe un poco de Black, para mirar del extremo de la mesa a Bills que, sin quitarnos la mirada de encima, ponía tiza en su taco.

-¿Juegas?- le preguntó a Black, quien solo se le quedó mirando- Vamos amigo, será divertido. Si me vences te invitaré un trago a tí y a tu chica ¿Qué dices?- insistió e hizo el primer tiro a modo de desafío.

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