18._Dia libre
Baje la tapa del sanitario para sentarme allí y secar mi cabello, con la secadora. Mientras ese sonido molesto bailaba en mi oído, fui desglosando lo acontecido esas ultimas horas.
Fue diferente a lo que imaginé. Ni mejor, ni peor. Solo diferente. En cierta forma sorprendente y sobretodo, muy satisfactorio. Sus manos dejaron vestigios en mi piel, que aún después de la ducha que me di seguían sacudiendo mi ser. Quizá de una forma demasiado fuerte, pero estaba bien. Aunque ese miedo previo a la jornada retorno.
-¿Terminaste?- me preguntó al salir de la ducha.
-Aún no- le respondí dejando la secadora para poner atención a la huella de sus garras en mi brazo, casi a la altura del hombro.
Bills se recargo contra la puerta, para quedarseme viendo desde allí. Envuelto en esa bata blanquecina y con los ojos fijos en aquella herida, que debí atender antes de darme un baño. Me miraba sereno, pero creo que tenía sus propias controversias.
-No es nada- le dije después de un rato, como intentando aliviarlo un poco de un peso incierto para mí.
-Te espero en la habitación- dijo y se fue.
Eran casi las cuatro de la mañana, cuando cruce la puerta de su cuarto y me deje caer a su costado. La venda en mi brazo, limpia y blanca, contrastaba con esas sabanas rojas, recien puestas y en cuyos pliegues mis ojos dibujaban pequeñas colinas que terminaban en un cordón montañoso de color púrpura que se extendía de forma paralela a mí.
-¿Trabajas mañana? intentó averiguar mientras dejaba caer su brazo a centímetros de mi cabeza, como una invitación que dejan bajo la puerta.
Mi afirmación lo hizo apartar la mirada y clabarla en el techo. Se veía tranquilo, satisfecho con él, conmigo con todo. Una vez puse mi cabeza en su brazo, cual si fuera una almohada, se giro a mi y yo cerré los ojos. Quería dormir y lo hice al amparo de su cuerpo.
Desperté cerca de media mañana. Hacia calor. El sabor salino de su sudor estaba en mis labios que quedaron contra su piel. Me aparte un poco, para levantarme y tras quitarme su brazo de encima, me senté en el borde de la cama para mirar las escasas cosas que habían en ese lugar. Una de ellas era la hilera de trofeos por competencias de artes marciales que estaban en la repisa. Eran viejos y pertenecían a campeonatos de escuela y universidad. Los vi antes, pero tomé poco detalles de ellos.
Me escarbe el cabello con la mano y me deje caer hacia el lado opuesto al que desperté. Con los brazos colgando y siendo iluminados por la luz de la ventana. Me quedé pensando en nada. Era muy tarde para ir al trabajo y en la tarde no tenia nada que hacer. Como detesto no tener algo que hacer. Me levante, le di una mirada a Bills. Dormía tan feliz que sentí ganas de despertarlo y lo hice. Le cubrí la boca y la nariz,logrando sacarlo del mundo de los sueños.
-¡¿Qué acaso estas tratando de matarme?!- me gritó y solo me sonreí, porque tenía una expresión divertida- ¡No le veo el chiste a asfixiar a tu..!
- A mí ¿qué?- pregunté al notar que no quería terminar esa frase.
-Tengo hambre- dijo mientras descansaba su rostro en su mano y veía hacia la pared.
-Pediré algo de comer- le dije mientras iba hacia la puerta- ¿Qué quieres? Yo invito.
Me miró fijamente un instante.
-¿Qué?- le pregunté.
-Eres una mujer un poco extraña- me dijo y se levantó casi de un brinco.
Caminó hacia mi, hasta dejarme entre él y la puerta, apoyando su mano en el muro. Desde luego entendí a que iba ese comentario, pero es que yo no hacia ese tipo de cosas. Llevé mi mano a su rostro y le hice una caricia desde la barbilla hasta el final de su mandíbula. Me gusta sentir ese hueso a través de su piel. Se quedó parado ahí, recibiendo esa caricia sin dar señal de nada. Luego sólo dijo que iba al baño y me dejo ir.
Antes de pedir comida llame a mi trabajo, para dar una excusa y así justificar mi ausencia. No parecieron molestarse con mi falta. Me lo suponía,pero era mejor confirmarlo. Después de eso,ordene comida. Era extraño estar en casa un día de semana, pero con la compañía que tenía pude lidiar con eso, todo era más sencillo.
Era un día caluroso, por lo que le propuse comer en el balcón y acepto. Era todo tan natural, que la noche anterior parecía haber sido un sueño nada más,pero justo cuando aquellas imágenes se cubrían del velo del recuerdo, Bills se recosto en la alfombra, que habíamos puesto,
dejando caer su cabeza en mi regazo con una expresión de satisfacción y travesura. Por poco le tiro mi bebida en la cabeza, cuando hizo eso.
-Estoy cansado- dijo con un tono juguetón.
-¿De qué? No has hecho nada.
Abrió uno de sus ojos para girar la cabeza, ligeramente, hacia arriba y hacerme un reproche silencioso al que respondí dejando caer mis dedos sobre su espalda. Mientras repasaba sus vértebras le pregunté por los trofeos en su habitación. Me contó que en secundaria y preparatorio participo en equipos de artes marciales, ganando varios torneos nacionales e internacionales. Gracias a ello obtuvo una beca universitaria. No me dijo que carrera estudiaba, pero si que la abandono.
-Eso no era para mi- dijo al final y se acomodo boca arriba en mi regazo.
-¿Tenías buenas calificaciones?- le pregunté.
-Desde luego que si. Yo no soy ningún idiota, Mary.
-Y escogiste dedicarte a vender anime- comenté como pensando.
-¿Qué? ¿Te parece poca cosa? Vivo de lo que me gusta y no le rindo cuentas a nadie ¿Puedes decir lo mismo? Esa carrera tuya es un desperdicio para alguien como tú. Pero supongo que te dejara buenas rentas y podrás tener una casa, un auto, un marido de terno y corbata y...¡No me jales las orejas!
-Yo no quiero eso-le dije.
-¿Y qué quieres entonces?- me preguntó sentándose frente a mí.
-Una vida tranquila lejos de la ciudad- le dije.
-Para eso no necesitas una carrera universitaria.
-Pero si dinero- le contesté y me sumi en un silencio reflexivo.
Su puño paso por mi costado, unos minutos después. Lo esquive apenas y eso le saco una sonrisa limpia.
-Asi que esos guantes de box, que tienes, no son una ornamenta- comento.
-No, pero deje practicar hace un año.
-Claro, pero un deporte como ese no es para una mujer como tú.
-Anoche parecía gustarte una mujer como yo...
-¡Cállate! ¡No digas cosas como esas aquí!- me grito escandalizado y algo sonrojado.
-Pero sino hay nadie más...
-¡Qué guardes silencio!- me grito y aplico una llave, por sorpresa y sin cuidado.
Comenzamos una pequeña pelea, medio en juego. Aunque fue algo escandalosa toda la situación y media hora después comenzaron a tocar la puerta, con bastante insistencia. Fui a abrir,con mi cabello desordenado y bastante agitada por la trifulca, supongo que no fue muy buena idea porque al desplazar la puerta hacia atrás, me encontré con dos policías.
-Buenas tardes- me dijo el más alto- Nos informaron de un posible evento de violencia domestica...
Algún vecino escuchó todo el lio y llamo a la policía, pense. La sala desordenada y un par de platos rotos en el piso; no eran un buen panorama. La venda en mi brazo alimento ese escenario.
Por supuesto que Bills negó tal cosa y se mostro bastante ofendido con todo el asunto. Pero el oficial no se dejo intimidar y le cuestiono varias cosas. Todo pintaba bastante mal e hice lo único que se me ocurrió. Aparte a uno de los oficiales y le hable en secreto. Después de eso, aquel fue con su compañero, le habló en el oído y se retiron.
-Traten de no hacer tanto escándalo, la próxima vez- nos dijeron antes de marcharse.
-¿Se puede saber que les dijiste para que se fueran?- me pregunto Bills poniendo las manos en sus caderas.
-Que tenemos practicas sadomasoquistas- le dije con la mejor de mis sonrisas.
-¡¡¿Pero como se te ocurre decirle eso?!! ¡¿Estas mal de la cabeza o que pasa contigo?!
Me gritó por media hora antes de cansarse o aburrirse. Entonces, aprovechando que estaba de espaldas, le salte encima.
-¿Ahora que estas haciendo?
-Viéndote de cerca- le dije al oído.
-¿Quieres un acercamiento?- me preguntó con ese tono ladino que le salia natural.
Habían días así y otros en los cuales no queríamos ni vernos.
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