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15._Cumpleaños


No creí que me dejara descansar mi cabeza en su hombro. Eso fue muy agradable, pero me vi en aprietos para huir de esa situación. Era demasiado para mí. Si soy honesta tengo terror a sentir. Mi vida puede parecer desordenada, inestable; pero se equivocan. Yo siempre se a donde voy y que quiero obtener. Por eso un sentimiento tan grande como el que me temía estaba surgiendo en mí, me angustiaba tanto. No quería perder el control. No quería ser vulnerable. No quería que alguien tuviera dominio sobre mí. Por suerte mi celular timbró y con esa excusa pude dejar esa habitación y a él. Pero aquello fue un espejismo. No podía huir de Bills, vivíamos juntos, mas la peor parte era que él, habitaba mi cabeza y ese músculo palpitante. 

El lunes en la mañana, encontré su número escrito en una nota de papel, que pegó en el espejo del baño y lo guarde. Antes de irme deje el mío en la puerta de la nevera.

El semestre terminaba y eso me dejaría tiempo libre que debía emplear en algo. Mi madre suele darme algo de dinero por esas fechas y puedo emplearlo como yo quiera. Casi siempre uso la mitad para hacer un viaje (uno no muy costoso) y dejó el resto para una emergencia. A veces no voy a ninguna parte y tomo un curso de algo. Todo depende de como me sienta.

No había visto a Bills en varios días y esa tarde de jueves, me sorprendió encontrarlo en casa. Estaba descansando en el sofá, con un cuaderno de dibujo sobre el pecho y un lápiz en la mano. Me saludo y respondí para pasar rápido a la cocina.

-¿Traes algo bueno ahí?-me preguntó.

Obviamente vio la bolsa que traía del restaurante.

-Silo me dieron una ensalada- le respondí, mientras miraba el mensaje de mi madre en mi celular.

El deposito había sido hecho y me dejaba una fría felicitación. Aparte mis ojos del teléfono y Bills estaba parado frente a mí, con una mano en la cadera y la otra apoyada en la mesa, mirándome con una expresión de travesura contenida.

-Oye...hay algo que...-me decía y miro atrás, hacia la puerta, pues el timbre había sonado-¿Citaste a alguien aquí?

-No-respondí y fui a abrir.

"¡Sorpresa!" gritaron en mi cara mientras me arrojaban confeti. Ahí estaban mis amigos con globos, bolsas y pastel de cumpleaños; dispuestos a darme una fiesta con todo y el alboroto incluído.

-¡¿Qué es todo este escándalo?!- grito Bills a mi espalda.

-Denme un minuto ¿Sí?-les dije y cerré la puerta en las caras de mis amigos.

Voltee a ver Bills, que tenía una cara de fastidio, al borde del enojo.

-¿Pueden pasar? Es mi cumpleaños- le dije con la mejor de mi sonrisas, pero su rostro no cambio nada- Traen comida deliciosa...

Y con ese gran argumento los dejo pasar. Pronto la sala se lleno de un ambiente extraño en ese departamento. Había algarabía y aromas que aplastaban el silencio y ese perfume de espacio amplio que solía reinar ahí. Aquello me ocasiono un pequeño malestar, pero lo olvide por un rato.

La verdad es que no soy de fiesta de cumpleaños. Me gusta que me saluden nada más y si me dan un obsequio, pues lo recibo, aunque rara vez me dan algo que me gusta. Solo hubo una persona que me daba cosas que realmente me gustaban. Lo recordé en ese momento y no pude evitar sentirme triste. Fue cuando note que Bills, me miraba con su cara de todo y nada. Algo que me sorprendió fue lo sociable que se mostró en esa ocasión, aunque de mucho diálogo no hizo gala. Prefirió mantener la boca ocupada con la comida, aunque no fue hostil con Rox, que le hizo unas cuantas preguntas que pensé que lo incomodarian.

-¿Podemos poner música? Me gustaría bailar- dijo Ann.

-Sí, por mi esta bien, siempre y cuando no sea muy fuerte-le respondió Bills, como si la pregunta hubiera estado dirigida a él.

Bailamos un rato, pero no lograba sentirme cómoda con esos ojos ambarinos fijos en mí. Al fin se despidió diciendo que tenía asuntos que atender, pero antes de cruzar la puerta, me miró de una forma que me hizo entender muy bien el mensaje: "Al volver, no quiero a nadie aquí". La verdad yo tampoco quería que esa celebración se prolongara demasiado y cerca de las nueve, con tacto, los despedí cerca de las nueve. Como a las diez, cuando estaba limpiando todo el desastre, Bills volvió con una bolsa pequeña en la mano.

-Al menos debieron ayudarte a limpiar- me dijo al pasar a la cocina.

-Pero se hubieran tardado más en irse.

No contestó y se fue a la cocina para volver medio minuto después con algo en las manos. Me llamó y arrojo una lata de caramelos de miel, que por poco deje caer.

-La pusieron por error en mi bolsa- me dijo como si fuera algo sin importancia.

Me quede viendo esa lata. Era de la misma marca que compro siempre. Obvio sabia me gustaban, pues se comió los que yo guardaba en mi habitación. También era evidente que no las pusieron en su bolsa por error.

-Gracias-le dije- Pero ¿Seguro que no los quieres?

-No me gustan- contestó y miro a otro lado.

Caminé hasta quedar un par de pasos de él. Abrí la lata y tome uno de los caramelos para poner uno en mi boca y ofrecerle otro a él. No soy fan de lo dulce, pero hay algunos que me gustan como son los macarrones y los caramelos de miel. Bills aceptó el que lo di y se lo puso en la boca, con el entusiasmo de un niño. Lo mire a los ojos en mi propio juicio silencioso, algo que lo hizo exclamar:

-¿Qué? ¿Qué pasa?

-Todo- le contesté casi en un susurro y pareció algo intrigado.

Silencio. Otra vez ese silencio agradable y ese olor. La sala estaba iluminada por una lámpara de pie, que parpadeaba, a ratos, acompañada de un zumbido que moría amortiguado por la atmósfera entre él y yo. Podía escuchar los sonidos de los pasos de los vecinos, del departamento del lado y las luces del exterior proyectaban sombras temblorosas en los muros. Subí mi mano hasta su barbilla, pero la detuve a unos centímetros de entrar en contacto con él. No me estaba repeliendo, ni invitando a hacerlo. Solo estaba ahí parado. Termine por alcanzar su piel con los nudillos de mi mano y recorrer el contorno de su rostro, sintiendo el hueso de su mandíbula y su piel. Inclino un poco la cabeza hacia el costado donde estaba mi mano y cerro los ojos con una expresión de agrado.

-Eso se siente bien- dijo con un tono que me hizo apartar mis dedos de su rostro- Te cohíbes fácilmente...

Lo mire a los ojos. No era cierto lo que dijo. Fue otra cosa la que me llevó a apartarme de él, pero eso último sonó a un desafío. Deje la lata de caramelos sobre el respaldo del sofá, para abrazarme a su cuello logrando desencajarlo un poco. Le di un beso en la mejilla y eso fue todo.

-Gracias por los caramelos- le dije y pensaba seguir limpiando, pero su mano se cerró sobre mi brazo.

-El domingo será El Festival del Manga y tengo una estación ahí ¿Quieres acompañarme?

-¿Acompañarte?

-Sí, pero porque necesito alguien que me ayude- declaro y soltó mi brazo para cruzar los suyos.

-Bueno, no me importa ir y ayudarte un poco- le dije- ¿No tengo que ponerme un disfraz o sí?

-Si lo haces te dan un descuento por... ¡Eso no importa! ¡Nos iremos temprano así que más te vale llegar a dormir el sábado en la noche!- me grito y se fue a su habitación.

Era un pretencioso, pero me encantaba que lo fuera. Termine de limpiar y me fui  a mi habitación. Cuando estaba metiéndome en la cama, vi su silueta sentándose en la silla del balcón.  

-Oye Mary ¿Estas despierta?- me pregunto mientras ponía los brazos tras la cabeza.

-No, estoy dormida.

-Muy graciosa ¿Cuántos años cumpliste?- inquirio y le respondí- Mmm eres bastante menor que yo...Pero tampoco eres una niña.

Me preguntó otras cosas sin importancia y antes de irse, una hora después, me deseó un feliz cumpleaños. 

 

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