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Prólogo

¿Cómo te soporto si me has quebrado?


18 de noviembre, 2018.

—Estos son ustedes —indicó Garrick los peones en el tablero de ajedrez, los observó amenazante y frío —y este soy yo —indicó al Rey —. Ustedes me protegen, y si deben ir como carne de cañón, irán —soltó con desinterés —¡Irán! —subió la voz golpeando el mesón, consiguiendo que todas las piezas se estrellaran con la cerámica oscura de aquel lugar —No los he criado para que sean unos putos mal agradecidos.

Los tres chicos lo observaban con respeto, respeto que, por cierto, Garrick Favreau no merecía.

—Si deben ser el puto caballo, alfil o la torre para protegerme, lo harán ¿oyeron bien? —su clara mirada los recorría uno a uno. Primero Mikkel, luego a Morrie y finalmente a Meral, quien no podía disimular el odio que sentía por la persona que le hablaba.

Mikkel había dejado de temerle a los 15 años, pero seguía teniéndole respeto por el solo hecho de llevar su sangre. En cambio, Morrie seguía con sus rodillas temblorosas cuando a Garrick Favreau le temblaban las manos de enfado.

—Ya saben lo que tienen que hacer, así que váyanse de aquí —dijo Garrick con un gesto despectivo.

Meral fue la primera en abrirse paso por el salón, se volteó sin esperar a sus hermanos y salió de ahí ofuscada. Mikkel la siguió y por supuesto que Morrie siguió a Mikkel. Atravesaron la puerta juntos y Meral volteó a mirarlos.

—Hay una cosa que ese viejo decrépito no sabe —les habló a sus hermanos, su blanco rostro ardía en molestia y no podía evitar apretar los dientes con desespero —Y es que yo en este puto tablero de ajedrez soy la Reina y no tengo ni un maldito reparo en protegerle el culo —finalizó.

Mikkel echó una pequeña risa que Morrie no entendió en absoluto, él no entendía por qué Meral y Mikkel parecían no temerle a Garrick si en un par de segundos podía fusilarlos en pleno salón de la mansión Favreau. Meral giró sobre sus propios pies y se alejó por el pasillo dejándolos a solas.

—Deberías calmarla un poco —sugirió Morrie.

Mikkel lo observó, apoyó su mano en el hombro de su hermano menor y le dio unas palmadas.

—Ya sal de ese puto clóset que te tiene aterrado —indicó Mikkel más como un consejo que una obligación —. Te necesitamos valiente y decidido, Morrie.

—¿De qué hablas?

—Ya entenderás.

Mikkel se alejó también dejando a Morrie a solas en medio del pasillo.

Mikkel era decidido, frío y audaz, no temía por su vida, pero protegía con uñas y dientes las vidas que le importaban. Mikkel era el mayor de los tres hermanos y siempre se había caracterizado por tomar las decisiones, o al menos, dar el primer paso para todo. Era inteligente, increíblemente apuesto y por sus venas corría locura y ambición que todavía no conocía del todo. Garrick, para él, sólo era un imbécil que tenía el dinero hasta el cuello y que no sabía qué demonios hacer con él. Por cierto, dinero mal ganado, que tampoco estaba sabiendo proteger. Mikkel en cientos de ocasiones había terminado mal por culpa de Garrick, estaba decepcionado, a veces llegaba a sentir lástima, pero era muchísimo más fácil para él sentir odio e ira frente a los ojos claros de Garrick Favreau.

Cuando Morrie iba a caminar por el pasillo, la puerta por donde ellos habían salido, se abrió consiguiendo que la piel del chico se erizara una vez más. Pidió que no dijera su nombre, pero era demasiado tarde para ser invisible en ese minuto.

—Morrie —soltó el hombre con su típica voz áspera, seca y frívola.

Morrie cerró sus ojos, respiró profundo y luego se volteó hacia él, no pudo articular ninguna palabra, pues el hombre lo llamó con la mano y lo metió dentro de la oficina nuevamente. Las piezas de ajedrez seguían esparramadas por el suelo, pero Morrie intentó levantar el mentón y mirar directamente a los ojos de su padre.

—Creo que, en definitiva, eres el más cuerdo de tus hermanos —comentó Garrick. Puso las manos en los bolsillos de su pantalón carísimo y se paseó por la oficina con superioridad. —Es por eso que te necesito para un pequeño trabajo.

Morrie escuchó con atención y, de pronto, se sintió en los zapatos de Mikkel, pues él era el encargado de hacer esos "pequeños trabajos" para Garrick y había visto en cientos de ocasiones a Mikkel pateando cosas y golpeando muros sin razón. O tal vez ahora descubriría que sí, que si había una razón para acumular tanta ira.

—¿Qué tipo de trabajo? —preguntó el chico con voz neutra esperando las ordenes de su padre.

—Necesito que le lleves algo a Lebron Barker ¿podrías hacerlo por mí?

Garrick se acercó a la inmensa biblioteca de madera antigua que tenía allí, abrió con una llave el candado de una puerta y sacó un maletín negro. Lo puso encima de su escritorio empujando el tablero de ajedrez con brusquedad y luego alzó la vista hasta encontrarse con la de Morrie.

—¿Qué hay ahí? —preguntó el chico.

—No tienes por qué saberlo, sólo debes ir ahí, entregárselo y luego irte. Es todo.

Parecía un trabajo fácil. Un trabajo que Morrie Favreau podía hacer sin correr peligro. Además, no tenía la opción de negarse a una petición hecha por su padre, así que sólo asintió.

—Irás esta misma noche —señaló el hombre, sacó un cigarrillo del bolsillo de su bestón y lo encendió con las manos temblorosas.

A Garrick siempre le temblaban las manos cuando estaba enfadado o cuando debía tomar decisiones difíciles. Sin embargo, era un hombre imperturbable, frío y macabro. No sentía lástima ni empatía por ningún ser humano, ni siquiera por sus hijos. Y, no era tan inteligente como para darse cuenta de que los tres llevaban su sangre en las venas y, que, en algún momento, tampoco sentirían lástima ni empatizarían con él.

—Lleva esto por si algo sale mal —sacó un arma del cajón de su escritorio y se la facilitó a Morrie.

El chico la recibió. No era la primera vez que Morrie tenía un arma en sus manos, pero hasta el momento no había disparado a nadie y esperaba que esa noche no fuese la excepción.

Morrie salió de la oficina con el maletín en su mano, con el arma guardada en su pantalón y con un semblante tranquilo, aunque muy en el fondo sabía que algo estaba mal, que no todo era tan fácil como Garrick Favreau se lo pintaba a todo el mundo antes de dar una pésima orden.

Morrie Favreau era el mellizo de Meral, pero eran completamente diferentes en cuanto a su personalidad, pero de la cabeza a los pies tenían el mismo tono de piel, el mismo color de cabello, pero no el mismo color en sus ojos. Morrie no había crecido tan abruptamente como Mikkel, pero si había visto las malas decisiones de su padre y los llantos de histeria de su hermana. Morrie era inteligente, de hecho, tomaba mejores decisiones que Meral y Mikkel juntos. Era apuesto tanto como su hermano, y aunque intentaba ser frío y apático, no lo conseguía del todo. Morrie tenía esperanzas en las personas, creía en ellas, confiaba un poco e intentaba comportarse como un orgulloso Favreau lo haría. Morrie era un buen chico al que todavía no quebraban a la mitad.

Al menos hasta esa noche.

Morrie quiso contarle a Mikkel o a Meral lo que le había pedido Garrick hacer, pero ninguno de sus hermanos se encontraba en casa y, como un buen Favreau oculto de las sombras de la policía, no acostumbraban a utilizar móviles para comunicarse. No llamadas, no mensajes, no fotografías. Había excepciones, claro, pero todo se resumía a códigos que sólo ellos entendían.

La noche llegó y Morrie tenía claro lo que debía hacer y no esperaría a que Garrick le diera la orden para comenzar. Se vistió e intentó ocultar con una capucha su cabello oscuro, guardó el arma entre su cinturón y la ocultó con su chaqueta.

Caminó seguro de sí mismo hasta su automóvil, se metió en el dejando el maletín en el asiento copiloto y se marchó. Meral y Mikkel no daban señales todavía, así que no se preocupó más de la cuenta de sus hermanos. El camino era corto en auto y sabía exactamente en donde se encontraba Lebron Barker quien era uno de los tipos más peligrosos de la ciudad. Confiaba en que todo saldría bien, pues era sólo un puto maletín y Lebron tenía una especie de "amistad" con Garrick, que, en realidad, Mikkel siempre la visualizó como una amistad chueca, de esas que en realidad en cualquier minuto clavarían una daga por la espalda.

Aparcó el automóvil un par de calles más abajo y caminó en silencio hasta el taller con el maletín. Suponía que Lebron estaba esperándolo, así que apresuró el paso hasta que se detuvo en la gran puerta de metal; golpeó un par de veces antes de que ésta se abriera dejando ver a un tipo robusto que siempre, en toda ocasión, protegía a Lebron. No se dijeron ninguna palabra al entrar, Morrie solo se abrió paso por el pasillo hasta llegar a la pequeña y demacrada oficina que ocultaba miles de secretos de Lebron Barker. Por supuesto que Lebron podía comprar un edificio y hacer que fuese su oficina personal, pero debía mantener el anonimato y así estaba bien.

Golpeó la puerta de la oficina, escuchó la voz rasposa de Lebron haciéndolo pasar y él caminó hacia adentro sin sentir nervios.

Meral se encontraba fumando un cigarrillo afuera de un bar de mala muerte, sola y molesta. No era una buena combinación para una chica con tanta locura y empoderamiento como Meral Favreau. Sus pensamientos viajaban a la velocidad de la luz y maquinaban diez mil maneras de hacer sufrir a Garrick Favreau sin salir perjudicada. Meral tenía el cabello corto, más arriba de sus hombros y se vislumbraba en cada lugar al que iba. Sobre todo, porque tenía unos ojos más claros que el mar del caribe. Era una chica hermosa, tanto que apenas podías notar que tras sus claros ojos existía una persona destruida. Meral era impulsiva, histérica, extravagante y alocada. No temía por su vida y estaba segura de que era capaz de asesinar a un hombre fortachón ella solita. Meral adoraba las peleas, incluso ella las ocasionaba sólo para plantarle cara a quien se le viniera en gana. Mikkel en ocasiones debía golpear a otros tipos por culpa de su hermana o incluso sacarla de lugares peligrosos para que no continuara cagándola.

Su móvil sonó dentro de su pantalón, ella observó la pantalla y como de costumbre reconoció los tres últimos dígitos antes de contestar:

—¿Si?

—¿Dónde estás? Necesito que vengas de inmediato porque debemos salir, papá armó algo —habló Mikkel en la otra línea.

Meral entendió el código de inmediato.

—¿Nos divertiremos esta noche, Mikkel?

"¿Alguien corre peligro esta noche, Mikkel?"

—Por supuesto que sí, como siempre —señaló el chico.

—¿Y Morrie también irá?

—Morrie está allá.

De inmediato Meral colgó y salió disparada hacia su motocicleta, se subió en ella y viajó con prepotencia por las calles angostas que la llevaban a la tan aclamada y temida mansión Favreau. Entró dando portazos y sus tacones emitían un sonido molesto, pero a Meral poco le interesaba, entró a la cocina. Nadie. Oficina de Garrick. Nadie. Luego se paseó por el living hasta que de la sala de estar se asomó Mikkel con molestia, detrás de él venía Garrick.

—¡¿Qué demonios le hiciste a Morrie?! —gritó Meral con histeria. Mikkel la observó sin ganas de tranquilizarla.

—¿Quién te crees para hablarme así? —preguntó Garrick bajando la voz con amenaza, penetrando los ojos de su hija.

—Si algo le sucede a Morrie, yo misma voy a encargarme de que te mueras —lo señaló Meral con odio, y Garrick odiaba que lo señalaran con el dedo.

Garrick se acercó lentamente hacia su hija, se paró frente a ella y sin previo aviso estampó una bofetada en el pálido rostro de la chica consiguiendo que se cayera de rodillas a la alfombra. Su pómulo de inmediato enrojeció y escupió sangre con enfado. En cuanto Meral cayó al suelo, Mikkel la puso de pie desde el codo y con su mano libre empujó a Garrick con fuerza consiguiendo que este se corriera varios centímetros hacia atrás.

—Te digo justo ahora que no vuelves a tocar a Meral en tu puta vida —lo amenazó Mikkel con prepotencia. La regla era una: No hagas enojar a Mikkel Favreau. Pues Mikkel poseía paciencia de sobra, pero cuando su enfado llegaba a su cerebro ya no había vuelta atrás y era capaz de derribar a quien se pusiese en su camino. Garrick lo sabía. Garrick lo había visto en sus peores momentos. Garrick había visto con sus propios ojos el lado más oscuro de su hijo mayor y no tenía ganas de que apareciera en contra de él —Hazte a un maldito lado y asegúrate de que Morrie llegue vivo aquí.

¿Cómo era que Morrie, Mikkel y Meral habían conseguido una hermandad tan fuerte?

La respuesta era simple:

No toda la vida habían vivido bajo la sombra de Garrick Favreau.

Lebron Barker ya había recibido a Morrie en su oficina. No se conocían, pero no le costó darse cuenta de que se trataba de un Favreau, pues su cabello oscuro y sus ojos iguales a su madre era inigualables en las calles. No acostumbraban a ver a tipos de mala muerte con esa pinta de chicos perfectos.

Antes de que Morrie pudiese acercarse a Lebron, uno de sus hombres le regaló una mirada amenazante al chico y miró con desconfianza el maletín.

—¿Qué me traes, Favreau? —preguntó Lebron desde su asiento mientras apagaba el cigarrillo en el mismo escritorio.

Realmente era una oficina descompuesta que sólo el lugar en donde tenía el culo Lebron parecía cómodo, pero bueno, Lebron tampoco se veía como un hombre de demasiadas comodidades. Morrie y sus hermanos habían oído suficientes historias oscuras de la familia Barker como para tenerles el respeto que merecían.

—Lo ha mandado mi padre —indicó Morrie. Se acercó al escritorio y dejó allí el maletín.

—¿Algún mensaje? —alzó sus cejas.

Morrie lo observó con confusión.

—No.

—Qué extraño —inspeccionó el maletín por fuera y luego notó en el chico un brillo de temor en su mirada —. Veamos que se le ha ocurrido al viejo Favreau esta vez —miró el candado unos segundos.

—Claro, con permiso... —comenzó Morrie, pero Lebron sonrió con sarcasmo.

—No pensarás marcharte tan rápido ¿no? —el hombre alzó una ceja y dejó su mano apoyada en el maletín —. Quédate, así me explicas lo que hay adentro cuando lo veamos.

De pronto, a Morrie se le aceleró el corazón con fuerza y no entendió la razón por la cual se sentía tan nervioso, pero intentó mantener la calma y repetirse a sí mismo que traía un arma y que podía matar a quien fuera que tuviese en frente.

—De acuerdo —contestó el chico. Se sentó frente al escritorio y tragó saliva.

Lebron puso la clave del candado que siempre utilizaban con Garrick y este se abrió sin ningún problema, sin embargo, cuando comenzó a abrir el maletín, un olor podrido salió de allí. Rápidamente el hombre abrió por completo el maletín dejando a la vista lo que había adentro. Morrie se puso de pie con terror. Iban a matarlo.

Se trataba de un dedo anular de una mujer, pues se notaba en lo delgado que era y en sus uñas carmesí. En él había un anillo delgado y con una enorme roca encima. Había sangre allí, suficiente como para querer vomitar encima del escritorio. Lebron no fue capaz de tocar nada, pero se percató de que había algo escrito en un papel viejo, lo tomó y comenzó a leer: "¿Recuerdas este anillo, Lebron? Era de la familia Favreau. No permitiré que uses cosas de mi familia". Lebron sintió cómo la ira subió a su cabeza, todo en él indicaba que haría una locura. Ese dedo y ese anillo pertenecían, en ese momento, a su mujer que se encontraba a miles de kilómetros de la ciudad. Morrie no entendía lo que ocurría, pero la mirada de Lebron le indicaba a gritos que corriera.

—¡¿Cómo te atreves?! —gritó Lebron cerrando el maletín con fuerza. Rodeó el escritorio y tomó la camiseta de Morrie entre sus manos —¡¿Te has venido a reír en mi puta cara?!

—No tenía idea de esto.

—¡¿Me crees imbécil?! —continuó alterado —¡Yo mismo me encargaré de matarte y le mandare cada puto trozo de tu cuerpo a Garrick! ¡Hijo de puta!

En un movimiento rápido, Morrie sacó el arma de su cinturón y la posicionó directamente en el abdomen de Lebron, quien rio enfermizamente en el rostro del chico de veintitrés años.

—Suéltame o disparo —indicó.

Lebron se alejó lentamente de él con su sonrisa enferma en el rostro, miró el arma y luego hizo un gesto con su mentón. Gesto que terminó en tres tipos apuntándole a Morrie en la cabeza. Tres. Y armas de alto calibre que podían incluso quitarle el rostro por lo tan cerca que estaban. Morrie tragó saliva y lentamente bajó el arma para que entendieran que él no estaba enterado de nada, la dejó en el suelo mientras los tres tipos no tenían cara de arrepentirse por algo.

—¿Crees que te escaparás de aquí sin antes haber pagado por esta mierda? —preguntó Lebron con odio, tanto que tuvo que controlar el tono de su voz.

—Yo no hice nada, no tenía idea de que...

—¡Cállate! —Lebron alzó la voz con fuerza —Si sabías o no de esto ya me importa una mierda —miró a sus hombres —. Bajen sus armas, quiero que lo muelan a golpes, muélanlo, háganlo sufrir. Quiero que cada uno de sus huesos se quiebre a la mitad —ordenó con fuerza —, pero fuera de aquí.

—Lebron —pidió Morrie, pero él estaba alejadísimo de escuchar.

Entre los tres sacaron a Morrie de la oficina y lo llevaron hasta el pastizal vacío de atrás y al notar que Morrie era un chico fuerte y duro con los puñetazos, dos más se le unieron a la batalla campal que finalmente terminó convirtiéndose en una masacre. Cinco contra uno. Golpearon con fuerza su rostro, lo pisotearon y escupieron. Morrie podía oír sus huesos quebrarse y sólo se limitó a mantenerse quieto para que todo pasara lo más rápido posible. Esperaba morir ahí. A golpes. Se posicionó en forma fetal mientras las patadas le llegaban en la espalda, en el estómago y también en los brazos. Su cuerpo comenzó a dormirse por el dolor que estaba sintiendo y lo borroso comenzaba a volverse negro. Los gritos del chico se silenciaron luego de recibir tanto y ya solo pretendía dormirse.

Sería imposible descifrar si la llegada de Meral y Mikkel fue a tiempo, pero Meral salió de su automóvil corriendo, con un arma cargada en su mano y ni siquiera entró al taller porque podía oír los golpes secos que le proporcionaban a su hermano. Mikkel venía detrás de ella, pero no logró dar ninguna indicación antes de que Meral disparara. De sólo un disparó derribó a un tipo en la cabeza, venían por ella, pero Meral sólo se preocupó de disparar uno a uno. Dejó a tres en el suelo, revolcándose del dolor y cuando uno de ellos ya estaba casi encima de su cuerpo para golpearla, Mikkel apareció y se encargó de los otros dos.

Lebron no tardó en aparecer luego de los estruendosos disparos, miró a sus hombres en la tierra y luego a Mikkel. Meral se encontraba de rodillas en el suelo intentando hacer reaccionar a su hermano.

—¿Qué demonios has hecho? —preguntó Mikkel cegado de odio.

—Tu padre me ha obligado —escupió Lebron —¡Me ha enviado un dedo de mi esposa en un puto maletín!

Mikkel lo iba a pensar mejor, pero Meral se percató de la presencia del hombre, se puso de pie y le disparó dos veces en el pecho causándole la muerte instantánea. Mikkel la observó de reojo y tragó saliva. Meral no esperaba las órdenes de nadie, menos cuando su vida o la de alguien que quería corría peligro.

—Vámonos, debemos llevarlo con Libby —señaló Meral.

Y antes de que Mikkel ayudara a Meral con Morrie, disparó a todas las cámaras del lugar consiguiendo que ninguna evidencia los delatara por ahora.

Entre los dos pusieron de pie a Morrie quien, aunque no se encontraba inconsciente, poco le estaba faltando. No podía caminar y cada paso que daban sus hermanos por ayudarlo, lo hacían gritar con fuerza, pero Meral y Mikkel ignoraron los gritos de sufrimiento de Morrie, pues debían sacarlo de ahí antes de que la situación se volviese más peligrosa.

Mikkel lo metió a su auto y Meral se subió al auto de Morrie para llevárselo de allí. Y ambos condujeron hasta el hogar de Libby McCoy quien era la única que los soportaba, los recibía y curaba hasta las últimas de sus heridas.

Eran las tres de la madrugada, habían estado por dos horas consecutivas proporcionándole golpes a Morrie en todo el cuerpo. Mientras Meral conducía, llamó a Libby quien contestó adormilada, al parecer no tenía turno esa noche en el hospital. Meral explicó cómo pudo lo que había sucedido. Y con "cómo pudo" me refiero a que no expresó más de lo que podía decir. Le tenía cariño a Libby y no iba a meterla en problemas contándole todas las travesías de la familia Favreau. La doctora de treinta y siete años de edad de inmediato se levantó de la cama, entró al baño con rapidez para incorporarse a la madrugada. Se vistió y corrió escaleras abajo hasta estar en el sótano de su hogar; empujó a un lado la biblioteca que cubría una puerta del mismo color de las paredes, introdujo sus dedos en un orificio y ésta se deslizó hacia el costado dándole espacio para que entrara.

Había oído las descripciones de Meral con lujo y detalles, así que comenzó rápidamente a preparar sus materiales.

Mikkel aparcó fuera de la casa de Libby bajo los dolorosos quejidos de su hermano desde la parte trasera del automóvil. Rápidamente se bajó de su auto y ayudó a Morrie quien no podía caminar ni valerse por sí mismo en ese minuto. Meral corrió a cerrar el auto de Mikkel y se incorporó para ayudar a sus hermanos hasta la entrada de la casa de Libby. Tenían llaves. Aunque era extraño que los hermanos Favreau no pudieran entrar a cualquier lugar. No hablaban, sólo se observaban y sabían a lo que cada uno se refería. Mikkel se abrió paso entre los pasillos con Morrie en sus brazos y Meral se aseguró de cerrar todo bien y apagar las luces antes de bajar al sótano.

Ahí los estaba esperando Libby, quien al ver a Morrie sus ojos se cristalizaron. Conocía casi de toda la vida a los hermanos Favreau y Morrie era su favorito, pues siempre había sido amable, caballero, para nada apático y siempre regalaba sonrisas a las personas que quería y Libby estaba entre esas personas. Meral iba de un costado a otro casi tropezándose con sus propios pies y Mikkel se mantenía de pie un costado de la camilla en donde habían puesto a Morrie.

—Dios, ¿qué ha sucedido? —preguntó Libby con tristeza en su mirada, se puso sus guantes y la mascarilla.

Morrie estaba completamente ensangrentado, la piel de su rostro estaba tan abierta que la carne podía verse y no dejaba de sangrar. Elizabeth no esperó ni un segundo más y comenzó a quitarle la ropa a Morrie, con cuidado, pero con suma rapidez para que el chico no continuara gritando del dolor. Morrie no hablaba, no podía, sólo estaba ahí, quejándose.

—Mejor no saberlo —expresó Mikkel.

Ella asintió.

El cuerpo de Morrie estaba desecho. Su abdomen estaba en un tono rojo, con diferentes rasmillones esparcidos desde su tórax hasta su bajo abdomen. Sólo pudo visualizar su espalda cuando estaba quitándole la ropa y ahí había visto cortes profundos y manchas oscuras que amenazaban con convertirse en gigantescos hematomas.

—Vamos Morrie, aguanta un poco —comentó Libby sufriendo con él, pues podía percatarse de que todas las heridas que tenía el chico eran graves y dolían como si estuviesen quemando su cuerpo a carne viva.

Elizabeth comenzó con las heridas que sangraban para estancarlas. Mikkel y Meral corrían por la habitación ayudándole a Libby con las cosas que necesitaba. La doctora intentó limpiar lo que más pudo el brazo de Morrie y cuando pudo hacerlo, inyectó anestesia en él, lo que consiguió que de a poco el chico comenzara a relajarse y no se retorciera en la camilla con dolor.

Nunca Libby había trabajado tanto en un chico Favreau.

Curó sus heridas, estancó su sangre y parchó lo que más pudo para que no se abrieran. Luego inspeccionó sus articulaciones hinchadas. Morrie ya se encontraba durmiendo con el ceño fruncido.

—Tenemos que llevarlo al hospital —indicó Libby quitándose los guantes. Luego observó a Meral quien se acercó a su hermano.

—De acuerdo —la observó Mikkel.

—Llamaré para que desocupen una camilla y lo internen de urgencias.

Mikkel asintió y vio a Libby correr escaleras arriba con su delantal ensangrentado.

Se acercó a Meral y a Morrie y observó. Meral estaba sentada, su pierna iba de arriba hacia abajo con enfado, pero tenía más preocupación en sus ojos que ira. Morrie estaba completamente irreconocible, aunque agradecía que su hermano estuviese respirando, con dificultad, pero respirando, al fin y al cabo. Sus labios estaban rotos, hinchados y se mantenía con un gran parche en ellos. Su ojo izquierdo estaba tan grande que no iba a poder abrirlo en días, incluso Libby había puesto una gasa blanca allí para cubrirlo. Su rostro pálido ya no era así, estaba rojo, morado y probablemente estaría por semanas intentando recuperarse. Mikkel no inspeccionó más allá de lo que sus ojos veían y no pudo evitar sentir algo en su pecho. Tenía odio, se sentía humillado y pasado a llevar como nunca antes. Él desde que todo se había vuelto negro en su vida se había encargado de guiar a Meral y Mikkel y que los destruyeran o los pasaran por encima fingiendo que no valían nada rompía todo el cerebro del chico de veinticinco años.

—¿Crees que mejore? —habló Meral en un tono bajo, su voz se quebró. Y era extraño que Meral se quebrara, incluso ambos hermanos reconocían que Meral poseía una de las personalidades más fuertes de los tres, aun cuando Mikkel era inquebrantable.

—Claro que si —contestó él con seguridad —. Ya está estable, está respirando y Libby va a hacer todo lo posible por recuperarlo.

Ella asintió en silencio. Ni siquiera tenía las ganas suficientes para refunfuñar enfadada ni lanzar groserías al mundo.

Entre los tres lo sacaron de casa y lo llevaron al hospital. Elizabeth pertenecía a la administración del lugar, así que no fue difícil conseguir una camilla para Morrie. A pesar de que el chico se encontraba con anestesia en el cuerpo, seguía grave, seguía con heridas expuestas y con estruendosas ganas de gritar por el dolor. Se pudo sentar en el automóvil de Mikkel, pero no dijo nada, tenía el semblante serio o eso al menos parecía detrás de su rostro hinchado y desfigurado.

Esa noche internaron a Morrie. Le hicieron un sinfín de exámenes, radiografías y también entró de urgencias a operación porque habían dislocado su clavícula. Además de un esguince en la rodilla izquierda.

Esa noche el semblante de Morrie cambió y nadie había previsto que nunca volvería a ser el mismo.


***


WELCOMEEEEEEE!!!


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