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Capítulo 1: De como ella descubrió que no sabe beber

--Lo siento, Asuna. Yo...me he enamorado de alguien más.

Ah, sí, lo sospechaba. En realidad, en el minuto en que me pidió un encuentro improvisado para charlar sobre algo serio mi mente ya se había hecho a la idea de que me iba a dejar. Quizás por eso no me derrumbé frente a él, ni perdí los papeles y le arrojé la bebida que, por otro parte, pagaría él justo después de que yo abandonara, con aire digno, el local.

Pero antes de eso, me aseguré de entender cómo había conocido a esa maravillosa mujer que se había hecho con lo que, en un principio, fue mío.

--LLámame masoquista, pero me gustaría saber. ¿Cómo la conociste y cómo te enamoraste de ella?

Al principio mi pregunta pareció descolocarle, pero yo la consideraba básica. Mi novio, un apuesto chico universitario con el que había estado saliendo varios meses, me estaba dejando de un día para otro por una misteriosa chica de la que yo no conocía su existencia.

Lo mínimo que esperaba era una explicación, y una ficha completa de tan excelente muchacha.

Miró a cualquier parte menos a mí, pero yo ni me inmuté. Sorbí de mi café helado, tratando de mantener la compostura mientras él buscaba las palabras para responder a mi tan terrorífica pero obvia pregunta.

--Es una antigua amiga, la reencontré en la facultad. -- ¿Se creía que ese dato era suficiente para contentarme? Creí que me conocía mejor, así que me mantuve callada, esperando a que notara la indirecta y continuara. -- Se llama Yuna.

Y ahí estaba. El nombre de la que debía ser mi némesis. ¿Pero sabéis qué? No merecía la pena molestarse con terceros, cuando la culpa recaía, en esencia, en la base de la pareja. Nuestro vínculo era tan endeble que con la llegada de una linda chica se había ido como barrido por el viento.

-- Entonces, ¿desde cuando te gusta?

--Asuna...no necesitas saber eso. Solo jugamos en realidad virtual y llegamos a esto, nada más.

--Ni sueñes con escapar del interrogatorio, Eiji. -- este se echó hacia atrás en el asiento. Lucía cansado, o más bien estresado, pero me daba exactamente igual. ¡La víctima era yo!¡Yo era la que tenía derecho a echarse a llorar! -- ¿O prefieres que monte una escena y me eche a llorar mientras grito lo traicionada que me siento? Me conoces, puedo dar un buen espectáculo.

--Estás exagerando las cosas.

--Pues no me ocultes información, gracias.

--Nunca te he ocultado nada.

--¿¡Que no!? ¡Tendrás valor! -- me levanté, escandalizada. Me había hecho a la idea de no crear escándalo, por mucha amenaza que le soltara para provocarle, pero no estaba segura de poder conseguirlo, así que tomé mis cosas y me alejé con toda la dignidad que me quedaba. -- Estoy de vacaciones, y no me da la gana de que me arruines el humor. ¡Te quito ese poder!

--Asuna, siéntate, vamos a hablar las cosas...

--¡Que seáis muy felices!  -- y cerré la puerta del local con un relajante sonido de campanillas.

¿Había exagerado? Me daba exactamente igual. En realidad, me sentía más rota de lo que quería mostrar, pero no iba a dejar que mi autoestima sufriera las consecuencias de mi mala manera de llevar una relación, o de que mi novio no fuera tan magnífico como yo me creía.

Pero no es como si me fuera a morir por esto. La vida es un continuo aguantar contra la marea que no deja de empujarte hacia atrás. Y yo estaba en una edad fantástica para hacer de tripas corazón y volver a empezar.

En algún lugar debía existir alguien para mí.

Tomé el móvil y marqué ágilmente, y de memoria, el número de mi mejor amiga.

--¿Rika? ¿Estás libre esta noche?

-- Depende, ¿a qué invitas?

-- A lo que me pidas -- me froté el puente de la nariz mientras miraba hacia el cielo. Un atardecer demasiado bonito como para regresar a la soledad de mi apartamento y pensar en mi ahora ex-novio. -- ¿Quieres celebrar conmigo que me acaban de dejar?

El silencio se hizo al otro lado, y supe que la había dejado tan perpleja como me esperaba.

--Mándame tu ubicación.

-

-

-

--Un momento, un momento. ¿Tu novio te ha dejado por una chica que conoció en uno de esos juegos de realidad virtual? ¿Esas cosas pasan de verdad?

--No "la conoció" ahí. -- hice comillas al aire para acentuar mis palabras. -- Se enamoró de ella jugando juntos en uno de esos mundos de fantasía. Ya sabes que el roce hace el cariño y que tres son multitud.

Rika se veía igual de perpleja que hace 20 minutos, justo cuando le comenté lo sucedido con pelos y señales y le enseñé el mensaje que, minutos después de llamarla para acordar una buena charla de chicas, me llegó por parte de Eiji.

En pocas palabras, me comentaba que esa Yuna y él se habían hecho buenos amigos en un juego de realidad virtual, esos que yo nunca había pisado porque no consideraba como algo que fuera con mi manera de ver la vida. Sentía que, cuanto más tiempo pasara dentro, más perdía fuera. Las verdaderas amistades no necesitaban de reuniones en realidades alternativas, pero la sociedad actual no creía eso y esa clase de juegos se expandían como la pólvora.

-- Siendo sincera, tu novio siempre me pareció un completo atontado. Parecía que vivía en las nubes como si la vida no fuera con él. -- Rika se estiró entre las almohadas que habíamos repartido por el suelo de mi apartamento. La imité, fisgoneando en mi móvil para confirmar que, efectivamente, Eiji me había eliminado de sus contactos. -- Pero claro, ¿qué te iba a decir? Con esa cara de enamorada que traías...

--Obviemos eso.

--Sí, obviemos la realidad. La cuestión es....-- se giró para mirarme directamente. -- ¿Cómo vamos a sanar esa herida abierta tuya?¿qué planes tenemos para este verano?

La estampé la almohada más cercana en toda la cara.

--Espero que no insinúes lo que creo que estás insinuando...¿Me ves con cara de querer un novio nuevo? 

--¿Y quien ha hablado de novios? ¡Es nuestro ansiado verano, tenemos que conocer chicos, ligar con ellos y luego, si surge, ya usamos palabras mayores! -- cogió su móvil y comenzó a fisgonear en quién sabe qué por varios minutos hasta que me mostró la pantalla directamente en la cara mientras me sonreía con evidente orgullo. -- ¡La solución está en las páginas de citas!

Al principio no entendí de qué estaba hablando. Unos segundos después me di una bofetada mental por haberle contado nada en primer lugar. Y pasado un minuto ya estaba forcejeando con ella cuando vi por el rabillo del ojo como creaba un perfil con una foto mía tan terrorífica como acertada.

--¡Ni se te ocurra! -- luché con todas mis fuerzas por quitarle el móvil, pero en algún momento había desarrollado unos reflejos y una fuerza que no recordaba que tuviera, y mis intentos fueron todos en vano para cuando le dio al último botón y mi perfil en una página de citas fue oficialmente validado. --¡Rika!¿¡Que problema tienes!?¡No voy a mendigar un novio o una noche de sexo por internet con mi reciente ruptura aún fresca! ¿Te crees que soy de piedra?

Rika pareció muy satisfecha con mis palabras.

--Por el mero hecho de que no eres de piedra es por lo que necesitas mi asistencia. -- comenzó a revisar fotos de diferentes personas a través de la aplicación, mientras que yo solo hundí la cabeza entre las almohadas, muerta de vergüenza. -- Dentro de poco ni te acordarás de quién era Eiji.

--Créeme cuando te digo que ahora mismo estaba pensando en cómo matarte lento y con dolor, no en Eiji.

--No seas sarcástica, puedes agradecermelo después. 

No, no creía que se lo fuera a agradecer. En realidad me imaginaba a mí misma maldiciéndola cada uno de mis días, pero decidí callarme y hundirme aún más en la suavidad de las almohadas.

--Desgraciada... --farfullé, pero ella estaba demasiado encantada con su pequeña proeza como para hacerme caso. Revisaba diferentes perfiles, ajena a mis maldiciones hacia su persona, así que me di la vuelta, me cubrí con una manta y me hice una bola minutos antes de quedarme dormida.

Esa noche soñé con mi ex-novio. Soñé con recuperarle, y para cuando desperté todo se había esfumado. Rika dormía a mi lado, justo donde la dejé jugando con el móvil la noche anterior, sosteniendo el móvil en su mano derecha a poca distancia de donde yo me encontraba.

Lo tomé con cuidado y revisé las últimas interacciones que había realizado en la página de citas. Había hecho un completo recorrido por los chicos de la zona: Ryoutaro Tsuboi, Kou Minamoto, Kazuto Kirigaya, Yuuma Isogai... en realidad no es que no fueran atractivos, pero no tenía ganas de ninguna clase de cita, porque a todos los compararía con mi ex. Y nadie se merecía tener que aguantarme en ese plan.

Y sin embargo, no quise borrar el perfil. ¿Quién sabe? Quizás de verdad que la única manera de sacar un clavo es con otro clavo. Especialmente cuando en ese momento de duda me llega un mensaje de Eiji diciéndome que tiene varias cosas en mi apartamento que le gustaría recuperar.

--Siento como si me estuviera divorciando...¿qué demonios...?

Y no sé como acabé ahí, en una cita grupal, generalmente conocida como "goukon", donde Rika charlaba con los dos chicos que habíamos citado mientras yo me dedicaba a vaciar vaso tras vaso, hasta comenzar a sentir en mí los estragos del alcohol.

Finalmente, cuando yo apenas era capaz de mantenerme en pie, la hora de volver a casa llegó. Al menos eso era lo que yo creía.

--¡Vayamos a algún local! ¡Me da pena que la noche termine! -- el acompañante de Rika tenía otros planes, y ella, por supuesto, estaba encantada con la idea.

Yo, en cambio, tuve que intervenir.

--Lo siento, pero no me siento bien. Pediré un taxi para regresar, así que podéis salir sin mí.

Rika me miró con cara de reproche, pero yo no tenía ganas de iniciar una discusión. Gracias a Dios, no fue necesario.

--Yo esperaré a que Asuna-san tome su taxi. Podéis ir yendo.

Miré a mi supuesto acompañante. En mi mente, le agradecí profundamente el haber entendido mis deseos sin necesidad de dar más explicaciones.

Y así, vimos como Rika y su reciente captura tomaban el coche de la primera y partían hacia algún pub o algo por estilo. Me daba un poco de temor dejarla sola, pero conocía bien el carácter de mi mejor amiga, y si ese chico se propasaba de alguna forma no tardaría en recibir su merecido. Y siempre lo podía sacar a patadas de su coche.

Caminé con mi compañero hacia la parada de taxis cuando noté como la mano de este se había posicionado, disimuladamente, en mi espalda baja. Aunque trataba de hacerse el romántico caballero que acompañaba a la damisela en la noche oscura, sus intenciones conmigo eran demasiado evidentes, mucho más cuando esa mano comenzó a descender a una velocidad casi imperceptible.

--Yuuya-kun, agradecería que esa mano regresara a su sitio. -- comencé, con tranquilidad.

La respuesta que recibí fue que su mano se plantara justo donde había amenazado con acabar desde el principio. Di un respingo en el sitio y él se rio.

--Eres más tímida de lo que aparentas, Asuna-chan. -- con alguna clase de maniobra, se movió ágilmente para posicionarme entre su pecho y la pared más próxima. -- Pero eso me parece adorable, tanto que casi se me olvida todo lo que quería hacer contigo esta noche.

Tan sutil como se esperaba. Él, quien me había parecido un chico agradable y tranquilo, no era más que un farsante que estaba acostumbrado a camelarse a las chicas con su doble personalidad para luego hacer de ellas simples compañeras de cama.

Y yo no iba a engrosar la lista.

Le empujé con brusquedad, tanta que hasta el mareo que sentí me recordó lo mucho que había bebido, pero su agarre persistía a mi alrededor.

--No sé que clase de ideas tienes en la cabeza, pero seguramente no se te vaya a cumplir ninguna. Así que haz el favor de soltarme.

--¿Ninguna? ¿No vas a aceptar que te invite a mi casa?

--Efectivamente. 

Me sujetó la barbilla con firmeza, y aunque me resistí cuanto pude, sus labios fueron lo bastante ágiles como para aprisionar los míos y ejercer su autoridad pese a mi evidente manera de retorcerme.

Definitivamente no iba a escucharme.

Le mordí el labio con fuerza justo antes de darle una fuerte patada en la pierna, y aproveché su sorpresa para colarme entre sus brazos para intentar salir corriendo. Incluso cuando en mi mente era un plan perfecto, se recompuso más rápido de lo que creí, y antes de poder acercarme siquiera a la puerta del local en el que habíamos estado minutos atrás, este ya me había sujetado del brazo.

--¡Serás....! -- tiró de mí hasta golpear mi cuerpo de vuelta a la pared y levantó una mano, dispuesto a golpearme.

--¡Yuuya!¡Dije que me...!

Cuando estaba a punto de protestar, durante un par de segundos, una luz repentina nos iluminó a los dos, y casi como un resorte giramos el cuello en esa dirección. Mi rostro casi estalla de vergüenza y rabia al ver como un chico estaba plantado frente a nosotros con el móvil apuntándonos directamente.

--Onii-san, acosar a las chicas es delito. ¿Debería avisar al guardia de seguridad del local? -- señaló con el pulgar la puerta que estaba a sus espaldas, donde un hombre alto y robusto de piel morena acababa de aparecer y terminó por mirarnos directamente con una expresión ruda. 

Yuuya se alejó de mí, sin dejar de mirar a mi nuevo salvador.

-- ¿Que mierda pasa contigo? ¿Eres amigo de Asuna-chan?

Los ojos del chico viajaron hacia mí.

--¿Asuna-chan? Heeh... Encantado de conocerte.

Abrí la boca para decir algo, pero nada salió. Estaba absolutamente incrédula con su manera tan relajada e indiferente de llevar la situación. Levantó el móvil con la mano que no guardaba en el bolsillo y nos mostró la foto que acababa de tomarnos.

--Será mejor que te alejes de esta señorita, o iré directamente a la policía con esta foto, Yuuya-san. -- Este chasqueó la lengua, y después de dedicarme una mirada resentida y otra a él, se perdió entre las sombras de la calle hasta desaparecer completamente de mi vista. El misterioso chico se acercó a mí, con ambas manos guardadas en sus bolsillos. -- ¿Estás bien?

Me apoyé con una mano sobre la pared mientras me sujetaba la cabeza con la otra. La adrenalina del momento unida a mis copas tenían un efecto devastador sobre mí  ahora que me había relajado de golpe.

El chico parecía dudoso de si acercarse más o no, pero agradecí su consideración.

--Gracias, menuda sangre fría que tienes.

--¿Debería haberme marcado un cliché golpeándole con mi buena derecha? Lo siento pero mi complexión no habría sido de ayuda, y odio la violencia. -- se encogió de hombros y miró a algo a sus espaldas que no me molesté en identificar. Estaba demasiado centrada intentando recomponerme. -- Quizás la cosa sería distinta si tuviera una espada a mano...

--¿De que hablas? ¿Te crees un samurai o que?

Se cruzó de brazos, frunciendo los labios.

--Eres la damisela en apuros más ruda que he rescatado nunca.

Esta vez le miré directamente a los ojos. Era apuesto, y me sonaba ligeramente, pero en ese momento me centré en sus palabras y su tono aparentemente ofendido.

--¿Disculpa? ¿Qué debo hacer para satisfacer a mi flojo héroe? 

--¿No es este el momento en el que la chica tiene un flechazo con su salvador y corre a sus brazos mientras llora adorablemente para que la reconforte? -- abrió los brazos, sin cambiar su expresión.

Enrojecí de nuevo hasta las orejas.

--¿¡E-Estás mal de la cabeza!? -- quizás había salido de la sartén para caer en las brasas. ¿Que clase de chico decía esas cosas con esa expresión de completo pasotismo? 

Pero claro, eso cambió en el momento en el que se echó a reír suavemente mientras señalaba el local a sus espaldas.

--Entra, le pediré a Agil que te prepare un café. Seguro que así se te baja esa borrachera que tienes. -- cuando comenzó a andar descubriendo que no le seguía, se detuvo para mirarme por encima de su hombro. -- Si no te fías de mí te lo traeré a fuera mientras llamo a un taxi, solo espera aquí.

Me mordí el interior del labio viéndolo entrar en la pequeña taberna. Mi forma de actuar era la correcta, estaba segura. Después de haber sido casi la víctima de un penoso maltrato en mitad de la noche tras varias copas, lo normal era que desconfiara de un chico que parecía encantadoramente dispuesto a ofrecerme toda su atención. No podía confiar en alguien que actuaba tan familiar sin conocerme.

¿Era así? Seguramente sí. Siempre me enseñaron que debía ser cauta, y no lo había demostrado al quedarme a solas con Yuuya minutos atrás, pero ahora era distinto. Me sentía como una desagradecida, mirando con miedo al que me había salvado de la forma más segura e inteligente.

Suspiré. Caminé velozmente hacia la puerta del local y me adentré en el Dicey Cafe.

Aunque no estaba muy concurrido, sí que era más tranquilo de lo que me había imaginado. El ambiente en sí me parecía de lo más acogedor, de alguna forma. Con apenas 5 mesas y una barra, fue bastante sencillo localizar a mi objetivo, apoyado sobre esta hablando con el mismo hombre que se había asomado antes y que el chico había designado como guardia de seguridad.

Ahora que lo miraba fijamente, no lucía para nada como uno. Ese chico era mucho más inteligente de lo que creía.

Me acerqué y le palmeé el hombro con suavidad. Apenas me vio me senté en un taburete justo a su lado. Este sonrió.

--¿Puedo invitarte al café o creerás que intento ligar contigo?

--Aceptaré tu oferta si lo cambias por una copa. -- le miré con una sonrisa llena de seguridad, y él, quien al principio pareció quedarse a cuadros, volvió a reír mientras tomaba asiento a mi lado. -- ¿Alguna recomendación?

--¿No has bebido suficiente? No pareces ser de las que beben regularmente.

--Las apariencias engañan, además hoy es especial. -- después de que el chico le pidiera al camarero una ronda, recordé algo fundamental. -- Gracias por lo de antes.

--Vaya, ¿le das las gracias a un posible aprovechado? ¿Cómo sabes que no intento seducirte como ese chico de antes?

Ah, me merecía ese ataque, por eso me lo tomé con todo el humor posible.

--No lo sé, ¿lo intentas? Porque lo estás haciendo fatal. -- eso le hizo más gracia todavía, así que me relajé un poco. -- Hace falta algo más que un chico apuesto salvándome de un idiota para que caiga a sus brazos, galán.

Con su sonrisa socarrona, me mostró su perfecta dentadura. Imité su postura y apoyé mi codo sobre la barra para dejar caer mi mejilla sobre mi mano, de forma que quedáramos ambos mirándonos directamente a los ojos y a la misma altura.

--¿Te parezco apuesto? Vaya, tomaré eso como mi recompensa. Puedes saltar a mis brazos en otra ocasión. -- el barman regresó con las bebidas y el chico le agradeció al mismo tiempo que yo. -- Es ginger ale, lo siento princesa.

Ignoré su tono socarrón, como si hubiera conseguido alguna clase de proeza, y le di un sorbo. Además de inteligente, era más considerado de lo que había pensado, pero no era suficiente para que bajara la guardia.

De pronto, caí en la cuenta de una obviedad indiscutible.

--Por cierto, no me has dicho tu nombre.

--¿Te interesa?

--Me ayudas, me invitas y estoy aquí charlando contigo en mitad de la noche. ¿Por qué no habría de interesarme como te llamas? -- me molestó el hecho de tener que recalcar algo tan evidente. ¿Qué clase de modales se cree que tenía?

--Ah, supongo que es correcto.

En realidad, me estaba costando entenderme más a mí misma que a él. Es decir, ¿por qué no me terminaba la bebida y me lanzaba directa hacia la puerta para huir a mi casa, donde debería haberme quedado desde el principio? Seguramente porque pensaría en el desastroso final de la noche y el motivo por el que había salido en primer lugar.

Ah, justo como en ese preciso momento. Donde la imagen de Eiji siendo feliz con otra acababa de aparecer en mi mente.

--Kazuto Kirigaya, para servirte. 

--Kazuto Kirigaya... -- me sonaba terriblemente ese nombre, pero no caía en qué. -- Yo soy Asuna Yuuki. Un placer conocerte. -- levanté mi vaso para hacer un brindis, y velozmente él me siguió la corriente. -- ¿Viniste solo?

Señaló con el pulgar al barman que nos daba la espalda, pero que se giró enseguida para darme una sonrisa de perfil.

--Asuna Yuuki, mi amigo Andrew. Andrew, mi nueva compañera de barra Asuna Yuuki.

Estreché la mano del hombre quien me saludó de forma informal y regañó a Kirigaya por su forma descortés de referirse a mí, pero en realidad no me había molestado. Me reí de su descaro, de su forma de tomar confianza tan diferente a la de Yuuya, porque aunque era bien cierto que en cualquier momento podían írsele las manos de la misma forma que a él, por el momento la comodidad que sentía a su lado era completamente diferente.

De hecho, no me apetecía marcharme después de ese vaso. Ni después del siguiente.

--¿Te harás ideas raras si te pido que me hagas compañía un rato? -- pregunté, sin dejar de sonreír.

Él imitó mi expresión.

--Me lo has quitado de la boca, princesa.

Pero no iba a bajar la guardia. Definitivamente nada de hombres.

-

-

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O eso me había repetido una y otra vez. Estaba completamente segura de mi decisión, con lo tenaz que podía ser volver a casa triunfante tras haber olvidado mi molestia contra Eiji sería una manera ideal de comenzar una nueva etapa de mi vida.

Pero algo se había torcido en mitad de mi plan.

Me desperté con un espantoso dolor de cabeza con una camiseta de hombre que me quedaba extrañamente larga, en una habitación que desconocía y con ese Kazuto Kirigaya justo a mi lado, sentado sobre la mesa de su ordenador de triple pantalla y con los auriculares puestos, como si estuviera navegando en internet causalmente.

Me levanté de golpe, y una punzada de dolor atizó mi cabeza a tal grado que tuve que sujetarme y apretar los dientes.

Kazuto me miró sorprendido y liberó su oídos antes de saludarme tranquilamente.

--Buenos días, ¿se te antoja algo para desayunar? Aunque casi es mediodía.

Parpadeé. ¿Qué demonios estaba sucediendo? Quizás me veía completamente ridícula mirando de un lado para otro como si estuviera en otro planeta, pero mi cerebro no estaba funcionando lo bastante bien como para pensar lógicamente.

--¿Hola? -- paseó una mano por delante de mis ojos, como si tratara de devolverme a la tierra. -- Oye, oye, no te hagas ideas rar--

--¿¡Qué demonios ha pasado aquí!?¡T-Tú...tú...! -- estaba colérica. Mi rostro ardía de rabia y de vergüenza. ¡No me creía que hubiera pasado la noche en casa de un desconocido!¡Iba en contra de todo lo que eran mis principios, en contra de todo lo que le había dicho a Rika el día anterior!¡Y lo más desagradable de todo era que ese chico parecía tan resuelto e indiferente con el asunto que me arrepentía de haberle visto con buenos ojos!

Me levanté, escandalizada, mandando a volar cada una de las mantas que estaban sobre mí. Mis piernas descubiertas de la mitad de los muslos hacia abajo aparecieron en primer plano para sus ojos, pero me rechacé la idea de avergonzarme más ante él.

Sin embargo, me enredé con mis propias piernas en mitad de mi huida. Rodé directa hacia el suelo arrastrando las sábanas conmigo, y para el momento en el que iba a estrellar mi rostro, los brazos del azabache volaron para atraparme, terminando ambos ridículamente tirados.

--Ow...sé más cuidadosa princesa. No vayas a lastimar tu bonito rostro por una tontería como tenerme miedo. -- yo había terminado estratégicamente colocada sobre él cuando consiguió amortiguar mi penosa caída, pero él no se veía afectado en absoluta por esa cercanía.

Eso me enfermaba. Yo era demasiado consciente de lo ocurrido.

--¡A-Al final sí que eras como todos! -- espeté furiosa. Le golpeé el pecho varias veces con mis manos hechas puños, pero no parecía molestarle demasiado. -- ¿¡Que me hiciste!? ¿¡Donde estamos!?

Apresó mis muñecas para cuando se dio cuenta de que no tenía intenciones de callarme. Tenía mucho que echarle en cara, pero no podía asumir que toda la culpa era suya aunque fuera algo que no tenía intenciones de declarar en voz alta. Así que, antes de pensarlo más, me zafé de su agarre y salí como corriendo como si el mismo demonio me estuviera persiguiendo.  Para cuando me di cuenta de que estaba en un segundo piso de una casa tradicional, ya estaba bajando las escaleras de dos en dos hasta el porche. 

--¡Oye, espera un momento! -- apenas un par de pasos fuera, su mano se enganchó a mi antebrazo y tiró de mí hacia el interior de la casa. Entré en pánico, y debió notarlo porque enseguida me soltó, una vez dentro de su hogar. -- ¿¡A donde demonios vas en ropa interior!?

¡Tierra, trágame! Me miré las piernas desnudas un par de segundos antes de reaccionar y darme cuenta de lo ridícula que debía verme al haber intentado escapar de él solamente con su camiseta puesta. Era tal mi prisa y pánico que había salido corriendo sin darme cuenta de ese detalle tan esencial.

Me agaché para abrazarme las rodillas, muerta de vergüenza. 

--¡Imbécil!¡Dame mi ropa!

Se cruzó de brazos, alzando una ceja.

--¿Así le pides las cosas a quién te ha cuidado toda la noche?

--¡N-No necesitaba de ese tipo de cuidados! ¡Devuélveme mi ropa!

Resopló, y eso solo ayudó a ponerme de peor humor. ¿Él resoplaba? ¿Quién tenía más derecho a hacerlo? Quizás para él la situación fuera sencilla, pero en lo que a mí se refería era otro cantar. Y estaba dispuesta a hacérselo saber, pero me tendió una muda de ropa nueva antes de poder comenzar mi nuevo discurso.

--Usa esto, vomitaste sobre tu ropa así que se está secando.

--¿¡Que hice!?  -- empujó las prendas contra mí y me guió al baño del segundo piso, prácticamente arrastrándome y obligándome a entrar en la pequeña estancia. -- ¿Que estás...?

--Tiene seguro, así que puedes encerrarte para ducharte y cambiarte. ¿O quieres volver a tu casa con esa cara de enferma y medio desnuda? -- al otro lado de la puerta, sus pasos y su voz se sentía cada vez más alejada. -- Después de todo, fue una noche intensa. ¿Verdad?

Me dejé caer contra la pared, llevándome las manos a la cara.

Mi primera vez...fue con esa clase de idiota.

NOTA

Se me ocurrió un día, el hilo de la historia y todo el caos, y aquí está, con ya varios capítulos como borradores en un arrebato de creatividad tan inesperado como satisfactorio.

¡Espero que hayáis disfrutado de la #KiriasuWeek2021! Me habría encantado colaborar con más, pero no ha sido posible. Al menos, sigo con mi férrea convicción de no faltar ningún año, y enseguida me pondré al día con todas vuestras bellísimas aportaciones.

Como siempre, muchas gracias a las encantadoras personitas que nos traen este evento cada año. 

Como siempre, espero que disfruteis de la lectura y que nos leamos pronto.




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