Rachel.

El viento golpea mis mejillas que pronto se congelan debido a la baja temperatura que hay en el lugar. Camino hacia el camión y recibo una caja que me entrega mamá.

— ¿Esta es la última? — pregunto.

— Sí cariño, es la última—dice pero me giro e intento ignorarla aunque me duela en el fondo de mi corazón.

Detesto ser así con ella y también detesto ser tan empática con todo el mundo.

Doy un par de pasos más y su voz me detiene.

— Rachel cariño, detente.

Giro mis talones sobre el suelo nevado y dirijo mis vista hacia sus cálidos ojos miel.

— Cielo, lamento que esto sea así. Lamento tener que mudarnos todo el tiempo, no sabes lo doloroso que es para mí arrebatarte lo poco que logras tener. Pero algún día comprenderás porqué lo hago— salta del camión y se aproxima hacia mí.

— Madre...sabes que nunca podría enfadarme contigo, pero es que...todo esto es difícil para mí. Siempre soy la chica rara con la que nadie desea estar, nunca logro estar más de dos meses en un determinado lugar y cuando hago amigos o alguien logra acercarse a mí, tú decides mudarte a otra ciudad— mi voz vacila pero evito montar una escena lastimosa en frente de ella.

— Lo sé, sé lo complicado que es para ti...

La interrumpo antes de que comience a decir por milésima vez lo que dice cada vez que nos mudamos.

— Mamá ya no puedo seguir así, sabes lo que me ha costado ingresar a la facultad de medicina y no permitiré que influyas nuevamente en mi vida con tus múltiples mudanzas. He tomado una decisión, esta será nuestra casa por el resto de mis años de universidad, ahora...si no estás de acuerdo con ello, he postulado para que me acepten en el campus de la UBC— intenté que mi voz sonara firme y convincente.

Sus ojos se agrandaron más de lo normal y juraría que en cualquier momento podrían salirse de sus órbitas.

— Pero...

Y fue interrumpida por Peter.

— Amanda...debes dejar de ser tan sobre protectora con Rachel, tiene diecinueve años ya, no puedes ocultarla en su habitación para que jamás vea la luz del sol. Además, ya no tendremos que mudarnos he estado verificando los contratos y he llegado a la conclusión de que nuestra estadía acá será casi permanente.

Peter lucía seguro de sus palabras, tanto, que podía notar alivio tras los ojos de mamá.

Me encanta la relación que tienen ambos, me gusta que mamá tenga un gran amigo a su lado. Luego de que murió papá cuando yo tenía cuatro años de edad, Peter dice que mamá ya no fue la misma. Eso explica lo posesiva y sobre protectora que es conmigo.

Aunque debo confesar que nunca he creído eso de que sólo son "mejores amigos y socios" a cualquiera le resultaría extraño convivir con el mejor amigo de tu madre desde que tienes uso de razón. Desde un principio pensé que Peter era Gay e incluso me acercaba a él para pedirle todo tipo de consejos, supuse que los hombres Gay tenían un sexto sentido y que bueno, me entendería mejor que mamá. Además lo sentía como mi segundo padre. Luego de que lo acompañé a una reunión en sexto grado y la madre de steph la niña más popular del salón se acercó a él para conseguir su número y el no accedió a dárselo presentí que Peter definitivamente era Gay pero luego tras escuchar el porqué no se lo dio, lo entendí todo. Peter estaba enamorado de mamá. Siempre lo ha estado.

Caminé hacia Peter y le di un cálido abrazo. Sé que papá lo envió a él como un ángel para que me protegiera, lo puedo sentir. Puedo sentir como sus abrazos se parecen a los de papá aunque bueno, yo era demasiado pequeña para recordarlos pero a veces se me olvida que solo es el mejor amigo de mi madre y siento como si fueran la misma persona. Pero en fin, debo resignarme a que solo es el mejor amigo de mi madre.

revolvió mi cabello y sonrió.

— Ahora dulce Rachel ve a ver tu habitación, es hermosa— dijo y yo sonreí.

Me encanta que me llame así, lo hace desde que era pequeña. Asentí y observé a mamá que seguía de pie junto al camión de mudanzas.

— Peter...peter, hasta cuando seguirás malcriando a mi hija—susurró apoyando las manos en sus caderas.

Ignoré sus chistes privados y caminé dentro de la gigantesca casa. Solo tenía dos pisos pero era grotesco el cambio con mi casa anterior, caminé por la sala principal y pude observar que al final de ella había una chimenea gigante y a sus lados paredes completamente blancas y vacías. La chimenea estaba rodeada de piedras perfectamente simétricas unas con las otras. El suelo era color caoba completamente de madera. La habitación tenía ventanales grandes que daban vista hacia las a fueras de la casa y también traía por toda la orilla de ellos una especie de sillón para mirar hacia la calle.

La casa simplemente es perfecta, la madera le da un toque acogedor y cálido. Subí las escaleras hasta encontrar las habitaciones y supe de inmediato cual era la mía a penas vi un cartel pegado en una puerta que decía ''bienvenida dulce Rachel'', al abrir la puerta noté que la habitación no era excesivamente grande como lo pensé desde un principio, pero era perfecta. El color verde agua encendía cada pared y le daba un toque especial.

La habitación tenía una cama, un pequeño librero en una esquina, una ventana que era lo suficientemente grande como para que iluminara toda la habitación y por último una mesa caoba en una esquina. Definitivamente esa será para mis dibujos. Mi habitación no tiene nada de extravagante, eso quiere decir que es perfecta para mí.

Subí las cajas en donde venían mis objetos más preciados y las acomodé en el suelo de mi habitación. Cambié el orden de algunos muebles hasta que por fin decidí que ese sería su lugar definitivo. Abrí una de las cajas y encontré mis útiles de dibujo. Pinceles, crayones, pinturas, cuadernos, etc. Los tomé con suma delicadeza y los acomodé en la mesa que había designado para ellos. Una vez que los tenía acomodados tomé el pincel y pintura blanca y negra, me subí a mi cama y con cuidado comencé a dibujar pájaros en las paredes.

Al cabo de treinta minutos mi pieza estaba completamente lista.

Acomodé los últimos libros en mi librero y sentí que gritaron mi nombre. Bajé las escaleras y pude notar olor a...queso derretido, caminé hacia la cocina y encontré que en la encimera de en medio habían tres platos con un trozo de pizza en cada uno.

— Es española tu favorita dulce Rachel—dijo Peter.

asentí y me senté junto a ellos.

— ¿Cielo irás a la facultad hoy por tus papeles? si quieres te puedo acompañar—dijo mamá mientras yo comía un trozo de pizza.

Inmediatamente me atoré. No puede ser que siga con su obsesión de mantenerme protegida.

— Iré sola mamá, no tengo diez años y eso también te incluye a ti Peter, tampoco dejaré que me acompañes—espeté.

Levantó los brazos en son de paz y yo comencé a reír.

— ¿Puedo usar tu coche?— dije a mamá pero Peter la interrumpió.

— No, usa el mío, es más seguro —dijo con voz dura.

Dios, son unos paranoicos. Rodé los ojos y levanté mi plato para dejarlo en el fregadero, luego me acerqué a Peter para que me entregara sus llaves.

—Cuídate dulce Rachel, ¿necesitas dinero?—preguntó.

— No, solo iré a informar que no necesitaré el campus. La matrícula está pagada, recuerda que me cubre la beca—respondí.

Asintió y yo me despedí de ellos para luego subir a mi habitación. Una vez allí tomé mi cuaderno de dibujos, un lápiz y los metí a mi bolso. Por último me puse un abrigo y un gorro de lana para luego salir de casa. A penas crucé el umbral el frío quemó mis pálidas mejillas, la nieve estaba tres veces más alta y a duras penas pude llegar al coche de Peter.

Me subí e inmediatamente encendí la calefacción, observé mi rostro por el retrovisor y me aterré con lo que veía. Mis ojos miel estaban más grandes de lo normal, mi cabello negro estaba desordenado y con copos de nieve y por último, mis mejillas estaban completamente rojas por el frío. Ignoré mi horrible aspecto y me concentré en conducir, me demoré aproximadamente tres veces más de lo normal ya que me detenía cada cinco minutos a observar los letreros y miraba el mapa que había en el auto para verificar que estaba tomando el camino correcto. Pero finalmente llegué al gigantesca Universidad, debía ser literalmente del tamaño de la ciudad entera. Una rejilla al parecer muy costosa daba la bienvenida a los estudiantes, en el oscuro metal citaba el nombre The University of British Columbia.

La UBC, dios aún no lo creo. Estoy aquí.

Crucé la rejilla que daba entrada al gigantesco campus y me tomó al menos quince minutos llegar hasta la entrada de la universidad. Las áreas verdes cubren el lugar, claro que no tan verdes ya que la nieve se llevó todo el color pero aún así todo es hermoso. Avancé para estacionar el coche en la entrada pero en un abrir y cerrar de ojos una sombra se cruzó por mi camino. Mi cuerpo comenzó a explorar un cambio de emociones. Mi corazón latía demasiado de prisa y mis manos temblaban, yo... yo arroyé la motocicleta de un chico. Todo sucedía en cámara lenta.

¿Lo habré matado? ¿Peter me matará a mí cuando se dé cuenta que estropee su coche? ¿Aceptarán en la UBC a una chica que choca motocicletas de chicos? o peor ¿A una asesina?

Miles de pensamientos atravesaban mi cabeza y yo no podía pensar con claridad así que rápidamente me bajé del coche para ayudar al chico. Al caminar hacia el frente mis piernas temblaban y podía sentir como una nube de calor invadía mi cuerpo. Es extraño nunca me he sentido así. Nunca he estado en problemas.

Llegué a la parte delantera del coche y divisé una motocicleta tendida en la acera pero no se encontraba el chico. Levanté cuidadosamente la motocicleta y presioné esa cosa que las mantiene de pie. Nerviosa, comencé a observar a mi al rededor pero no había rastro del chico. Eso hasta que sentí ese calor nuevamente en mi espalda, se propagó lentamente hasta mi cuello y luego... una voz. Una masculina y ronca voz.

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N/a: Hola a todas, esto es algo nuevo jamás había escrito fantasía, pero esta idea viene rondando en mi cabeza desde el 2015 aprox, no estoy segura de continuarlo. Espero sus opiniones :)

*Teaser:
* Teaser 2: