Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

1._Propuesta


Era otra noche en el cabaret del puerto. Los parroquianos iban llegando al lugar con sed y hambre. Lo primero lo saciaban con whisky barato, lo segundo con las prostitutas que abundaban en el lugar y costaban lo que un trago de agua ardiente. Mujeres jóvenes, pero con aspecto gastado. Como muñecas abandonas bajo el sol de verano que las destiñe y les resquebaja la piel. Sus figuras de curvas escasas, eran cubiertas por vestidos de lentejuelas o apretados corsés que levantaban unos pechos caídos y marcados por despiadados pellizcos o quemaduras de cigarrillos. Por supuesto había todavía mujeres que conservaban su belleza, sin embargo, sus miradas de pesar les restaba encanto. Mas cuando un posible cliente o un pobre incauto les miraba, sus ojos de gatas cansinas recobraban el brillo de fiera propio de su oficio.

Allí las mujeres comunes no entraban más que para buscar a sus maridos que se gastaban las quincenas o el sueldo de la semana en rameras. En unos escasos minutos de placer que poco tenía que ver con un orgasmo. Era más bien el gusto de poder tener un poco control sobre algo en sus miserables vidas. El puerto era un sitio pestilente dónde el pescado podrido y las moscas eran quienes reinaban acondicionando a sus toscos habitantes a una vida dura y ruda. Los hombres débiles no tenían nada que hacer en ese lugar. Por eso el jefe de aduana destacaba tanto ahí.

Era un hombre alto de melena hasta el hombro de un color inusual en el puerto: blanco. Todo lo que alguna vez tuvo ese inmaculado e inocente color se había ensuciado. La cabellera de ese individuo de ojos resignados y expresión alicaida era como una amenaza a la inmundicia y las bestias voraces que se arrastraban por el piso salpicado de toda clase de fluidos. Había otro cabaret donde los hombres bien vestidos iban a divertirse. Estaba lejos del mar. A resguardo de la gentuza que fregaba sus pisos y cargaba los pescados sobre sus desgastados hombros. El hombre de ojos violeta se ganó de inmediato las mirada de las jaurías de prostitutas que vieron en él la posibilidad de ganar unas monedas para comer un día más o embriagarse un poco más.

Los hombres del lugar lo saludaron con algo de recelo. Era jefe de muchos ahí y no era extraño encontrarse a ese sujeto caminando por los sitios más insólitos del puerto. Sus mocasines impecables parecían repeler la suciedad que aplastaban y esa gabardina color azúl, que nunca se quitaba, le daban el aspecto de uno de esos detectives del cine de los años cuarenta. Lo cierto era que lo único que ese sujeto tenía en común con un oficial, era que había perdido su capacidad de sorprenderse. No había algo que pareciera impresionarle. Ni los mendigos, ni los niños robando, ni la sangre fresca de un asesinato, ni una mujer hermosa; nada. Él siempre iba por ahí indiferente a todo. Su expresión desapasionada rara vez sufría un cambio y cuando esto sucedía era para mostrar una sonrisa entre el sarcasmo y la conformidad.

Las prostitutas se alborotaron con su presencia. Todos lo notaron. Y es que compartir la cama con un hombre como ese no solo era una buena ganancia sino también algo refrescante. Ellas estaban acostumbradas a viejos y hombres pestilentes con demandas de egos frustrados. Pero entre toda esa manada de féminas hambrientas por un bocado de esa suculenta carne, había una que pasaba desapercibida, pues no poseía ni belleza ni el encanto malicioso de las demás rameras.

La mujer estaba sentada en una mesa de al fondo, abrigada por la oscuridad donde su negra y corta cabellera se fusionaba con las sombras. Era delgada como una vara. Sus pechos eran pequeños, su tracero escaso y su piel tenía un tono tostado que le daba a su corsé el aspecto de un yeso para enderezar su espalda. Algo nada erótico. Sus piernas tampoco tenían atractivo. Eran otras dos varas más delgadas, largas y forradas en unas botas de charol como esa minifalda tan diminuta que al sentarse dejaba a la vista su ropa interior y al levantarse, por detrás, se podía ver un poco de sus escuálidas nalgas y pequeño calzon. Sin embargo, tenía un rostro agradable. Todavía era joven y sus ojos eran grandes, brillantes; hipnóticos. Cuando miraron al tipo de los ojos violeta...su mal despertó.

Hay prostitutas de todo tipo. Las que lo hacen por necesidad, las que lo hacen porque les parece un trabajo más fácil y las que simplemente les gusta todo eso. Esa mujer estaba en la tercera categoría. Desde joven experimento un hambre insaciable por el sexo. Una dependencia enfermiza que la condujo a situaciones tan desagradables que terminaron por carcomer su persona. Encontró en la prostitución algo de sosiego y su sustento. Acabó resignada a su mal pudiendo librarse de la culpa que sentía por ser así.

Violenta avanzó hacia la barra, que fue donde ese tipo se sentó, apartando a cualquier atrevida que intentase ir por su presa de la noche. Las mujeres la conocían lo suficiente para saber que no era buena idea meterse con ella cuando había seleccionado el pedazo de carne que quería devorar. Pese a su cuerpo poco atractivo, tenía un andar felino que lograba robar miradas y despertar más de un deseo entre los parroquianos que conocían de su desempeño en el lecho. Pero era ella quien escogía su galán y no al revés. Era parte del encanto de la mujer.

-Hola- dijo al sentarse en el taburete junto al del albino que se pidió el trago más popular del lugar y lo bebia sin prisa. La voz de la mujer era gruesa, profunda -¿Eres mudo, amor?

Él la miró de reojo mientras acercaba la copa a su boca. El aspecto de la mujer...le dio igual.

-Solo entré aquí a beber un poco. Me iré apenas termine esta copa- le respondió. Hablaba bajito y si esa mujer no hubiera tenido el oído agudo, no hubiera podido escuchar nada.

-Me llamo Ninfa- le dijo la mujer extendiendo la mano hacia él.

-Le dije que beberé y me iré- exclamó el sujeto de forma no brusca, pero si tajante.

Ninfa bajo la mano y la mirada para examinar al sujeto de cerca. Él lo advirtió, pero lo ignoró fijando su atención en las botellas del otro lado del mostrador.

Una pelea se formó en las mesas de atrás. Los vasos volaron por los aires. Uno por poco le da en las piernas de la mujer que no pudo evitar dar un pequeño gritó del susto. El tipo al lado de ella no se inmutó en lo más mínimo. Cuando uno de los contendientes fue a dar a la barra todo lo que hizo fue terminar su trago y retirarse dejando unos billetes sobre el mesón. Ninfa fue rápido tras él, pero por esquivar a los peleadores se retraso un poco. Llamó al sujeto, mas él no pareció escucharla. Cuando finalmente pudo pasar para ir hacia la puerta, el albino hacia parar un taxi que no se detuvo y le salpicó los zapatos con agua pestilente. Aquello no pareció molestarlo. Saco un pañuelo de su bolsillo, secó su calzado y tiró la prenda a un montón de basura que hacía un metro más allá. Con las manos en los bolsillos de su gabardina se encamino por la acera en dirección apuesta al taxi.

-Oye- lo llamó la mujer medio corriendo con esos tacones aguja sobre los adoquines- Te estoy hablando...¡Uyy, no me ignores!- exclamó Ninfa y le arrojo a la espalda un guijarro que tomo del suelo.

El tipo volteó a verla un tanto molesto y esa expresión agitó todavía más a la mujer que deslizó su mano por su cuello de una forma algo provocadora.

-¿Qué quiere?- le cuestionó de forma brusca.

-Una noche contigo- contestó la mujer con una expresión pícara y un sensual movimiento de su mano.

El tipo hizo una pequeña y casi imperceptible mueca de repulsión, pero enseguida cerró los ojos para sonreír resignado.

-Lo siento yo... es un desperdicio para cualquiera estar con alguien como yo- contestó frotándose la parte posterior de su cabeza como si no hubiera encontrado otra excusa.

La respuesta fue tan extraña que Ninfa no supo si hablaba en serio o estaba bromeando. Una vez superó su desconcierto asimiló que era uno de esos hombres fracasados y deprimidos cuya virilidad no se levantaba con nada. Aunque al mirarlo con atención detecto otra cosa.

Por su oficio, Ninfa, conocía a los hombres tanto o más que a ella misma. Podía hacer un perfil sicológico con una sola mirada mucho mejor que cualquier profesional. El hombre delante de ella casi le inspiró lastima y el cambio de su semblante delató aquello logrando hacer que la sonrisa de ese individuo se borrara.

-Buenas noches- dijo para dar la vuelta y alejarse.

-La vida no te tratado bien ¿verdad?- habló la mujer con mucha seguridad en su premisa- ¿Qué te paso? El dinero no parece ser uno de tus problemas. Entonces ¿qué es? ¿una mujer que te abandono?

-No entiendo de que habla...

-De lo que te tiene así- contestó Ninfa levantando y bajando las manos para señalarlo a él por completo- Estás apagado... Tú no podrías cogerte a una mujer ni aunque quisieras.

El tipo arrugó el entrecejo y no oculto el desagrado que el lenguaje y tono de voz de la mujer le causó.

-Una... persona como usted jamás podría entenderlo.

-¡Ah no! No, no, no, no...eso sí que no. A mí no me vienen con eso de "tú no lo vas a entender" ¿Qué creen? ¿Que por ser prostitutas somos tontas? Cariño. Nadie entiende más de las penas de un hombre que nosotras. Ustedes hablan cada cosa antes y después de una...

-Buenas noches- exclamó el sujeto esperando retirarse nuevamente.

-¿Y ahora te vas?- le cuestinó Ninfa obteniendo una mirada de parte del sujeto- ¡Oye! Te propongo algo... Que tal si me cuentas eso que te atormenta y sino lo entiendo te pago alguna suma de dinero.

-¿Dinero?- repitió aquel individuo deteniéndose un momento.

-Tengo dinero. No mucho pero tengo. Al menos lo suficiente para invitarte un trago. Ahora que si yo entiendo todo tus problemas, pues te va a tocar pasar la noche conmigo...o al menos una hora- le propuso la mujer.

El tipo miró el reloj de muñeca que llevaba. Eran casi las once de la noche. Miró de reojo a Ninfa y suspiro ¿qué más daba? Si lo entendía o no, si pasaba la noche con ella o no, no era importante. Aceptó para alegría de la mujer que lo invitó a volver al interior del cabaret para charlar tomando algo.

Terminaron en la barra bajo las miradas ladinas de quienes conocían a la mujer y veían a ese tipo como su próximo e incauta presa nada más. Él invito la primera ronda y sujeto la copa de una forma cansada mientras el barman limpiaba la sangre de la pelea del mesón. Detrás de Ninfa y su compañero una mesera barría los cristales mientras un tipo le miraba las piernas y terminó por darle una nalgada. La chica le partió el palo de escoba en la cabeza y eso provocó que otro tipo se le fuera encima a la muchacha. Unas prostitutas se arrojaron sobre aquel hombre gordo y pronto inicio otra disputa.

En el escenario la cantante y su banda iniciaban una nueva canción mientras algunos hombres le gritaban obscenidades, pero pronto la música pudo un poco más que el caótico bullicio llegando a los oídos de Ninfa y ese sujeto al que le preguntó su nombre.

-Mojito- contestó antes de llevarse la copa a la boca.

-Que nombre tan raro tienes- comentó la mujer- Como sea... ¿Cuáles son tus penas, Mojito?

-Todas contestó- él sonríendo tolerante, indulgente- Todas las penas del mundo...

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro