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Capítulo 28: Deseo

Miro fijo y burlón a la chica de mi amigo. Me encantaría azotarla un par de veces contra la pared, la ventana y los espejos. Por su culpa y la de ese policía tuve que adelantar mi salida del último cuerpo, ahora mi cuota ha aumentado. Este es el tercero que tengo. En todos me he suicidado para tomar uno nuevo, pero de acuerdo a las reglas de ese conjuro, cada que lo haga debo ofrecer una nueva víctima.

Para tener el permiso de salir de mi cuerpo original maté a alguien diciendo aquella frase del libro. Después de eso solo tenía que esperar a que mi muerte llegara o podía adelantarla, es decir, suicidarme y buscar el cuerpo que deseaba. A partir de ahí asesinaba a dos personas cada año, uno era para el sacrificio, el otro por gusto, también los marcaba por mera diversión. Sin embargo no fue hasta que la policía casi me atrapa que decidí cambiar de cuerpo, así que ahora ofrecía a las dos vidas para mantenerme dentro de mi nuevo contenedor. Pero ahora, tengo que matar a tres, y todo por esta maldita chica que no reconocí cuando la reencontré.

—En serio que me gustaría entender porqué Demián te quiere tanto. Debes ser muy buena follando seguramente —miró a un lado de la mesa estando sentada en el sofá individual. Su cuerpo está tenso, quiere huir, eso es seguro—. Relájate amiga, que lo necesitarás.

—¿Cómo es que estás aquí? —sonreí cuando sus ojos se posaron de nuevo sobre mí.

—De la misma manera que tú. Reencarnamos gracias un conjuro, sólo que Demián fue el que pidió el trato por ti, pero a partir de ahora la deuda la pagarás tú. Lo más seguro es que él quiera que dejes que la fecha de caducidad llegue natural.

—¿De qué hablas? —aprieta las manos en los apoyabrazos de la silla.

Le conté sobre el hechizo, los sacrificios, el cómo uno puede intercambiar de cuerpos. Le dije que a diferencia de mí, su amado novio jamás se ha suicidado para reencarnar, así que sólo mata a una persona cada año porque ha dejado que el curso de la muerte vaya normal. Él murió a los sesenta y cinco años de un infarto natural, luego reencarnó en el sujeto que está ahora cuando tenía veinte años. Es decir, sólo ha matado a diez personas, una por cada año naturalmente para pagar su alquiler como él se refiere.

—Me estás mintiendo —dijo quebrada con lágrimas corriendo por sus mejillas—. Él no haría eso.

—Sí, lo hizo, y ¿sabes qué más? —me da tanta ternura, está temblando. Sonreí mostrando mi dentadura— Tú le ayudaste —su confusión apareció de inmediato, me divierte tanto imaginar la expresión que tendrá cuando se lo diga—. Dije que él ha matado a diez personas desde que está en ese cuerpo, pero hay una más antes de eso.

—Una persona más, una persona menos, ¡qué más da! ¡Mientes! —tomó el reloj de aguja parecido a una replica en miniatura de un Big Ben, lanzándomela para tratar de escapar. No le sirvió cuando la tiré al piso poniéndome arriba de ella y tomarla de las muñecas— ¡No! ¡Ayuda! ¡Déjame!

—No miento muñeca, es la verdad. ¡Fuiste la primera de Demián! —aun forcejeaba, pero ya no con tanta fuerza— Fuiste con quien Demián obtuvo su boleto para iniciar. Él te mató y ocultó tu cadáver, al igual que a los demás, ni un cuerpo ha sido encontrado porque él los esconde muy bien.

Él no quiere público a diferencia de mí, que me encanta contar a los que mato. Yo estuve cuando él la persiguió por el bosque, cuando le arrebató la vida con sus manos, pero fui yo quien la marcó en honor al inicio de su nueva vida.

Oh sí, su cara es fantástica, está alterada, asustada. Dejó de moverse por unos momentos mientras la tengo sometida en el suelo aprisionando con algo de fuerza en sus muñecas.

Aisha
Es mentira, tiene que ser mentira lo que me ha dicho. Demián no pudo haber hecho nada de eso. Él es… Él…

Despierta de una vez Aisha —replica Soledad exasperada, es como si me tuviera tomada de los hombros tambaleándome para hacerme reaccionar—. Este tipo está diciendo la verdad. ¡Él nos mató!

No…, mis lágrimas corren con más fuerza sintiendo la presión de mi interior, como si unas manos lo estrujaran sin compasión. Empiezo a forcejear implorando ser liberada, pidiendo ayuda como si por arte de magia fuera a ser rescatada.

Imágenes van y vienen a mi mente. Recuerdos, son mis recuerdos de cuando me lanzaba a abrazar con entusiasmo a Demián, de cuando plantaba las semillas de flores en el patio de la casa y él se asomaba por encima de la valla de madera regalándome su sonrisa ladeada.

Dejé de moverme, una memoria se muestra en mi visión, una donde estaba sentada llorando en su pecho frente a una fogata durante la noche. Mamá había destrozado mi jardín que tanto me ilusionaba y calmaba ver crecer y florecer, en especial arrancó y quemó una flor que amaba mucho porque Demián fue el que me la había regalado. No sabía cómo o dónde la consiguió, pero me lo obsequió, la reemplanté y cuidé para poder verla florecer como los bonitos sentimientos que él me provocó tener.

Odiaba a mi madre cada vez más, no le importaba nada de mí, cada cosa que me daba prosperidad ella lo destrozaba. Como mis libros de universidad o los escritos que compraba en la biblioteca para huir de mi mundo real, incluso tomaba algunas de mis cosas para venderlas o me exigía dinero para sus drogas. La escuela la terminé porque los padres de mi amiga me costeaban los gastos en su mayoría, hasta mi padre me dejaba dinero para ello, pero mamá me lo arrebataba, me golpeaba si no se lo daba, me insultaba, humillaba, me hizo sentir tan mal que llegué a creer que no tenía valor ninguno.

Me hizo odiar mi propia vida.

Me quiero morir. Dije entre lágrimas aferrándome a su cuerpo, él correspondió besando mi cabeza sin decir nada, entonces me contó una historia, esa historia

×~×~×~×~×

—¿Ya te calmaste, zorrita? —este Dominic, Wilbert o quién sea, me sacó de mis recuerdos— Escucha, Demián volverá pronto, así que se una buena perra y… —no terminó, pues lo golpeé en su entrepierna dándole un rodillazo teniendo oportunidad de zafarme y huir— ¡Hija de puta! ¡Ahora sí te vas a enterar!

No me importa nada ahora, sólo salir de aquí y largarme, quiero explicaciones, tener mi mente clara.

Escuchaba a ese maníaco ladrar enardecido por mí, pero no paraba, seguía corriendo para escapar.

Abrí la puerta principal logrando salir de ahí, pero unos brazos me alcanzaron antes de proseguir a bajar las escaleras de la entrada.

—¡No! ¡Suéltame! —sé que no es Dominic porque lo dejé atrás, y no me atrevo a comprobar que sea Demián. En estos momentos estoy muy confundida con él.

—¡Khatia! ¡Cálmate! —me detuve por unos momentos, miré al frente para buscar al dueño de esa voz tan esperanzadora. Voz que me hizo apartar al uniformado que me sostenía e ir corriendo a bajar los escalones con prisa y abrazar fuerte a esa persona.

—Gracias por venir, perdón, me alegra tanto verte —desesperadamente aliviada. Una extraña combinación que me hacía no querer soltarlo—. Hunter —mi voz salió quebrada.

—Calma, ya estoy aquí, tranquila —me hizo separarme sin soltarlo para verle al rostro, está algo confundido—. ¿Qué pasó? ¿Dónde está ese extraño? ¿Dónde está tu padre?

Ahora yo estaba confundida, no entendía cómo es que sabía que alguien más está en la casa. ¿Y mi padre? ¿A qué se refiere con ello? Entonces miré alrededor, muchos policías están entrando armados. Hunter volvió a tomar mi rostro con delicadeza sin dejar de mirar a mis ojos como si tratara de entender algo.

—Khatia, ¿qué pasó? ¿Estás bien? ¿Qué le pasó a tus ojos?

—Hunter…

—¡Khatia! —alguien gritó saliendo de un auto azul apenas llegó. Hunter se apartó dejando que este sujeto me abrazase. Su agarre era fuerte, temblaba. Es el mismo joven que vi en las fotografías que tenía la chica en su habitación— Mi amor, ¿qué ha pasado? ¿Dónde está tu padre? Vine tan rápido como pude.

No sabía qué decir o hacer, sólo podía ver a Hunter esperando a tener alguna explicación. Pronto salió un agente diciendo que el lugar estaba despejado y que sólo hallaron a un hombre muerto. Dominic huyó. Paramédicos llegaron a llevarme a revisar a su ambulancia, al que deduzco como el novio de esta chica me llevó abrazaba hasta ese vehículo mientras veía como me alejaba de Hunter.

Él no me reconoció.

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