Demián
El camino oscuro de las calles empedradas lo hace tener un toque lúgubre. En lo personal a mí me gusta apreciar las sombras que se crean, pero a Aisha no, le asusta y prefiere una muestra de luz como la luna.

Alcé la vista arriba para observarla. Tan hermosa y tenebrosa a la vez. Sonreí arrogante.

Creyó que creando algo inmoral las personas no se acercarían a las tinieblas. Oh, gran error garrafal. Los monstruos amamos el caos.
Como ese idiota de Wilbert, a quien no le importa de quién se tenga que deshacer para cumplir sus metas.

Continué mi recorrido luego de haber dejado mi motocicleta a unos metros, llegando a un teléfono de caseta cerca de un parque infantil. Solo unas monedas y el teclado de lo números. Me tomaba mi tiempo, pues gozaría de mi llamada.

—¿Quién habla? —se escucha bien, decaído, quizá trata de fingir. Sonreí con orgullo— ¿Me escucha? —preguntó ya que aún no respondía.

—Vete olvidando de ella —casi se me quiere salir la risa—, es mía.

—¿Disculpe?

—Lo que has escuchado, imbécil. Aisha es mía.

—¡¿Qué?!

Colgué sin más. Da igual que le diga que se aleje de ella, pues no la va a encontrar luciendo como está ahora. Pero puedo prometer una cosa, que si ese idiota vuelve a meterse en mi camino, esta vez no voy a dejar que se vaya con unas cuantas puñaladas y una herida de bala.

Esta vez estoy dispuesto a matarte, Hunter Moore.

Aisha
Grité con una mano en la boca sintiendo el terror, intenté dar pasos para atrás, pero mis pies erraron haciendo que mis piernas no sostuvieran mi peso.

—¡¿Qué es esto?! —espeté empujándome hasta chocar contra uno de los sofás.

—Es lo que Demián hace.

Un hombre mayor se encontraba tirado, su cuerpo pálido, boca abierta con el labio inferior caído dejando ver sus dientes y poco de las encías, sus ojos… Sus ojos gritaban estar muerto.

Cubrí más mi boca levantándome rápido dando la espalda, mis lágrimas corrían a la vez que el temblar estaba presente con la respiración acelerada. Vomité por un lado. Cuando me calmé un poco volví a mirar para ver a ese hombre sin vida y notar que su ropa ensangrentada tenía rasgaduras, lugares donde se concentraba más el color rojo.

Aparté de inmediato la mirada para correr lo mejor que podía hasta el baño de la habitación, enjuagué mi boca, pues lo que hace poco devolvió mi estómago me hacía querer volver a vaciar si es que algo había aún que pudiera sacar.

Ese hombre es el mismo que está en las fotos con esta chica, y ahora lo encontré muerto.

—Soledad, ¿qué está pasando? —necesito respuestas, la angustia me está comiendo.

—Regresa con Hunter.

Un ruido me hizo voltear a ver a la puerta, algo se escuchó caer y romperse en la planta baja.
Con cuidado salí de la habitación para revisar qué fue lo que provocó ese sonido.

Bajé con el corazón desbocado sintiendo que en cualquier momento se me saldría del pecho. En un momento pude ver un teléfono de línea como el que tiene Hunter en su casa.
Como me encantaría saber el número de él, pero claro, siendo un fantasma que está todo el tiempo a su lado me ha hecho pensar que no necesito saberlo.

Estaba tan ensimismada que no escuché a quién estaba detrás de mí.

Hunter
«Aisha es mía» fue lo que dijo la voz al final de esa extraña conversación si es que puedo llamarle de alguna manera, pero no entiendo cómo es qué pasó o porqué pasó. Simplemente mi cabeza no procesa nada y es algo que me está asustando tanto que siento que voy a desmayarme.

—Hunter, ¿qué pasa? —Freddy tocó mi hombro haciendo que le miré a su cara confusa— ¿Te sientes bien? ¿Quieres retirarte?

Estamos en la oficina, hace poco me informaron que una llamada de emergencia entró al 911, pero que no hubo respuesta al otro lado cuando la operadora contestó, luego se me avisó que otra llamada más tarde se hizo presente anunciando que temía por la seguridad de su prometida.

—Sí, perdón —miré identificador de llamada con el número de un teléfono público—, estoy bien.

—¿Estás seguro que quieres participar?

—Por supuesto —claro que sí, por el momento no puedo dejar pasar este llamado así como así, menos con la persona implicada.

Tomamos rumbo al lugar indicado por la llamada mientras muchas preguntas se arremolinan golpeando mi mente, torturándome con el temor de no saber qué hacer.

Aisha, ¿dónde estás?

Aisha
¿Qué está pasando? No lo entiendo, la persona que está frente a mí no es él, pero no puedo dejar de asegurar que no lo sea.
Joven de entre veinte y veinticinco años, cabello rubio un poco largo casi llegando a las orejas, ojos color avellanas, ojos que no anuncian nada bueno con toda esa malicia que transmite, encantado de ver algo que en su mente recrea.

—Hola linda —su sonrisa divertida formando hoyuelos me causaba escalofríos—, qué bueno verte de nuevo.

—Cooper… —casi un chillido se me escapó, pero el cuerpo ya se estaba moviendo por instinto.

Mostró su dentadura al incrementar su sonrisa, eso me asustó más, así que empecé a correr, o traté, porque no avancé mucho cuando él me atrapó empujándome a que cayera al piso.

—Oh linda, en verdad me das muchos problemas —pasó el dorso de la mano por su boca—. Si no fuera porque Demián es un loco peor que yo, ahora mismo te violaría hasta hartarme.

¿Demián? ¿De qué está hablando? ¿Por qué conoce a este tipo que mató a Zoe? ¿Qué tiene que ver?

—Ven aquí —me tomó de los brazos jalándome con brusquedad a lanzarme al sofá, ahí recostó sus manos en el apoyabrazos mientras me dirigía su expresión sádica—. Bueno, querida, ya que vamos a andar un tiempo los tres juntos, empecemos de nuevo —alzó su mano en un apretón—. Wilbert Jackson. Ese es mi verdadero nombre.

—¿Los tres? ¿Tu verdadero nombre?

—Oh, ¿tu hombre no te ha comentado nada? —era más que obvio mi consternación ante sus palabras, él se retiró juntando sus manos y luego separándolas en un gesto burlón— Bienvenida a este nuevo equipo de reencarnados.