Capítulo 25: Despertar de los sueños
Me remuevo en el lugar en el que estoy, la cabeza no me duele, pero me siento desorientada, como si las cosas a mi alrededor no estuvieran. Poco a poco abro los ojos para acostumbrarme a la luz que pega en mi cara. Lo primero que veo es el suelo de madera más adelante de las hebras de la alfombra suave.
Lo que llamó mi atención es mi brazo, en la muñeca hay una pulsera delgada dorada, y mis uñas están pintadas de un color rojo carmesí. Ante eso me reincorporé a quedar sentada, confusa sosteniendo las sábanas para que no cayesen y descubrieran mi cuerpo.
¿Pero por qué estoy así? Me pregunté sin entender. Fue entonces que miré mi reflejo en un espejo, era yo y a la vez no. Sí, me parezco con el color de cabello y estos ojos azules que por alguna razón estoy segura son los míos, o que figuran serlo.
Buenos días, cariño. Entonces recordé con esa voz. Recuerdo el haberlo visto frente a la casa de Hunter, haber subido con él a su motocicleta, llegar aquí, entrar a este cuerpo y…
—Te preparé el desayuno —puso una bandeja a un lado en el suelo antes de colocarse frente de mí para llevarme de nuevo al piso besándome el cuello con ímpetu.
—Fue real —musité incrédula sin saber cómo reaccionar. Él rió bajo tomando mi cara.
—Por supuesto que fue real. Mi dama, estamos de nuevo juntos, y esta vez para siempre.
Hunter
No está, no logro encontrarla por toda la casa. No comprendo dónde puede estar o a dónde fue. Ayer, en la casa de Shaun estaba decaída, pero no creo que ese sea el motivo por el que no está.
Pasé la mano exasperado por mi cabello revuelto. Aunque ahora no será tan fácil que el abismo la lleve consigo dado que Soledad ahora la acepta, sigue estando en peligro. Rayos. ¿Qué puedo hacer?
×~×~×~×~×
Vine a mi trabajo pensando en lo que pudo haber pasado. Realmente no puedo concentrarme por pensar en Aisha, en qué estará haciendo ahora, pero también me estoy calmando al recordarla.
Revivo ese día en que nuestros planos se conectaron haciendo que ese deseo que tenía de probar sus labios se hiciera realidad. Me calma y a la vez frustra. La quiero ver ahora. Necesito tenerla enfrente, juntar nuestras frentes y sentir su energía que traspasa mi cuerpo como una corriente electrificante, oler su aroma que hace que me encierre en mi interior, ver sus ojos tragándome en la inmensidad de su alma.
Estuve así todo el día hasta que mi turno terminó, hasta que llegué a casa y no la encontré. Estoy preocupado, asustado y desesperado.
Aisha
Pantalón oscuro, zapatos de piso, una blusa de mangas largas, es como estoy vestida. Frente a mí hay una taza de te y una merienda que Demián preparó. Todo el día nos la pasamos juntos, acurrucados en el sofá o mirándole hacer cosas como escoger libros de la biblioteca o cocinar.
Tengo muchas preguntas, pero mi mente está un poco aturdida, me cuesta pensar en articular palabras.
—Pronto pasará, no te preocupes. Yo también estuve así la primera vez —lo miré sonriente llevando a su boca el sándwich—. Por el momento no quiero estresarte, así que luego te diré cómo se paga el alquiler —rió bajo.
Tomé mi merienda y procedí a comer. Lo que pasa es que todo me parece confuso. Así que después de comer un poco, fui a dónde él me dijo era la habitación de la mujer en la que estoy.
El espacio es moderno, color naranja pastel en las paredes, algunas fotos de ella junto a otras personas yacían en su escritorio. Ella y un hombre mayor con rastros de canas en su cabello castaño, otras con quiénes deduzco es su familia, pues vuelve a aparecer ese hombre, también está junto a un muchacho besándose. Cabello corto y oscuro un poco más largo que el de Hunter, sus ojos son menos oscuros dando un toque grisáceo.
Ambos parecen felices, y él se parece a Hunter.
—Amor —me abrazó por detrás dando suaves besos a mi cuello—, voy a salir un momento, pero necesito que duermas.
—¿A dón-de vas? —pude articular recibiendo una sonrisa de él.
—Necesito hacer unas compras, descansa, que no tardaré.
Dio un último beso a mi cabeza antes de partir dejándome arropada en la cama. Tenía los ojos cerrados para intentar dormir, pero no podía, algo en mi interior no se siente bien del todo. Además ese tintineo no deja de molestarme. Siento que cada vez es más fuerte.
Como ya no lo soportaba me levanté de la cama. Con el transcurso de las anteriores horas sentía que ya estaba volviendo a la normalidad. Así que decidí explorar la casa. Es grande en verdad, una mansión. Los detalles en esta lo hace ver antiguo y a la vez moderno.
Una pintura de la mujer de la que estoy ocupando el cuerpo yace junto a su familia en el living. Parecen felices.
Eso hizo a mi corazón estrujarse recordando a mi familia, jamás tuve una realmente, ni siquiera mis hermanos se portaban como unos. Ellos vivían a expensas de la malicia que ocasionaban a los demás, me llamaban tonta e ilusa porque prefería trabajar a medio tiempo a cambio de una vida digna. Mi hermana muchas veces intentó hacer que la ayudara a estafar, insistió más cuando era una adolescente.
Mi cuerpo no era pronunciado, yo diría que era del promedio para mi edad de aquel entonces quince años. Una vez me llevó a un parque diciendo que no tardaría, pero lo estaba haciendo y yo comencé a asustarme cuando un hombre mayor se me acercó con obvias intenciones obscenas.
—Si no quieres que llamemos a la policía tendrás que pagar, cerdo —mi hermana sólo me utilizó. El hombre pagó y se largó—. ¿Ves todo esto? ¡Podemos ser ricas! —realmente fantaseaba con eso.
Negué dolida por lo que hizo, pensé que por fin tendríamos una relación de hermandad, pero fue todo lo contrario, nos distanciamos mucho más.
Con el paso del tiempo fui haciéndome a la idea de que no tendría una relación sana con ellos, pues mi hermano también quería que hiciera de carnada para sus delitos.
Al fin y al cabo estaba sola.
Pero todo cambió cuando conocí a Demián, ese chico misterioso que fue capaz de salvarme de mí misma. A quien le conté mis temores y mostré mi oscuridad sin ser rechazada. Demián sabía lo mal que estaba, los pensamientos negros que mi mente deseaba hacer realidad, pero él no me negó, me aceptó. Me defendió de ese hombre que intentó lastimarme.
—¡Te tengo! —vociferó sujetándome con sus brazos, yo peleaba por que me soltara— ¿A dónde crees que vas preciosa? —sentí el vaho de su aliento alcohólico, me daban ganas de vomitar.
—¡No! ¡Ayuda! ¡Por favor! —rió sínico tirándome al piso desabrochando su pantalón.
—Estamos —hipó—, en el medio del bosque, estúpida. ¿Quién te va a escuchar? ¿Eh? —se quejó por dolor, pues Demián se paró atrás de él enterrando una navaja al costado de su abdomen.
—Tienes razón —sus ojos, en aquel entonces no les presté mucha atención ahora como en mis recuerdos—, aquí nadie escucharía los gritos de un puerco.
Varias veces sacó y metió el acero alrededor de la zona, manchando las ropas, incluida la mía, mientras arcadas y sangre salían de la comisura de su boca
El cuerpo del hombre cayó muerto, brotando su líquido vital en el suelo de la tierra y hojas. Demián extendió su mano ensangrentada para levantarme, sus ojos…, sí, ellos parecían satisfechos. ¿Por qué?
—¿Por qué sus ojos no reflejaban nada por matarlo y a la vez sí? —había preguntado eso mirando mi reflejo estar frente al espejo de la biblioteca.
Tomé su mano y me abalancé a abrazarle con fuerza. Me sonrió y yo correspondí.
[Un tintineo]
¿Qué es lo que pasa con este sonido? Quiero que se detenga y no cesa. Hace que tenga que tomar mi cabeza con irritación. Con dolor en mi interior como si supiera algo.
Hay que irnos, ya. Soledad me sacó por un momento de mi tortura, observándole a través del espejo.
—¿A qué te refieres?
—¡Hay que irnos! ¡Llama a Hunter! ¡Haz que venga por nosotras!
—¿Por qué? –ella está errática, su voz sale aterrada al igual que su semblante— Demián está otra vez con nosotras.
—¡No puede! ¡No debe! Por favor Aisha, hazme caso, hay que largarnos ya. Lo que hiciste con él, el entregarte de nuevo fue un error.
—¡¿De qué hablas?! —me estaba enojando, ¿por qué era una equivocación?— ¿Qué no se supone que nos amábamos?
—Sí, nosotras lo amamos intensamente, pero no podemos decir lo mismo de él hacia nosotras. Él no es quién crees —miró a un punto detrás de mí, una puerta entre dos estantes de libros—. ¿Qué va a pasar con Hunter?
¿Qué pasaría con él? Esa pregunta me golpeó, pues recordé esa conexión que tenemos, ese contacto que nuestras bocas probaron.
¿Qué he hecho? ¿Qué sucede conmigo? ¿Cómo pude besarlo y acostarme con otro? Se trata de Demián, el amor que fue mi vida cuando vivía, ¿lo sigue siendo realmente cuando empecé a sentir algo por Hunter?
«No eres más que una zorra» mamá me lo decía continuamente. Al final creo que tenía razón.
—No la tiene —reprendió Soledad con ambas manos en el cristal—. Aisha, lo que pasó fue una laguna creada por tus memorias, algo que Demián utilizó de manera rastrera. Así es él, un astuto zorro que engaña.
—¿Por qué dices eso? —señaló con la cabeza a esa puerta entre los libreros— ¿Qué hay ahí?
—Parte de la verdad.
No comprendía qué ocurría, ¿de qué verdad habla? —tragué nerviosa para caminar a ese lugar— Siento que el tintineo me va a explotar la cabeza, pero extrañamente este deja de sonar como si fuera la alarma de cuando has despertado para apagar tus sueños y abrir tus ojos a la realidad.
Pero esto parece una pesadilla.
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