Capítulo 24: ¿Qué es lo que dice?
El viento helado lo puedo sentir como si mi piel estuviera viva, mi corazón palpita desbocado al tenerlo abrazado a mí mientras me lleva en su motocicleta, mis pensamientos… no hay tales pensamientos cuando siento que estoy embrujada al irme con un extraño cuando mi raciocinio me pedía a gritos no acompañarlo, pero aquí estoy, yendo con él a no sé dónde sintiendo que obtendré algunas respuestas.
El camino por la ciudad durante la noche hace sentir que la tranquilidad puede acabarse en cualquier momento, veo el recorrido que vamos dejando notando que aquellas manchas negras se asoman como pueden sin que la luz de las lámparas les lastime para ver en mi dirección. Es raro, ellos me desean, pero parece ser que ahora tienen miedo de algo.
Regresé mi vista a la espalda y un poco de su rostro por detrás de este hombre misteriosamente conocido. Pronto mis ojos se posaron en el camino que lleva a una mansión con la fachada de ser antigua junto a esas luces que le iluminan, parecía que estuviera deshabitada. Nos detuvimos al pie de las escaleras que llevan a la entrada de doble puerta de madera gruesa, bajamos y él comenzó a subir para entrar, yo sólo lo sigo mirando como me guía hasta entrar por una puerta corrediza a otra habitación ancha, una biblioteca impresionante, recuerdo que deseaba tener una así; me miró señalando con la cabeza a que le siguiera, aún no pierde esa sonrisa que me lanza con ternura.
Continué siguiéndole hasta que paramos en unas sábanas sobre una alfombra roja en medio de la habitación, pero había un bulto cubierto por otras sábanas blancas, su forma parece ser…
«Aisha» dijo mi nombre sorprendiéndome, me volteé a verle como se acercó a mí a juntar su frente con la mía y cruzar nuestras vistas. El tintineo volvió y junto a él, un cansancio inundó mi ser haciendo que mis ojos se cerrarán cayendo de espaldas a la oscuridad de mis sueños… Esa negrura fue cambiada por aquella escena donde estoy frente al lago con el vestido azul de mangas hasta los codos y detalles en la falda de flores blancas con los pétalos alargados. Ahora está de nuevo ese chico pelirrojo, no hay sonido alguno, ni de personas a lo lejos ni de la naturaleza, el espacio está en silencio y lo único que lo rompe es mi voz pregúntale su nombre, y él respondiendo…
Destellos se asoman por dentro de mis párpados cerrados, un solo tintineo suave se pronunció tan pronto sentía un peso sobre mí y mis labios, mis ojos dilucidaron un rostro muy cerca del mío, cara que estaba robando mi boca y su mano aprisionaba una mía entrelazando los dedos, su otra mano arremolinada en mi cabeza. No entendía qué es lo que pasaba, tampoco podía pensar con claridad incluso si mi incertidumbre era grande por estar siendo tocada nuevamente. Con mi mano libre lo tomo por un costado de su ropa jalándole en forcejeo, incluso le mordí el labio haciendo que se separara de inmediato mirándolo con confusión y enojo.
–¿Quién rayos eres? –pregunté respirando rápido y con ceño fruncido– ¿Cómo es que me puedes tocar? –sus ojos dorados no mostraban mucho con esa cara seria. Una línea de sangre resbalaba por un costado de boca.
–¿Quién soy? Pensé que reconocerías aunque me viera diferente.
–No sé de qué hablas. ¡Suéltame! –intenté apartarlo, pero no podía, aprisionó mis muñecas llevándolas a las mantas en el suelo. Maldecía una y otra vez no haberle hecho caso a mi razón común.
–Aisha, cálmate, es él –me detuve al escuchar a Soledad–. Sé que tienes preguntas, pero no puedo hablar, no con él cerca de ti, lo siento…
Miraba a ese sujeto que ahora tenía una mirada y ceño fruncido en tristeza, de pronto un olor a canela invadió mi espacio haciéndome entristecer a mí, busqué a Soledad sin lograr encontrarla. ¿A qué se refería con que es él? ¿Y por qué sonaba tan asustada? Él bajó a restregar su cara al costado de la mía dejando suaves besos en mi mejilla y en mi cuello… raramente lo siento demasiado familiar.
–Soy yo… –susurró dolido a mi oído. Se reincorporó tomando mis manos a que quedara sentada frente a él mientras me sonreía con amabilidad.
–¿Qué… es esto?
Pregunté al ver el espejo al lado, tengo puesto un vestido blanco de tirantes cuyo vuelo de la falda llega a las rodillas, no tengo zapatos, pero eso no es lo que me dejó sin palabras… Yo… Yo no soy yo… La del reflejo es parecida, sí, pero no soy yo, aunque tengo mis ojos…
–¿Qué es esto? –repetí mirando su sonrisa y sus ojos dorados, él me tomó de la nuca juntando nuestras frentes.
–Bienvenida de regreso a mí, mi dama de la noche, mi Laylah.
¿Su dama de la noche? ¿Su Laylah? Otra vez ese nombre que no entiendo, sin embargo, no tuve tiempo de asimilar lo que pasaba cuando este sujeto me ha besado los labios de nuevo siendo… gentil, pero esta vez no lo separé… lo dejé… Lo… recuerdo…
Recuerdo lo que pasó luego de que le pregunté su nombre, recuerdo que a partir de ahí nos encontrábamos todas las noches a observar el lago sentados en una manta mientras leíamos mi libro, recuerdo cuando paseábamos en las tardes por el bosque, que fue en ese lugar donde recibí mi primer beso y que él llegó a poner una tienda de campaña para vivir ahí, era gracioso porque a veces hacíamos nuestras citas en medio del bosque mirando y disfrutando de una fogata… Ese bosque… era especial para mí porque aquí tuve mi conexión con él… Porque aquí nos amamos…
–Demián… –musité mirándole a sus ojos dorados, él ensanchó su sonrisa y yo dibujé la mía al recordarlo– ¡Demián! –me lancé a abrazarle con fuerza por el cuello– Pero no entiendo, eres tú, pero no luces como tú. ¿Qué está pasando? ¿Qué significa esto? ¿Por qué de tantos años…?
Me interrumpió besándome de nuevo mientras me aferraba a él rodeándome con su brazo la cintura y pegándome a su cuerpo. Yo no me resistía, me hacía sentir calidez, me hacía sentir que era él a pesar de todas estas dudas que se agolpan en mi mente. Pasó un rato en los que se detuvo de besarme para darle paso a aclararme algo de mi duda, aunque no creía su respuesta tan descabellada.
–Este cuerpo no es el mío, como puedes ver mis rasgos son muy diferentes. He estado viviendo a través de otros cuerpos poseyéndoles.
–¿Cómo es posible? ¿Entonces la razón por la que me veo así es porque este es el cuerpo de otra mujer? ¿Qué pasó con la verdadera dueña?
–Murió, y quise aprovecharlo para que lo ocuparas.
–¿Cómo sabías que estaba aquí? ¿Cómo supiste dónde buscarme?
–Una noche te vi deambulando por la ciudad. Y te seguí hasta ahí, además tenemos una conexión.
–Demián, tengo tantas preguntas que quiero hacerte, entre ellas está el misterio de mi muerte.
–Ya habrá tiempo de eso, por el momento –tomó mi nuca con una mano, dejó la otra en mi cintura y se acercó a besar mi cuello–, disfrutemos de nuestro reencuentro.
–De-Demián…
Puedo sentir que sonrió pícaro antes de volver a depositar sus besos húmedos atacando mi garganta, comencé a temblar por sus caricias aferrándome a él. Mi respiración entrecortada se volvieron suspiros largos, y mas recuerdos se aglomeraban en mi mente haciendo que mi alrededor se viera afectado, las memorias de besos dentro de una tienda de campaña o durante caminatas por la bella frondosidad, de risas en el bosque mirando la fogata, besos furtivos en algún lugar fuera de las vistas curiosas…
«Aisha… eres mía» su voz en mi oído resonó como si fuera el eco mientras llevaba mi cuerpo de nuevo a recostarse en la manta sobre la alfombra. No podía pensar ni hablar, mi mente estaba trayendo muchas cosas que me hicieron feliz cuando vivía, aquellas que compartí con Demián… recuerdos tiernos e inocentes… y otros desbordantes y pasionales… Susurros atrevidos, besos deseosos, caricias que queman… Esa ilusión se volvía realidad, como un destello todas esas imágenes que recordaba de mi pasado ahora estaban en el presente… Su piel rozando la mía, sus manos haciendo el mismo recorrido que en mi visión, su gruñir en mi oído, estremecimiento de mi cuerpo…
Mis recuerdos y mi presente se mezclaron llevándome de nuevo al comienzo de todo, imágenes en concupiscencia de nosotros en medio del bosque, mantas gruesas sobre el suelo de tierra, ramas y hojas, estando sentados y aferrados, de mí encima suyo o de él arriba de mí con la luna como testigo de nuestra unión…
Sí… ahora lo recuerdo… Demián era a quien amaba, él fue quien me regaló ese collar dorado con el cascabel, es la conexión que tuve cuando estaba viva y que aún perdura, aquel en el que descargué mis frustraciones y que a pesar de descubrir mi oscuridad, me seguía mirando con amor…
Pero… si recuerdo esto con el cariño que algunas vez tuve y con el que de alguna forma me le he entregado de nuevo, ¿entonces por qué me siento dividida? ¿Por qué también se aloja un sentimiento triste y amargo? ¿Qué es lo que ese tintineo trata de decirme?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro