
Capítulo 13: De vuelta a casa - Parte 3
Aburrimiento, es lo que notaban, o al menos lo que el prisionero dejaba ver al estar sentado frente al oficial Moore que le ofrecía una sonrisa a la vez que la joven fantasma le miraba con cierto temor.
–Señor Jason Forest, soy el detective Hunter Moore. Investigó el caso de desaparición de su hija Aisha Forest.
–¿Aisha? –mencionó el nombre con mueca burlesca– Esa niña lleva más de 50 años muerta.
–¿Cómo sabe que está muerta?
–Instinto de padre puede llamarle –bufó burlón haciendo un pequeño movimiento al frente con la cabeza mirando al detective–. Aisha no podría sobrevivir allí afuera, no por su cuenta. Esa niñata era una estúpida confianzuda. –dijo provocando tristeza en el corazón de la chica que bajaba su mirar con ojos cristalizados, y dando molestia al joven adulto que frunció el ceño.
–Señor, ¿por una vez en su vida podría comportarse como un padre y ayudarme a tener la verdad?
–Tú… sí… Eres hijo de ese otro policía que estaba investigando el caso también ¿no?
–Sí, así es. Peter Moore era mi padre.
–¿Por qué aún tratan de averiguarlo? Es más que obvio que ella desapareció de la faz de la tierra.
–Porque a mí, sí me importa, lo crea o no, ella no descansa en paz.
–Jajaja, no me digas que crees en esas estupideces del cielo o el infierno y el más allá. Ya estás grande ¿no lo crees?
–Señor, ¿puede ayudarme o no?
–Lo que dije hace 55 años es lo mismo que le dije a tu padre. No sé nada de eso, y yo no tuve nada que ver.
–Algo que me ayude a tener una pista, lo que sea. Ayer fui a ver a su esposa y parece ser que sabía algo que…
–Esa idiota nunca quiso a Aisha ni ninguno de nuestros hijos, yo no voy a mentir, yo tampoco. Ella sólo quería tenerlos porque debía tener a alguien que la cuidara cuando fuera vieja, tal como lo hizo ella con su madre. –Aisha tensaba la mandíbula ante la decepción que le golpeaba fuerte de nuevo.
–Esto es una perdida de tiempo… –susurró con las manos en los bolsillos– Pregúntale qué tan puta era en vida –observó la mirada reprochante de Hunter por haberse dicho eso ella misma–. Anda.
–Señor Forest, ¿cómo era Aisha?
–Una idiota igual que su madre, pero no como ella. –escupió burlón extrañando al par.
–¿A qué se refiere?
–Dijo que ayer la visitó ¿no es así?
–Así es, se expresaba muy mal de su hija llamándola de formas inmorales. –el mayor se carcajeó exagerado ofendiendo al detective– ¿Qué es lo gracioso?
–Victoria puede decir lo que quiera de Aisha, pero sólo es puro veneno de envidia. Verás, niño. Aisha era linda para cualquiera que le hablara o viera. Tenía carisma, ella era adorada por todos en el pueblo y eso a Victoria le ardía. ¿Sabes por qué?
–No.
–Porque Aisha era una versión joven de ella mucho más atractiva. Los hombres con los que se acostaba le preguntaban si su hija también se vendía, la pedían por montones. Y eso era lo que ella más odiaba en el mundo. Un día la muy perra casi hace que la violen, y de a gratis, sólo porque quería que sufriera. –consternación en sus mentes, dolor en el corazón de Aisha que derramaba lágrimas un poco oscuras sin llegar a ser negras.
–¿Cómo pudo hacerlo?
–Celos, mi amigo. Aisha escapó y el hombre apareció muerto al día siguiente. –los ojos de la menor se abrieron con duda.
–Ella lo…
–Claro que no. Ella jamás podría hacer algo así. Pero, quizás un enamorado sí.
–¿Enamorado? Usted jamás mencionó algo de eso.
–No, porque nunca supe quién era y Aisha era muy reservada.
–¿Entonces como sabe?
–Los ojos siempre dicen la verdad. En los de ella se veía más felicidad a pesar de la vida que tenía, y porque una vez sacó las garras cuando su madre encontró su collar dorado con un… cascabel, creo. Victoria quería venderlo y Aisha se lo arrebató y acunó entre sus manos a su pecho para evitar que se lo quitaran. Yo no soportaba el alboroto, así que hice que Victoria se lo dejara.
Aisha abrazaba con sus manos el cascabel asombrada de cada palabra que su padre contaba, mirándolo a los ojos tratando de descifrar cada verdad que sus labios pronunciaban.
–No tengo nada qué pueda ayudarte, niño. Hace años que acepté que esa niña murió, así que por qué no simplemente la olvidas. Pareces enamorado de un fantasma. –Hunter se levantó y sonrió sacando un trozo de papel y extendiéndolo al hombre.
–Llámeme si algo le viene a su memoria. –mencionó caminando a la reja, pero se detuvo cuando la joven permanecía parada al lado de su padre, quien observaba extrañado al detective.
–¿Qué no se iba?
–Sí, eso haré… –miraba a la chica que permanecía estática y el mayor posaba su mirada de vez en cuando a ese lugar vacío presintiendo algo que para él, no estaba.
–¿Alguna vez… me amaste? –Hunter miró compasivo a esa joven que buscaba una respuesta con anhelo. Suspiró y lanzó la pregunta con preocupación por la respuesta.
–¿Alguna vez amó a su hija?
–Nunca me hice cargo de ella.
–Lo siento Aisha. –pensaba mirando la decepción en la mirada de ella, más el hombre continuó.
–Una noche llegaba como siempre a casa, borracho. Arrojé a la mesa de centro un pequeño libro que encontré tirado en la calle mientras me sentaba en el sillón largo, Aisha estaba parada ocultando su cuerpo detrás de la pared de la cocina, ella tenía unos 10, quizás 12 años, no recuerdo y ni me importa.
La chica escuchaba, pero también recordaba esa escena, podía ver el tapiz beige de la pared, el sillón café claro con una lámpara en medio de ese y un sofá individual, una mesilla de madera con centro de vidrio y la televisión de enfrente. Ella apretaba más su cascabel mientras el hombre continuaba hablando haciendo que esa parte de su memoria se proyectara como si estuviera ahí. «Le pregunté que si quería esa basura, pero no me contestó, así que le dije que era toda suya. Ella salió con unos shorts cortos, una camisa naranja con una flor blanca en el pecho y descalza, se acercó a mí curiosa observando ese librito y lo tomó entre sus manos, pensé que se largaría y se iría a su cuarto a leerlo, pero se sentó a mi lado en el sillón largo. Se puso a leer ahí… aún cuando yo apestaba en alcohol, ella dibujaba una enorme y estúpida sonrisa»
–¿Señor? –Hunter veía confuso al hombre que mantenía su mirada al punto donde Aisha estaba.
–No había nadie más pura que ella, siempre ayudando y teniendo alegría para todos, incluso para mí. Era una maldita niña encantadora, una estúpida confianzuda que leía una y otra vez ese libro de poemas y que me leía cada jodida noche sentados ese puto sofá café. Nunca quise ser padre, pero sí, amaba a esa idiota alegre que solo me iluminaba la jodida vida que elegí haciéndola placentera con sólo mirarla sonreír. –Hunter sonrió mirando la cara de sorpresa de la chica atónita.
–Gracias por sus palabras, señor Forest. Le prometo que hallaré la verdad.
–Dijiste que te llamas Hunter Moore ¿no es así? –el otro asintió– Hazme un favor. Si encuentras al malnacido que me la arrebató vivo, mátalo. Y si no puedes, envíalo aquí y yo me encargo de todo.
El detective no sabía cómo tomar esas palabras, por una parte sentía alivio de que alguien de la familia de Aisha le mostrara afecto, pero también se preocupaba por esa sed de venganza del padre aunque fuera normal. Y también, observaba a la chica que permanecía inmóvil y aún asombrada por las recientes líneas que su padre le dedicaba.
Sin embargo, algo increíble ocurrió a la vista del detective, pues la chica sonrió sin lágrimas corriendo en sus mejillas y además, se acercó al viejo posando una mano sobre una de él y otorgándole un beso en la mejilla haciéndose sentir y logrando que el señor volteara su mirar al espacio vacío.
–Te amo, papá. –susurró suave a su oído y se alejó a quedar junto a Hunter.
–¿Qué fue eso? –miró incrédulo al joven parado frente a él y dirigiéndole la pregunta.
–Dulce ave que surcas los cielos, tú que conoces todos los lugares, envía mi deseo y junta nuestras almas, porque él…
–…porque él me dijo que me espera… –completó el anciano derramando lágrimas. –E-Ese era uno de los poemas favoritos de Aisha. ¿Cómo es qué…? –más el contrario sólo sonreía con gentileza– ¿Está aquí? –Hunter asintió– Perdóname… También te amo hija.
Hunter se retiró junto a Aisha mientras el padre lloraba con un pesar menos en su alma y Aisha ahora sonreía con alivio y felicidad, aquella que por primera vez en mucho tiempo sentía regresaba a ella y que Hunter, no lograba despegar su mirada cuando por fin, había vuelto a casa.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro