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Capítulo 10: Sus ojos

Siento paz y tranquilidad… Me siento como si estuviera flotando dentro la negrura de mi mente, lo último que recuerdo es el rostro sollozante de Aisha y sus ojos que me miraban con compañerismo, compasión y ternura. Luego de eso caí dormido en algún punto, ya no volví a soñar lo que cada noche aparece en mi cabeza, sólo hubo un fondo oscuro para descansar…

¿Uhm? Percibo algo, dos aromas, uno dulce y otro fresco… El primero es como ¿rosas? No lo sé, nunca lo había olido antes, pero el otro son pinos… Esa combinación de olor me hace respirar con profundidad para llenar mis pulmones de aquella fragancia tan exquisita que llega a ser como una especie de calmante…

Inhaló profundo y exhaló lento, una y otra vez disfrutando de una esencia desconocida… Abría mis párpados con lentitud haciendo que mi vista borrosa poco a poco se fuera aclarando dejando ver al ángel durmiente a mi lado…

Sacudí con viveza mi cabeza por aquello que pensé y volví a poner la mirada fija en la cara apacible de Aisha, sus manos en puños relajados a la altura de su pecho la hacían ver muy tierna, estaba estática sin parecer que respirara aunque su boca estuviera un poco abierta… Me acomodé a quedar un poco más cerca de ella para apreciar más su rostro que emanaba la dulzura que es…

–¿Qué me pasa? –musité. Me senté a ponerme en la orilla dando la espalda a ella y frotando con ambas manos mi rostro.

Me levanté mirando a Aisha y su figura tan relajada acostada de lado en el colchón, tragué en seco y me metí al baño cerrando la puerta para lavar mi cara con agua del grifo del lavabo para luego mirar mi reflejo en el espejo. El agua seguía sonando por no haber cerrado la llave y quedarme ensimismado recordando la figura de Aisha y ese sueño que tuve ayer…

Bufé pesado en una mezcla de irritación y decepción cerrando el paso del agua procediendo a abrir la de la regadera y deshaciéndome de mi ropa para meterme en la ducha. El líquido resbalaba por mi cuerpo mientras tenía las manos recostadas sobre la pared de azulejos y la mirada al suelo mientras el agua caía y me escurría por la cabeza, en mi pecho del lado derecho hay una cicatriz de bala que atraviesa por la espalda, una herida donde el  proyectil entró y salió, en mi abdomen hay más cicatrices, tres para ser exactos, hechos el mismo día que la bala… Hace seis meses…

Sacudí mi cabeza para olvidar lo que recordaba y terminar de bañarme, tomé la toalla enrollándola en mi cintura y saliendo del cuarto de baño encontrando a Aisha sentada en la cama. Me miró de arriba a abajo deteniendo su mirada en mis cicatrices hasta que desvió la mirada y… desapareció.

Sonreí para vestirme poniéndome un pantalón oscuro, una botas arriba de los tobillos y una camiseta gris de mangas largas hasta las muñecas, coloqué mi reloj de manecillas y bajé a preparar el café, una vez me serví mi taza fui a la ventana de la sala encontrando a Aisha sentada como siempre ahí mirando hacia afuera.

–Buenos días. –dije con una sonrisa sentándome en el extremo frente a ella y dando un sorbo a mi bebida.

–Buenos días. ¿Cómo estás?

–Mejor, gracias a esto –alcé mi taza– y a ti. ¿Puedo pedirte que no me preguntes por lo que lloraba?

–Está bien. Y… ¿puedo preguntar por tus marcas en el cuerpo?

–Bueno… Me dispararon y apuñalaron durante mi trabajo.

–¿Qué te…? –la interrumpí.

–Lo siento Aisha, pero no me siento bien para responderte –bajó la mirada con tristeza y yo sonreí ante su preocupación–. Quizás más adelante te explicaré, pero no ahora. –me miró con el ceño fruncido en desazón.

–Tú tratas de ayudarme en todo lo que puedes sin que yo sepa cómo hacerlo, quiero poder hacer algo por ti.

–Ayer lo hiciste –me miró confusa–. Por primera vez en seis meses pude dormir bien, gracias.

Ella ocultó su boca con el cuello de su sudadera mientras me miraba con esos hermosos ojos azules como el mar más tranquilo que haya y tan bello en contemplar.

×~×~×~×~×

–Desconocido–
Veo por la ventana de mi cuarto de hotel hacia la calle viendo el pasar de los vehículos y a las personas con sus caras tan felices sin saber lo mal que las cosas pueden cambiar de un momento a otro. No saben que sus cuerpos pueden ser tan frágiles ante cualquier golpe, uno puede resbalarse y caer golpeando su cabeza contra el piso dejando un baño de sangre, pueden ser atropellados dejando sus cuerpos incrustados entre una pared o árbol y el auto, o simplemente puedo apuñalarlos muchas veces en el estómago sintiendo como ese líquido caliente se esparce por mi mano para luego deleitarme con ese último suspiro y mirando como la vida que tenían se las he arrebatado.

Sonreí con malicia torciendo mis labios por un lado más que el otro recordando a todas esas personas que me han complacido con sus vidas y regalándome mi tiempo.

–Gracias por la noche –la mujer rubia de cabello largo y ondulado se acercó a mí por la espalda acariciando con una mano mi pectoral a la vez que me da un beso húmedo en mis labios–. Me divertí mucho.

–Yo igual. –me volteé a tomarla de la cintura pegando su cuerpo al mío y profundizando el beso.

–Uhm~ Es una lástima que esto sólo sea una salida de una noche.

–Sí, es una lástima –sonreí divertido viendo como ella tiene un vestido corto negro con lentejuelas; se aleja a tomar su bolsa y camina hacia la puerta. Yo me acerqué a la mesa al lado de la cama donde está una navaja y una pulsera, tomé uno de esos dos objetos y me acerqué a la mujer que llegó a la salida–. No tan rápido –dije susurrante a su oído habiendo rodeado con un brazo su cintura –. Se te olvida tu pulsera.

–Oh, muchas gracias. –se lo colocó y me besó una última vez aferrando sus dedos a mi cabello oscuro y corto.

Ella salió y yo quedé cruzados de brazos sonriendo divertido. Esa mujerzuela era fácil de matar, y hacerlo aquí en este hotel no me suponía ningún problema, pero, no es mi tipo y ella sería muy aburrida, en especial porque como dije, hubiera sido bastante fácil.

Regresé a acostarme en la cama apoyando mi nuca en mis manos como si fueran almohada y mirando al techo azulado en el mismo tono que aquellos ojos que han sido los únicos que recuerdo muy bien. Me volví a levantar para poner mi camisa negra y luego mi chaqueta de cuero marrón, ajusté mis jeans y mis botas estilo militar. Me miré en el espejo del baño mirando el reflejo de mí como un hombre joven de unos 30 años y mi cabello corto y negro pasando mis manos para peinarlo. Salí del cuarto a tomar mi navaja y meterla en el bolsillo de mi pantalón, también la mochila gris que está al pie de la cama sacando de uno de los bolsillos de adentro un objeto con el que luego me senté en la cama sonriendo al mirarlo.

Un collar dorado al igual que el cascabel que este tiene colgando de la cadena. Sonreía placentero por lo que ese pequeño objeto significa para mí aún después de tantos años, pues no importa con cuántas mujeres me haya besado, sus labios son los únicos que me complacen, su calor es el único que me hace sentir vivo, y sus ojos… esos ojos son los únicos que me vuelven tan loco como para desear regresar por ti ahora mismo… –un tintineo– ¿Lo escuchas? Allá donde estás espero que aún lo escuches, ese sonido que nos unió, nos une y siempre nos mantendrá unidos, mi bella y hermosa flor, mi dama de la noche… mi Laylah.

Después de ti no hay nadie que llene este vacío que me provoqué, pero vaya vista tan grata y deleitosa me ofreciste con tu cuerpo… Fuiste la primera y has sido la única a quien nadie ha podido superar tal complacencia que me regalaste, fuiste difícil de tener y eso fue lo que tanto me ha hecho amarte. Cuando decidí que iba tomarte, admito que pequé en pensar que ibas a ser fácil, pero no lo fuiste, oh no, me divertiste tanto que me hiciste olvidar que eras mi comienzo… Aliviaste mi carga y por eso te amo.

No sabes cuántas noches has estado en mis sueños y en cada suspiro con anhelo, sólo tú me haces sentir humano, has sido la única por la que realmente he sentido afecto… Ay mi muy amada dama, espera paciente hasta que ese día llegué, voy a cumplir mi promesa y te juro que volverás a mí como lo que te mereces, mi reina, mi vida, sólo mía y de nadie más, por siempre y para siempre… Mi Aisha.

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