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Capítulo 1: La chica del bosque

Una sombra paseante entre los árboles cuyas ramas son mecidas por el suave viento otoñal, un ligero crujir de las hojas que a veces puede producir junto a un tarareo dejado tras su paso. «¡Mamá!» un infante de 5 años recostado y sentado en el tronco de un árbol con sus puños sobre sus ojos. «Hola» una voz suave saludando al pequeño entristecido por haberse separado de su familia del campamento que habían montado de día para su paseo familiar.

–¿Quién eres? –preguntó el menor a la joven en cuclillas frente a él.

–Alguien que quiere jugar. –responde con sonrisa gentil. –Estaba jugando con los conejos. ¿Te gustan los conejos?

–Sí…

–¿Verdad que son bonitos?

–Sí…

–Me llamo Aisha. ¿Y tú?

–Oliver…

–Un gusto, Oliver. ¿No quieres regresar con tu familia?

–¡Sí!

–Entonces vamos, ellos están buscándote. –dijo levantándose sonriente y dando unos cuantos pasos, el niño se limpió las lágrimas y feliz la seguía. –¿Te gusta el pastel? A mí me encantan, puedo comerme uno entero yo sola.

–¡Yo también! –dijo con un brinco de emoción. Ya habían pasado unos 10 minutos desde que caminaron en una dirección que la chica guiaba. –Tus ojos son muy bonitos.

–Gracias. Oye, ¿quieres jugar un juego?

–¡Sí!

–Bien. –la joven se detuvo y se inclinó a la altura del niño. –Corre en línea recta hasta llegar a esa salida que hay allí. –señaló. –Yo, iré tras de ti, intentaré atraparte. Rawr~ –mencionó sonriendo mientras alzaba las manos simulando ser garras. –¿Va?

–¡Va! –feliz el niño voltea.

–En sus marcas, listos… Ya. –dijo con el menor corriendo y ella tras él, conforme se acercaba a la salida del bosque llegando al lago que se encontraba delante, la joven fue deteniendo su avance.

–¡Gané! –gritó con entusiasmo a la vez que brincaba.

–¡Oliver!

–¡Mamá! –la señora junto a su esposo, unos guardabosques y algunos miembros más de la familia se acercaron para abrazar al menor.

–Gracias a Dios que estás bien, mi pequeño ¿dónde te habías metido? ¿Cómo regresaste?

–Aisha me ayudó. –contestó haciendo confundir a los demás, quienes preguntaron con obviedad sobre quién era esa persona. –Ella. ¿Eh? –el chico señaló, pero no había nadie.

Después de un rato en el que el menor contó lo que le sucedió, la familia se retiraba del lugar, claro que la explicación del infante fue tomada como un hecho de su imaginación. Las cosas del día de campo ya habían sido metidos al auto y el pequeño estaba siendo cargado por su madre, él la abrazaba por el cuello, fue entonces que miró a la entrada del bosque y dilucidó a aquella chica que lo guió hasta su familia, antes de advertir a los adultos sobre la joven, ella llevó su dedo a su boca sonriente pidiendo silencio, el niño acató y recostó su cabeza en el hombro de su madre. Al fin se fueron y la chica volvió a adentrarse a la frondosidad.

Aisha
He vuelto a lo que he estado haciendo por 55 años, deambular por el bosque y hablar conmigo misma o con los animales, incluso con las plantas. Algo loco ¿no? Pues bueno, no hay mucho que los fantasmas puedan hacer cuando no podemos interactuar con cosas físicas y menos si vives en un bosque. Al menos tengo la compañía de los ciervos, conejos, pájaros, ardillas y algunos animalitos más que se acercan a mí aunque no los pueda tocar. Las noches aquí son espectaculares, las estrellas pueden verse en todo su esplendor y majestuosidad. Ahora estoy tirada en el suelo, en el mismo lugar donde recuerdo que fui asesinada. Debería irme de aquí, pero no sé a dónde. ¿Qué haría de cualquier forma?

Estaba absorta en mis pensamientos mientras veía el firmamento cuando escucho los crujidos de las hojas. Cuando pasas tanto tiempo sola aprendes a reconocer algunos sonidos, incluso los que lo provocan. Las pisadas de tres personas que se escuchan, están borrachas. Me acerqué a ese punto para visualizar el iluminar de una fogata mal hecha, dos chicos y una chica que fumaban y arrojaban sus cigarrillos al suelo. Chasqueé mi lengua, vaya que no soporto a este tipo de idiotas. Hay hojas secas alrededor y si una llama llega a ellas puede ocasionar un incendio.

Era hora de aplicar Operación Bosque Embrujado, entrelacé mis dedos y extendí los brazos al frente para tronar mis huesos fantasmales. Me acerqué al oído de la chica y susurré «Largo de aquí», se asustó y se dio media vuelta sin poder verme, sus amigos no le creían. Hablar con los vivos no es algo fácil, para que se pueda deben de estar en un estado de alerta, con sus sentidos alterados, ser niños o animales.

Estos chicos tienen sus sentidos alterados, tomaron mucho y lo que fuman no son precisamente cigarrillos normales, o mejor dicho, legales. Y si consumieron algo más fuerte o lo consumen, pueden llegar a más que sólo sentirnos o escucharnos, también podrían vernos.

–Vamos Claire, eres muy mala actuando. –dijo riendo quien parece ser su hermano.

–Eso no te salió bien. –mencionó burlón el novio de la chica, pues la besó en los labios.

–¡Les juro que escuché eso! ¡Vámonos de aquí!

Los chicos no lo creían y estaban tranquilizando a la chica, quien para calmarse bebía y fumaba más. Maldición, suspiré y continué hablando a cada uno de los chicos, ya los estaba asustando, se alteraron y comenzaron a correr despavoridos.

–¡Al menos apaguen el fuego…! Rayos… Se fueron…

Miré a la fogata y me senté frente a ella, muy cerca. Mi mirada se afligió, por alguna razón en mi mente hay fragmentos de risas y alegría frente a una. Alcé mi mano y la acerqué al fuego metiéndola entre las llamas y dejándola dentro por varios segundos. Claro que esto no me daña.

Hubo un viento que avivó el fuego y algunos rastros de estos salieron a caer en el suelo con las hojas secas… Pequeñas llamas comenzaban a aparecer, me levanté con brusquedad y preocupación, el bosque iba a incendiarse en cualquier momento. Soy sólo un ente, no puedo interactuar con las cosas y tampoco puedo ser escuchada aunque grite por ayuda.

Los muertos no hablan.

¿Qué puedo hacer? No puedo permitir que el bosque se queme, por alguna razón tengo un apego muy fuerte por este lugar, como si sintiera cariño por él, y no porque lleve décadas viviendo aquí sino porque es como una memoria sensorial, creo que este lugar era muy especial para mí cuando estaba viva.

Las llamas crecían, el sonido del fuego quemando se escuchaba con más claridad por el profundo silencio que había, aunque no puedo derramar lágrimas, quería llorar.

–¿Qué…?

Mi sorpresa apareció y un alivio tocó mi ser. Un hombre de cabello corto y oscuro con una chaqueta negra llegó a pisar y apagar las pequeñas llamas que se extendían, también tomaba puñados de tierra y los lanzaba a apagar la fogata. Suspiré aliviada y me senté sonriente a ver a ese hombre que aunque no lo supiese nunca, salvó algo importante para mí.

–Gracias… –dije con suavidad aunque no me escuchara.

–No hay nada de que agradecer, Aisha.

–… ¿Q-Qué…?

Mis ojos se abrieron con asombro e incredulidad, escepticismo podría llamarlo también, este hombre no sólo me ha respondido, también me ha llamado por mi nombre y volteó a mirarme. ¿Quién es? ¿Cómo me conoce? Y lo más importante… ¿Cómo puede verme? Una gran cantidad de preguntas invadían mi mente. Ese sujeto me estaba viendo fijamente a los ojos, pues se arrodilló en una pierna con un brazo recostado sobre la pierna para estar a la altura de mi cara y muy cerca, me estaba sonriendo gentilmente…

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