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Una conversación parte 2

Una hora más tarde, se ha agotado el tiempo para responder y nos toca entregar, lo hago confiada, mucho más confiada de lo que esperaba, por primera vez me siento agradecida de que ella exista. Creo que jamás me había ayudado.

«¿Por qué me ayudaste?», pienso al salir del aula.

—Porque me necesitabas, aunque no lo aceptes.

«Jamás me habías ayudado»

—Jamás me habías dejado hacerlo, pero lo he intentado.

Me detengo sorprendida y volteo molesta para mirarla, sigue siendo un poco aterradora, su piel pálida, que resalta esos penetrantes ojos negros, pero acepto que es mucho menos lúgubre sin la inmensa sonrisa.

«Eso no es verdad», pienso indignada.

—Claro que sí, por no dejarte ayudarte, terminaste en esa salida ridícula, con esos lunáticos.

«No tenemos moral para llamar a nadie lunático», pienso, causando que ella se ría.

—Eso probablemente sea verdad.

—¡Diana! —reconozco la voz y deseo correr.

—Si corres ahora, podríamos salvarnos.

«Eso sería extremadamente grosero», pienso antes de girarme para ver a Kim y decirle.

—Hola, no esperaba verte por aquí.

—¿Y qué nos interesa que sea grosero?, tal vez así comprenda que no la queremos cerca.

«Eres terrible»

—Tú también, pero al menos yo lo acepto.

—Si no es por el bolso, no te reconozco —dice Kim entre risas.

—Tenemos que cambiar de bolso —y por primera vez estoy tan de acuerdo con ella, que debo controlarme para no reír.

—Vaya, qué suerte —digo en voz alta con sarcasmo.

—Esta sola, eso es extraño. Mejor coloca una excusa y huyamos, antes de que llegue el sádico.

—Me preguntaba si te apetecería ir por algo de comer —pregunta Kim con dulzura.

—¡Dile que no!, ¡Que ni muerta!

—Aquí mismo, en la cafetería de la planta baja —agrega.

—Ya tengo que irme —respondo, pero al notar la desilusión en su cara, me siento mal por ella—, pero puedo acompañarte, ya que me queda de camino.

—¡Excelente!, muchísimas gracias.

—¡Lo sabía, eres masoquista!, te encanta fingir que eres la niña buena.

«¡Ya cállate!, solo serán un par de minutos»

—Sí, claro, ¿Cómo no? —se nota que está bastante molesta.

Caminamos hasta el ascensor, pero al ver que se tardaba tanto en llegar, decidí ofrecerle bajar por las escaleras, todo con tal de reducir el tiempo que estaríamos juntas. A medida que descendíamos no pude evitar entablar una conversación con ella.

—Es raro verte sin tu amiga —me dijo.

—¿Te refieres a Alex?

—Si ella, es claro que no le agrado.

—No te sientas mal, casi nadie le agrada.

—Tú le agradas —su tono fue acusatorio.

—Si bueno, digamos que en cierta medida tenemos gustos similares.

—No se parecen en lo más mínimo.

«Por supuesto que no, Alex es más directa, sincera, inteligente y despiadada, pero a ninguna de las dos le agradas tú, eso es algo que tenemos en común»

—Si tú lo dices —digo restándole importancia a su comentario—. También es raro que andes sola.

—Peter tenía que trabajar y Lucy fue a sacar unas copias, seguro que nos verá luego en la cafetería.

—¡Es una trampa!, no le creas nada.

La voz de mi alucinación regresó repentinamente, justo cuando llegamos a la planta baja, por lo que imagine que estábamos a salvo.

—No me gusta estar sola, ¿no podrías acompañarme? —durante la pregunta me hizo un puchero—, solo hasta que llegue Lucy.

—¿Un puchero?, ¿es en serio?, esta mujer tiene casi treinta años y ¿todavía hace caritas?, que ridícula. ¡Ya!, dile que ¡no!, que se vaya al demonio —mi alucinación parecía salirse de control.

Comencé a sentirme mal, tenía náuseas, me ardían los ojos y a pesar del suéter comenzaba a tener mucho frío.

—¡Si no le dices que no, ahora mismo, me largo! —gritó con fuerza.

—Esta bien, te acompañaré un rato —respondí sin pensar.

—¡Infeliz!, ¡púdrete sola con tu loca! —sentencio, antes de desaparecer.

No podía creerlo realmente se había marchado, me ha dejado sola con Kim. Por una parte, eso me hizo sentir aliviada, pero por otra mal, porque después de todo, había estado ayudándome sin esperar nada a cambio, en las últimas horas. Lo cual de alguna extraña manera me convertía en toda una malagradecida.

—Excelente, ¡en serio muchísimas gracias!

La acompañé hacer la cola para comprar, sin decir ni una sola palabra, aunque me alejé un poco cuando hizo su pedido, y luego nos sentamos en una de las mesas que daban hacia el campus, una frente a la otra, mientras esperábamos a que trajeran su comida.

—Me tomé el atrevimiento de pedirte un jugo de piña —dijo rompiendo el silencio.

—No debiste molestarte.

—No es molestia, es lo mínimo que puedo hacer por ti, después de todo te quedaste para hacerme compañía a pesar de que tienes cosas que hacer.

—No es nada.

—Te equivocas, lo es todo, porque me estás regalando parte de tu tiempo. 

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