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Incomodidad.

Los nuevos amigos de Lucy, estaban constantemente con ella, incluso más que yo. Kim tenía todas las clases en el mismo horario que mi amiga, así que prácticamente hacían todo juntas y Peter parecía no tener vida propia, siempre pegado a su novia.

A veces dudaba de si era verdad que tenía un trabajo, porque pasaba todas sus mañanas en el pasillo de la facultad, supuestamente esperando a que ella saliera de clases.

Nosotras no compartíamos las mismas clases, porque a pesar de ser muy cercanas, teníamos gustos completamente diferentes. Mi otra amiga más cercana, es Alex, cada una parece guarda espaldas de la otra y los odia, de hecho, ni siquiera Lucia le agrada, pero lo que es a Kim y Peter no los tolera. Mientras yo me limito a evitarlos.

Hoy justamente Alex no vino y eso no sería problema de no ser por el hecho de que debo atravesar el pasillo sola para ir a mi siguiente clase y él está ahí.

Sé que pasar ignorándolo, se vería feo, pero no quiero entablar una conversación con él, así que fingiré no verlo. Espero que el pasillo se llene con muchos estudiantes y me mezclo entre ellos, enfoco todo mi esfuerzo en no verlo, así en caso de tener mala suerte no podrá decir que, si lo vi, pero que no lo salude.

Estoy tan cerca de la puerta del salón que siento como la calma se apodera de mí, hasta que alguien me sujeta del brazo y me hace voltear.

«¡Maldición!», como desearía que esta vez no fuera más que una alucinación.

—¡Hola! —dice sonriente, a escasos centímetros de mí.

—Peter —respondo con sequedad.

La tensión en el ambiente es palpable, no sé si es que él no lo nota o es que le vale madres mi incomodidad.

—Ibas tan deprisa que no me vistes.

«Ojalá»

—Ah, sí probablemente. Porque voy tarde para mi próxima clase —digo liberando mi brazo de su agarre.

—Lo entiendo. Luces hermosa hoy.

«¿Qué?, esto debe de ser una puta broma»

—Muchas gracias, lo siento, pero en verdad debo irme a clase.

Prácticamente, salí corriendo, no me considero una cobarde, sin embargo, su mera presencia me causa escozor. Y la verdad es que por lo poco que conozco a Kim, sé que ella no es mala persona.

No merece una basura como esa a su lado, pero no soy quién, para decírselo, ya que ni siquiera somos cercanas, como para aconsejarla. Indudablemente, creo que cualquier persona sería capaz de notar que esa no es exactamente una relación sana.

Tras la última clase, me debato como huir, porque sin Alex me siento desnuda. La verdad es que su carácter déspota y el filo indiscutible de su lengua, me brindan una protección que hoy me falta. Ella no es mala.

Bueno miento, si es mala, pero solo con aquellos que no le agradan, ella es mucho mayor que nosotros y tiene muchísimo conocimiento, lo cual lastimosamente la ha convertido en una persona arrogante, pero cuando la conoces, es un amor.

—Eso lo dices porque sabes que le gustas —escucho detrás de mí.

«Esto no puede ser peor»

—Perdón, pero tengo suficiente con el mundo real, como para ocuparme también de ti —sentencio molesta.

—No necesito que te ocupes de mí, solo aléjate de ellos, ¿entiendes? —suena molesta ella también.

—¿Por qué lo dices?

—Solo has caso, toma las escaleras laterales, olvida el ascensor y desaparece.

—Está bien —respondo en automático.

«Qué extraño, pero a la vez es gracioso pensar que ni siquiera a mi alucinación le agrada la linda parejita», pienso con sarcasmo.

Sin dudar, hago exactamente lo que me ha dicho, salgo del aula y a escasos metros tengo las escaleras laterales a mi izquierda, sin vergüenza, corro hacia ellas, rezando porque nadie me note.

Cuando comienzo a bajar, me siento aliviada, es un alivio difícil de explicar. Ya no tengo la necesidad de correr, así que bajo los seis pisos del edificio con calma y prácticamente al llegar a la planta baja escucho con mucha fuerza.

—¡Alto, escóndete!

Mi cuerpo reaccionó más por reflejo que por lógica.

—¿Qué rayos te pasa?, ¿estás loca? —le pregunto a la nada.

—¡Cállate y no salgas!

«¿Desde cuándo me da órdenes?», la indignación y la ira me nublo por completo, tanto, que la ignore y decidida camine hasta la salida de la facultad, sin siquiera mirar a los lados.

—¡Diana!, ¡por fin! —la voz de mi amiga Lucia me paralizo.

«¡Mierda!»

—Te lo dije —la voz de mi alucinación, se escuchaba más real que nunca.

Voltee para ver a mi amiga corriendo hacia mí, dispuesta abrazarme. Acción que acepte sin problema, aunque yo no soy de tanto contacto físico como ella.

—¡Te estábamos buscando!, ¿quieres acompañarnos a comer?

Mirar a la pareja detrás de ella era lo único que necesitaba para decidir.

—Lo siento amiga, estoy bastante cansada.

—¡No seas así, hermanita! —agrego Kim.

«¿Hermanita?, ¿está loca?, ¿qué clase de apodo es ese para alguien a quien recién conoces?»

—¿Disculpa? —inquiero mirándola.

—Lo siento —dice en tono apacible—. Es que como soy mucho mayor que ustedes, las veo como si fueran unas hermanas pequeñas. Aunque soy hija única —confiesa con una dulce sonrisa.

—¡No le creas! —escucho detrás de mí, con tanta fuerza que casi brinco— aléjate de ellos.

—¡Anda, vamos a comer!, después de todo es viernes y hemos estado trabajando muy duro —continuo Kim.

—Además, yo invito —agrego Peter, a la distancia.

—¡Ja!, ¿qué tal? Ahora resulta que él invita, como todo un caballero opulento —la voz de mi alucinación, parece fortalecerse poco a poco.

«Si ellos no la escuchan, definitivamente es porque no es real y estoy enloqueciendo»

—¿enloqueciendo?, ¿en tiempo pasado? —continúa hablando y mientras ella lo hace las voces reales a mi alrededor se disipan, se pierden, se olvidan.

«Tienes razón, no eres algo nuevo en mi vida, entonces no estoy enloqueciendo ahora, estoy loca definitivamente»

—Entonces, ¡está decidido, te vienes! —dice mi amiga sujetándome de la muñeca y llevándome a rastras.

Caminamos mucho tiempo por Sabana grande, hasta el centro comercial El recreo. Lugar donde se supone vamos a comer. Durante la caminata no hable mucho, me ocupe más de mantenerme lo más lejos posible de Peter.

Cuando llegamos, resulta que era una tienda que prepara hamburguesas por un dólar.

«¡Wow, no puedo creer que Peter vaya a brindar algo tan costoso!», pienso con cinismo.

—¿De qué las quieren? —lo escucho preguntar.

«Aunque sin importar cuanto sea, supongo que es un lindo gesto»

—¡Doble carne! —grita Lucy emocionada.

«Esta mujer come más que un batallón», no puedo evitar sonreír tras ese pensamiento.

—Yo igual, pero dos, como siempre mi amor —dice Kim.

«¿Por qué no me sorprende?»

—¿Y tú, preciosa? —pregunta Peter mirándome.

«Jamás imaginé que esa palabra pudiera causarme tanto asco. Es increíble como un halago, aun el más bonito, en los labios equivocados, puede causar el peor de los desagrados»

—La mía de pollo, sencilla, por favor.

—Vaya, cuanto refinamiento, amiga —dice en burla Kim.

«¡No soy tu amiga!», me encantaría decirlo en voz alta, «supongo que eso podría decírselo a cualquier persona que no ingiera como un animal», la verdad no soy prejuiciosa, ni suelo fijarme mucho en las personas, pero cuando alguien no me agrada suelo verle hasta el más ínfimo detalle.

Me limito a sonreír.

—¡Vamos a buscar donde sentarnos! —dice Lucy.

—¿Me dejarán aquí solito, en la cola? —pregunta mirándome, como si quisiera darme lástima, debo decir que la voz de niño chiquito, a Peter, le queda patética.

—¡No, claro que no!, eso sería muy descortés —respondo rápidamente, mientras sujeto la mano de Lucia—, así que nosotras buscaremos la mesa y así ustedes tienen un momento íntimo —finalizo con la sonrisa más hipócrita de mi vida.

Sin derecho a réplica, empujo a mi amiga lejos de ellos y nos adentramos entre las mesas y sillas de la feria de comida.

—Diana, ¿qué te pasa?, actúas muy extraño, ami.

—Me siento incómoda, creo que Peter me coquetea —confieso.

—¡Ami, por Dios!, ¿cómo vas a pensar eso?, no ves que tienen demasiado tiempo juntos y tú eres hermosa, pero —no termina la frase.

—Pero —enfatizo la última palabra que dijo, alentándola a continuar.

—Nada, simplemente creo que te equivocas —dice sentándose en una silla libre.

—Termina lo que ibas a decir —insisto, al tomar asiento a su lado.

—Pero tampoco creo que todos los hombres caigan rendidos a tus pies, siempre.

—¿Y cuándo he dicho yo, que eso es así?

—Nunca, pero —Lucy no puede concluir la oración porque los dos inoportunos aparecen.

—Aquí está el encargo, bellas damas —dice Peter, intentando colocarse frente a mí.

Pero Kim es más rápida que él y es ella es la que se sienta, obligándolo a estar frente a Lucy. Rápidamente, todos tomamos nuestras hamburguesas y comenzamos a comer.

—No decidimos bebidas, así que hemos traído un Té de limón y refrescos —agrega Kim.

—¿Tú qué quieres, Diana? —Peter, mi mira tan fijamente, que me siento intimidada.

«¿Por qué me pregunta a mí antes que a su novia?»

—El Té de limón, por favor —susurro.

—¡Sí! Definitivamente, es la mata del glamur —asegura Kim, demasiado alto para mi gusto—, tenías razón, mi amor —apenas concluye la frase, lo besa.

Pero mientras se besan, él no deja de mirarme, en seguida yo miro a Lucy para ver si ella observa lo mismo que yo, pero claro, está demasiado concentrada en su hamburguesa, como para notarlo. Finalmente se separan.

—Mi amiga siempre ha sido muy refinada, pero no porque tomara clases, ni nada así, parece algo natural en ella.

El comentario repentino de mi amiga, me hace querer ahorcarla.

—Se nota. Incluso en su caminar —agrega él.

—No entiendo, ¿Qué se supone que tiene mi forma de caminar?

Estoy molesta.

—No lo tomes a mal, hermanita.

«¡Que no soy tu hermanita!», con cada segundo, odio más y más ese maldito apodo.

—Es verdad, el otro día lo estábamos comentando —agrega Lucy con su habitual sonrisa.

Mi cara de perdida, debe ser un poema. Estoy furiosa, no por saber que han estado hablando de mí a mis espaldas, sino por la forma en la que hablan, esta claro lo que insinúan. 

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