Descaro.
Una semana después de esa aterradora pesadilla, me encuentro en la consulta con mi psicóloga. Se llama Rosa, es una chica a penas un poco mayor que yo, es estudiante de la escuela de psicología, en la Universidad Central de Venezuela y realiza su pasantía atendiendo de manera gratuita a otros estudiantes que solicitan consulta. Como yo.
Sorpresivamente, parecemos llevarnos bastante bien, aunque la primera vez que vine estaba renuente de que me atendiera una estudiante y no una "profesional", pero me equivoqué y lo acepto. Es una estudiante sobresaliente de noveno semestre.
—Bueno, la verdad es que no nos enseñan interpretación de los sueños durante la carrera —me dice de manera jocosa—, sin embargo, me atrevería a decir que esa pesadilla, no es más que la manifestación inconsciente de tus miedos Diana, según veo ese día fue bastante difícil para ti.
—Tal vez —susurro.
—Sé el apego que sientes por ese muchacho, hemos dedicado sesiones enteras a hablar sobre él y es lógico que te afectara verlo con otra, de esa manera tan abrupta —prosigue.
—Todavía me duele recordarlo —confieso.
—Diana es importante que recuerdes, que esa atracción que tú sientes.
—No estoy obsesionada —la interrumpo, creyendo saber lo que me dirá.
—No digo que lo estés. Jamás lo he dicho.
—No tengo ningún problema con que haga su vida, de hecho, deseo que sea feliz, aunque no sea conmigo, pero —me detengo un segundo para organizar mis ideas— esa mujer.
—Lo entiendo —me interrumpe—, no cumplió con tus expectativas porque para ti, él merece muchísimo más.
—¡Lo merece! —aseguro.
—No dudo que, así lo sientas, pero.
—¡Pero! —enfatizo la palabra más perturbadora que puede utilizar en este preciso instante.
—¡Sí!, pero. Eso no es decisión tuya.
«Odio que tenga razón»
—En la vida habrá cosas que tú podrás elegir, cosas que cambiaras cuando lo decidas, pero en tu vida Diana, no en la de los demás.
—Lo sé.
—Si tienes razón sobre esa muchacha, debes confiar en que Lucas tiene la capacidad para darse cuenta. Sin tu ayuda.
«¡Auch!, eso me dolió»
—Solo quiero. Protegerlo.
—Entiendo. Es natural sentir celos y preocupación cuando te preocupa alguien que amas. Sin embargo, es importante recordar que Lucas es responsable de su propia felicidad. Y no podrás protegerlo de todo el dolor del mundo.
—Lo sé, pero puedo intentarlo.
—Puedes ser honesta con Lucas sobre cómo te sientes. Cuéntale que estás preocupada por su nueva relación. También podrías decirle que lo amas y que lo apoyarás, sin importar lo que elija.
—¡Ni loca!
Por un segundo debió olvidar que es mi terapeuta y no una amiga, porque comenzó a reír con suavidad, no era una burla.
—Mejor háblame de cómo vas con las voces.
—De hecho, preferiría hablar sobre la pareidolia — comenté.
—¿Pareidolia?, ¿desde cuándo te interesa eso?
—Creo que lo tengo.
—Tú crees que estás loca.
—¡Porque lo estoy!
—No lo estás. Ya te lo he dicho.
—¿Me dirás que soy normal?
—¿Qué es normal?
—No ver cosas donde no las hay. Tal vez.
—La pareidolia sucede cuando el cerebro adjudica una identidad conocida a cualquier objeto, área o paisaje de la naturaleza. Ese es el concepto básico que puedes conseguir fácilmente en internet, pero ¿sabías que es algo que también le ocurre algunos animales?
—¿Hablas en serio?
—Por supuesto. También es bastante común entre las personas.
—Entonces, ¿Por qué no conozco a nadie con esa condición?
—Porque es tan normal, que nadie habla sobre eso, lo tomamos como algo natural. ¿Has visto a alguien buscando figuras en las nubes?
—Claro.
—Es exactamente lo que hace la pareidolia.
—¿Es en serio?, o solo ¿me mientes para hacerme sentir mejor?
—Qué desconfiada. Pero se terminó el tiempo, así que te lo responderé en la próxima consulta.
—¿En serio?
—En serio.
—¿Y por qué me respondes esto y no lo anterior?
—Así es la vida. No siempre podrás controlarlo todo.
—¿Me estás dando una lección de vida?
—Siempre —dijo abriéndome la puerta para que saliera.
—Hasta la semana que viene, entonces —dije al salir, sin esperar una respuesta a cambio.
Los pasillos de la universidad son refrescantes, llenos de vida y personas. Cada uno parece inmerso en su propia burbuja, algunos ríen, otros leen, estudian, chismean, pero todos, absolutamente todos, están pensando, todos resuelven sus conflictos mentalmente, planean su futuro, sueñan, toman decisiones. Mientras que yo no puedo ni siquiera tener privacidad en mi propia cabeza.
Entonces, ¿Cómo Rosa, puede asegurar que no estoy loca?, después de todo, yo no puedo confiar ni siquiera en mis propios pensamientos.
A lo lejos veo a mi amiga Lucia, hablando con otras personas de manera animada, ella siempre ha dado una vibra de amabilidad, que no comprendo del todo. Es cordial, alegre y compasiva, demasiado efusiva y cariñosa, también algo ingenua.
Constantemente tengo la necesidad de protegerla de la podredumbre natural de los seres humanos, porque ella es como una niña. Un ser de luz, que lucha contra la oscuridad que ejerce la sociedad con su presión, sus estándares inalcanzables y estereotipos.
Aunque admito que se ha formado una coraza psicológica sorprendente, porque aun estando tan lejos de los cánones de belleza, mantiene una autoestima mucho mejor de tantas bulímicas que conozco.
No le molesta su sobrepeso, no le importa llevar lentes estilo Harry Potter, que parecen de vidrio blindado, ni vestiste con colores llamativos. Toda ella es un aura de felicidad absoluta. Está decidida a que quien la ame, debe hacerlo sin querer cambiarle nada.
Es perfecta, auténtica, inteligente, bondadosa y la persona menos tóxica que podrías conocer. Sin embargo, mucho de eso la convierte en una presa fácil. Es un poquito incrédula porque piensa que todos somos tan puros como ella y se equivoca.
Me mantengo a una distancia prudencial de ella, para no interferir en la conversación que ya tiene, con personas que no conozco y tampoco ser grosera.
Los minutos van transcurriendo y yo comienzo a aburrirme, miro a mi alrededor, observando las diferentes acciones de quienes están a mi alrededor. Especialmente me fijo en una linda pareja que está sentada sobre la linda grama de "Tierra de nadie", así es como llamamos a ese espacio natural.
La chica se encuentra sentada en el suelo entre las piernas de él y apoya su espalda tranquilamente sobre su pecho, supongo que son pareja por su lenguaje corporal, aunque tal vez me equivoque, los dos no paran de reír, mientras ella no deja de tocarse el cabello.
«Tal vez podría buscarme un novio, después de todo ya no soy una niña y podría compartir con él mis preocupaciones. Incluso podría ocupar mi mente y alejarme de la locura que me consume, ¿no?», de inmediato me siento terrible por esa línea de pensamientos que desarrolle.
«En pocas palabras no quiero amor, quiero un distractor, ¿Qué clase de persona horrible soy?, buscando a un compañero como objeto de utilidad eso, ¿me convierte en alguien despreciable?», no puedo evitar pensar en ello durante un rato, hasta que la voz de Lucy me arrastra de regreso.
—¡Diana! —grita para llamar mi atención.
—Disculpa estaba pensando.
—Ya nos dimos cuenta —comenta sonriendo—. Quiero presentarte a unos amigos —dice quitándose de enfrente para que los vea—. Ellos son Kim y Peter.
—Mucho gusto dice la primera —con una gran sonrisa.
—Igualmente —respondo imitándola.
—Es todo un placer —agrega el chico, acercándose hasta abrazarme, sin permiso.
Me paralizo ante su atrevimiento, «¿A caso no sabe lo que es el espacio personal?, a penas me está conociendo. Confianzudo, ya no me agrada», pienso antes de que me suelte. Al hacerlo mantiene sus manos sobre mis hombros y sonríe como si nada.
En seguida, mis ojos se clavan en los de Lucy, quien estoy segura de que comprende mi gesto de «¡Quítamelo de encima o lo mato!»
—¡Peter! —grita Lucy, agarrándole del brazo derecho—, por favor, recuérdame, ¿Qué es lo que estudias?, porque mi mente es un poquito olvidadiza —comenta entre risas.
—No soy estudiante, trabajo en sistema en una pequeña tienda en Plaza Venezuela —responde alejándose un poco de mí.
—¿Cómo un técnico?
—Algo así —dice antes de volver a clavar sus ojos sobre mí.
Ahora me siento bastante incómoda, siento que este pendejo me devora con la mirada y no tolero tanto descaro.
—¿Ustedes son pareja? —pregunto en un tono más alto del que pretendía.
—Sí, desde hace cinco años —responde Kim, con una gran sonrisa, mientras abraza el brazo de Peter.
«Y ¿me miras de forma tan lasciva, aun estando en frente de tu novia?, ¡Descarado!», pienso molesta.
Y pensar que hace menos de una hora, estaba considerando la posibilidad de buscar un novio. Es seguro que no todos los hombres son iguales, y que este individuo no es el mejor reflejo de su género, pero esto se siente como una señal divina, avisando que no es una buena idea, al menos por ahora.
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