La casa maldita (Terror)
1805
Augusto Paredes, llegó a San Ángel, hombre adinerado; enamorado del ambiente pueblerino y tranquilo, además de Claudia, la joven hija del alcalde, decidió quedarse.
Para su hogar, escogió un terreno pintoresco, a la salida del pueblo; le habían informado los burgueses, que la gente enterraba en ese lugar a sus muertos, sin lápidas ni inscripciones; Augusto aún con las advertencias construyó la majestuosa casa, con amplios jardines y ventanales, la casa 1028, le fue asignado como número, que más que una casa era una mansión opulenta; en ella se casó con su amada Claudia.
Meses después, sin explicación aparente, la felicidad se convirtió en suplicio, Augusto había perdido todo su dinero y la casa como su última posesión debía ser embargada, muchos decían que era obra del diablo y otros que era un castigo del cielo.
Días después la tragedia se hizo presente, Claudia yacía muerta en la cocina con su bebe no nato aún dentro de ella y Augusto, muerto en su estudio, con el arma aún en la mano...
1905
— Apresúrate Magdalena — susurraba Paco, mientras veía a Magdalena salir por la ventana de su casa.
— Lo hago lo más rápido que puedo — advirtió susurrando también Magdalena enfadada — no mires — indicó a Paco con un gesto para que cerrara los ojos, con dificultad giraba para disponerse a saltar, vigilando que Paco no la viera de reojo — ya está — cayó junto a Paco y este aún mantenía los ojos cerrados — que tonto eres — rió picara, lo tomó de la muñeca y ambos comenzaron a correr, escondiéndose en la oscuridad para no ser descubiertos.
Llegaron al lugar, una fiesta clandestina al aire libre en el bosque, alrededor de una enorme fogata; los jóvenes bailaban alegremente al son de la banda, ambos se unieron a la fiesta y comenzaron a bailar buscando con la mirada a sus amigos en la pequeña multitud.
— Paco — oyó a Marcelo y lo vio bailando abrazado a la cintura de Carolina.
— ¿Creí que no vendrías? — preguntó Paco.
— Bueno, aquí estoy ¿no? — respondió de descaradamente Marcelo.
— ¿Quieren ir para allá? — señaló Marcelo con la quijada — los chicos hicieron una fogata para jugar a los dados.
— Claro — mencionó emocionada Magdalena.
Se internaron un poco más en el bosque y una pequeña luz los guio hasta el lugar; todos se saludaron cortésmente, Magdalena pudo ver a María y a Juan, a pesar de que habían terminado el día anterior, estaban en la fiesta juntos, una relación complicada; y también estaban Sofia y Julio, él aun tenia los dados en la mano.
— ¿Quieren jugar? — preguntó Julio agitando los dados.
— Si — respondió entusiasmado Paco.
— Es un juego de niños — mencionó Marcelo — si de verdad quieren divertirse yo tengo una idea — sus palabras llamaron la atención de todos.
— ¿Qué e... e... es? — tartamudea Juan.
Marcelo propinó un leve golpe en la espalda de Juan y agregó:
— ¿Cuándo se quitara esa manía tuya? — Juan se encogió de hombros y Marcelo continuó — pues verán — dirigiéndose a todos — no estamos lejos de "La casa maldita", podríamos hacer una apuesta...
— ¿Qué dices? — interrumpe Paco.
— ¿Tienes miedo? — increpó Marcelo en un tono burlesco.
— No es buena idea — mencionó Magdalena preocupada.
— Pues este reto no es para mujeres — dice en un tono más serio Marcelo dirigiéndose a ellas.
— ¿De que se trata este reto tuyo? — preguntó intrigado Julio, aún agitando los dados, pero ahora con nerviosismo.
— Bueno... — Marcelo hace una pausa para crear un poco de suspenso — es muy simple, debemos entrar a esa casa y traer algo de allá, quien vuelva primero habrá ganado — sonríe desafiante.
— ¿Y qu.. que ga... ga... naremos? — tartamudeó nuevamente Juan.
— Pues el ganador, podrá pedirle lo que sea a los perdedores y estos no podrán negarse — observa fijamente a Magdalena — incluso a su chica — agregó con una descarada sonrisa en los labios que es borrada por el fuerte codazo que le propina Carolina — es broma — agrega mirando a Carolina con una sonrisa sumisa.
— Acepto — menciona Paco, disimulando el miedo que le provoca la idea, para evitar que lo consideren un "gallina", inmediatamente Magdalena lo sujeta del brazo intentando llamar su atención, pero este se zafa bruscamente haciéndole saber que está decidido.
Julio y Juan viendo la escena, observan a sus chicas, María con los brazos cruzados le indica a Juan que está molesta, pero aún así él accede; y Sofia tiene la mirada asustada, le hace una señal de negación con la cabeza a Julio, pero este la ignora y también acepta.
Hecho el pacto y habiendo aceptado todos, cada uno se despide de su chica con un tierno beso; antes de partir, Marcelo observa a las chicas y anuncia:
— Ustedes dirán quien llego primero y si trae el objeto —tres chicas asienten resignadas con la cabeza, pero María se retira furiosa con dirección a la fiesta.
Marcelo ríe porque esta actitud es habitual en ella, Juan esta preocupado pero disimula; dicho eso los chicos caminan con dirección a la casa abandonada.
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Las verjas cubiertas de enredaderas evitan observar el interior y la poca luz de luna que ilumina, hace que la casa tenga un aspecto tétrico, un pequeño rechinido se hace presente en cuanto Marcelo abre la reja principal, todos observan de un lado a otro, para evitar ser descubiertos, comienzan a caminar y cuando están a punto de entrar, Juan se pronuncia:
— Yo mmm... e... vo.... y — patinan sus palabras ante el miedo.
— Pues vete nadie quiere un tartamudo aquí — contesta Marcelo en un tono hiriente y Juan se retira rápidamente.
Los tres entran dejando la puerta entreabierta para salir a prisa; cada uno escudriña en el descuidado vestíbulo para tomar cualquier cosa y salir lo más pronto de allí, pero una brisa cierra la puerta con un fuerte golpe que sobresalta a los muchachos.
— ¿Qué ha sido eso? — pregunta Julio susurrando.
— Solo ha sido la puerta — señala Marcelo.
Juan coge un candelabro y cuando se dispone a abrir la puerta, una voz grave y macabra invade la habitación.
— ¿Qué hacen aquí? — Juan al oírla, intenta con desesperación, abrir la puerta, pero esta no cede, dejándolos encerrados con el espectro.
— ¿Quién eres? — pregunta Marcelo de manera seria y con voz fuerte, tratando de esconder el miedo ante la oscuridad.
— Soy el dueño de esta casa y no me gusta recibir invitados — continua vociferando la voz en un tono brusco y autoritario.
El ambiente se torna más frio y todos los muchachos se acurrucan en una esquina juntos, Marcelo invadido por el miedo solo alcanza a murmurar con los ojos cerrados:
— Tu no eres real — aquel pronunciamiento enfada aún más al espectro y este posee el cuerpo de su amigo Julio, obligándolo a moverse hacia la cocina, por más que los muchachos gritan su nombre, él no voltea, sigue caminando; asustados lo siguen midiendo lentamente sus pasos.
La cocina es aún peor que el vestíbulo, un penetrante olor a óxido esta presente en toda la habitación; Julio toma un cuchillo y ante la mirada de sus amigos, se corta la yugular, ambos gritan con horror, mientras Julio cae al suelo ahogándose en su propia sangre; la voz nuevamente se hace presente mofándose de ellos:
— ¿No soy real? — una horripilante risa retumba en la cocina, Marcelo y Juan corren con dirección a la puerta, pero sus intentos por escapar son vanos — ustedes son los visitantes más descorteses que he tenido que soportar — continua la voz — así es que yo también seré descortés — una pequeña pausa, agita las respiraciones de Marcelo y Juan — usualmente le concedo un deseo a quien ose venir y les doy un tiempo prudente antes de cobrarles el precio, pero con ustedes será diferente, quiero un alma y al que quede en pie lo dejare irse.
Marcelo con el miedo a flor de piel, se abalanza sobre su amigo, mientras el espectro se deleita con el espectáculo, Juan intenta golpearlo con él candelabro que llevaba en la mano, pero la fuerza de Marcelo es superior y de un solo golpe lo tira al suelo, Juan deja caer el candelabro y Marcelo lo coge con desesperación; la brutalidad se apodera de él y comienza a estampar el candelabro contra la cara de su amigo, la sangre salpica por todo el lugar y los gritos de Marcelo son lo único que resuena en la casa.
Marcelo se detiene y se da cuenta de lo que ha hecho, tira el candelabro chorreante, su ropa bañada por completo en sangre lo delata y la voz le informa:
— Eres libre tonto humano, ahora vete a ver si ha valido la pena — la puerta se abre y Marcelo sale a trompillones del lugar.
Marcelo intenta acallar la culpa que se desencadena entre sus pensamientos y decide que regresar no sería una opción. Quema sus ensangrentadas ropas y se dispone a huir caminando sin rumbo fijo en dirección contraria a la de su llegada mientras los leves rayos solares comienzan a iluminar el nuevo día...
Palabras: 1566
Posdata: Historia para el concurso "Halloween Contest" de BriocheAwards
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