Estás nominada para los premios Wattys, es evidente que alguien se equivocó, pero agradecés su ineptitud.

El día indicado llegás al centro de convenciones con una sonrisa deslumbrante, pero queda sin efecto ante la multitud congregada en la puerta protestando. Son los malos perdedores anaranjados de siempre. Te olvidás de la poca femineidad que te queda y los ahuyentás con un palo al grito de "Juira bichos resentidos, aprendan la diferencia entre haber y a ver. Y para que sepan haver no existe, manga de analfabetos del subdesarrollo" Todos los haberes sonaron iguales, lo sabés, pero no te importa, nadie va a arruinar tu momento de gloria, nadie.

Una vez recuperada la compostura, entrás al predio con la frente bien alta, un instante de furia lo tiene cualquiera.

Te reciben con un poco de miedo, bocaditos y bebidas alcohólicas. ¡Qué nivel! El champagne es tu debilidad y como tus probabilidades de ganar son casi nulas, decidís copetearte un poco.

Cuando llega el turno de los premios de humor ya estás un poco mareada, para ser franca.

Un embajador anuncia tu nombre y ni vos misma te lo creés. ¿Es verdad esto? Parece que sí, sos una de las ganadoras, la ineptitud de esta gente no tiene fin.

Te ponés en marcha y advertís que tus escasas habilidades motrices se vieron afectadas por el alcohol y en medio de tu triunfal camino hacia el éxito tropezás y caés de cara contra la alfombra. Te incorporás como podés, y te parás frente al público con el cabello revoloteado y un hilo de sangre que cae por tu frente.

Quedás muda. Se te olvida por completo el discurso ensayado como treinta veces frente al espejo. Lo único que se te ocurre decir en medio de una posible contusión cerebral es "quiero agradecer a mis padres que me obligaron a ir a la escuela. También a mi hermana que me golpeó con su libro El secreto de las pirámides. En la pelea me apoderé de él, iniciando mi carrera de lectora compulsiva". Luego balbuceás algo poco claro sobre tu marido y tu hijo y cómo hacen tu mundo maravilloso y hacés una pausa. En tu nebulosa mental sabés que te estás olvidando de mucha gente. De pronto la ves a uutopicaa abrazada a su premio como náufrago a su tabla de salvación y seguís hablando. "También quiero agradecer a Nathalia porque me enseñó que no debo abusar de los adverbios terminados en mente".

Ante la evidente falta de criterio en tu discurso, intentan retirarte a la fuerza del atril. Tarde. Los guardias no pueden evitar que grites a viva voz "muerte a los menteeeee".

Al otro día no te acordás casi nada, pero el videito que te manda Soy_Solanshh no deja lugar a dudas, el golpe y las copas de champagne no te hicieron nada bien. Sonreís y sos feliz igual porque nada va a opacar tu momento de gloria, ni siquiera que tu ridiculez se haya viralizado en las redes.