Ella está conectada
Todo empezó con una publicación en Facebook. Una chica amante de los filtros había roto el hielo con un saludo particular. Esa fue la chispa que acortó el trecho hacia una linda amistad.
No sé qué habría pasado si no hubiera abierto ese mensaje, que traía mucho misterio consigo. Tal vez no estaría sonriendo ahora. Aquella princesa amenizaba un corazón triste.
Hablamos de casi todo y la hora nos castigaba. Aurelia respondía casi al instante. Había conexión entre los dos y cuando eso sucede los temas de conversación nunca se agotan.
Sus emoticonos me provocaban regocijo. No podía estar sin hablar con ella. Cuando estábamos un día sin conversar, ella me extrañaba y yo la extrañaba aún más.
Cuando ella me confesó sus sentimientos hacia mí fue un día festivo para mi corazón. El amor estaba delante de mis ojos y tardé un poco en darme cuenta. Yo también me sentí atraído por ella. Pero sus papás no sabían nada.
Sabíamos tanto el uno del otro que no había cabida para los secretos. En el chat era menos alto que en persona. Solo éramos novios por internet. Conocernos era improbable.
De repente ella ya no respondía rápido. Se sentía distante y reservada.
Le resté importancia hasta que un día ya no respondió más. Ella ya no se conectó.
Una tarde me invitaron a salir, aunque me negué, pero luego acepté.
Esa noche de juerga, caminé con un amigo hacia una mesa y alguien me pisó el calzado. Era una chica bajita y tenía pecas en las mejillas. Ella sonrió con timidez.
Me disculpé y la invité a sentarse, pero la poca confianza congelaba mis palabras. Todo el peso de la conversación caía sobre mí. Pero la chica tenía ese aire a Aurelia.
—¿Viniste con tu novio? —pregunté agitado.
—No, me trajo una amiga. Tuve que pedirle permiso a mis papás ja, ja.
Sonreí nervioso.
—¿Y tú tienes novia?
—No, no tengo... ¿Por qué lo preguntas?
—Por nada.
Al poco rato, vinieron los demás a unirse al jolgorio, pero en la mesa no había un ápice. Todos se sentaron, pero alguien se levantó. Era la chica que acababa de conocer; no había oído su despedida.
«¡Aurelia!».
Salí de la fiesta y fui a buscarla en la calle. Crucé al frente porque un hombre me dijo que la había visto. Llegué a una esquina y no encontré a nadie. Miré a todas partes y solo hallé risas y murmullos. Había mucho júbilo en una noche amarga para el amor.
A la mañana siguiente, me conecté sin querer al chat y vi a Aurelia conectada. Estaba en línea, pero no me hablaba.
Le saludé y ella me respondió una hora después con un mensaje que decía: «Solo quería decirte que ya no podemos seguir hablando, tengo que borrarte. Lo siento, David. Bye».
Ya no quiso hablar conmigo, pero sospechaba la razón.
Aurelia me hizo sentir especial y un solo mensaje de ella alegraba mi corazón.
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