El regreso
Año 2061.
El abuelo observó el rostro ilusionado de su nieto mientras miraba por la ventana y sonrió.
—Te contaré una historia, Rubén —dijo. El nieto le miró emocionado. Las historias de su abuelo podían ser excitantes, inquietantes a veces y siempre divertidas, pero sobre todo eran reales. Muy reales —. Sucedió cuando yo tenía aproximadamente tu edad, unos cinco años y por aquel entonces el mundo era muy distinto de como es ahora. Yo también era distinto a como tú eres en este momento. Eran otros tiempos.
»Recuerdo que vivía con mis padres en un pequeño pueblecito de montaña, en la parte sombría de un valle, desde donde se abarcaba una gran extensión de cielo. Te cuento este detalle, porque ese cielo tuvo para mí una gran importancia.
»Uno de los regalos que mis padres me hicieron al cumplir los cinco años, fue un pequeño telescopio. Era un aparato brillante y cautivador y muy sofisticado. Con él podían llegar a observarse los cráteres de la Luna e incluso los anillos de Saturno, sin embargo fue mi abuelo Jonás, quien me hizo descubrir lo que iba a convertirse en mi verdadera obsesión: El cometa Halley.
—¿El cometa Halley? —Preguntó Rubén, saboreando ese nombre que tantas expectativas despertaba en él.
—Sí. Como ya sabes, el cometa Halley es una bola de polvo, gases y hielo que hace un viaje muy largo por nuestro sistema solar, hasta lo que llamamos la nube de Oort, donde hay miles de millones de cometas más y que está muy, muy lejos. Nuestro cometa tarda aproximadamente setenta y seis años en regresar y nunca ha faltado a su cita.
El nieto volvió a mirar por la ventana y observó aquel punto brillante en el firmamento de un color blanco lechoso.
—Cuando tenía tu edad, pude verlo a través de aquel telescopio y también por las imágenes que mostraron en la televisión. Fue en el año 1986 y la humanidad esperaba su llegada con verdadera impaciencia, pues iba a ser la primera vez que saldríamos a su encuentro con varias naves espaciales diseñadas para extraer de él toda la información posible. Aprendimos muchas cosas sobre el cometa Halley en aquella ocasión: Su composición, su forma (se parece a un cacahuete, ¿lo sabías?) y además, también fue la primera vez que pudimos observar su superficie, donde existen varios cráteres, uno de ellos de incluso un kilometro de diámetro.
El nieto escuchaba a su abuelo embelesado. Toda la pasión del anciano por el universo, por los astros y planetas se la había inculcado desde que le vio nacer. El nieto disfrutaba con sus historias casi tanto como el abuelo disfrutaba contándolas.
—Fue tan maravillosa aquella aparición que dediqué mi vida a estudiar los misterios del cosmos —continuó el abuelo —. Como ya sabes, estudié mucho para llegar a ser astrónomo. También aprendí ingeniería y pude construir mis propias naves espaciales, pensando únicamente en el regreso de aquel cuerpo celeste y sabiendo que disponía de mucho tiempo para hacer mi sueño realidad... Ahora está regresando otra vez de su viaje por los confines del Sistema Solar, saludando a su paso a los grandes planetas gaseosos: Júpiter, Saturno. Visitando brevemente a Marte, el planeta rojo, donde las personas que allí viven han podido verlo en todo su esplendor y llegando por fin a donde nosotros nos encontramos, Rubén.
Rubén se revolvió excitado en su asiento. La forma que tenía su abuelo de contar esas historias era tan maravillosa que le habría gustado mucho poder estar junto a él.
—Es una pena que no estes aquí abuelo —dijo.
—No estoy contigo físicamente, pero lo estoy a través de tus pensamientos. Sabes que nunca dejaré de estar junto a ti, si eso es lo que quieres. Toda mi memoria está almacenada en ese dispositivo que tu padre fabricó para ti. Con él puedo volver a existir.
—También es una pena que no consiguieras vivir para ver el regreso del cometa Halley.
—Setenta y seis años son muchos para un ser humano, Rubén. Pueden ocurrir muchas cosas a lo largo de toda una vida. Hay enfermedades y accidentes. Pero gracias a la tecnología, ahora puedo estar hablando contigo y preparándote para el gran encuentro. ¿Estás preparado?
—Sí, abuelo.
—¿Recuerdas cómo hacerlo?
—¡Claro! Tengo cinco años, ya no soy un niño.
—No, no lo eres. Tampoco lo has sido nunca. Cinco años es toda una vida para un clon como tú.
—Un clon idéntico a ti, abuelo. Y eso es lo que más me gusta.
—Y a mí... Es hora de ir desacelerando.
Rubén se concentró en la operación y a través de su pensamiento ordenó a la nave ir reduciendo su velocidad. La nave, diseñada por el abuelo, respondía con presteza a las órdenes de su piloto.
—Está vez tendremos un lugar de honor para poder ver el cometa Halley —dijo el abuelo.
—¿Crees que podremos posarnos en él?
—Claro que sí. Diseñé esa nave expresamente para ello. No debería ser un problema. También podremos dar un paseo por la superficie del cometa. Tú y yo. Abuelo y nieto de la mano, descubriendo juntos las maravillas del universo. ¿Qué te parece?
—Me parece que es lo más maravilloso del mundo.
—Y a mí —respondió el abuelo —. De niño soñé con hacer exactamente esto mismo y ahora va a hacerse realidad. Como te he dicho hace un momento, ahora el mundo es muy distinto al de antes. Ni siquiera la muerte puede detenernos. Todo lo que soñemos puede llegar a hacerse realidad.
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