La Cenicienta - Ganadora/Erase Una Segunda Vez/ -
***Ganadora del concurso Erase Una Segunda Vez del perfil oficial de ClasicosES
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Cenicienta, la llamaban, pues estaba cubierta hasta los codos de mí. Era una muchacha muy solitaria que se pasaba de claro en claro limpiando su hogar. ¿La razón? Sus hermanas y su madrastra la detestaban y no veían mayor burla que obligarla a realizar las tareas domésticas.
Un día, frente a a la tumba de su madre, plantó la rama de un árbol que le había regalado su padre y lloró a cántaros sobre ella. Lo que no sabía, era que al hacerlo también me desparramaba a mí. Y en conjunto con sus tiernas lágrimas, se me ocurrió una brillante idea para ayudarla. Iba a abonar la tierra para enriquecerla de nutrientes.
Pronto, la rama no tardó en crecer y convertirse en un hermoso árbol al cual la Cenicienta visitaba unas tres veces al día. En él, notó que un pequeño pajarillo solía posarse, mágico dirían, ya que le cumplía todo deseo que tuviera.
Celebró por entonces el rey unas grandes fiestas, que iban a tomar lugar durante tres días, e invitó a todas las jóvenes para encontrar a quien sería la esposa ideal para su hijo. Era indiscutible, la madre y las hermanas no querían que la cenicienta asistiese, por lo que le demandaron tareas muy complejas para su pobre par de manos. Si habremos reposado sobre su rostro aquel día. Aún así, para su suerte, los pajarillos siempre llegaban a ayudarla cuando todo indicaba que no iba a tener un final feliz.
Al final del día, cuando las hermanas se hubieron marchado, los pajarillos le consedieron un último deseo, y me encantaría contarles qué, pero allí es cuando desaparezco y vuelvo a tomar forma la mañana siguiente. Lo único que puedo mencionarles, es que su rostro de felicidad y amor puro no se lo podían quitar con reprimenda ni maltrato alguno.
Los días pasaron, y al tercero nos encontrabamos junto a ella, cuando sin previo aviso el mismísimo príncipe se presentó frente a su padre y exigió verla. Las dos de sus hermanas cabizbajo y sujetando sus pies con recelo.
El príncipe se inclinó y colocó el diminuto zapatito sobre los delicados pies de la Cenicienta, y con eso probó, por lo que todos decían, que ella era con quien había estado bailando durante todas las noches. Sería su esposa.
Y cuando finalmente se subió a un hermoso carruaje entendimos que nuestro momento había terminado. Era hora de separarnos de ella para siempre, y volar con la brisa, a quien sabe que lugar.
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