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ADIÓS, AMIGA.
Relato para fase 1 de Premios Creatividad 2017.
Canción: Perdón- Camila.
—Tienes que presionar el clutch cada vez que haces un cambio...
El carro nos agitó violentamente y después se apagó. Escuché un suspiro desesperado de su parte antes de que se volviera loco y comenzara a golpear la guantera con enojo.
—Se acabó Mess, no tienes la inteligencia, no tienes la madurez...
Escuché las risas alegres de un grupo de amigos acercarse. "No, esto no puede pasarme a mí..." Empecé a hundirme discretamente en el asiento.
—Mess, ¿estás escuchándome?
Los reproches altos de mi papá llamaron la atención de los tres jóvenes que pasaban delante del carrito. Los dos hombres comenzaron a reírse sin mirarme, aunque sabía de sobra que se burlaban de mí. Mis ojos se encontraron con los de la chica que iba en medio de ellos, esperé su risa, pero nunca apareció, en su lugar mostró una sonrisa de entendimiento.
Cuando pasaron la calle me di cuenta que mi padre seguía regañándome a los cuatro vientos. Abrió su puerta y salió para caminar hacia mi lado, entonces abrió mi puerta e intentó jalarme del asiento sin esperar a que desabrochara mi cinturón.
Estuve forcejeando con él para que me dejara quitar el seguro, ya había perdido toda mi dignidad cuando la escuela completa escuchó lo desesperado que estaba mi padre porque llevaba tres semanas intentando lograr hacer los cambios.
Se rindió por fin, pateando un neumático por la rabia que le daba mi impertinencia.
—A ver cómo te regresas a la casa—cuando se dio la vuelta para marcharse, me di cuenta que los tres amigos seguían esperando en la esquina, seguramente esperaban el camión escolar—, ella es Mess, lleva tres semanas intentando prender el carro...
—Papá...
Presioné con fuerza el asiento cuando escuché que los dos muchachos comenzaban a reírse sin poder contenerse, traté de evitar las lágrimas, "soy un fracaso". Cuando sentí una gota resbalar por mi mejilla solté un suspiro doloroso, ¿qué caso tenía ya?
Salté del asiento cuando escuché que tocaban suavemente mi ventana. Volteé instintivamente sin asegurarme primero de secar las lágrimas que empezaban a correr mi maquillaje.
—Hola, amiga.
La chica pelirroja se había acercado hacia mi carro y me observaba desde afuera con una sonrisa carismática. Las pecas esparcidas en su rostro le daban una imagen fresca y aniñada, pero yo la conocía bastante bien, la había visto unas cuántas veces en la hora del almuerzo, su generación sería la siguiente en graduarse.
Rápidamente sequé mis ojos con las manos, pero cuando me vi de reojo en el retrovisor me di cuenta que sólo lo había empeorado.
—¿Para dónde vas?, ¿crees que podrías darme un aventón?
La miré inquisitivamente. Ella río, aunque no pude escucharla porque mi vidrio seguía arriba.
—No lo hago de mala fe, de verdad—señaló hacia su corazón con el puño cerrado. Como seguía observándola sin hacer nada, se inclinó un poco sobre el auto y exhaló sobre el vidrio para después trazar una carita feliz.
No pude evitar sonreír. Entonces se me cruzó una idea por la mente.
Desabroché mi cinturón y abrí la puerta con rapidez. La chica apenas pudo esquivar la puerta mientras reía extrañada sin entender qué sucedía. Caminé hacia el asiento del copiloto sin atreverme a mirar si sus amigos seguían observándome.
Cuando me metí de nuevo en el auto, la joven asomó su cabeza hacia el interior, mirándome con curiosidad.
—¿Debo tomar eso como un sí?
—Por favor, siéntate—le dí golpes suaves al asiento mientras me colocaba el cinturón de seguridad.
Dudó por unos momentos, pero al final se sentó y cerró la puerta con delicadeza. Tomó las llaves todavía puestas, me miró y asentí en aprobación. Cuando lo encendió, trató de hacerse lo más atrás que el asiento permitía y luego me señaló hacia los pedales.
—Presionas el clutch con cada cambio que haces—se abrochó el seguro, maniobró la palanca de cambios y el carro comenzó a andar—, en realidad sólo es cuestión de acostumbrarse—la comisura de su boca se curvó en una sonrisa amigable mientras movía el espejo retrovisor hacia arriba-, eres un poco baja de estatura, ¿cierto?
Sus ojos azulados se encontraron con los míos por un momento. Asentí y luego desvíe la mirada.
—Tus padres deben estar muy orgullosos.
—¿De que maneje?—río alegremente, sentí un escalofrío recorrerme el cuerpo—, si les preguntaras a mis padres cómo manejo te dirían que soy un asco en el volante. Literalmente, le pusieron una etiqueta a mi carro en la parte trasera... "Attention, Idiote à bord".
Reí un poco y ella sonrió.
—¿Eres francesa?
—Algo... supongo que soy una mezcla de todo. Mira, sé que los padres pueden ser...
—Lo sé.
Me miró de reojo seria, pero después sonrío mostrando su dentadura perfecta y blanca. Estacionó el carro frente a mi casa y sentí un calor abrumador en el cuerpo, tenté mi celular con manos temblantes tratando de observarla en todo momento de reojo.
—Mon Dieu —comenzó a reírse y se apoyó en mi hombro—, soy tu vecina. Somos los de aquella casa lastimosamente blanca y aburrida—señaló su vivienda mientras se desabrochaba el cinturón.
Claro, vecinas. Debía haberlo sabido, pero yo y mi familia eramos los típicos vecinos inadaptados y anti-sociales. Le huíamos a todo aquel que intentara acercarse.
—Sólo tengo un poco de frío, es todo-sonreí un poco apenada.
Se acercó a mí y susurró suavemente en mi oído.
—Claro, haré como que te creo.
Sonrió y salió del auto. ¿Qué estaba haciendo?, tenía la oportunidad de acercarme a ella y conseguir acercarme también a su extremadamente guapo amigo del alma —que por cierto se había reído de mí y quebrado mis sentimientos—.
Quité mi cinturón y salí del carro, pero antes de que pudiera hablar, ella me interrumpió.
—¿Harás algo hoy por la noche?—traté de pensar qué significaba eso, qué podía contestar—, mis papás harán una cena, no seremos mexicanos, pero vaya que amamos sus comidas y salsas...
Sonreí.
—¿Eso es un sí?, detesto tratar de adivinar tus respuestas, mon amie.
Y fue así como comenzó nuestra amistad. Quién diría que el peor día de mi vida traería en una cajita feliz a una persona tan especial. Perdí la cuenta de cuántas pijamadas hicimos juntas, cuántas risas incontrolables nos provocamos la una a la otra, cuántas veces trató de enseñarme el arte de manejar—antes de darse por vencida como mi padre—.
Cuando sus padres optaron por devolverle el carro, íbamos por helados antes de llegar a casa, aunque eso cambió cuando decidieron quitárselo de nuevo. Shena no había mentido sobre su forma de manejar, muchas veces me pregunté cómo no me di cuenta cuando manejó mi carro la primera vez, tal vez estaba tan centrada en mí que lo había pasado por alto; esa etiqueta no le hacía suficiente justicia.
Entonces de nuevo estábamos las dos sin auto, el autobús escolar era una opción buena, en realidad, era lo adecuado. Pero preferíamos caminar, todos los días se convertían en una aventura nueva, siempre veíamos algo nuevo.
Pero sobre todas las cosas que hacía con ella, prefería el almuerzo. Nos sentábamos en una mesa cerca de una fuente, era el único momento que compartía con sus amigos.
Ambos eran graciosos y atractivos. Trataban a Shena como si fuese su mejor amigo, no les importaba si era mujer, simplemente tenían una amistad sincera con ella... pero hasta kilómetros de distancia se notaba que no sólo veían en Shena una simple amistad.
Cuando Shena comenzó a hacer su servicio social enseñando francés a los alumnos menos destacados en el idioma, empecé a acercarme más a Carter y a Wes. Al principio era incómodo el silencio que nos rodeaba, pero poco a poco convivimos más y más.
Llegamos a salir los tres al cine, jamás me había sentido tan viva—exceptuando la primera vez que conocí a Shena—.
Sin darme cuenta excluí a Carter de las salidas una que otra vez, sentí que algo más que una amistad comenzaba a florecer entre Wes y yo. Nos mandábamos mensajes más seguido, y llegábamos incluso a juntarnos aislados durante el almuerzo...
Aunque todo dio un giro cuando Shena acabó sus asesorías y regresó. Volví a ver a Carter después de semanas sin contactarlo; y Wes, bueno, él volvió con más ánimos a pretender disimuladamente a Shena.
Me sentí herida, traicionada. Pero era yo en realidad la que había entrado a sus vidas.
Tenía que pensar en una manera de deshacerme de Shena. Me rehúse a salir con ella inventando excusas, no podía verla, ¿a caso tenía que volver y arruinar todo en lo que había trabajado?
Se acercaba el baile de graduación, tenía que mover rápido mis piezas porque pronto todos se irían lejos para estudiar la universidad.
Opté entonces por volver a salir con todos. Pronto comencé a encontrar alguna señales, había conseguido que alguien del grupo se enganchara conmigo, pero no era la persona que yo esperaba, no era Wes.
Sus ojos azulados me seguían a cualquier parte a la que fuera, y su sonrisa perfecta siempre me recibía. Tal vez... no, mis padres me matarían.
Pero no podía sólo rechazarla, sin ella no había Wes.
Volví a salir con ella todos los días, adoraba su compañía, de verdad que lo hacía, pero simplemente no era una opción para mí, no podía ni imaginar lo que mi familia diría, mis abuelos eran unos fanáticos de la religión.
Le coqueteaba aparentando no darme cuenta, me agradaba en cierto modo ser pretendida, siempre había estado sola, y atención era lo único que necesitaba.
La noche antes de nuestro baile de graduación se comportó muy extraña, no paraba de repetir que tenía que encontrar coraje para algo que planeaba hacer en la fiesta.
Entonces llegó, nuestra última noche juntos, después se irían a un viaje de fin de curso y luego estarían bastante ocupados con sus mudanzas que no habría tiempo para que se acordaran de mí.
Nunca olvidaré aquella noche...
—¿Disfrutando la noche?
—Siempre que esté contigo—le sonreí mientras le acomodaba un mechón pelirrojo detrás de la oreja. Se ruborizó un poco y luego intentó decirme algo, pero la música estaba demasiado fuerte como para que pudiera escucharla bien—, tengo que ir al baño, luego te veo.
Caminó detrás de mí pero la detuve. Le susurré que quería ir sola, y que después la buscaría. Señaló con su dedo índice el piso, indicándome que no se movería, y que podía encontrarla ahí. Asentí y seguí caminando, aunque no hacia el tocador.
Cuando vi a Wes vestido en traje oscuro, no pude ocultar mi éxtasis. Llegué hacia la mesa donde estaba sentado y tomé el asiento que estaba a su lado.
—¿Sabes dónde está Shena?
—No. Pero tengo una idea de dónde podría estar—me acerqué más hacia él, mirándolo directamente hacia sus ojos marrones.
—En realidad, podría encontrarla yo mismo...
—En realidad, no creo que quisieras hacerlo —noté que sus ojos ya no me observaban a mí, pero no le tomé mucha importancia—, conoces a Shena, no es la típica que se anda en relaciones, dudo incluso que esté interesada en hombres...
—Mess, deberías...
—No, en serio, se ha comportado muy rara conmigo, pero siempre le he dicho que estoy interesada en ti. Pero nunca ha querido escuchar porque es...
—Una maldita lesbiana—escucho una voz quebrada a mi espalda, y por alguna razón siento cómo se rompe algo dentro de mí.
...
Ni juntando todo el coraje que había dentro de mí conseguí voltear. Me quedé estática, estática mientras Wes se levantaba de la mesa y se alejaba, estática mientras escuchaba un sollozo abandonar sus labios.
Me quedé toda la fiesta sentada sola en aquella mesa, sin el valor de levantarme y buscar a mis amigos... a los amigos de Shena que ahora me odiaban porque ella lo hacía.
Pasaron las semanas, y no contestó ninguna llamada, no me dejó contactarla de ninguna manera.
Me odiaba, ¿qué clase de amiga había sido?, ¿qué clase de mujer había sido?
A veces me imaginaba mi vida si no me hubiera importado lo que diría mi familia de mí si... no, tal vez nunca fue una opción, ¿o sí?
Llegó el camión que transportaría a los recién egresados a su nueva universidad, era tal vez la última vez que vería Wes, o a Carter. Sería la última vez que vería a Shena.
Salí de mi casa corriendo a las 3 de la mañana, activando la alarma de seguridad al abrir la puerta.
Shena ya había subido al camión, estaban subiendo sus maletas antes de seguir con el camino. Me armé de valor y tomé el bote de basura que estaba afuera de mi casa, corrí hacia la ventana que daba a su asiento, y me subí a su altura con ayuda del bote.
Sus ojos azules me observaron inexpresivos. Exhalé sobre su ventana y dibujé con dedos temblantes una carita feliz. Su expresión seria me cortó el corazón. El chófer encendió el motor del camión y Shena se acercó más a la ventana.
Sonreí señalando mi corazón con el puño derecho y poniendo la mano izquierda sobre el cristal, pero mal interpreté su intención. Exhaló sobre su lado de la ventana y con un trazo lento dibujó una línea curva hacia abajo donde se encontraba la sonrisa.
—¡Shena!—mi voz se cortó y sentí las lágrimas correr sin parar.
Susurró algo entre dientes, intentando retener sus lágrimas.
—Adiós, amiga.
Esa fue la última vez que vi a Shena, la última vez que pude sentir algo por alguien.
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