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EL ESCRITOR.
Las teclas de la máquina de escribir no dejaban de resonar, cualquiera podía jurar que el viejo señor Johnson no tenía problemas para escribir.
Día tras día se escuchaba el tecleo rápido y nervioso del anciano, "para el invierno tendrá el libro", decían los vecinos, "tendrá la saga", exclamaban riendo otros.
En el centro no dejaba de murmurarse de aquello, "el escritor" le decían. Todas las librerías tenían al menos un anuncio de que pronto llegaría el libro más esperado de la década, el libro —quizá saga— del escritor Johnson, aquel que tardaba años en escribirse.
Habían olvidado el rostro de su amigo. "Es moreno, y tiene una barba prominente, como todo buen escritor respetable", se rumoreaba en algunos callejones; "es caucásico y calvo, como los monjes con una gran sabiduría".
Pero boca con boca cambiaban los detalles, ¿es moreno y de ascendencia mexicana?, ¿es caucásico y japonés?, ¿se acerca a los ochenta?, camina con porte, no, anda en silla de ruedas... Pronto, incluso, comenzó a dudarse si en realidad era la vieja señora Johnson.
Llegó el invierno, desatando una espantosa tormenta de nieve, y para ese entonces todavía no se sabía noticia del gran libro. "La tormenta de nieve impide a la señora Johnson salir del departamento, pero para la primavera ya lo tendremos en nuestras manos", los vendedores no perdían nunca la esperanza, siempre había un lugar en sus estanterías reservado para el trabajo de Johnson.
Le siguió por fin la primavera. Y de pronto se escuchaba el tecleo también durante la noche. "La goteras han aumentado desde que terminó el invierno, incluso de noche tenemos que poner las cubetas. Seguro por eso el viejo Johnson no puede dormir y sigue escribiendo", los vecinos rumoreaban frente a la puerta de su vecino.
Comenzó entonces el verano. Aparentaba ser la estación favorita de Johnson, pues eran los días donde se escuchaban más fuertes los tecleos de su vieja máquina.
A pesar de que la ciudad estaba sumergida la mayor parte del tiempo en charcos, los lugareños no perdían la esperanza, seguían esperando ansiosos el trabajo del escritor. Las librerías promocionaban más que nunca la saga desconocida, afirmando que habían tenido una entrevista exclusiva con el mismísimo escritor en persona, informándose de cada detalle, según parecía, publicaría todos los libros de la saga al mismo tiempo para no dejar al espectador impaciente, y sería más pronto de lo que creían.
El pueblo entero se conmocionó con la noticia, algunas librerías vendieron algunos ejemplares por adelantado.
Pasó el tiempo y no llegaban los libros, pero los esperaban con paciencia. Pronto regresó el verano, con más tormentas que nunca. El techo de los departamentos casi caía sobre las cabezas de sus habitantes. Fue entonces cuando decidieron arreglarlo, y al hacerlo, se dieron cuenta por primera vez de una manguera siempre chorreante sobre el departamento del escritor.
"Con razón nunca duerme el pobre Johnson". Pero cuando llamaron a la puerta, y entraron al no obtener ninguna respuesta, se quedaron atónitos por la sorpresa.
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