16.
Cuando se fue Jesús, Silvia no pudo resistirse a preguntarme, creo que el gen de Guille, ese de desconfiar de su madre por todo, domina su cerebro.
—Lo que no entiendo es por qué Jesús ha venido a ver a mi madre —dijo demasiado curiosa.
Y aunque no me correspondiese a mí darle explicaciones —esas ya se las dará su madre cuando pueda—, me hice la tonta, y lo haría mil veces por Tamara.
—Creo que se conocieron en la cena de Halloween, y Raquel le ha dicho lo que le ha pasado.
—¿Y Raquel cuenta intimidades de mis padres?
La madre que la parió —pensé—, Luego dicen que los ninis son una generación perdida, ¡pues no será por Silvia, que piensa demasido!
—Ay, yo que sé, mujer. Raquel está pasando el fin de semana con Diego, ya podrás imaginar lo estúpida que se ha vuelto.
—Diego me caía bien. Me gustaría que volviesen juntos.
—Diego te daba cincuenta euros cada vez que te veía —le recordé yo llevando su atención hacia otra cosa.
—También, y mi madrina me hace trabajar a cambio —dijo ya riendo del todo y olvidando que vio a Jesús entrar a la habitación de su madre.
Pero eso no es lo que me tiene sin dormir a las tres de la mañana que son, eso tendrá despierta a Tamara, yo miro los mensajes de Rodrigo.
Ver a Fabio dormir a mi lado, en vez de tranquilizarme esta vez por saberlo a salvo de su trabajo y hacerme descansar, me provocó nuevas dudas. ¿Por qué realmente se ha tomado esos días de descanso ahora que tan bien le iba en su nuevo puesto?, ¿no se fía de que pueda hacerlo bien con Mateo?
Y solo había una persona capaz de darle a mis noches de insomnio un poco de paz.
Fueron dos días sin hablar con él y me arriesgué a ver sus últimos mensajes. Rodrigo había tratado de ponerse en contacto conmigo, pero yo, estúpida de mí, no le contesté ninguno de sus mensajes debido a los recientes acontecimientos de Tamara, a mi nuevo rol de familia numerosa o a que Fabio no se despegaba de mí.
Ayer:
➡️¿Unos días libres?, ¿en serio?
➡️Deberías hablar con Fabio.
➡️Sin mentiras.
➡️Si te miente en eso, es posible que lo haga en otros aspectos.
➡️Piénsalo, no es tan absurdo.
➡️Nunca antes faltó a su trabajo.
➡️Hoy te he llamado de nuevo, morena. Supongo que ya puedes dormir y no necesitas mi conversación.
➡️Es una pena que ahora yo no pueda hacerlo sin oír antes tu voz.
Hoy:
➡️Oí un SÍ, Alicia, no puedes negarlo, podemos ir viendo cuándo quedar, ¿te parece?
➡️Será solo una cena.
➡️¿Te gusta el sushi?
➡️Yo lo prefiero a la pasta.
➡️Vale, lo entiendo, ahora Fabio está en casa con "días libres" y prefieres estar con él.
Me gusta el sushi, Rodrigo, lo prefiero a la pasta también➡️
Y hoy he vuelto a sentir que no podré dormir, ¿me ayudas? ➡️
Háblame de esos días “no tan libres” de Fabio➡️
Y aquí estoy, Rodrigo tarda en devolverme los mensajes. Cinco minutos que se me hacen eternos.
➡️¿Cómo no voy a ayudarte, morena?
➡️Es lo que más me preocupa. Tu tranquilidad. Te llamo.
Dame unos minutos➡️
Me levanto de la cama y bajo al patio trasero. No quiero que nadie en la casa me oiga.
—Hola, morena.
—Hola. No he podido contestarte antes.
—No te preocupes, lo entiendo.
—¿Qué es eso que me tienes que decir de Fabio?
—¿Puedo preguntarte antes cómo estás tú?
—Bien. ¿Podemos hablar ya de tus mensajes y de Fabio? —Mierda, nunca había sido tan impaciente.
—Está bien, no te hago esperar más. —Siempre sabe como hacerme sonreír—. El teniente está de baja voluntaria sin fecha de incorporación, no son dos días. Estabas en lo cierto, es mucha casualidad después de tu propia baja maternal, ¿no crees?
—No puede ser.
—Pues lo es, puedes comprobarlo por ti misma cuando siga en casa la semana que viene.
¿Para qué esperar tantos días? ¿Por qué no desconfiar de Fabio ya? No me equivocaba, él es el que no confía en mí para dejarme a solas con Mateo.
—Lamento haber sido tan directo y borde, no castigues al mensajero, por favor —dice cuando repara en mi silencio.
—No es tu culpa, Rodrigo.
—Pues deja que te lo recompense con esa cena, te la mereces, Alicia.
—Verás… No estoy del todo libre este fin de semana, tengo a mi cargo a los hijos de una amiga mientras ella se recupera...
—¿Tú? Si Mateo te viene grande —dice riendo—, no debes luchar contra lo que no puedes. Es hora de rendirse con la maternidad.
Un momento. Si hasta Rodrigo es capaz de verlo, ¿por qué voy a ir yo a contracorriente con el mundo? No sirvo para esto de ser madre, y eso ya lo supe desde el primer momento que me pusieron a Mateo en brazos y no fui capaz de reaccionar. Ese instinto que cualquier animal tiene por sus hijos en mí todavía no despierta.
—Mira, tienes razón, no es lo mío. ¿Te parece mejor el almuerzo de mañana? No creo que pueda esperar a la noche.
—Una decisión acertada, morena.
—Pues te veo mañana en el centro comercial de la Laguna, a las dos, en el Japonés.
—No faltaré.
Y ahora me voy a dormir. ¿Ves? Eso necesitaba hoy, que alguien me abriese los ojos y me bajase de la nube. ¿Despropósito de mis cuarenta?, por dios, ser madre no va conmigo, ¡si solo tengo que pensar en el daño que puedo causar a Mateo y este se viene abajo!
Rodrigo es puntual, no me ha hecho esperar. Creo que es de las pocas personas, aparte de Fabio, que presta atención a lo que digo y eso me gusta, me hace sonreír.
—Al fin te pillo de buen humor —dice al darme dos besos.
—No juegues con tu suerte, sabes que eso puede cambiar —suelto entre risas mientras atravieso la puerta del restaurante que él me abre gentilmente.
Llegamos a una mesa del fondo, cerca de los ventanales. Rodrigo me ha hecho reír con sus ideas de cómo hará para sacarme una sonrisa en todo momento. Obviamente, las cosquillas en los pies puede ahorrárselas.
Eso solo se lo permito a mi marido.
Lo que me hace recordar ahora que a Fabio no le ha importado mucho que no pudiéramos comer juntos hoy. Claro, que tampoco yo no le dije del todo la verdad y cree que estoy con mis compañeros del curro que no terminan de sacar adelante la campaña de los refrescos energéticos. Sí, de algo me ha servido ser la mujer comprometida con su trabajo, Fabio ha creído mi mentira.
Odio haberla dicho, odio que él no la cuestionara.
—Piensa siquiera en que vas a tocar mis pies y me harás enfadar —acabo por decir antes de que los dos riamos juntos.
Tras ordenar las bebidas y un primer surtido de sushi y maki, Rodrigo me pregunta por mi ánimo esta mañana al ver a Fabio después de conocer la verdad de su engaño.
No quiero decirle que nuestro despertar no ha sido del todo cariñoso como venía siendo habitual en estos últimos días —es cierto que pretendo mantener esa intimidad nuestra a su resguardo—, así que le hablo solo de manera profesional, como su compañero, y no como mi marido que es. Después de todo es en la única parcela, gracias a él, que puedo demostrar que Fabio me miente, todavía no compruebo que me sea infiel con otra mujer.
—Cambiando de tema, hablemos de ti —propongo para no pensar en Fabio, nuestras mentiras y lo mal que me siento ya—. Esta mañana he hablado con Raquel.
Cuando llamé a mi amiga, cumpliendo así la promesa de hacerlo cuando hablase con Rodrigo en mis noches de insomnio, fui del todo sincera y le conté también todo lo de Fabio.
—No veas fantasmas donde no los hay, cariño, Fabio tendrá sus razones para darse de baja, ese hombre te ama incondicionalmente. Estoy harta de decirte que Rodrigo tiene otras intenciones contigo.
—¿Por qué desconfías de él? ¿No consiguió que te corrieras la última noche?
La risa de Raquel fue casi escandalosa. No dudo que Diego estuviera cerca y fingiese indiferencia con él.
—Eso es lo malo, el cabrón de Rodrigo es un encantador de serpientes utilizando su puta flauta, ten cuidado. —Sí, Diego definitivamente andaba cerca de ella y con eso pretendía darle celos—. Y como no voy a dejar que te engañe, te pido de nuevo que recapacites y hables con Fabio.
Mi comentario de Raquel pilla desprevenido al “encantador de serpientes”, casi se le derrama la cerveza de la boca. La servilleta ya ha caído al suelo, de donde la recoge, nervioso.
—No sé si preocuparme por lo que te haya podido decir de mí esa bruja de Raquel. —Pero para nada lo dice afectado.
—Insiste en que no me convienes de amigo, que tus intenciones son otras.
—Vaya, siempre me sorprende lo lista e intuitiva que es —dice, y la que ahora derrama su vaso soy yo, ¿estará en lo cierto Raquel, y Rodrigo quiere conquistarme?—. No pienso en ti tan solo como en una amiga, Alicia...
—No me lo puedo creer —digo sin esperar a oírlo del todo porque estoy viendo a mi marido al fondo del restaurante. Rodrigo sigue mi mirada hasta que lo ve también.
Odio la buena vista que tengo de lejos, joder, y eso que ya noto la presbicia de los cuarenta y uno.
Fabio atraviesa la puerta de entrada en compañía de una mujer, una que no me cuesta identificar. Una que es mucho más bonita, más esbelta y más joven que yo. Luna.
¿Puedo recalcar otra vez que Luna es más joven que yo y que la gravedad aún no afecta a sus tetas?
De ser de papel, la servilleta en mis manos ya estaría rota de cómo la estoy retorciendo, y tiene que ser Rodrigo quien me la quite tras haber visto lo mismo que yo.
—Parece que a Fabio también le gusta el sushi de aquí.
—Yo se lo descubrí —solo puedo decir eso, el bochorno que estoy pasando me impide pensar.
No puedo dejar de mirar a mi marido, hoy está especialmente guapo con ese jersey de cuello chimenea, y mi sangre en propiedad comienza a hervir mientras lo ve sonreír a Luna. ¿Desde cuándo estos dos se sonríen así?
—Y parece que ahora él se lo descubre a otra.
—¿Qué insinúas? —me dirijo a Rodrigo enfadada. La única con derecho a pensar mal de Fabio soy yo, su mujer, él, que sospeche solo de su trabajo—. Ella es la niñera de mi hijo y este restaurante no es especial para nosotros, tú también estás aquí conmigo.
—Tranquilízate —me pide cogiendo mi mano ahora, que ya golpeaba el plato con el tenedor.
—¿Entonces qué hay de malo en que ambos estemos comiendo con otras personas en un restaurante cualquiera?
En realidad no quiero respuesta alguna. Total, ya no confío en nadie. No puedo decir que me vea sumida en un abismo de dolor y pena por haberme visto traicionada, es más como si mi vida junto a Fabio de pronto no existiese entre tanta mentira de ambos. Estoy perdiendo a mi marido, su confianza de doce años y su amor infinito por mí.
—¿Estás bien, Alicia? —oigo que pregunta Rodrigo.
¿Cómo se contesta a eso cuando llevo meses que no?
—Pues mira no. Al final, tendré que decirte que no lo estoy. Que no estoy bien desde que oí el corazón de Mateo por primera vez en aquella ecografía y dudé de saberlo hacer bien con él tras los otros intentos fallidos. Que no he vuelto a estar bien desde que Fabio aceptó ese ascenso en el departamento, turno del que puede no regresar un día de estos por estar pensando demasiado en mi salud.
—Eso no me lo habías dicho hasta ahora.
—Cierto —afirmo yo misma sorprendida— ¡Y ya es hora de que Fabio también sepa lo que me pasa!
Rodrigo no puede retenerme, ya he salido disparada a enfrentar a mi marido y a Luna en sus caras, pero no distingo en ellas nada de vergüenza o remordimientos al verme.
—Espero que al menos hayáis dejado a Mateo con alguien responsable.
—Con Tamara —contesta él sin mirarme a la cara.
—Alicia.
Luna se pone nerviosa ahora, y mucho más cuando repara en Rodrigo. Por la cara que pone parece que fuera una traición más hacia ella que al propio Fabio.
—Sí. —Me cruzo de brazos—. La misma. También la madre de Mateo y la esposa de Fabio si lo prefieres mejor.
Mi marido sonríe disimuladamente por mi estúpida actitud. No dejo de mirarlo y adivino que de un momento a otro se burlará de mí.
—¿Qué te hace tanta gracia, Fabio? —pregunto irritada.
—Has vuelto a llamarlo tu hijo.
—Lo es, no lo veo tan descabellado.
—¿Y yo soy tu marido? —pregunta antes de beber de su copa.
—Sí, claro que lo eres, ¿a qué viene eso?
Él se levanta de la silla para mirarme de frente, por fin lo hace.
—Pues deberías de decirle al hijo de puta de Rodrigo que no tiene nada que hacer contigo, porque creo que aún me amas a mí, ¿no?
Mi reacción es de lo más infantil. Miro a Luna, la que se ha quedado con la boca tan abierta como yo.
—¿Cómo sabes tú que Rodrigo... ? ¿Es que acaso has cogido mi móvil, Fabio?
—No me ha hecho falta, es él quien me informa cada día de sus avances, de sus conversaciones nocturnas con mi mujer. Siempre le gustó hablar de sus conquistas en la estación, no eres diferente. —Y con eso me deja helada—. Y cuando tú me has dicho que te ibas a almorzar sola había dos posibilidades en tu perfecta agenda, o este restaurante o el italiano del centro. Llevamos más de cuatro meses a dieta, Alicia, así que no he tenido que pensar mucho.
No solo no he perdido la confianza de mi marido, sino que me ama como el primer día, sin reproches, sin dudas, sin celos. Ha venido a por mí.
—Me queda claro lo de Rodrigo. Pero ¿por qué con ella? —pregunto sorprendida, y ya no miro a Luna.
Fabio me sostiene por los brazos dispuesto a darme un abrazo.
—La noche del Arrabal entendí que tu preocupación, tu angustia o tus temores no solo eran por Mateo. Sino por mí, por el tiempo que no te he dedicado las noches de guardia.
—Yo te necesitaba, Fabio.
—Lo sé, canija, y siento haberme equivocado. Creí que si me alejaba de vosotros, tú lo intentarías con Mateo. Por eso he cogido vacaciones, para estar contigo —me dice con un guiño de ojo.
—¿Y tenías que hacérmelo ver hoy con una mujer como Luna?
Él la mira mientras esta se levanta sigilosamente.
—Solo con ella reaccionarías como lo has hecho ahora. Y Luna es la única mujer joven que podía ayudarme, no conozco otras desde que eras tú la que tenías veinte años —dice sonriendo.
¡Dios mío, Fabio me sigue amando y yo he estado tan ciega!
—No sabes lo que he sentido al verte y pensar que mis temores de tu engaño eran realidad.
—Ese daño te lo haces tú sola, canija, tú eres la que tiene esa visión de ti, no yo que te amo y haría cualquier cosa por verte reír.
—¿Cualquiera?
—Menos tirarme de un puente, lo que quieras, ya lo sabes.
—Cosquillas en los pies.
—¿Qué?
Ya estoy llorando, estos cambios de humor tienen que terminar.
Mi marido alarga la mano hasta alcanzar mi mejilla, se encarga de secar las lágrimas que ya ruedan por ella.
—¿Seguro que no quieres que me tire de un puente? Es mucho más romántico que tocarte los pies.
Y es cuando arranca mi risa.
Ya no veo nada más. El metro sesenta y cinco que mido queda envuelto por el cuerpo de Fabio que me abraza, me protege.
—Tendremos que decirle a Rodrigo que no serán necesarias más llamadas de madrugada, ¿no te parece? Vas a acabar agotada todas las noches y necesitarás dormir.
—Sí.
—Y vamos a tener que pedirle perdón a Luna, yo por aprovecharme de su trabajo un domingo y tú por dudar de ella.
—Me parece bien. —En este momento soy capaz de hacer cualquier cosa que me pida mi marido, excepto lo del puente, dejémoslo para otra ocasión.
De hecho hablaría con Luna ahora mismo si no fuera porque ella se ha marchado para darnos intimidad.
—Y habrá que regresar pronto a casa, o Tamara acabará loca con tanto niño —dice ya sonriendo.
—Vale. —Y de nuevo digo que sí riendo mientras caminamos abrazados hacia la salida.
—¿Qué te parece si mañana regresamos nosotros a comer? Estoy de descanso, ¿recuerdas?
¿Que si lo recuerdo? Esa confusión con Rodrigo es lo que me tiene aquí. Ahora sí que dudo de sus “buenas intenciones” conmigo. Raquel se alegrará por mí.
—Y podríamos comprarle ropa a Mateo.
—¿No tiene bastante ropa? Dijiste que compraste todo lo que pudiera necesitar cuando nació.
—Pero, Ali, cariño, Mateo crece —dice entre risas ya.
¿Sí? En ese caso podríamos ir a la tienda del cliente de la agencia, estaré de baja, pero mi cerebro no para de trabajar en publicidad. Tal vez funcione el eslogan que se me acaba de ocurrir y echa por tierra mi estrés con los bebés: Bienvenida a casa, Mami.

4️⃣0️⃣*️⃣
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro