E6: Mi mafioso favorito
Andrés
¿Cómo podía explicar el correr del último mes? Toda una locura, una maravillosa y exquisita locura, si eliminamos la parte de mi brazo en proceso de recuperación, claro. Fuera de eso, todo fue Marcos y yo.
Habían pasado tantas cosas. Se estaba llevando bien con mis amigos, y valoraba demasiado eso. No era nada fácil, menos con lo mamón que se estaba poniendo el Fernando, más por solo joder que por resentimiento. No sé, las cosas con respecto a él eran extrañas. Además, me ilusionaba el hecho de que recuperó la amistad con los chicos. Pese a todo lo sucedido, si llegué a entender el por qué de la actitud del mismo Marcos, ¿por qué no hacer lo mismo con ellos? Se disculparon y eso valía por mucho.
Y por supuesto, nuestra picante tarde de películas. Sin importar lo delicioso que fue, tuvo sus desventajas: las incesantes ganas aumentadas por mil y sin próximas oportunidades para descargarlas. Aunque, ¿se podía hacer algo al respecto?
—¿Y ahora que procede? —indagó Gustavo.
El show de mimos había sido una divertida experiencia, aunque mi atención a veces se desviaba a la multitud en busca de mi rubio-fresa. Lo había visto alejarse con los chicos, esperando que esta vez una verdadera amistad surgiera.
—Yo creo que ya debo irme a casa —expresó Fernando estirándose con pereza—, muy adulto y todo, pero debo rendir cuentas a la jefa.
—Veo que la flojera es contagiosa —se burló Sol.
—No, aun tengo energías para muchas cosas —rectificó, mirándola con picardía y complicidad.
—De veras que no entiendo que pasa aquí —se quejó Gustavo—, no me agrada no entender un chisme, contexto, porfa.
—Alguien está modo bipolar —se burló Emma.
—Los problemas psicológicos abundan por aquí —se burló igual Sol.
—¡Señora cállese! —se rio con fingida indignación—. Este bizcocho se va.
Me había mantenido en un corto y reflexivo silencio, solo observando la inquietante escena que se desarrolló frente a mí. Debía despejar dudas como fuese, y si tenía que ser ese mismo día lo haría, con tal de terminar con toda la incomoda y fastidiosa situación. Y claro, solo el mayor implicado podía ayudarme a hacerlo.
—Fer —le llamé, mientras se alejaba de nosotros—, regálame un minuto, porfa.
—Todos los que quieras, guapo —contestó con una sonrisa ladeada.
No esperé a que regresara, me acerqué directo a él con la idea de poder hablar más en privado y sin interrupciones.
—¿Qué está pasando? —indagué sin rodeos.
—¿De qué o qué? —preguntó con la misma sonrisa inocente, fingiendo demencia.
—Tú sabes de que hablo, con Marcos, con Sol —enumeré insistente—, con ella principalmente. Dime la verdad, ¿por qué te estás comportando así?
—Ay Andrés... —rio por lo bajo, pero con cierto pesar en su expresión.
—Por favor, ya esto se esta haciendo fastidioso y Sol no merece estar en medio de esto —repliqué un poco molesto, estábamos llevando personas inocentes en esto, o eso creía—. Entiendo de verdad que te caiga mal Marcos y estés molesto conmigo por esto, tienes derecho a estarlo, pero...
—No te voy a negar que sí me cae mal Marcos, pero no estoy molesto contigo —me interrumpió con seriedad—. Me gustas mucho para eso, la verdad, me es difícil enojarme contigo.
—¡Fer!
—Tranqui, ya me resigné y está bien —se encogió de hombros, sonriendo—, el idiota de verdad te quiere.
—¿Y Sol? Creí que te estaba gustando.
—Trato, pero no es lo mismo. —Un destello de tristeza pasó por sus ojos, fugaz, pero real—. Es linda y divertida, pero... no eres tú.
Sabía que las cosas iban por ese camino, sería estúpido de mi parte pensar que no saldría a relucir aquello y que con solo ser novio de Marcos, Fernando iba a superarlo de forma automática. Estas eran las consecuencias, reales y dolorosas. Porque sí, me dolía ser parte de la razón de su tristeza, pero, ¿qué más se podía hacer a estas alturas?
—No te preocupes, me lo tomo con diversión —suspiró—. Y ella no tiene problemas con eso, o por lo menos así me lo aseguró.
—¿Seguro? —indagué confundido.
—No sé, traté de dejarlo claro con ella, aunque tampoco es que haya algo entre nosotros, ¿sabes? Es solo un poco de coqueteo, más broma que en serio.
—No me gusta eso.
—Es lo que toca, por lo menos para mi hasta que esto desaparezca por completo.
—¿Podrías...?
—Es divertido, ¿has visto la cara de ese cuando lo hago enojar? —Hizo un puchero y luego rio cuando vio mi ceño fruncido—. Pero me detendré, lo prometo.
—¡Lo siento, no lo planee así!
—Nadie lo hace, lo sé.
Se acercó a mí envolviéndome en un fuerte abrazo y no pude hacer más que corresponderle. Lo sentí suspirar, apretarme un poco más y luego aligerar la presión. Me dio un suave beso en la mejilla y sonrió tan dulce como siempre lo fue. Ahí estaba, la resignación nublando sus ojos por completo y en mi pecho, una presión y malestar me hizo sentir culpable.
—Nos vemos mañana —dijo y se marchó con una sonrisa en su rostro.
Lo vi alejar a paso decidido, dejándome clavado en mi lugar sin apartar la mirada de él. iba a estar bien, estaba seguro de eso.
—¿Qué paso ahí? —indagó Sol llegando a mi lado.
—¿Hice bien? —le pregunté, la duda igual seguía carcomiéndome.
—¿Con Fer? —inquirió ella—. Pues no creo que hayas podido hacer algo diferente para evitarlo, en realidad, salir con ambos no es opción.
—¡Es en serio! —exclamé por su desfachatez.
—En serio, con lo celoso que se ve que es Marcos dudo que haya querido compartirte, menos con Fer —se burló.
—¿Y tú cómo estás con esto? —continué, ignorando sus bromas.
—¿Yo que tengo que ver? —Me miró confundida.
—Tú y Fer.
—No hay un nosotros, si es lo que quieres saber —contestó pensativa—. Es atractivo y besa rico, pero no sé, todo está muy raro y aún le gustas.
Escucharlo de su boca y saber que decía la verdad, era aún más desconcertante de lo que había pensado. Al parecer me había preocupado por la persona incorrecta. Qué cosas, ¿no?
—No es tu culpa, deja de martirizarte por algo que no controlas, ¿sí? —me riñó con un bufido—. Cada quien tiene su forma de pasar el duelo, y joder como si no hubiese un mañana es su forma, así que cálmate que nadie está sufriendo.
—¿Nadie? Acabas de decir que esta en duelo, ¿cómo interpreto eso? —repliqué su falta de coherencia.
—Me refiero a que está en proceso de superarte, supéralo tú también. —Y como si no fuese suficiente, me dio un zape—. La parte del dolor pasó, creo que ese golpe que le dio sirvió de mucho para desahogarse.
—A veces eres insoportable —me quejé.
—¡Gracias!
Regresamos con los demás, y por demás me refiero a un par de calenturientos que ni siquiera notaron que no estábamos con ellos hasta que nos vieron volver. Concentrados el uno con el otro, estaban más que melosos y dando cringe.
—Oigan, este... —empezó Gustavo entre titubeos—. Me temo informales que, pues...
—Nosotros nos vamos, así que nospi —continuó Emma por él con picardía.
—Usen bolsita de boli, no quiero ser tío aún —me quejé, mirándolos a ambos con el ceño fruncido.
—¡Envidioso!
—Lo dudo —se burló Emma—, no somos los únicos calenturientos aquí.
—¡Cierra el pico!
—Claro, el rico humillando al pobre —se quejó Sol—. ¡Infelices!
—¡Bye!
Se fueron caminando tomados de la mano, riéndose con complicidad y perdiéndose entre la multitud con ciertas prisas. Me alegraba por ellos, pero en su caso sí esperaba que se estuviesen cuidando, había demasiado en juego.
—¿Vamos por Marcos y te llevamos a casa? —sugerí.
—¡Porfa!
Recorrimos parte del parque en la dirección en que los vi irse, viéndolo reunidos y charlando entre risas muy cerca del parque de niños. Se le veía tan contento en ese momento que casi me dolió interrumpirle, por lo que me detuve un rato a solo contemplarlo. Una hermosa imagen, a decir verdad, mi Marcos y sus preciosas sonrisas. Más aún, cuando esa sonrisa iba dirigida a mí. Notó nuestra presencia, me miró directo a los ojos y sus sonrosa se amplió aún más.
Se despidió de sus amigos con choque de manos, quienes se dieron cuenta de la situación y se rieron a carcajadas en su cara. Fue cómico ver su cara de indignación, y luego su linda sonrisa al dirigirse hacia nosotros.
—¿Y los demás? —preguntó curioso, dándome un suave beso en los labios.
—Hicieron la de mi papá —contestó Sol entre risas.
—De todos modos, se está haciendo tarde, así que pensaba acompañarla a casa —sugerí—. ¿Vienes?
—Claro, nosotros la sacamos de su casa, debemos devolverla —contestó entre risas.
—¡Tan caballeroso! —replicó ella.
Caminamos en medio de una ligera conversación, dejando atrás lo que sea que haya sucedido y esperaba en realidad no se repitiera. Confiaba en la palabra de Fernando, solo era cuestión de tener paciencia y esperar con calma.
Llegamos a su casa, saludamos a mi tía y por fin fuimos libre solo los dos. Había estado todo el día con él, sí, pero no era lo mismo que estar a solas con él disfrutando del momento a plenitud. Aún no podíamos ser tan libres, no éramos una pareja convencional como Gustavo y Emma.
—¿Y entonces...? —Habíamos caminado un poco sin rumbo aparente—. Todo bien con ellos, supongo.
—Se puede decir que sí —suspiró con tranquilidad—, seguí tu consejo y les comenté lo de Edgar.
—¿Se lo tomaron bien?
—Al parecer Sergio sabía más de eso que nosotros mismos, pero dada la actitud del mismo Edgar, prefirió mantener el silencio —se encogió de hombros—, pero ya no podemos hacer eso, ¿no?
—¿Quieren hacer algo?
—Debemos hacer algo —aseguró.
—Me parece más que bien.
Era lindo verlos así, aunque mi imagen actual de Edgar no esté del todo limpia y sienta que no se lo merezca, sé que nadie merece vivir una situación como la que está él. no la conozco a ciencia cierta, pero sé que hay maneras diferentes de afrontar las cosas, o eso espero para su caso.
—Mientras tanto, ¿por qué no disfrutamos el resto de la noche solitos? No he podido besarte en todo el día como me gustaría. —Me rodeó con sus brazos aprovechando que no había muchas personas alrededor, ocultando su rostro en mi cuello y haciéndome caricias—. No tienes que ir a tu casa enseguida, ¿verdad?
—No, pedí permiso hasta bien tarde así que... —Un suave gemido escapó de mis labios interrumpiendo mis palabras.
—¡Perfecto! —Lo sentí sonreír.
Me dio un beso largo y candente en los labios, para luego solo tomarme de la mano y llevarme consigo rumbo a su casa. Casi no sentimos la distancia y el largo camino que recorrimos, las risas cómplices y palabras esporádicas se llevaron toda mi atención.
Al entrar, el silencio era suave y acogedor. La oscuridad inicial nos envolvió, así como sus brazos alrededor de mi cintura y sus labios en mi cuello. Claro está, lo aparté de momento evitando que continuara con sus artimañas y despertáramos a su madre con ruidos extraños.
—¡Buenas!... —dije en voz alta, esperando notar nuestra presencia de esta manera y no de otra, pero solo hubo silencio—. ¿Tu mamá no está?
—No, salió a una fiesta con unas amigas y conociéndolas como son, llegarán mañana —contestó con una sonrisa ladina y peligrosa, iluminado por una línea de luz entrando por las ventanas—. ¿Sabes lo que eso significa?
—Que tengo que cuidarte, no vaya ser que te secuestren a media noche aquí solito, ¿verdad? —sugerí con fingida inocencia.
—Claro, mi pulguita —susurró, pegándome a su cuerpo—, no me puedes dejar solito.
—Entonces no lo haré.
Mis manos se fueron directo a su rostro, acercándolo al mío hasta estampar un beso en su boca, acaparando por completo sus labios con los míos. Tan dulce y tibio como siempre, cargados de esa pasión que me enloquecía. Mordió un poco mi labio, sacándome un jadeo y un grito suave de sorpresa al verlo, con un movimiento rápido, alzarme sobre sus hombros.
—¡Mar...! —exclamé entre risas—. ¡Bájame, ¿qué haces?!
—Te estoy secuestrando —contestó, dándome una nalgada—, puedes ser un mafioso sexy y sabroso, pero soy un vampiro, no puedes con mi super fuerza, bebé.
—¡Ay sí, Marcos Cullen, pues! —me burlé.
—Pero sin brillo de hadas —respondió, bajándome con suavidad sobre su cama, y subiéndose encima de mí.
No podía dejar de reír por lo bajo, más que el chiste, estaban los nervios por lo que obviamente se venía. No diré que no lo esperaba, por el contrario, al igual que él lo estaba deseando con locura desde hace tiempo. Sin embargo, seguía siendo mi primera vez de forma completa, porque claro, tarde de películas.
—¡Hoy no te me escapas, pulguita! —susurró muy cerca de mis labios, sonriendo de lado y presionando su cuerpo contra el mío.
Verlo así, sonriendo con el fuckboy que parece, pero no es, era ta tentador que solo me dejé llevar por los miles de emociones que se revolvían en mi interior. Dejé de lado esos nervios, ambos lo queríamos, y no podía pretender hacerme el tímido a estas alturas, ni a palo.
—¡Soy todo tuyo! —susurré, recibiendo un nuevo beso de su parte.
Más que lleno de pasión y desenfreno, este fue más delicado y suave, tan cargado de más que solo cariño, de amor. Lo sentí suspirar, estremecerse al notar mis manos deslizarse por su torso buscando la hilera de botones. Una vez más, mis manos tomaron su rostro con suavidad, besándolo como si la vida se me fuera en ello.
Con un movimiento sorpresivo, invirtió nuestras posiciones sentándose en la cama conmigo a horcajadas sobre su regazo. Abrazados, continuamos tan precioso momento lleno de besos y caricias dulces. Poco a poco, sus labios fueron desviándose a mi cuello, donde mordió y lamió a su gusto empezando a calentarme la sangre.
Mis manos se enredaron en su cabello, pegándolo más a mí mientras continuaba con sus caricias y yo jadeaba suavemente muy cerca de su oído, provocándolo aún más. Sus manos me mantenían firme sobre su regazo, apretando mis glúteos con fuerza. Debajo de mí, la dureza de su erección empezó a hacerme presión, levantándose como el gran elefante en busca de aire.
Estaba disfrutando mucho, de verdad, pero quería más que eso y acelerar un poco las cosas, por lo que intenté desabotonar un poco mi ropa y empezar a desvestirme. Así, tal vez, llamaría de regreso la fogosidad que tanto me hacía delirar. Pero no, sus manos me detuvieron besando mis nudillos.
—No, pulguita, esa tarea es mía —aseguró, mirándome a los ojos llenos de deseo—. Yo mismo quiero quitarte cada prenda que llevas puesta, y hacer todo mío a mi mafioso favorito.
—¡Me encanta como suena eso!
Con más besos y mordidas, fue desabotonando cada botón de mi camisa, dejando caer al suelo el saco y la camisilla hasta dejar libre mi torso al desnudo. De la misma forma, mientras su boca se enfrascaba en dejar marcas en mi cuerpo y sacarme jadeos de pura satisfacción, empecé a moverme de forma sutil sobre su erección, sintiendo cada vez más como se clavaba entre mis nalgas.
Lo escuché gruñir sobre mi piel, apretar cada vez más mis nalgas y presionarme sobre su paquete, dejar salir un largo suspiro y, por último, levantarse conmigo encima hasta volver a tirarme sobre la cama. Suaves besos fueron subiendo desde mi cintura por todo mi pecho hasta devorar mi boca, esta vez, con toda la desesperación que la excitación ameritaba.
Fue quitando poco a poco cada cosa que cubría mi cuerpo, primero los zapatos y medias, dando un pequeño beso sobre mis dedos; luego el cinturón y los pantalones, aprovechando para besar mis piernas a medida que los iba retirando; y, por último, al parecer su parte favorita, mi ropa interior.
—Eres toda una deliciosa ternura, pero así... —Hizo una pausa, devorando con sus ojos todo mi cuerpo desnudo—. Eres el pecado hecho persona.
No pude contestar a eso, sus dientes se clavaron con fuerza en la cara interna de mi muslo provocándome un poco de dolor, pero al mismo tiempo un corrientazo de placer por la proximidad a mi entrepierna.
Entre besos y caricias, fue subiendo poco a poco, torturándome cada vez que se acercaba a mi miembro y lo esquivaba con una sonrisa maliciosa en su rostro. Un gruñido de frustración escapó de mis labios, quería sentirlo de una vez por todas.
—Calma, pulguita, tenemos toda la noche para esto —dijo entre suaves risas, separándose de mí solo por unos centímetros.
Lo observé con atención, se estaba burlando de mi desespero y jugando con ello a su gusto. Y como vio que mantuve mi atención completa en él y su cuerpo, se empecinó en hacer su show lento y sensual. Fue desprendiéndose del desorden que era su atuendo, poco a poco y aún dejar de mirarme con esa diversión lujuriosa impresa en sus ojos.
—¿Te gusta el show? —indagó divertido.
—Me encanta —suspiré, mirándolo ceñudo—, pero me encantaría hacerlo en vez de verlo.
—Suena tentador...
Teniéndolo completamente desnudo frente a mí, con esa mirada y esa sonrisa maliciosa no hizo más que provocarme, así que no vi más remedio que cerrar mis piernas dejándolo a el en medio, y atraerlo hacia mí. Cayó sobre mi pecho, entre risas de pura diversión, pero a costa mía.
—¿Te es divertido? —pregunté con indignación.
—Y no te imaginas cuanto, mi amor —se burló.
Iba a replicar, pero por más que quise hacerlo cayó mis posibles palabras con su boca sobre mía, mordiéndome y besándome tan delicioso que no hice más que dejarme llevar. Nuestras pelvis se juntaron, rosando suavemente su miembro contra el mío como la última vez. Por ello, con toda la intención del mundo, Marcos se movió lentamente de arriba hacia abajo aumentando cada vez la velocidad de sus caricias.
Ambos jadeábamos con fuerza, son dejar de besarnos, sintiendo la intensa necesidad de avanzar más que solo caricias. Por ello, su mano se fue directo a mi miembro, masturbándome mientras desviaba sus mordidas a mi cuello. Fue bajando, poco a poco, dejando un reguero de besos y marcas por todo mi cuerpo hasta que por fin cumplió mi deseo.
Su lengua viajo por toda la extensión de mi miembro, sacándome un fuerte gemido que me vi obligado a callar con mi mano; luego, las sensaciones aumentaron con brusquedad al sentirlo introducir en su boca. Lo sentí palpitar, con la peligrosa proximidad de un orgasmo suave, pero me contuve, traté con todas mis fuerzas en controlar el desorden hormonal que estaba causando en mí.
Respire profundo, enredé mis manos en su cabello y gocé cada caricia como si fuese la última en mi vida. Sentí, al mismo tiempo, como sus manos apretaban mis nalgas, enterrando sus dedos en la carne con fuerza. Así mismo, suaves caricias en ano a medida que fluidos escurrían desde su boca a través de mi pene. Poco a poco y con mucha suavidad, un dedo se fue internando en mí.
Dejé salir un gruñido y detuvo su avance, pero continuó con besos y lamidas en mi pene. Se sentía raro, la verdad, un poco incómodo y doloroso dada la inexperiencia de esa zona de mi cuerpo. Solo unos segundos después, continuó sus movimientos, llegado hasta lo más profundo que pudo y haciendo suaves movimientos en mi interior. Más que doler, era solo lo extraño de la sensación.
Uno tras otro, fue internado poco a poco dedos dentro de mí, llegando cada vez más dentro y sintiendo nuevas sensaciones revolotear en mi estómago. Era cada vez más raro, pero empezaba asentirse muy bien. Sin embargo, al meter uno más y hacer gancho, llegó a un punto en que todo dolor e incomodidad se esfumó y, sumado a sus caricias en mi pene, provocaron un estallido eléctrico que me hizo venir en cuestión de segundos.
Sin previo aviso y con control alguno, me vine en su boca.
Ya no sabía cuantos dedos había dentro de mí, solo podía perderme en las mil sensaciones que estaban causando y en el temblor que el orgasmo dejó a su paso. Aun así, no se detuvo y continuó con sus movimientos rítmicos hasta lograr una nueva erección en mí.
Sacó sus dedos y se alejó, momento que aproveché para calmar mi respiración y controlar un poco lo que salía de mi boca, más que gemidos, sé que pude haber dicho algunas barbaridades llevadas por la lujuria.
Lo escuché rasgar algo, un envoltorio, y regresar a mi irguiéndose sobre mi cuerpo. Besó mi frente, mis mejillas y una vez más, me besó los labios con mucha pasión. Abrió mis piernas posicionándose entre ellas, llevando la cabeza de su miembro a mi ano y esperando por una señal de mi parte. Moví mis caderas, rosándolo sobre mi esperando que ingresara de una vez.
—¿Preparado, mi amor? —susurró a mi oído, presionando cada vez más y mordiendo mi cuello.
—Suave, por fa... —Mordí mi labio al sentir introducir la punta, solo eso y había dolido mucho—. ¡Duele!
—Lo siento, lo siento —jadeó, pero se detuvo.
Se centró en suaves caricias en mi cuello, dándome un poco de tiempo para acostumbrarme y que pasara el dolor. Lo hice, respiré profundo y me moví un poco dándole la señal. Ya sea despacio y de una sola embestida, iba a doler de inicio a fin. Aun así, fue lo más delicado posible, entrando poco a poco y deteniéndose al escuchar mis quejidos de dolor.
Con solo un par de movimientos más, logró entrar a tope, llegando a sentir su pelvis pegada a mis nalgas. El dolor más intenso solo fue al inicio, el resto del camino más suave, sus dedos habían abierto y facilitado parcialmente su entrada. Sin embargo, permaneció quieto sobre mí, al parecer más por él que por mí. Lo temblores de su cuerpo decían más que él mismo, suaves suspiros fueron escapando de sus labios y cada vez más apretaba sus dientes en mi hombro y cuello.
Esa me las pagaría, claro está, las marcas serían más que visibles y habría un par de personas que fastidiarán media vida por ello.
Me atreví, pese a sentir un poco de incomodidad, a moverme por mi mismo en suaves círculos tratando de acostumbrarme a la sensación. Hasta que, al subir mi cadera, volvía sentir que tocaba aquel majestuoso punto en mi interior. ¡Jadee con fuerza!
—¿Justo ahí? —indagó Marcos con una suave risilla.
—¡Sííí! —exclamé casi sin aliento.
—Lo que tú pidas, mi pulguita.
Con cuidado aún, fue saliendo de mi interior para luego volver a entrar con una embestida. Me mordí el labio con fuerza, una mezcla de dolor, rasquiña y gusto me invadió todo el cuerpo. Volvió a salir con suavidad, entrando de un solo golpe y repitió aquello varias veces hasta que, sin poder evitarlo, deje salir un gemido fuerte al sentirlo en aquel punto.
Poco a poco, las embestidas fueron más continuas y fuertes; sus jadeos, al ritmo de sus movimientos, fueron aumentando y convirtiéndose en suaves gruñidos. Se sentía tan bien no solo escucharlo, sino sentirlo dentro de mí con toda esa fiereza que tanto me encantaba. Tantas sensaciones en tan poco tiempo, que mantuve mis ojos cerrados con fuerza y empecé a morderme la mano para evitar dejar salir todos mis gemidos. Estaba en el paraíso y quise ver al ángel que me estaba llevando hasta allá.
Desde siempre mi imagen favorita en el mundo había sido una puesta de sol sobre una cancha de basquetbol, hasta que lo vi a él, mi Marcos, inclinado sobre mí, sudoroso y sonriéndome con esa sensual picardía mientras se mordía el labio.
Lo tomé del cuello y acerqué a mí, devorando su boca mientras sentía crecer en mi interior esas sensaciones una vez más. Se avecinaba un fuerte orgasmo.
—¡Espera, picarón! —Se rió sobre mis labios—. Quiero que dures más, aun no te vengas.
—Se siente demasiado bien, no puedo evitarlo —dije entrecortadamente.
—¡Intentémoslo!
Salió de mi y me giró quedando boca abajo, levantó mi cadera dejando mis nalgas al aire y sentí sus dientes clavarse en ellas. Mordió varias veces y besó a partes iguales, para luego entrar de una embestida fuerte y deliciosa. Los choques de nuestros cuerpos se hicieron cada vez más sonoros, llegando incluso aún más adentro dada la posición y esta vez, poco pudo hacer para evitarlo. Ambos llegamos con un fuerte orgasmo, tumbándonos en la cama entre jadeos. Luego, solo me rodeó con sus brazos y empezó a morder mi cuello.
Risas escaparon de mi boca, era tan impredecible y a la vez tan dulce que me mataba. No podía estar más que feliz, un momento tan especial, íntimo y único como este solo con él, no podría imaginármelo con nadie más en el mundo y tampoco era necesario.
La larga y deliciosa noche transcurrió con intensidad, entre fogonazos de lujuria y momentos de dulzura cargadas de risas.
—Te amo, mi pulguita, viviré feliz derritiéndome por ti.
Sea cual sea su opinión de este capítulo yo...
MEMUEROOOOOO
Mk me pasé de sabrosura, no puedoooooo
Es que este Marcos ps se pasó de caliente
PERO LO AMOOOOOOOOOOOOOOOOO
Bueno ya, lo importante son sus opiniones, pa eso es que escribo esta madre si de por si ya me pase de lanza y ps....
Aun faltan, los siguientes caps (que ya no son caps sino libro individual tipo precuela) serán gracias y por culpa de alguien por ahí enamorada de cierto shipp de dudosa sanidad
Adivinen el shipp y no, no es el MarDres
PD: como ya sabrán, este es el último y oficial capítulo de esta historia, una nueva empezará a desarrollarse pero tardaré un poco mientras ordeno ideas.
Mientras tanto, podrán leer otras de mis historias disponibles en mi perfil, y si ven libro nuevo en los próximos días, es algo que ya tenia escrito hace un tiempo, asi que... Salgo de vacaciones 20 de dic... auxilio.
Visiten mis redes sociales, más instagram y tiktok, estaré mostrando avances y posibles encuestas sobre esta historia.
Los amo, no me olviden.
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