E5: ¿Intentar o no intentar?
Marcos
Por un segundo nuestras miradas se conectaron, la sorpresa de los tres al verme allí parecía genuina. Sí, al parecer el mundo era demasiado pequeño o pensábamos muy similar como para terminar en el mismo lugar dos veces seguidas en un mismo día. No todo gira a mi alrededor, lo sé y no me creo tanto como para sopesarlo siquiera, pero hay ciertas coincidencias que no son del todo agradables en situaciones específicas. Esta era una, el estado de incomodidad de esa ex relación de amistad.
Andrés, a mi lado, apretó mi mano sacándome de mis incongruentes pensamientos; sonrió con dulzura y por un segundo, todo volvió a apagarse a mi alrededor. Decidí no prestar atención a eso, ellos podían ir a donde quisieran, tampoco les iba a prohibir estar allí por muy cerca de mi casa que estuviese. Estaban por el desfile y la comida, no por mí.
Karla los recibió igual de emocionada que a nosotros, siendo ellos los más sorprendidos y alegres al verla allí sana y salva. Suspiré, la mirada de Karla se tornó confundida al vernos por separado por primera vez, pero continuó su trabajo con normalidad. Ellos se sentaron casi al otro extremo de la sala, lejos de nosotros y se los agradecí.
—¿Todo bien? —indagó Andrés, tomando mi rostro entre sus manitas.
—Todo bien —contesté, eliminando el espacio que separaba nuestros rostros, besándolo dulce y lento.
—Yo dudo que ese todo bien sea cierto, porque desde que llegaron no han dejado de mirar para acá —dijo Emma—, ¿seguro segurito?
—Sí, todo bien, de todos modos, no había más nada que hacer, ¿no? —dije y sonreí a la fuerza.
Tanto ella como los demás, miraron a Andrés con las cejas levantadas, un mensaje más que claro. No los convencí con mis palabras y tampoco esperaba hacerlo, ¿con qué intensión?
—A ver, Marquitos —expresó Fernando después de un suspiro—. Me caes mal, eso no se puede negar, pero, ¿no crees que exageraste un poco con ellos?
—¿Perdona?
La incredulidad no cabía en mi cuerpo después de escuchar sus palabras y no era por exagerar, cualquier que lo escuchara creía que lo hacía por mi bien, pero no, me conocía sus intensiones escondidas. Aun así, por beneficio propio o por buena voluntad, debía aceptar que tenía razón.
—O sea, el problema según sé era Edgar, ya no esta ni cerca de ustedes ni nada por el estilo, ¿no? —Asentí, curioso—. ¿Entonces? Si ellos tres siguen como si nada, ¿por qué tú no? Se veían bonitos como amigos, digo.
—No creo que tú seas el más...
—Mar, cielo, él tiene razón y creo que tú también lo sabes muy en el fondo. —A mi lado, Andrés tomó mi mano con cariño—. Creo que se merecen una oportunidad, el idiota era Edgar, ellos estaban en tu misma posición, ¿no? Incluso tú mismo lo mencionaste.
—Es lindo que quieras intentar ser amigo de nosotros por Andrés, de verdad, pero, y aunque lo logres no será los mismo que tener tus propios amigos —intervino Emma, por primera vez, con seriedad—. Tómalo como un consejo gratis de mi parte, ya empiezas a caerme bien.
—Y de mi parte, solo porque quiero verte menos por aquí —se burló Fernando.
—Y yo solo quiero comer, ustedes me dan depresión —se quejó Gustavo, recibiendo un manotazo de Emma.
Este era el circo completo, la única que se salvaba era Sol, quien se había mantenido en silencio centrada en su pequeño hermano y me parecía de lo más tierno. Aun así, ese día todos tenían algo por decir.
—¿Sabes? —Y ese fue su turno—. Varias veces los he visto pasar por el frente de tu casa, a mi parecer y perdona que me meta, pero creo que ellos quieren volver a ser amigos tuyos, ¿por qué negarte y negarles la oportunidad?
—Es más complicado de lo que crees —suspiré—, así que...
—Y creo que tiene razón —volvió a interrumpirme Andrés—, más porque ahí vienen, así que tienes segundos para tomar una decisión. ¿Todo o nada?
Y sin darme más que dos segundos para procesar aquello, al instante llegaron los tres con sonrisas de incomodidad impresas en sus rostros. Como siempre, Sergio al frente, Antonio a su lado mirando con seriedad y detrás, un Cristian cruzado de brazos.
—Hola, no venimos a molestar ni nada por el estilo —se apresuró a decir Sergio—. Ya nos hemos disculpado con Andrés antes, pero creo que...
—Yo no tengo problema con ustedes, pasado pisado, ¿no? —le interrumpí.
—Sí, gracias por eso, de verdad, pero... —Hizo una pausa y suspiró—. Marcos, sé que no nos quieres ni escuchar, pero solo queríamos aclarar un par de cosas referentes a Edgar.
—No tienen que hacerlo —aseguré.
La situación era incomoda, no lo iba a dudar, más porque no estábamos solo nosotros, la presencia de Fernando, Emma y Gustavo no era muy conveniente en escena, pero no había más que hacer de momento.
—Pero queremos, porque sabemos qué crees que estábamos de su lado y no es así —reiteró con firmeza—. En realidad, la igual que tú evité ser parte de sus burlas, en especial...
—Sergio, tranquilo, lo sé —dije y le sonreí para asegurar mi punto.
—¿Qué sabes? —indagó Christian mirándome confuso.
—Lo de ustedes, son pareja, lo sé —me encogí de hombros con algo de vergüenza—. Los vi una vez en las duchas besándose, y al inicio fueron un poco obvios, tanto que incluso el mismo Edgar sabe lo de ustedes desde hace mucho.
—¡¿Cómo?! —exclamaron todos, menos Andrés.
—¡Mar, diles!
Suspiré, Andrés sabía esa parte de la historia y todo lo que eso implicaba en temas de contexto, pero eso no significaba que ellos también estuviesen enterados. Pero bueno, ya se me había ido la lengua.
—Hablé con Edgar hace poco, un poco de reclamos por aquí y por allá y... —suspiré—. Él sabía lo de ustedes desde el inicio, su relación y todo eso, aun así, prefirió no decir nada.
—¿Por qué? —preguntó Sergio anonadado.
—Lo siento, pero no creo que me concierna decir ese tipo de cosas, sino él —me limité a contestar.
—Corriendo las dijo —se burló Cristian.
—¡Cris! —le riñó Sergio.
—¡Perdón!
La escena me causó gracia, el a veces grosero y prepotente de Cristian se veía mansito cuando Sergio le regañó. Cómo cambia la gente, ¿no? Tan yo con mi amorcito.
—Solo queríamos aclarar eso y... —continuó Antonio algo dudoso, pero luego solo suspiró y se encogió de hombros—. Y ya, eso es todo.
—Toño —le llamó Andrés—. Yo sé que eso no es todo, y Marcos lo sabe, así que inténtenlo, nada pierden, ¿cierto, amor?
—Puede que hayamos sido unos idiotas con Andrés todo el tiempo —añadió, centrándose en mí—, y nos disculpamos por eso, aunque ustedes también merecen una por las veces que los incomodamos.
—¡Esta parte sí me gusta, adelante! —celebró Emma sonriente.
—Emma...
—Te pareces a mi hermana... En fin —se rio Antonio, para luego carraspear y volver a ser serio—. Solo queríamos que supieras que, de nuestra parte, nos gustaría volver a ser amigos, pero esta vez de verdad, y sin importar cual sea tu decisión, como disculpa nos gustaría invitarlos a comer hoy. Solo por hoy.
—Acepto, ¿ya podemos comer? —expresó Gustavo cansado.
—¡Gustavo! —Emma le pegó, como siempre—. Deja de pensar con el estómago un segundo.
Mi mano se levantó por inercia, llamando a Karla con urgencia aún sin saber a ciencia cierta que estaba haciendo. Por suerte y antes que alguien más dijera algo, ella se acercó con rapidez.
—¿Dime, Marquitos? —preguntó ella toda sonrisas.
—¿Hay la posibilidad de acercar otra mesa? —sugerí, hablando en la marcha y viendo la sorpresa en los demás—. No cabemos todos aquí.
—Claro, en seguida les ayudo —sonrió y se le vio más aliviada.
—¿Qué hiciste? —indagó Fernando consternado.
—No era necesario, no queremos incomodarlos tampoco —se apresuró a decir Sergio.
—Si van a invitar, por lo menos pueden comer con nosotros —aseguré aún sin estar seguro de ser una buena idea—. ¿O ustedes están en desacuerdo?
—No, por mi perfecto —expresó Andrés sonriendo.
En cuestión de instantes, los tres estaban sentados con nosotros en una gran mesa improvisada. Y para minimizar las incomodidades de mi apresurada idea, nos reacomodamos para que, en vez de Fernando en medio, ellos se sentaran junto a mí. Al inicio, el ambiente estaba un poco pesado y silencioso. Nadie decía ni encontraba como iniciar una conversación.
¿Qué esperaba en un inicio? ¿Qué las cosas se dieran, así como así? No estábamos en un cuento de fantasía.
—Oye, este, ¿Antonio? —dijo Emma.
—Toño, puedes llamarme Toño —contestó.
—Ok, Toño, ¿cómo es eso de que tienes una hermana y se parece a mí? —inquirió con mirada entornada y sonrisa malicioso.
—Tengo dos, en realidad —rio por lo bajo—, la menor es un poco parecida a ti en lo peleonera y maquiavélica.
—Óyeme, pero...
—Sí lo eres —interrumpió Andrés entre risas.
—¡Tú cállate!
Y las carcajadas estallaron.
Poco a poco y como para darle un premio a Andrés por tener la razón, las cosas se fueron aligerando como grupo. Más por la personalidad extrovertida de Emma, los malos chistes de Antonio y las replicas de Gustavo por la comida, la conversación fue surgiendo y miles de oportunidades de integrarse todos por igual. Incluso Fernando, como ya se le estaba haciendo costumbre, sacó sus dotes pispirezcos no solo con Sol a su lado, sino con Antonio.
Esta, por raro que pareciese, le parecía de lo más divertida la escena, siguiendo el juego y burlándose de las expresiones de Antonio. No lo esperaba de ella, pero cada loco con su cuento, ¿no?
Disfrutamos de una deliciosa comida de Coffe Paté, aún más enamorados de su sazón y ambiente. Más aún, con el regalo de Karla hacia nosotros, su deliciosa tarta de queso. Después de eso, con los estómagos llenos y un Gustavo reacio a seguir caminando, salimos a ver el resto de los desfiles.
Primero acompañamos a Sol a llevar a Sebastián a casa, la tarde ya estaba cayendo y no era horas para que él estuviese en la calle, muchos empezaban a destaparse con la caída del sol. Sí, se creían hombres lobo o quien sabe.
Después, con el permiso de la señora Marisol, nos fuimos todos a caminar por ahí y seguir la cháchara. No podía negar que las cosas habían salido de lo más de bien, incluso Fernando se había reído no solo de mí sino conmigo. Los carnavales tienen algo de magia, después de todo.
Por un lado, aunque lo sabía y lo había visto de primera mano, me seguía sorprendiendo ver a Christian tan cariñoso con Sergio. Por sus personalidades, hubiese creído que sería lo contrario, pero conociéndome como soy con Andrés, lo entendía más que bien. Ellos iban al frente, tomados de la mano y tan acaramelados como los otros dos, Emma y Gustavo, salvo que ellos eran aún más atrevidos. A mi lado, Andrés se le veía sonriente y tranquilo, tal y como adoraba verlo.
Un bullicio llamó nuestra atención, cerca de las canchas multideportivas del barrio, una multitud se aglomeraba en las gradas rodeando a un grupo de mimos. El show estaba por empezar.
—Amor, los chicos y yo nos quedaremos viendo el show de mimos, si quieres puedes hablar con ellos un rato —sugirió Andrés—. El almuerzo no fue suficiente, ¿sabes? Hay cosas que ustedes deben conversar y que nosotros no debemos escuchar, personal de ustedes como grupo, ¿no?
—Sí, claro, tienes razón. —Lo abracé y apreté contra mí, besando su frente—. ¿Qué haría sin ti, mi pulguita?
—Seguir siendo un idiota —se burló él todo sonrisas preciosas.
—¡Auch!
—Pero así te amo.
—Te adoro.
Lo vi alejarse con sus amigos, riendo y bromeando como los demás; mientras ellos, esperando por mí, se quedaron a un lado esperando mi palabra.
—¿Qué harán ahora? —les pregunté.
—No sabemos aún, ¿y tú? —contestó Antonio—. ¿No irás con Andrés?
—No, ellos verán el show de mimos y pues... —Desvié mi mirada a ellos, Andrés reía a carcajadas—. Puede que me lleve bien con ellos, pero no somos amigos.
—¿Incluso con Fernando? —inquirió Cristian entre risas.
—No, lo intento, pero sigue resentido —aseguré, encogiéndome de hombros—, o eso creo, ni él mismo sabe qué diablos quiere.
—¿Entonces podemos hablar con calma? —sugirió Sergio.
—Claro, esperaba eso en realidad.
Nos alejamos un poco del bullicio, sentándonos en las banquetas alrededor de la pista de patinaje. Había que descansar un poco, después de todo, nos la habíamos pasado caminando un largo rato.
—Ok, primero lo primero, sentimos todo lo que le hicimos a Andrés, es solo que...
—Oigan, en serio, ya basta de disculpas, lo hicieron con quienes debían y ya, conmigo no tienen que disculparse, más bien... —lo interrumpí, ya era momento de pasar página e ir directo al grano—. Yo sí lo siento, en ese momento estaba muy enojado por lo de Andrés y su brazo, ustedes no tuvieron nada que ver ahí.
—Sí, se pasó de coña el Edgar —bufó Christian.
—¿Y entonces? —indagó Antonio.
—No tengo nada contra ustedes, estábamos en la misma posición después de todo así que... —Extendí mi mano frente a ellos—. ¿Amigos?
—¡Amigos! —contestaron al unísono, suspirando con alivio.
—Pero no vayan a...
Y lo hicieron, se lanzaron contra mí agarrándome Sergio por la cabeza, y los otros dos por mis costados haciéndome cosquillas como en los viejos tiempos, y por supuesto, sabiendo que detestaba que lo hicieran.
—Ya, quítense, putos —grité entre risas, empujándolos con fuerza.
—¿Dónde quedó don cariñitos? —se burló Antonio.
—Ese es de Andrés, lo tiene aquí, en la palma de su mano —continuó Christian con las burlas.
—Mira quién habla, don dominado —me defendí.
—¿Qué? Nos podemos burlar, está en el contrato de amistad —aseguró Christian berrinchudo.
—No he firmado nada, cara de culo.
—Hablando de cara de culos —intervino Sergio con seriedad—, ¿cómo lo supo Edgar? Lo de Cris y yo.
Las miradas volvieron a centrarse en mí, esta vez de nuevo con seriedad sin rastros de las bromas de hace un rato. Era el tema esperado, o por lo menos, lo que había que sellar.
—Ni idea, solo lo dijo como para asegurarme que no era el imbécil homofóbico que creíamos que era —expliqué—, no dio detalles.
—No entiendo, de verdad que no entiendo —exclamó Antonio.
—¿De casualidad te dijo si supo que...? —Se aventuró a preguntar Sergio, dejando las palabras al aire.
—¿Qué? —insistí llevado por la curiosidad y la confusión.
—Qué gustaba de él. —Como con rabia, Cristian dejó salir aquellas palabras con un bufido de hastío.
—Perdona no escuché. ¿Qué? —expresé entre sorprendido y divertido, viendo el destello de los celos en su rostro.
—Al inicio le gustó Edgar, después se dio cuenta que era un idiota y se le pasó —dijo Cristian con un encogimiento de hombros.
—Pero amor...
Sergio se acercó a este, abrazándolo por la cintura y besándolo con ternura por todo su rostro hasta hacerlo sonreír una vez más. Tomó su rostro entre sus manos y estampó un beso apasionado en sus labios, como nunca los había visto.
—Aún se pone celoso al recordar eso —se burló Sergio, aún con Christian hurgando en su cuello.
—No estoy celoso, solo recalco tus malos momentos —replicó Christian, mordiéndolo.
—Sí, estás celoso.
—No creo que sepa eso —aseguré, tratando de recordar detalles de aquella conversación—, me lo hubiese mencionado, aunque...
—¿Qué? —insistió Antonio sin dejar de mirar con diversión a sus amigos.
—Estuve pensado mucho esto y creo que deberíamos ayudarlo. —Con un suspiro, empecé a explicar toda la situación de Edgar—. Tengo mis dudas al respecto, no diré que no, pero Andrés me dijo que si fue capaz de confesar todo eso podríamos darle el beneficio de la duda. Si todo lo que me dijo resulta ser cierto, pues...
—El problema sería más que serio —terminó Antonio por mí.
—Yo sí le creo —expresó Sergio.
Con alta curiosidad, Christian dejó de abrazarlo para mirarlo con suspicacia. No había celos ya, solo demasiado interés. No era el único y no lo culpaba, yo también sentía la misma curiosidad por saber sea lo que fuere que sabía. Si eso implicaba que podíamos ayudar a Edgar, teníamos que saber, después de todo y a pesar de lo que hizo, no me sentía bien solo dejando que se hundiera en su propia desgracia.
—Cuando aún estaba interesado en él fui a su casa, solo iríamos a buscar su equipo de baloncesto y regresaríamos a la universidad —explicó con cautela, no quería hacer enojar a nadie sin querer—. Ni siquiera entré, me dijo que esperara en la terraza y no tardaría, pero alcancé a escuchar los gritos ahogados de la mamá y... cuando medio me asomé, ese tipo lo amenazaba con un cuchillo mientras la señora estaba en el suelo llorando.
—¿Por qué nunca...? —inició Cristian anonadado.
—Porque él hizo como si nada de eso estuviese pasando —contestó con un suspiró pesado—, como si estuviese seguro de que no había visto nada de eso y pues, no creí prudente decir algo al respecto.
—¡Mierda!
—¡Tenemos que hacer algo! —reafirmé esta vez más que convencido.
No sé ustedes, mis pulguitas, pero yo siento que esta madre ya se me salió de las manos
Y...
Los culpo a ustedes, sembraron la semilla en mi cabeza y estas son las consecuencias
Ahora me pagan terapia, o sea, namamen
Mentiris, los amo.
Ya esto es algo que sabía iba a pasar desde hace tiempo, pero la flojera me estaba ganando y ps... Sus comentarios alejaron ese demonio de mi y atrajeron a uno nuevo, uno que no tenía estipulado ni de cerca.
El espítiru del shipp de mayor dudosa sanidad y procedencia, que ustedes se inventaron quien sabe como porque ideas no di, pero que se sacaron de las axilas
Y como decía mi mamá cuando se enojaba, a estos los parí del sobaco jajajajaja
Mi mamá es un amor no se crean
En fin, ahora están obligados a leer y comentar, de lo contrario...
......
Muajajajajajaja
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