7
Ojalá pudiera decir que la tarde fue increíble, porque aquel inconveniente con Marcos terminó por arruinar el ambiente. Sin embargo y tomando las propias palabras de Fernando, no debía permitir que ese idiota me jodiera sin estar presente.
Continuamos como si nada, tratando de relajarme y disfrutar lo que quedaba de tarde hasta que se hizo hora de la cena. Y como si fuese mi premio después de pasar por aquello, nada extraordinario pasó. La tía Marisol trató a Fernando como si fuese yo mismo, siempre tan cariñosa y comprensiva.
Eso sí, no me salvé del interrogatorio intensivo de dos horas después que se marchara de casa. Y sin más remedio, me tocó decirle cual era mi actual relación con él, nada fuera de una amistad que iba en crecimiento. Pero solo eso, o por ahora como dijo ella misma.
¿Podría pasar algo más?
Continuando con mi desgracia, solo fueron dos días más en casa de mi tía, saliendo a divertirme con mis primos esta vez sin la compañía de Fernando. Como en toda familia, él también debía pasa tiempo con ellos en estas fiestas. Pero desde ese momento en que discutimos en la calle, Marcos no se acercaba, no decía nada ni me gritaba y no estaba seguro si eso era aún más preocupante. De vez en cuando solo me lanzaba besitos con la mano, o me guiñaba el ojo como hizo antes, burlándose de mí hasta el cansancio. Pero del resto era como si solo observara desde lejos, analizara mis movimientos o esperara que algún nuevo secreto saliera a la luz.
Me tenía harto, hasta la coronilla.
Sol me aconsejaba que lo ignorara, que era un desperdicio de energía solo darle atención a ese cuando estaba con ella. Si quería mirar, que lo hiciera, mientras no se acercara estaba todo bien. Pero para mí no lo era, no así de fácil. Después de la tormenta viene la calma, pero también podía ser al revés y eso temía.
De regreso a casa, tenía la esperanza de descansar de él un par de días. No verlo en las practicas sería fácil, estaba suspendido después de todo. Pero por experiencia propia, sabía que la universidad no era lo suficientemente grande como para poner espacios entre su grupo y yo. Lo vería por ahí, inevitablemente.
Aproveché la corta soledad para pensar, meditar la situación y que tan grave era. Marcos sabía de mi sexualidad, no me avergonzaba de ello e incluso mis padres me aceptaban, pero seguía siendo algo delicado con respecto al resto de la sociedad. Me conformaba con que lo supiesen las personas importantes en mi vida, con ellos era más que suficiente. Y, sin embargo, la persona menos adecuada tenía esa misma información. Si Edgar era un homofóbico reconocido, ¿Qué esperaba de su capitán?
(¿?) Hola, lindura. ¿Ya me extrañas? Porque yo a ti sí.
Un mensaje de texto de un número desconocido interrumpió mi análisis, sobresaltándome un poco al casi quedarme dormido.
(A) Tú eres....
(¿?) El amor de tu vida si lo prefieres, pulguita.
Eso no podía ser posible, ¿por qué de todas las personas en el universo, Marcos debía tener mi número? Peor todavía, ¿cómo demonios lo consiguió y desde cuándo?
(A) Mira, ya estoy más que harto de verte y soportarte en la universidad y ahora por la casa de mi prima, para que también te aparezcas de la nada en mi teléfono. Así que, por favor, por lo que más quieras, si es que existe algo así, DEJAME EN PAZ, MIERDA.
(M) Aww se molestó la pulguita, ternura.
(A) Y deja de llamarme pulguita, es estúpido.
(M) Está bien, ¿cómo prefieres que te llame?
(A) Mejor aún, no lo hagas y piérdete.
(M) Ya sé, ¿qué tal, chikibaby?
(A) Dios, no se puede hablar contigo civilizadamente. Adiós, idiota.
(M) ¿Te dormirás? Está bien, descansa, así no pierdes esa linda carita de ángel que tienes. Besos.
Esto debía ser un chiste, uno de muy mal gusto y bajo presupuesto, porque pese a su «descansa», siguió enviando mensajes desesperantes y burlones toda la maldita noche. No lo aguante más, bloqueé su número de raíz deseando poder hacer lo mismo en mi vida.
Bloquearlo de cada cosa que coincidiera con él, el equipo, los pasillos, la cafetería, el planeta entero si se podía. Pero no, para mi desgracia debía soportarlo, aunque no allí.
Al día siguiente y a primera hora, usando el largo trayecto del autobús de la casa de Emma hasta la universidad, aproveché para contarle todo el desastre en el que estaba por convertirse mi vida.
—¿Cómo consiguió tu número? —preguntó igual de perpleja.
—Eso mimo quisiera descubrir, sea quien sea está en mi lista negra —repliqué.
—Hermano, eres la mata de la mala suerte y la pendejez unidas, ¿cómo puedes ser tan descuidado? —me regañó, como de costumbre.
—Si pudiera saber cada vez que aparece de la nada, sería más feliz, podría evadirlo con facilidad —le reproché con ironía—, sería el santo remedio a esta enfermedad llamada Marcos Telan.
—Sí, bueno, ya... ¿Qué harás? —indagó preocupada.
—Rezar, porque dialogar con esos idiotas es imposible, y ya está comprobado —suspiré con resignación.
Llegué a la universidad con la esperanza de poder evitarlos durante el resto de esa semana, sabiendo que no tendríamos practica hasta la siguiente por cosas indescifrables del entrenador. Sin embargo, así como de inesperadamente avisó que se cancelaban esas prácticas, convocó a una reunión ese mismo día como si nada hubiese pasado.
¿Dónde está el espejo que rompí para tener tanta mala suerte encima?
Respiré, gruñí y me calmé ya resignado de sea lo que sea que quiera hacer el entrenador, enfrentarme a la realidad era algo que no podía evitar. Retrasarlo lo empeoraría, así que tampoco podía quejarme de ello. Algún día iba a pasar, más pronto de lo imaginado por desgracia.
Fui a clases, con el temor de ver a aquel grupito en alguna parte de mi trayecto, pero gracias al cielo logré llegar a mi salón sano y salvo.
—Mucha fiesta, ¿no, hermano? —saludó Gustavo con un manotazo en mi espalda.
—Animal, ¿vas a desbaratarme o qué? —repliqué acariciando la zona dolorida.
—No, ¿cómo crees? —contestó con un toque de enfado—. Es que te ves tan bonito en esta foto que me conmueve.
En su teléfono brillaba una foto, y en ella relucía la preciosa sonrisa de Fernando abrazado a mí frente a una de las carrozas. No recordaba aquello, fue en un momento en que estábamos disfrutando tanto que, sin importar saber que estaba cerca o no, solo nos dejamos llevar de las emociones. Y había quedado más que hermosa, tanto que cometí una locura: la puse de perfil.
—¿Y eso qué? —indagué confundido.
—¿Cómo que qué? Yo soy tu amigo y ni me llamaste, cabrón —se quejó como un niño.
—¿Y quién dijo que yo lo llamé?
—¿Ah no?
—No, baboso —le devolví el golpe—. Fue una mera coincidencia, y, ¿sabes qué más pasó? Mi fin, solo por si te lo preguntas.
Omitiendo detalles importantes que Gustavo aún desconocía, le conté con casi todos los detalles lo ocurrido esos días en casa de mi tía. Las fiestas, la comida, el ambiente, todo, menos la hermosa sonrisa de Fede, su forma de enfrentar a Marcos por defenderme, sus lindos ojitos hipnóticos. Esas son cosas que solo yo debo saber y que me delatarían, claro está.
—Lo peor es que, muy posiblemente y por sus sugerencias, por solo verme con Fer esos días cree que hay algo más —dije, una mentirilla piadosa que espero cubra el próximo desastre, si se da—. Ya sabes, con lo inmaduro que es, lo tonto es adicional.
—¿No crees que exageras? —dijo Gustavo escéptico—. Es inmaduro y todo, pero no creo que juegue con un tema como ese.
—Yo solo quiero saber porque todo el mundo se empeña en decir eso, ¿no lo conocen o qué? —expresé harto de escuchar lo mismo—. Parece como si no supiesen lo imbécil que puede ser, y créeme, lo demostró con creces este fin de semana.
—Bueno, ya, sorry... ¿Ahora sí piensas salirte del equipo? —indagó, mirándome con intensidad exigiendo una respuesta en específico.
—Mira, ya vino el profesor —dije, zanjando el tema.
—Vas a sufrir a lo pendejo —susurró.
Y tal vez sea verdad, pero no solo por ese tema. Detrás del profesor, entraba Fernando sonriéndole muy dulcemente a una chica de quien se despidió con un beso en la mejilla. Suspiré para mis adentros, sabiendo que si seguía en ese camino cometería un error garrafal.
Terminada la clase me despedí de Gustavo, quedando en reunirnos en la cafetería para almorzar con Emma. Solo serían dos clases más, el almuerzo y un largo trayecto hasta las canchas para enfrentar mi destino. Aun así, sentía que los veía en todas partes.
—¿Todo bien por acá? —saludó Fernando en tono burlón.
—Sí, claro, normal como siempre —contesté sin prestarle atención.
—¿Por qué siento que no es así? —indagó curioso—. Deberías dejar de centrar tu atención en ese tema, ¿no crees? Pensar demasiado en Marcos te puede afectar, aparte de ser lo que él espera.
—¿Cómo? ¿A qué te refieres? —exigí saber, su insinuación me sacó de casillas.
—Tranquilo, guapo, solo decía que mientras más importancia le des, más accesibilidad a ti le proporcionas —explicó con un suave pellizco en mi mejilla—. Enfócate en otra cosa, o en otra persona. No sé, tal vez te funcione.
—Sigo sin entender, pero a ver —expresé dudoso—, ¿en quién debo enfocarme?
—En mí, estoy disponible para tu análisis —dijo y sonrió ampliamente.
No podía creer lo que estaba sucediendo, la sorpresa por sus palabras y expresión fue tanta que sentí el rostro arder. Tanto así que, por su estridente carcajada, era más que obvio que estaba sumamente sonrojado.
—Eres una ternura, en serio —se burló, acariciando mi mejilla.
Y como si aquello lo hubiese invocado, a unos metros de nosotros apareció Marcos con su expresión de toro embravecido. Nos observaba detenidamente, como si lo hubiésemos ofendido con nuestra presencia. Empezaba a acercarse y, por ende, a asustarme, así que hice lo único que se pasó por mi cabeza: correr.
—¿Qué tal si nos adelantamos? Se nos hace tarde —dije casi desesperado, tomándolo de la mano y llevándolo directo a nuestro salón de clases.
No dijo nada, solo se dejó llevar por mis prisas y eso le causó más gracia todavía. Llegamos al salón, nos acomodamos y nada más sucedió. De momento podía descansar, respirar tranquilo y solo conversar con Fernando como si mi muerte no estuviese a la vuelta de la esquina. Y eso era en sentido literal, por desgracia.
—Supongo que las prisas eran por él, ¿no? —sugirió y yo solo suspiré—. ¡Joder! De verdad te está acosando, y yo sigo sin saber que le ve Mary de encantador.
—¿Quién es Mary y por qué tiene tan mal gusto? ¡Pobre! —me burlé tratando de apaciguar mi propia amargura.
—Es mi hermana, la chica que me acompañó hasta el salón, supongo que la viste —comentó con gracia—. Es brillante, solo tiene quince años y ya ingresó a la universidad, pero tan ingenua como una niña.
—¿Tú hermana? —exclamé sorprendido.
—Sí, lo sé, no nos parecemos mucho... —contestó, haciendo una pausa mientras analizaba mi expresión— ¿Por qué sonríes?
—¿Yo? Nada de nada, solo... recordé un chiste.
No era un chiste, pero sí un alivio. Había malinterpretado cierta situación y por ello me había sentido un poco molesto, pero ya aclarado el malentendido, la sonrisa boba regresó a mi cara sin ganas de volver a irse.
Pasado ese momento, durante el almuerzo con los chicos, Fernando se nos unió por primera vez. Pero por más que me encantara la situación, había dos cosas que me estaban asustando. La primera era mi estúpida reacción con él, situación que se estaba haciendo demasiado evidente. Y segundo, lo más preocupante, que Marcos se mostraba aún más enfadado.
¿Acaso le desagradaba que hablara con Fernando? Era ridículo, aunque todo lo de él lo era, empezando por su estúpido cabello rubio-fresa alborotado y esa maldita sonrisa de suficiencia. A pesar de ello, el momento decisivo llegó inevitablemente y debía enfrentarlo como llegué al mundo: solo, asustado y en contra de mi voluntad.
—A ver nenas, presten atención porque solo repito una vez —exclamó el entrenador con sus típicos gritos.
Al ser reunión, todos estaban allí, muchos con sus uniformes porque al parecer sí tendremos practica pese a lo anunciado. Inestable, como mis nervios en ese momento. Todas las miradas del estúpido equipo rojo estaban en mí, como cosa rara, solo que esta vez se reían por lo bajo y me miraban con asco. Y sí, marcos estaba con ellos con mirada seria, sumen dos más dos.
—El director de disciplina de algunas facultades, que no mencionaré porque sería demasiado obvio, acaba de informarme que tomará medidas más drásticas para esos graciosos que se creen los listillos y me dio potestad absoluta de hacerlos sufrir —anunció el entrenador—. Así que, señoritas, si de verdad quieren participar en este proyecto y posiblemente ir a los próximos campeonatos, espero se ajuicien. Ya tengo uno suspendido por dárselas de machito, no quiero tener que expulsarlos por simples estupideces. Hay muchos en fila esperando entrar, ustedes verán que hacen. Es la última oportunidad que se les da, tómenla o se largan. ¿Entendido?
—Sí, señor —contestamos al unísono.
—Bien, vayan calentando, ahora regreso.
Se marchó dejando atrás a una decena de adultos jóvenes, cuya mayoría se comportaba como adolescentes en mitad del desarrollo hormonal, pero dejando de lado el cerebral. El equipo rojo seguía riéndose, mirándome con burla y señalándome como si tuviese algo raro encima.
—Andresito, por ahí un pajarito me dijo algo muy interesante, ¿sabes? —dijo Edgar entre risas—. ¿Eres gay?
Soltaron las risas, como si aquello fuese gracioso para alguien. Y por ello, la atención de los demás empezaba a centrarse en mí, analizando si aquello era cierto o podían notarlo con solo mirarme. A eso me refería cuando prefería callarlo para el resto del mundo, pero no, lo tomaron como un juego.
—Dile a ese pajarito rubio, que no meta el pico donde no lo han llamado —repliqué, mirando con desprecio a Marcos a su lado.
—¿En serio eres gay? Aún tenía mis dudas, ¿sabes? —insistió Marcos—. Pero bueno, no sé porque pregunto si se nota en esa carita tan linda que tienes, ternurita.
Y volvieron a estallar en carcajadas, chocando sus manos como neandertales celebrando la caída de bruces de alguien más. ¿Podían ser más inmaduros?
Pero no me quedé callado, no más.
—¿Por qué el interés? —pregunté con seriedad, cruzándome de brazos—. ¿Acaso estás buscando novio?
¿Cómo la ven, mis amores?
El niño sacó las garras, ¿eh?
Yo le doy un 8/10 porque aja, como su madre debo decir que si te dan putazos, así debe contestar...
¿Lo hará?
Hagan sus apuestas, 50 pesos a que se lo madrea...
¿Cómo? ya es otra cuestión wajajajaja
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