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Dedicatoria
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Marcos
Pese al divorcio, mis padres trataban de llevarse lo mejor que podían para no ponerme en medio de sus discusiones. Claro está, a estas alturas de mi vida poco me afectaba si peleaban o no, al fin y al cabo, hace años que no convivían. Sin embargo, no necesitaba más estrés en mi vida del que ya tenía.
La casa de papá seguía siendo grande y ostentosa, lo que me llevó a recordar las tardes de juegos y lo increíble que siempre la pasaba en aquel lugar. Era hermoso, la decoración, los muebles, los juguetes, los largos pasillos con tantas habitaciones y cosas por explorar. Sin duda alguna, el perfecto entretenimiento para un niño curioso. Pero ahora, con el corazón destrozado, lo único bello en todo ese lugar era la soledad y el aislamiento que me podía dar.
—¿Puedo preguntar? —dijo mi papá al verme llegar.
—¿No puedes solo pensar que quería visitarte? —repliqué con un suspiro.
—No.
—Entonces no.
Mi relación con él siempre fue un poco plana, mis visitas a su casa no eran más que el dejarme correr y hacer lo que quisiera durante semanas en aquella enorme casa. Ahora de adulto, aparente adulto, se trataba de encerrarme por horas o salir hasta tarde a recorrer las calles de aquel lugar. No era tan malo, el me daba mi espacio y yo le dejaba el suyo para pasarla con sus novias. De lo contrario, podía llegar a ser incomodo el obligarme a interactuar con chicas de casi mi edad que se querían hacer pasar por mi madrastra.
Varias veces trató de sacarme información, pero la idea era despejar y olvidarme un poco de todos mis problemas, no generar uno más con confesiones que sé que no aceptará. Gracias al cielo me crie con mamá, de lo contrario sería una versión muy similar a Edgar si me hubiese quedado con papá. Lo respeto, eso sí, sigue siendo mi padre, pero no comparto ninguno de sus ideales ni mucho menos la homofobia que trata de ocultar para caer bien.
¿Qué hice en tres meses? Caminar, recorrer las frías calles de la ciudad, practicar skate, leer, cualquier cosa que me sacara a Andrés de la cabeza. ¿Resultado? Imposible. Por más que quise cualquier cosa me llevaba a un recuerdo con él, por más mínima que sea podía casi verlo a mi alrededor en otras personas. Mis ansias por tenerlo cerca me quemaban desde dentro, pero nada podía hacer de momento, solo darle tiempo al tiempo.
Cuando llegó el último día de mi estancia en casa, traté de pasarla con papá, así sea solo para escuchar su eterno parlamento sobre los deberes de un hombre, el ser profesional para tener el modo de proveer a la familia, tener una linda novia, cinco hijos, tres amante y dos perros. Sí, tal vez exagero un poco en lo último, pero perfectamente podrían ser frases que nunca dijo, pero pensó.
Luego vino el largo viaje, largas e interminables horas sentado en un avión con una única cosa en mente: Andrés, sus ojitos, su sonrisa, el sabor de sus labios y mi corazón volvió a estallar de ansiedad. Lo único que podía maquinar mi cerebro era el modo de conseguir su dirección, tal vez si volvía a preguntarle a su prima podría conseguir esa información. Sin embargo, al revisar mi celular sus redes sociales seguían bloqueadas para mí, y por ello desistí de momento. Mi espera debía seguir, esperar que dejara la rabia atrás y dejar ese espacio para una nueva oportunidad.
Podía sonar estúpido, pero había cosas que tenía que arreglar antes de, Edgar, por ejemplo, el primer y literalmente único obstáculo en la ecuación. Debía conseguir que dejara de molestarlo, que se lajera de él de forma permanente, peor estaba el equipo de baloncesto en medio. Solución, hacer que lo saquen del equipo, sin él los demás pierden toda su valentía y santo remedio.
Pero, porque siempre hay uno, el recordar su rostro enojado empapado en lágrimas, sus reclamos y la profunda tristeza en su rostro me tiró con fuerza al suelo, metafóricamente. ¿Cómo podía plantarme frente a él después de saber todo lo que causé desde que nos conocimos? Esa semana antes de clases fue una completa tortura para mí, me resistí a ir a casa de mi vecina y sonsacar esa información, pero nadie me impidió caminar casi todas las noches hasta aquel mismo parque de nuestra primera cita. Mis mejores recuerdos.
Y sin esperarlo, casi saliendo de la universidad el primer día de clases, ignorando adrede el correo del entrenador sabiendo que aún estaba suspendido del equipo, llegó el mensaje que tanto anhelé: «Te extraño». Mis pies se activaron de forma automática al leerlo, corrí lo más rápido posible a casa a buscar el uniforme y con las mismas energías volví.
Me detuve justo en la entrada de las canchas, con el aire luchando para entrar en mis pulmones y los nervios a mil. No sabia que esperar pese a la claridad del mensaje, ¿y si se arrepentía de eso? Esperaba que no, rezaba por ello.
Pero luego lo vi, cabizbajo y triste, mirando distraído el suelo bajo sus pies y mi mundo volvió a caer. ¿Estaba así por mi culpa? Me juré remediarlo, a como dé lugar.
—... cualquier mínima falta este semestre será incalculable —dijo el entrenador con su tono molesto, este semestre iba a ser un problema—. Las nacionales nos las tomamos muy en serio, no solo yo y el director del comité de deportes, no es un juego de niños, esto es importante y necesito madurez de su parte, unos diez años como mínimo en especial de ti, Telan. ¿Te comportarás esta vez si te levanto la suspensión?
—Téngalo por seguro, señor —contesté.
Mis ojos se mantenían fijos en él, quien levantó con rapidez su rostro al escuchar mi voz. Aquellos ojos claros se clavaron en mí, una mezcla de sorpresa y alivio pasaron por ellos y en mi pecho, la esperanza empezó a encenderse.
—... ¡Entendido, Cruz! —gritó el entrenador robándose su atención—. Este hijo de su madre, ¿me escuchaste?
—No, señor, discúlpeme —contestó casi en susurros.
—Última vez, Cruz —advirtió de forma militar—, que este semestre no seas uno con el suelo y reza para que mantengas ese brazo intacto porque vamos a tener serios problemas, ¿ahora sí escuchaste?
—Sí escuché.
—¿Te mantendrás alejado del piso como un niño bueno y excelente jugador?
Las risas mal camufladas de los que una vez llamé amigos renovaron mi rabia, en especial hacia el mismísimo Edgar, quien no quitaba su atención de Andrés con su típica mirada intimidante. Ya no más de eso, no mientras esté aquí.
—Sí... lo intentaré —contestó lleno de dudas.
—Más te vale, Cruz, más te vale —advirtió, regresando su atención a mi—. ¿Y tú qué, esperas invitación para irte a cambiar? Pilas, papi, que la tarde es corta.
—Sí señor.
No pude evitar volver a mirarlo antes de marcharme, sus ojos ahora húmedos se conectaron con los míos y una nueva sonrisa apareció en mi rostro. Amplia, genuina y llena de todo mi amor hacia él, y de le misma manera, correspondió a mi gesto regalándome una de sus preciosas sonrisas.
Momentos como este me hacen ser creyente.
Traté de ser lo más rápido posible, ir vestirme y regresar, no había tiempo que perder si quería volver a estar con él. Sabía que no se iba a mover a ninguna parte y que, estando allí rodeado de tanta gente, no podía pasar nada de lo que me gustaría, pero con tomar su mano me bastaba de momento.
Sin embargo, el año no empezó nada bien y de esa forma, al parecer, se iba a mantener. Lo que empieza mal termina peor, dicen, y Edgar lo sabía. Al regresar, el caos estaba por estallar.
Andrés
Aquella sonrisa boba no se quitaba de mi rostro, el volverlo a ver significaba más de lo que me había imaginado y tener una vez más esa linda sonrisa me calentaba el alma. Ojo, el alma.
—Bien, espero empecemos con el pie derecho, mis niños —expresó el entrenador más calmado—. Empiecen el calentamiento, Thomas los vigilará, ya vuelvo. No se maten en mi ausencia, por favor.
El breve descanso había terminado, la verdadera travesía empezaba a iniciar con el calentamiento. En ausencia del entrenador, su hijo y casi fotocopia se hacía cargo de torturarnos, sin gritos ni nada por el estilo, pero seguía siendo igual de duro.
—Ya escucharon, señoritas, a correr —exigió Thomas.
Si mi ensimismamiento con Marcos no hubiese permanecido, tal vez habría previsto el desastre inminente. Tan solo tres pasos, un fuerte empujón me tira al suelo causándome el primer raspón del año. Detrás de mí y riendo a carcajadas, estaba Edgar, su expresión de completa rabia e infantil satisfacción. Sin embargo, ya no estaba para esos juegos. Con la misma rabia me impulsé y lo enfrenté.
—¿Qué mierda quieres? —inquirí acercándome amenazante mientras los demás solo observaban—. ¿Qué me disculpe? Pierdes tu tiempo, tu empezaste, ahora soporta.
—Jamás esperaría una disculpa menos de un marica como tú. —Un nuevo empujón me tumba de trasero al suelo—. ¿Qué harás? ¿Llorar como la niña que eres?
Antes siquiera de poder reaccionar, sus manos agarran el cuello de mi camisa levantándome a la fuerza. La diferencia de estaturas hacía que me ahorcara un poco, por lo que me vi obligado a ponerme de puntillas y sujetarme a sus muñecas en un intento por liberarme. Con su rostro tan cerca de mí, vi algo más allá que solo rabia descontrolada, como un miedo oculto que trataba de taponar con esa horrible fachada de macho.
—¿Sabes? No quiero tu mierda, ¿ves este moratón? —Señaló su brillante y amoratado ojo con énfasis.
—Te luce, ¿quieres otro? —me burlé.
—Estamos payasin hoy, pero no, algo mucho mejor. —Reafirmó su agarre con una mano, mientras la otra empezaba a aflojarse y se levantaba poco a poco lejos de mí, en lo alto de su cabeza—. Me encantaría devolverte el favor.
Con espantosa rapidez, su puño se lanzó en picada directo a mi cara con fuerza, y por instinto, mis ojos se cerraron esperando el impacto. Sin embargo, este no llegó.
—Más te vale que lo sueltes y lo dejes en paz.
Marcos había regresado, lleno de rabia y forcejeando con su mano empuñada, se encontraba tras Edgar evitando que me golpeara. Con la misma fuerza, lo empujó lejos de mi interponiéndose entre los dos como un muro protector.
—¿Por qué haces esto? —se quejó indignado—, solo quiere darle una caricia de bienvenida al mariquita ese.
—¿Mariquita dices? —Y este se queda callado asombrado, pero el continua—. ¿Te molesta que sea gay, o que este saliendo conmigo?
—¿Están saliendo? —murmuró casi atragantándose con sus palabras—. Mentiroso, no puedes...
—¿Cuál es el problema con eso? ¿Querías salir tú con alguno de nosotros? —ironizó Marcos.
Un espeso silencio se internó en el lugar, el nerviosismo de Edgar y la indignación eran notables en su expresión, no podía creer nada de lo que escuchaba. A lo lejos Thomas solo observaba entre divertido y expectante. No necesitaba mucho, solo una pequeña oportunidad para lanzar su estocada final, y no le importaba salpicar gente inocente.
—¿En serio? ¿Con quién? ¿Conmigo? —continuó Marcos exudando sarcasmo aprovechando el silencio de Edgar—. Lo siento, bombón, no eres mi tipo.
Una risilla nerviosa salió d ellos labios de Edgar, miró en todas direcciones como esperando que la cámara oculta saliera a darnos una sorpresa. Pero no sucedió, esa era su realidad y lo empezaba a golpear en la cara.
—¿Ah no? ¿Era con él? En ese caso déjame decirte algo, cariño —se acercó paso a paso de forma desafiante, encarándolo con toda la rabia que podía expresar en su rostro—, ni se te ocurra acercarte a él ponerle un dedo encima, es mío. ¿Entendido?
—Se supone que eras nuestro amigo, traidor —murmuró Edgar pasmado, casi con los pies pegados al suelo.
—Bien dicho, era, si es que a eso se le puede llamar amistad. —Con un suave empujón lo apartó—. Te lo digo en serio, tócalo una vez más y te rompo la cara, a ver si con eso dejas de fastidiar. ¡Madura!
El impacto de sus palabras en Edgar era arrollador, jamás había pensado verlo tan afectado. El gran macho alfa estaba indignado y dolido, demasiado como para percatarse de lo que demostraban sus facciones. Miró a Marcos con profunda decepción, para luego verme a mi con odio, el mismo de siempre, pero aumentado cien veces.
—No puedes estar hablando en serio, Marcos —dijo Edgar, con aparente y extraña calma—. ¿Por qué me haces esto? Solo aparece este idiota y hechas a la basura tres años de amistad, todo lo que...
—¿Todo qué? —insistió al ver su indecisión—. ¿El estar pegado a ti para no ser blanco de tus estupideces? Me aburrí de eso, demasiado para tan poco.
—No seas hipócrita —rio con sarcasmo—, sabes mejor que nadie que disfrutabas esto, bastantes ideas que me dabas, ¿recuerdas? No te me quieras hacer el santo ahora.
—Si quieres hablar de hipócritas dile eso a tus compinches —replicó Marcos señalando a los implicados detrás, quienes se mostraron contrariados por la salpicadura—, no creas que soy el único que esta fastidiado contigo.
—No estoy hablando de ellos, eres tú quien prefirió a ese mariquita antes que a mi —gritó, reclamando como si su alma se fuera en ello—. ¿Si sabes el significado de lealtad?
—¿Lo sabes tú? Porque bastante que dejas metido al que sea cada vez que tus problemas los salpican.
—Lindo espectáculo, ¿qué parte de correr no entendieron?
El circulo que se había formado alrededor de ellos dos se rompió, dando paso a un Thomas aburrido y exasperado con la escena. Había dejado que las cosas fluyeran, pero sin acción, ¿de qué le servía?
—Ustedes, par de imbéciles, arreglen sus problemas maritales en otro lado, no me pongan la tarea tan fácil —se quejó mirando ceñudo a Edgar—. No me temblará la mano en ponerlos fuera del equipo con dos palabras, tengo la autoridad para eso.
—El del problema no soy yo —dijo Marcos encogiéndose de hombros.
—Quien se junta con perros, las garrapatas se le pegan —se burló Thomas.
—Oh, no, cambié de pedigrí, ese es todo tuyo.
—¡Infeliz! —exclamó Edgar indignadísimo—. Te arrepentirás de esto, Marcos, haré que te acuerdes de mi cada vez que veas su estúpida cara.
Algo dentro de mi hizo clic, había estado viendo alfo en sus facciones, en sus palabras, pero no había descifrado que, aun así, había formas de sacar la verdad.
—¿Solo a ti? —Mi turno había llegado, así que me enfrenté a él saliendo de detrás de Marcos—. ¿Si has notado que todos los reclamos son en tu nombre? Son un grupo, o eran, no eres tú solo.
—Tú cállate, idiota —rezongó nervioso.
—¿Por qué? ¿Dije algo delatorio? —insistí, viendo como todos murmuraban y lo miraban, e incluso sus propios amigos lo miraban confundidos.
—Puras estupideces...
—¿Por qué tan nervioso? ¿A que le temes, Edgar? —continué—. Ni que estuvieses escondiendo algo, algún interés que no quieras aceptar.
—Cuidadito, mariquita —se acercó dos pasos amenazantes—. Atrévete a sugerirlo...
—¿O qué? —Marcos volvió hacer acto de presencia, empujándolo e interponiéndose entre nosotros—. No me hagas repetirlo, déjalo en paz, no dudaré en emparejarte la cara con otro moretón.
—¡Suficiente! —exclamó Thomas harto—. Me encanta el drama, pero el siguiente será de ustedes pariendo con el entrenamiento si no empiezan a correr. O mejor, ¿quién quiere ser el primer eliminado? Tengo uno en mente, me las debe en grande.
Así como las amenazas del entrenador, las de Thomas se tomaban en serio, en especial por parte de Edgar, el primero en alejarse. Aquella amenaza no era para nosotros, toda esa espera no era más que parte de su idea por hacerle la vida imposible por aquel incidente. Se lo merece, sí, pero no cuando afecta a otros.
Nos alejamos un poco de ellos, Marcos a mi lado alejando con la mirada a compañías indeseadas. Por un segundo cerré mis ojos, respirando un poco de aire con mas tranquilidad y paz. La guerra apenas empezaba y su ejercito perdía fuerzas, así que no me extrañaría que sacrificara algo para darse ventaja.
—Yo también te extrañe y no te imaginas cuanto —susurró Marcos a mi lado.
Mis ojos se centraron en él de forma automática, centrándome en la preciosa sonrisa que me dedicaba y ese brillo hermoso que iluminaba sus ojos. Y volví a sonreír como un idiota.
El silbato del entrenador nos sorprendió en la quinta vuelta a la cancha, regresó con una extraña y sospechosa sonrisa en el rostro que nos dio muy mala espina.
—Este semestre los entrenamientos serán duros, los mismos tres días de la semana con un partido amistoso todos los viernes —anunció—, así que vengan preparados para sudar y morir. Necesito que se pongan los pantalones, no solo los observaré yo, Thomas también se encargará de vigilar el progreso individual de cada uno, y de allí saldrá el equipo que nos representará en las nacionales.
Dicho y hecho eran malas noticias, no tanto para mí, sino para el idiota que se le ocurrió dárselas de machito y besar a la fuerza a una chica. Pero claro está, la justicia no existía en esta dimensión, por lo que sufriremos nosotros en el proceso.
—¿Entendido? —insistió.
—Sí señor —contestamos todos al unísono.
—Ojo con esto, me valdrá tres hectáreas si son la rencarnación de Michael Jordan, si ciertos niñatos no se comportan estará en la banca hasta que me de la gana —se quejó mirando de forma intercalada a Edgar y Marcos—. ¿Estamos? Ya lo he repetido como tres veces, no hay una cuarta, solo la banca.
—¡Entendido!
—Bien, hablando de eso, de momento asignaré como es costumbre al capitán. —La mirada malévola volvió a su rostro—. Marcos, bienvenido, hijo mío, y para que pongas los pies en la tierra tendrás cocapitán. ¿Vale?
La sorpresa fue genuina, no solo para Marcos a mi lado quien me miró extrañado, sino para todos. Y yo, asustado casi en pánico, sabía que eso solo podía significar una cosa.
—Cruz —gritó y mis sospechas se hicieron realidad—, sirve de algo, a ver si así te divorcias del suelo.
—¡Ok! —acepté, viendo más rabia e indignación en Edgar que nunca.
Porque claro, ¿por qué darle el puesto al nuevo y no a uno de los más veteranos en el equipo? Sí, ya era hombre muerto.
—Prepárense, iniciemos con un pequeño partido de análisis —anunció—, quiero ver quienes hicieron su tarea en vacaciones.
Suspiré, aquí empezaba su desquite.
Ya sé, mis pulguitas, ya sé
Y no pregunté que se porque ya lo olvide
En fin, espacio abierto para teorias de lo que quieran
Los leo, nada me puede sorpender
*la sorprenden con sus cosas raras*
Los amo mis pulguitas
Un nuevo anuncio, vayan a leer Aún más allá, la historia está bonita.
Mamá pulguita anuncia que pronto llegará el final de esta historia, si es que no me extiendo más
cosa que estoy previsualizando
*llora*
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