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Dedicatoria

gotic-lover

Gracias por todos tus comentarios

¿Recuerdan esa escena de Luna Nueva donde Bella tenía horribles pesadillas, se mantenía apática a las cosas, los meses le pasaban por la cara sin siquiera inmutarse y todo fue tan rápido que casi no se notó? Bueno, antes me pareció un poco absurdo o hasta estúpido todo aquello, más aún viendo cómo fue retratado en la película. Sin embargo, mi yo actual deseó con cada célula de su cuerpo que estos meses de vacaciones pasaran igual de rápido. Claro está, sin el resto de síntomas de lo que ya sabemos era depresión, aunque eso venía incluido en el paquete por desgracia.

Mi versión más personal de Bella fue muy similar, podía pasar horas viendo por la ventana desde mi habitación esperando que Marcos entrara por esa puerta; soñé tantas veces que llegaba y corría a buscarlo para arreglar de una buena vez todo este meollo; ni se imaginan cuantas veces desperté con el rostro empapado en lágrimas por verlo solo en un sueño. Me sentía tan estúpido, tan insatisfecho y decepcionado con mi propia vida que no podía simplemente ocultarlo.

Traté por todos los medios no caer tan profundo, sacármelo de la cabeza siquiera por un par de horas al día y distraerme con cualquier cosa. Salí de casa un par de veces con Sol y Sebastián para pasar el rato, fuimos al parque, al cine y a patinar, lo que sea me venía bien. Pero on cada cosa que hacía, con cada chiste que decía o cualquier emoción que afloraba en mi me hacía querer compartirlo con él, y todo eso me desesperaba aún más.

Me di cuenta que lo quería de verdad porque no solo lo echaba de menos en los momentos de soledad, sino también cuando algo bueno pasaba y eso era peor.

Dos semanas habían pasado, y ni rastro de él. La última noche de mi estancia en casa de Sol había llegado y mi esperanza se había esfumado casi por completo, y con ello, mis ganas de dormir. No podía despegar la mirada de su casa aun sabiendo que no llegaría, mucho menos a esas horas de la noche. El nudo en mi garganta se triplicó, se intensificó y me hizo estallar. De tantas noches, esa fue la primera que lloré, pero tampoco fue la última.

—Cada día te ves peor, ¿sabes? —suspiró Fernando.

Había ido de visita a casa de Sol para tratar de hacer algo diferente, salir al parque siquiera, tener alguien más con quien conversar tal vez hiciera la diferencia. Aunque claro, eso no implicaba que pasara por alto mi cara de espanto. Ojeras, cansancio, ojos hinchados, un completo desastre.

—Me quiero morir, no me den más razones para hacerlo, porfis —repliqué, tirándome al suelo con la vista en el amplio cielo—. Me encantaría ser una nube ahora mismo.

—¿Para poder ir lejos a ver a Marcos? —se burló Sol en un vano intento por hacerme reír.

—Babosa, caes mal —le reclamé—. Las nubes no tienen preocupaciones, solo quiero eso, y fluir por el cielo hasta morir.

—No sé si preocuparme o preocuparme —suspiró Fernando, tan dramático como yo—, y por si no quedó claro, me preocupas, Andresito.

—No te lo has tenido que aguantar dos semanas, no te quejes —vociferó Sol.

Si tuviese las energías, la hubiese empujado o pellizcado, pero me contuve. Ni ánimos, ni ganas ni nada.

—Cuéntame tus pesares, aunque ya se por donde van, pero aja, siempre hay algo nuevo en el chisme —dijo Fernando con tono cómico.

—No creo que sea muy adecuado contarte a ti eso...

—Tranqui, bombón, antes del despecho está el chisme, así que escúpelo —insistió, esta vez con suaves risas.

—¿Seguro? ¿No querrás burlarte de mi dolor?

—Tú dale, ya lo superé y lo superarás también.

—Sospechoso, demasiado sospechoso.

—Sospechoso tu iniciativa de venir —intervino Sol una vez más.

—Tú cállate, soplona. —La pellizqué esta vez, pero me fue devuelto por Fernando, una vez más sospechoso.

—No me trates a la niña así, habla de una vez.

De cierto modo aquella conversación sí me estaba quitando un poco el pesar de encima, no porque me solucionen la vida, sino porque me estaba dando otras cosas en que pensar. Esos dos, por ejemplo, algo se traían muy escondido y no querían decirlo. No de momento, no mientras no trate de sacarles el chisme a punta de patadas, si era necesario, recargaría la batería para hacerlo.

Mientras tanto, no tuve de otra que desahogarme, tal vez así me diera cuenta de cuan estúpido sonaba toda la situación y solo la dejara pasar. Como debía, ¿no? Salir del hueco.

—Te cogió bien feo, entonces —exclamó Fernando—. Si tanto se quieren, pues ya háganlo oficial, esta vez hablando seriamente, ¿entiendes? Con seriedad, sin besuqueos, o no hasta que esto este solucionado. Ten autocontrol, como mínimo.

—¿Y a qué crees que vine, animal? —me quejé por el insulto.

—¿No que no, traidor? —se quejó Sol lanzándome briznas de pasto en la cara—. Sabía yo que tanta insistencia era por algo y no por mí.

—Ya lo sabías, cállese. El problema está en que muy posiblemente con mis reclamos pues... —hice una pausa tragándome el nudo en mi garganta—. Se haya aburrido y decidiera alejarse, cosa que me dijo y cosa que me jodería mucho porque, ¿sabes cuántas veces se lo pedí? Pero claro, el hijueputa tiene doctorado en llevarme la contraria. Ahora que quiero hablar con él, sin esos idiotas merodeando, con toda la seriedad del puto mundo, el imbécil decide visitar a papi. Lindo él, si aparece lo reviento.

—¡A besos! —murmuró Sol, resguardándose tras Fernando entre risillas.

—Oh, pero que ganas de pegarle a alguien más —continué mirándola con reproche.

—No en mi presencia —zanjó Fernando, cruzándose de brazos y negando como papá regañón.

—¿Bueno y ustedes que se traen? —indagué insistente, levantándome y llenándome de nuevas energías, aunque sea solo un poquito de ellas. ¡Vieja chismosa siempre!

—Ya no eres prioridad, supéralo —se burló Sol sonriendo ampliamente.

—Deja el drama, aunque eso es imposible para ti —se burló también Fernando.

—Los estoy odiando a ambos justo ahora.

—¡Llora pues! —Y ambos estallaron en risas.

No podía negar que discutir con ambos fue un poco liberador, algo de nuevas vibras e incluso un poco de risas. Aunque claro, mis sospechas no hacían más que aumentar hacia ese par y la falta de información solo me frustraba un poco más. No ene l mismo sentido, me sirvió para sacar a Marcos de mis pensamientos por un rato, en realidad y se los agradecía, pero aun así necesitaba saber que ocurría.

Pasamos el resto de la tarde allí, fuimos por un par de helados y seguimos chachareando como si nada extraordinario estuviese pasando en mi vida. Me sentí por un momento una persona normal, regresé a ser yo mismo por un par de horas hasta que el cielo empezó a oscurecerse y el momento de regresar a casa llegaba. La opresión en mi pecho empezó a crecer de nuevo.

—Bueno, bueno, como dicen en mi ranche, calabaza, calabaza, todo el mundo pa' su house —canturreó el Fernando—. Nos vemos mañana.

—Pero me voy hoy —repliqué extrañado.

—No te lo decía a ti —expresó Sol sonriente.

—¡Bye! —se apresuró a decir Fernando, huyendo como alma que lleva el diablo.

Una vez más mi atención se clavó en ella con intensidad, esta vez con toda la seguridad de los acontecimientos en mi cabeza y era increíble. ¿De qué me había perdido para llegar a ese punto?

—¿Qué acaba de suceder? —reclamé con aires ofendido—. Más bien, ¿desde cuándo y cómo?¡Y en mi propia cara!

—¡Ay primito! —suspiró con cara de tonta, de enamorada y tonta—, es toda tu culpa, pero gracias.

—¡Oh vaya, me alegra ser de utilidad! —repliqué, pero suspiré con cierto alivio recorriendo mi cuerpo. Más bien, me aliviaba el saber que nadie más sintiera lo mismo que yo en estos momentos—. ¡Ja! Por lo menos algo bueno salió de esto.

Regresamos en completo silencio, empaqué mis cosas de vuelta y miré una última vez aquella casa. Tan solitaria como mis pensamientos, tan vacía y sin él. Puto Marcos y su encanto tan maldito perro desgraciado. «La paz es mental y mi cabeza no está en este plano, so, no existe».

Con mis padres la cosa no podía seguir igual, aunque tampoco estaba seguro de su ignorancia respecto a mi deplorable, lamentable, esquizofrénico y asqueroso estado, Sol no sacó lo chismosa solo de Emma así que ya debían estar al tanto.

Me enfrasqué, esta vez, en sacarlo de mi cabeza a como de lugar, aunque tuviese que cambiar esa por una nueva. Me puse a leer, a jugar videojuegos, a salir y chismear con los melosos del momento -cosa que no recomiendo porque me dan celos y diabetes-, salí con mis padres a la playa -casi me ahogo, pero no se cumplió, otra decepción- e incluso, aunque no lo crean, me puse a estudiar.

Así pasó todo noviembre y diciembre, yendo y viniendo casi de forma automática, esperando el mensaje de Sol diciendo que había regresado, pero nada de eso aparecía. Postee varias fotos en redes sociales, esperando que el imbécil comentara o siquiera le diera like, algo que me asegurara seguía vivo. Pero nada, como un buen estúpido seguía esperando cosas que no iban a pasar.

Por último, llegó el final de este asqueroso año, la cuenta regresiva para empezar uno nuevo con nuevas metas. ¿Las mías? No morir en el intento de estar con Marcos, si es que aún estábamos dentro de la posibilidad. No siempre la distancia ayuda a mejorar las cosas, la mayoría de ocasiones solo las fraccionaba aún más. No quería eso para nosotros, no estaba seguro de que esperar de una relación con él, pero su ausencia solo me enseñó que eso se podía solucionar a medida que pasara el tiempo y que quería estar con él en todos los sentidos.

Me había enamorado tan perdidamente de ese infeliz, que todo lo demás había perdido sentido.

Con ello me di cuenta que había caído a lo profundo del infierno cuando, en cada deseo de cada maldita uva, estaba impreso su nombre. Doce uvas, doce deseos, doce veces Marcos.

Deseo extra: atragantarme con las uvas. Lo siento, con algo tengo que salir de esta depresión, el modo es opcional, riendo o muriendo.

Las clases iban a iniciar a la tercera semana de enero, tan solo quince días más de desesperantes vacaciones. Ya no tanto por la espera, sino por el protocolo de matrícula y pago de la universidad. Cómo era de suponerse, el sistema no sirve, los horarios son una mierda, los cupos limitados y mi paciencia en el polo norte, en números negativos. Lo único bueno era el recibo, menos de la mitad de lo que correspondía era lo que iba a pagar, por lo menos los moratones sirvieron de algo.

Claro está, no me malinterpreten, esa jodida fiesta se acabará. Con o sin Marcos, buscaré la forma de parar esas patanerías o que lo sacaran del equipo, ya era más que seguro que los dos no cabíamos en el mismo lugar. Bueno, en realidad el idiota era quien no cabía conmigo por alguna extraña razón, el diablo sabrá cuales son.

—¿Matriculado, mi Andrés? —indagó burlón Fernando.

Habíamos quedado en hacer videollamada mientras matriculábamos, de tal forma que quedáramos en la mayor cantidad de materias posibles juntos, Claro está, no podíamos tener la suerte del semestre anterior debido a las electivas, esas dependían de la rama en la que querían profundizar. Y bueno, esos dos no tenían tan buen gusto como yo.

—A duras penas, estoy que me tiro de un puente mejor —rezongué con un suspiró—. Esta mierda se cayó otra vez, ¿quién carajos se la pasa metido en el campus?

—¡Primiparos! —exclamaron ambos.

—Recuerdan que seguimos siendo primíparos, ¿verdad? —les reclamé, pero con cierta diversión en mi voz.

—Pero no de primero, ubícate —replicó Gustavo—. Por cierto, cuñis de mi alma...

—¡No!

—No te he dicho nada cabrón —se quejó a viva voz.

—Me la estoy suponiendo, pero habla. —Las risillas de Fernando sonaban en el fondo, el infeliz disfrutaba de cualquier rencilla que no lo incluyera en el paquete.

—Podrías ser un buen amigo y matricular...

—No —le interrumpí—, deja la vagancia.

—Oblígame, perro.

—¡Ya cargó, empiecen! —exclamó Fernando y la pelea de verdad empezó. De nuevo.

Aunque no lo crean, aquel disparate estresante que resultó ser la matricula académica de mi segundo semestre universitario, me despejó un poco la cabeza y llenó de alivio. Por lo menos algo en mi vida había resultado como debía, todo bajo control, no sin antes causarme un poco de estrés, eso jamás iba a faltar en la vida.

Emma decía, con su infinita sabiduría -es sarcasmo, claro-, que no podía quejarme de mi vida, salvo por el tema de Marcos y todo lo que gira alrededor de su estúpido cabello rubio-fresa. Antes de eso, antes de la universidad, antes de él, mi vida era tan tranquila que incluso la veía aburrida. Plana y sin sentido, porque no estaba él.

Me daba cierta mala espina el no poder pensar en nada que no lo incluyera, lo amaba con locura, eso no había duda, pero tampoco quería rayar en la dependencia porque... ¿Y si no funcionaba? ¿Y si se aburrió de esperarme? ¿Y si no regresa más a esta ciudad? Esto último no podía pasar, no si quería graduarse de la universidad y eso va mucho más allá de cualquier romance pendejo. Incluso yo, en mi completa falta de sentido común postdespecho, entendía bien eso. Y de cierto modo, de daba esperanzas. En algún momento debía verlo.

Y ese momento no quería que siguiese estando en espera, así que esa última semana de clases se me dio, solo por mera curiosidad, ir al parque donde nos vimos por primera vez. De forma voluntaria, quiero decir, el cuadro de Aitana en mi cuarto me recordaba día y noche aquella cita. La primera, la más dulce, la que marcó ese antes y después, la que quería que se repitiera una y mil veces más.

«Dios, que cursilería, no me aguanto ni yo mismo, puto Marcos del demonio».

Con capucha encima, caminé con tranquilidad hasta ese parque. Recorría los puestos donde jugamos, el mismo de tiro al cuadro donde perdí la apuesta, los puestos de comida y los lugares secretos donde nos escondimos un par de veces. Todo seguía igual, mucha gente alrededor disfrutando de sus vacaciones y riendo como locos. El ambiente era el mismo, pero en mi interior nada se sentía como ese día.

Me senté a esperar donde nos habíamos citado, ya no escondido bajo la sombra de aquel toldo, ya no me escondería. Si el estaba cerca, podía verme desde donde fuese. Y eso era lo que quería, lo que esperaba, que pensara igual que yo y fuese al parque con la esperanza de encontrarme. Quería que también me extrañara tanto como lo extrañaba a él, o por lo menos esperaba que existiese esa posibilidad aún después de estos tres horribles meses sin saber de él.

Rogué por ello, rece en mis interiores a todos los santos habidos y por haber, a los dioses de todas las mitologías que conocía, al universo y al destino mismo que me diera esa suerte, esa oportunidad de poder verlo allí así sea de lejos, por accidente, por lo que sea, pero que sucediera.

Y de pronto.

—¡Andrés! —me llaman a lo lejos.

*Carraspea y entra a wattpad* Hola mis pulguitas...

Este... ¿Hoy es sábado?

Cómo se va la semana de rápido, ¿no? Uff....

......

......

Sí, sí, ya sé, casi que no lo hago pero aquí está

Bueno, bonito y llorando... digo, terminado el nuevo cap

Disfrútenlo, gócenlo y esperen el siguiente

*c pierde una semana*

Mamá pulguita fuera!

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