Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

27

Dedicatoria

dadiry

Gracias por la paciencia de esperar y comentar en cada cap

ESPECIAL MARCOS

Hubo un momento en que, igual que ese día acostado en mi cama mirando el techo con pesar, me pregunté si había tomado la decisión correcta. En ese entonces me pareció bien, sin más alternativas de donde elegir con tal de no repetir ese mismo infierno, igual no tenía nada que perder. Entre ser o no ser, elegí ser peor que mi pesadilla y con ello, ser amigo de Edgar. A los enemigos había que tenerlos cerca, o eso decían.

Pero ahora, el fenómeno de sentimientos y emociones llamado Andrés había llenado mi pecho de una manera tan abrumadora que, por más que hubiese luchado con ello, no pude deshacerme de todo eso. Tampoco quise, si era sincero conmigo mismo, no quise combatirlo cuando esa fiereza escapaba de sus lindos ojos de niño bueno, porque simple y llanamente no había droga que me hiciese sentir más pleno que el querer seguir haciéndolo enojar, el verlo sonrojarse y defenderse incluso de mí.

Aun así, tarde me vine a dar cuenta del problema que implicaba el gustarme alguien como Andrés, que hiciese parte del equipo y de mi género. ¿Razón? Toda mi fachada se caía a pedazos frente a las narices de mis «amigos» y con ello, podía volver a caer en lo que tanto había evitado. La pregunta ahora era, ¿valía la pena? Ese día en las duchas, con aquel primer beso, la respuesta se clavó en mi corazón de forma automática.

Pero nada de eso bastó, no cuando pude hacer algo a tiempo para solucionar las cosas y no lo hice. ¿Resultado de eso? Llegué a casa hecho un mar de lágrimas y el corazón destrozado, sintiéndome el ser más idiota del planeta. No sabía si sería capaz de alejarme como lo había dicho, pero estaba seguro que esta vez cumpliría mi promesa, una que debí cumplir hace mucho. Si las cosas no fuesen tan complicadas...

—Mar... —me llamó mi madre, entrando a la habitación sin siquiera tocar—. La cena está lista, ven a comer.

—No tengo hambre —dije, la voz un poco ronca y nariz congestionada.

La habitación se encontraba en penumbras, por lo que no había visto el deplorable estado emocional en el que me encontraba, pero con solo escucharme la voz ronca sabía que algo iba mal. Al encender las luces, solo vio mi cuerpo tirado en la cama con sabanas tapando mi rostro confirmaron su sospecha.

—¿Algo que quieras comentar con tu madre? —indagó curiosa.

—Nada, estoy bien —logré contestar, aclarando mi garganta—. Estoy un poco estresado por los parciales finales, eso es todo, ya casi salimos de esta pesadilla.

—¿Seguro? Te he visto estresado y no lloras como magdalena por eso. —Terminó de entrar sentándose a mi lado, retirando de mi cara aquellas sábanas—. ¿Qué pasó, Mar?

—¡Soy un idiota, mamá! —sollocé con amargura.

Poco a poco me fui calmando, hasta que por fin pude entablar una conversación con mi madre en la que confesé, por primera vez en voz alta y a alguien más, lo que de verdad se ocultaba en mi corazón. Nunca se lo había mencionado de forma directa, pero sabía que las palabras no eran necesarias cuando mi madre lo sospechaba desde los múltiples incidentes en el colegio. Aun así, me sentí un poco más liberado y más tonto aún. ¿Por qué ocultarlo cuando la persona más importante en mi vida ya lo sabía y lo aceptaba?

—Vaya, ese chico de verdad que logró algo —chasqueó la lengua—. Jamás pensé ver al señor seguridad tan hecho mierda, pero algo has de aprender, ¿no?

—Sí, que toda esa seguridad era tan frágil como un cristal —suspiré con pesar—. Nada quedó desde que apareció él, me ha hecho dudar de tantas cosas, mamá, hasta de mi propia existencia.

—Eso es bueno, ¿sabes? A ver si también influye en eso y te alejas por fin de esos chicos, que para nada me gustan y te lo he dicho.

—Lo sé y por eso es que digo que he sido un reverendo idiota —gruñí con frustración—, el problema es que creo que me di cuenta de eso un poco tarde.

Mi madre se me quedó mirando por largos segundos con incredulidad, principalmente porque nunca fui de los que decía rendirse así de fácil y menos si había tanto en juego.

—No estás hablando en serio, ¿verdad? Si tanto le afectó a ese chico es porque de verdad le gustas —me reprochó—, ¿te rendirás cuando por fin lo lograste?

—Sí, bueno no... —titubeé—. No sé, le dije que me alejaría, pero que regresaría de la forma correcta.

—Bien, me parece perfecto. —Se levantó de la cama cruzándose de brazos—. ¿Y sabes cual es la forma correcta?

—Tengo una vaga idea de eso.

Suspiré con pesadez, limpié mi rostro y me quedé sentado en la cama mirando a la nada, pensando en quien sabe qué. Aunque claro, de algo estaba seguro era que el nombre y sonrisa de Andrés estaban presentes en mis pensamientos.

—Te la aclaro por si aún tienes dudas, cambia de amigos, si es que a eso se le puede llamar amigo —recalcó, caminando poco a poco a la salida—. Cuando hagas eso, verás como más de un problema desaparece.

—Sí, eso mismo pensé. —Con cuidado, se fregó los ojos tratando de despabilarse un poco—. Por cierto, esta es la última semana de clases, parciales en realidad, termino unos cuantos exámenes y entrego un par de trabajo, y es todo por este semestre.

—Más te vale rendir, un corazón roto no justifica una mala calificación en esta casa.

—Sí, mamá.

—¿Quieres ir con tu padre unos días estas vacaciones? Te vendría bien despejarte, ¿no crees?

—No suena tan mal.

—Lo llamaré —dijo y se dio la vuelta, pero antes de cerrar volvió a hablar—. Ven a cenar, tampoco te vas a matar de hambre.

Al día siguiente desperté con jaqueca, un dolor incesante de cabeza que me recordaba lo mal que estaba mi vida esos días: en la casilla de inicio, solo y sin amigos. Me había dicho a mí mismo que no cedería ante los impulsos y durante todo el día, de lo que restaba de semana, no buscaría a Andrés bajo ninguna circunstancia. Así mismo, también haría todo lo posible por esquivar a mis ex amigos que, gracias al cielo, estudiaban cosas totalmente diferentes y me sería sencillo hacerlo.

Yo, como estudiante de diseño gráfico, podía pasar mis horas libres metido en mi única y nueva zona de confort: los laboratorios informáticos de los semilleros de la facultad. Edgar y Christian, por su lado, estaban bastante lejos en el edificio de economía al estudiar administración de empresas y contaduría, respectivamente. Antonio y Sergio, los mayores del grupo, estaban un poco más cerca en el plantel de derecho. Tampoco es que me afectara demasiado, pero igual esquivaba los lugares donde sabía estarían a las horas que los frecuentaban, privilegios de saberme sus horarios.

Sin embargo, aquello solo me duró dos días. No pude soportarlo, necesitaba volver a verlo así sea desde lejos, quería ver sus lindos ojitos y su sonrisa; pero, sobre todo, quería volver a saborear sus dulces labios, morderlos y deleitarse con la exquisites de sus suaves suspiros. Lo deseaba con locura, lo amaba con desesperación, pero también sabía que la había embarrado y que estaría aún muy enojado conmigo.

De todas formas, eso no me evitó llegar hasta los pasillos cercanos al plantel de ingeniería donde sabía a la perfección que lo vería. Desde lejos, porque si algo es cierto, era que me había convertido en un cobarde.

A lo lejos, lo vi salir de su salón de clases, solo y cabizbajo. Quería salir corriendo y abrazarlo con fuerza, besarlo hasta el cansancio y hablar con él para solucionar todo de una buena vez; más cuando, mirando en todas las direcciones, lo vi buscar algo entre los demás estudiantes. ¿Me estaría buscando?

Mi corazón se hinchó con esperanzas cuando pensé en aquella posibilidad, aumentado más todavía mi necesidad por acercarme. Pero me contuvo, más todavía cuando de un momento a otro, del edificio salió Fernando apresurado, envolviendo a Andrés en un fuerte abrazo conciliador.

Con el alma en mis manos y los ojos llenos de lágrimas, decidí marcharme para no ver más allá de esa escena, más aún cuando Andrés le correspondió de la misma manera. No era ajeno a los sentimientos de Fernando hacia él, de los antecedentes de este con el susodicho y por ello, el miedo de que aquello volviera a nacer entre ambos en mi ausencia creció de forma exponencial.

Llegué a casa con los ojos enrojecidos, la nariz congestionada y el corazón hecho polvo.

—¿Mal día? —indagó mi madre preocupada.

Mi madre me interceptó antes de entrar a la habitación, encerrarme entre mis propios lamentos y seguir llorando como si mi vida se desparramara en cada lágrima.

—¿No se supone que eres el chico popular, capitán del equipo de baloncesto, guapo y toda esa ridiculez? —se burló.

—No empieces, mamá —repliqué.

—¿No se supone que puedes tener a quien quieras? —continuó con sus cometarios—. Hombre o mujer lo que sea, ¿por qué sufres por una persona?

—Esto es lo que es estar enamorado e idiota al mismo tiempo, ¿sí? —me quejé con la voz quebrada, entrando a mi habitación y enterrando su cara en la almohada con mi madre tras de mí.

—No te crie tan mal después de todo, ¿eh?

—¿Cómo debo tomarme ese comentario?

—A cenar, no esperes que te obligue.

—Esta mujer me va a matar.


ANDRÉS

El dolor en el pecho que sentí al verlo marcharse con su rostro lleno de lágrimas, me persiguió día y noche, todos los días, aumentando la presión cada vez que lo buscaba con la mirada por los pasillos sin encontrarlo en ninguna parte. Al parecer, estaba cumpliendo su promesa de alejarse como tanto se lo había pedido, pero, ¿por qué ahora? Cuando menos esperaba que lo hiciera, lo cumplió, al parecer la primera promesa que de verdad cumple y me molestaba aún más. ¿Estará empeñado en seguirme la contraria?

Por otro lado, también dolía estar alejado de los demás. Era la primera vez que no hablaba con Emma en más de 24 horas seguidas desde que nos conocimos, aunque claro, era la primera vez que discutíamos a este nivel y eso me carcomía. Y como el cobarde que siempre me recalcó que soy, no me atrevo a acercarme. En mi cabeza, sigo pensando que no hice nada malo, no de forma voluntaria. Estaba muy ebrio, hay todavía lagunas en mi memoria sobre ese incidente, ¿cómo esperaban que pudiese hacer algo más que solo dejarme arrastrar cual saco de papas?

Tan solo el jueves la dinámica cambió un poco.

Me había sentado lo más lejos posible, al final del salón, con la cabeza gacha escondida entre mis brazos. Me sentía cansado, más que todo, drenado emocionalmente. Tenía ya toda la semana sin ver a Marcos y me llegaba a preocupar un poco, ¿dónde se habrá metido? ¿Los idiotas le habrán hecho algo?

Realmente no estaba prestando absoluta atención a nada, no hasta que llegase el profesor y, aun así, logré percatarme de su presencia a mi lado. Gustavo solo llegó, se sentó y suspiró con pesadez. Levanté la cara, imitando su suspiro y mirando hacia el frente.

—Tienes razón, nos pasamos de la raya —se limitó a decir—, lo siento.

—No hay problema, tampoco es que hayas dicho mucho —contesté restándole importancia a la situación.

—En serio, hombre, incluso Emma se dio cuenta de la metida de pata y eso solo que... —gruñó con frustración—. Ha estado triste, ¿sabes? Me dijo que nunca se habían alejado tanto y...

—Lo sé, tampoco es que este muy bien con eso, pero estoy enojado, en serio, no fue nada bonito ser acusado de esa manera por algo que estuvo fuera de mis manos. —Hice una pausa ladeando mi cabeza, fijando mis ojos serios en él—. ¿De verdad creen que en el estado en que estaba tenía siquiera una pizca de voluntad?

Una vez más, la duda se vislumbró en sus ojos y en todo su cuerpo. Se restregó el rostro con impaciencia, suspirando y tomándose su tiempo para pensar.

—Sí, bueno, la cosa no estaba muy a tu favor en el momento, ¿sabes?

—Literalmente tengo una laguna desde el momento en que nos echaron hasta que me vi en el salón con Marcos, del resto no sé y ahí está el detalle —recalqué—, no quisieron creerme.

—Acepta que también tienes antecedentes, no era el mejor momento, pero Fer lo dijo. —Esta vez fue su turno de mirarme con reproche—. Con él caes muy rápido y lo sabes.

—También lo sé, esto es una cagada.

—¿Hablarás con ella? —insistió—. Ya me está preocupando, de verdad.

—Lo intentaré.

—Y... —titubeó—, bueno, no es que sea igual de notorio, es poco tiempo y eso, pero...

—Sí, sí, también te perdono, Dash.

Ya había escuchado de su boca lo que necesitaba, así que mantener las rencillas no iba a ayudar en nada a mi actual estado de depresión ansiosa. Necesitaba compañía, volver a la normalidad en mi vida, sin incluir los golpes de las prácticas, claro.

—No me hace gracia —se quejó.

—Pero me extrañaste —me burlé.

—Por desgracia.

—¡Infeliz!

Pese a eso, la salida no fue menos diferente. Al ser mi última clase, podía darme le lujo de irme directo a clases debido a que no había práctica hasta el día siguiente. Seguía solo, salvo que esta vez porque Gustavo tenía una clase más que no compartía conmigo.

Sus palabras se habían arremolinado en mi cabeza, al parecer no era el único que estaba sufriendo por esto. Emma también y, aunque suene muy maldito de mi parte, me aliviaba un poco saberlo. Primero, porque no era justo que solo yo me diera golpes de pecho por eso; y segundo, que aun no le soy tan insignificante como para no afectarle nuestra separación. Casi parecemos un matrimonio.

La tarde ya se estaba acercando y, por ende, el calor empezaba a disiparse. Por instinto, mis ojos empezaron a recorrer todo el lugar buscando ese cabello rubio-frase que tanto detesté. Sí, tiempo pasado. La decepción volvió a mi cuando, sin rastro de él, me di por vencido por un día más.

Quería solo irme, encerrarme en mi habitación y distraerme haciendo los deberes. Ya estábamos en la ultima semana de clases, no había muchas esperanzas de verlo por los pasillos. Sin embargo, un par de fuertes brazos me rodearon hasta envolverme en un fuerte abrazo. Por un instante me congelé de los nervios, la esperanza empezó a palpitar en mi pecho, pero luego vi el cabello negro azabache que adornaba aquella cabeza por encima de la mía y suspiré.

Era Fernando.

—Perdóname, hablé de más, en serio lo siento mucho —susurró a mi oído con pesar y le creí, que más daba—. No quiero que estés enojado conmigo, ¿me perdonas?

El dulce olor de su perfume invadió mis fosas nasales, de cierto modo no podía evitar extrañar su contacto y más aún, el querer perdonarlo, aunque haya sido el que peor me trató en el momento. Sí, soy idiota, eso ya quedó más que claro.

Correspondí su abrazo, rodeando su cintura con suavidad y cierta timidez. Suspiré, sintiendo como su teso cuerpo se relajaba entre mis brazos y apretaba el agarre contra mi torso.

—Ya no importa, de verdad —dije con tranquilidad.

—A mí sí me importa, quiero que sigamos siendo amigos —insistió—, por lo menos eso, ¿sí?

—Claro, me encantaría —suspiré con pesar.

Se separó de mi solo por un par de segundos, sonrió ampliamente, una dulce sonrisa que podría desarmar a cualquiera hasta hacerle temblar las piernas de lo lindo que se veía. Pero claro, mi estúpido corazón no reaccionaba ya de esa forma ante él, por el contrario, se me encogió por esa misma razón. No quería eso, lo juro.

Nos marchamos de allí, conversando y arreglando de forma definitiva la situación entre nosotros. Debimos hacerlo mucho antes, pero, ¿cuándo he hecho algo a tiempo? Solo las tareas. Cuando nos despedimos, subí al autobús dejando a Fernando en la salida de la universidad. Me senté apoyando mi cabeza hacia atrás con los ojos cerrados, con una extraña tranquilidad invadiendo mi pecho, al fin y al cabo, la normalidad estaba volviendo de a poco y recuperando a mis amigos. La soledad es algo bastante feo, más si se combina con el desastre de mi vida amorosa.

Sin embargo, el puesto a mi lado es ocupado casi al instante en que se pone en marcha el autobús. No presté atención hasta que sentí sus manos tomar una de las mías, y con esos ojitos achicopalados y tristes, Emma me miraba con la súplica plasmada en ellos. Tan claros y tan húmedos como lo esperaba, porque claro, podía ser una minibomba de temperamento, pero su corazconcito no dejaba de ser sensible.

Y por eso mismo, o más bien porque de verdad la eché de menos, la atraje hacía mi en un largo y cómodo abrazo.

Hay pero que bonito

Me encantan las reconciliaciones, más cuando los puedo hacer chillar como niñitas

Que digo, este.... eso no fui yo, es patricia, cúlpenla a ella por los desmadres de estos últimos caps

En fin, los amo pulguitas

Y me encantaría invitarlos a leer una nueva historia que se esta publicando en myonlybooks.com   se llama Aún más allá

Es un girls love, friends to lovers, dulce y bastante conmovedor

Esa historia está participando en un concurso, el premio será salir en físico, así que les agradecería su apoyo por eso lados

Los amaré de por vida <3

#Chantaje

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro