26
Dedicatoria
Gracias por esperar, pero ya no me mates
Dos horas, dos malditas horas con el labio sangrando, un dolor fuerte de cabeza y la humedad del baño sofocándome los pulmones. Dos jodidas horas en las que estuve encerrado en las duchas de la universidad porque al imbécil de Edgar se le salió de lo huevos que era divertido, tiempo en el que estuve gritando sin que nadie en lo absoluto escuchara mi voz.
Casi me rendí, casi pude volver a escuchar al entrenador decir que cerrarían temprano, casi me di por vencido creyendo que dormiría allí toda la puta noche. Casi, porque tintineo de llaves y la puerta abrirse me sacó de esa nebulosa de pesadilla.
—¿Qué jodida mierda dije hoy, Andrecito? —se quejó el entrenador.
—No crea que fue intensional, profesor —replique, por primera vez objeté a su palabra—, y usted perfectamente sabe que pasó.
—El colmo que lo regañes a él —objetó una suave voz tras el entrenador, por lo cual, este solo se hizo a un lado con una sonrisa culpable en el rostro—. Andrés, cariño, ¿de nuevo?
—Son cuatro contra uno, tampoco puedo con tanto. —Una pizca de valentía se apoderó de mí, eso mezclado con rabia y me hizo hablar—. Y me cansé, de verdad no quiero seguir con esto y sé que he sido idiota en no decirlo directamente, pro esta vez quiero que haga algo, profesor. Si no me he salido del equipo hasta ahora es porque sé que les daría gusto a ellos, así que por favor.
—Esta bien, hablaré con ellos —suspiró.
—¿De verdad?
—Sí, lo que hago por amor al sexo —dijo y acto seguido, recibió un zape en la cabeza por parte de su esposa.
—¡Serás ordinario! —se quejó.
—Creo que debería irme.
Salí apresurado de allí, con el rostro colorado de la incomodidad. Al parecer, la presencia del entrenador allí no era mera casualidad, mi salvadora había sido la enfermera Clara, no él. Pero se lo agradecía, desde el fondo de mi maltrecho corazón lo hacía.
En los pasillos casi desiertos de la universidad ya había caído la noche, el campus se veía medio oscuro y al mismo tiempo, tan brillante como si de un misterioso ligar encantado se tratase, pero de momento solo representaba una pesadilla para mí. Nunca estuve tan lejos de la salida como en ese momento.
—¡Andrés, espera! —gritó Marcos, corriendo hacia mi encuentro.
—Lo que me faltaba —murmuré para mí mismo, pero le grité al instante: —Déjame en paz.
—¿Quieres dejar de huir de mí? —replicó exasperado.
—No estoy huyendo, solo no quiero volver a verte en mi perra vida. —Sin siquiera mirarlo, continué mi camino dejándolo con la palabra en la boca.
Sin embargo, como siempre pasaba cuando de Marcos se trataba, se pasó mis exigencias por donde no le daba el sol e hizo todo lo contrario. Sus pesados pasos resonaron tras de mí con prisa, llegando a correr hasta alcanzarme e interponerse frente a mi casi haciendo que choquemos.
—¿Qué parte de déjame en paz es la que no entiendes? —le reclamé, harto de todo—. Me tienes harto, en serio.
—¿Qué te pasó en la boca? —inquirió, ignorando toda mi retahíla y dando dos pasos hacia mí.
Instintivamente, di dos pasos hacia atrás alejándome de él, evitando que su mano llegara a tocar mi rostro. Aún no lo hacía, pero podía ver su intensión.
—Ni siquiera te molestes.
—¿Por qué? —volvió a preguntar esta vez con la expresión de derrota más dolorosa que pude verle—. Estoy tratando de demostrarte que de verdad me importas, te defendí de ellos sin importar que la cogieran conmigo también, ¿eso no vale para ti?
—Nada de lo que venga de ti puede valer algo a estas alturas del partido. —La mirada más gélida se clavó en su rostro—. Fer tenía razón, el peor error que pude cometer fue fijarme en ti.
—¡Ja! Fer esto, Fer lo otro, ¿qué tiene ese idiota que siempre lo tienes que mencionar?
—Ese idiota ha sido mucho más sincero que tú. —Traté de alejarme, pero a donde quiera que me moviera él lo hacía—. Ese idiota no aparenta ser quien no es, ese es el enorme detalle.
—No me hagas esto, solo hablemos un momento, ¿sí? —suplicó empezando a desesperarse—. ¿Qué más tengo que hacer? Solo dime y lo haré, en serio, pero dame otra oportunidad.
—Una, Marcos, solo una me pediste y te la di, pero mira en lo que terminó —me encogí de hombros como si no me importara, nada más lejos de la realidad—, elegiste a tus amigos por encima de mí, pero no te culpo, también elegiría a mis amigos en vez de a alguien que sirve de distracción.
—No eres una distracción, de verdad te quiero —gruñó frustrado.
Las lágrimas empezaban a picar en mis ojos, los lagrimales empezaron a robar toda mi energía para centrarse en vaciar de mi pecho el dolor en forma líquida. Pero no ahí, no frente a él, no le iba a demostrar cuanto me afectaba toda esa situación. No más humillaciones.
—Ya déjate de juegos, ¿quieres? —Me tragué un sollozo—. Sea lo que sea que tú y tus atarbanes estén planeando, déjame fuera de eso. Si lo que quieren es que me salga del equipo, solo dilo y lo haré, estoy harto de sus idioteces.
—No es ningún juego, ni siquiera me están hablando desde lo del karaoke, ellos saben que hay algo entre nosotros, y creo que se confirmó después de lo de hoy. ¿Aún no lo ves?
—Lo que veo es todo lo que tuve que aguantar antes que, por alguna especie de milagro, aparentemente decidieras abogar por mí. ¡Vaya privilegio de mierda!
—Sí lo sé, soy un idiota —aceptó, cada vez más desesperado—. Pero el problema es más grande que eso, ellos no saben o no sabían que soy... que soy bi, mucho menos lo que había entre nosotros, no podía dejar que se enteraran.
—Ay, perdóname por haberte delatado sin querer. —Una nueva ráfaga de rabia empujó el dolor que sentía—. ¿Sabes lo que acabas de decir? Si te sientes tan avergonzado de serlo, de lo que eres y de lo que sientes por mi entonces déjalo de una puta vez. Contentos todos.
Traté de irme, pero su mano sujetó mi brazo hasta hacerme retroceder y abrazarme con fuerza. Su pecho, tembloroso y agitado, aprisionaba mi rostro dándome una maravillosa cercanía a la dureza de su cuerpo y ese aroma tan adictivo. Sin embargo, estaba muy dolido aún como para dejarme llevar por todas aquellas cosas.
—Una más, por favor, no quiero que esto termine —suplicó entre susurros en mi oído, y dolió, más de lo que debería.
—No, Marcos, esta vez no. —Me alejé de él como pude sin mirarlo a los ojos, porque sabía que era tan débil que podía ceder al verme reflejado en ellos—. Esto es un error, de inicio a fin así que mejor déjalo ya.
—No quiero, no lo haré, seguiré insistiendo, aunque creas que soy un grano en el culo —insistió con firmeza—, no voy a dejarte.
—No hables tan pronto, te será fácil perder el interés en mi —expresé con ironía—, después de todo solo fui una minúscula partícula insignificante sin importancia en tu vida, ¿no?
Me di la vuelta tratando de tomar otro camino, uno por donde no pudiese atravesarse y evitar que huya. Porque sí, por más que no quisiera aceptarlo, necesitaba huir de él y de todo lo que me hacía sentir. ¿De qué me había servido hasta ahora? Solo provocó una discusión con mis amigos y moratones.
—Eres más que eso, Andrés —suspiró, tomando fuerza para seguir—. Me creas o no, te amo.
Sus palabras se clavaron en mi pecho, tal confesión no era lo que esperaba ni ese ni ningún otro día y por raro que parezca, solo aumento mi molestia y dolor. ¿Hasta dónde iban a llegar sus mentiras? Lo que daría por creer en sus palabras.
No, lo que daría porque fuese verdad, porque fuese tan fácil y solo pudiese lanzarme a besarlo sin importar nada.
Daría cualquier cosa por eso.
—¿Me amas? —exclamé, enfadado, indignado y dolido—. Me encantaría saber cuál es tu definición de amor, porque toda esta estupidez que te has armado desde que entre al maldito equipo me parece más un juego, en serio. ¿Qué esperas que diga o haga después de decir eso? ¿Qué caiga como siempre y solo olvide todo? Digámosle una mentira más, igual siempre la cree, ¿no?
—¿Podrías dejar eso a un lado y solo escucharme? —se exaltó, colocando sus manos en mis hombros en un intento por retenerme—. Recuerda nuestras salidas por lo menos, ¿te he hecho sentir incomodo en ellas? No te aferres solo al pasado.
—¿Y crees que las tres veces que salimos arreglan toda la mierda de antes? —Con rabia, lo aparté de mi—. En serio, Marcos, ¿qué tienes en la cabeza? ¿Dónde estaba ese amor cuando me golpeabas, cuando me insultabas sin razón alguna, cuando te burlabas de mi con tus amigos y estos te elogiaban como el macho alfa que siempre aparentas? ¿Dónde?
—Eso... No es... ¡Dios!
—No estoy hablando de Edgar ya, sino de ti, porque tú también fuiste participe de eso antes que te suspendieran, ¿lo olvidas? —Recalqué cada palabra con rabia inundando mis ojos, descarrilándose hacia mis mejillas sin control—. Antes siquiera que vuelvas a mencionar que me quieres, recuerda cada moratón, cada palabra hiriente que salió de tu boca hacia mí, en especial las burlas sobre mi sexualidad, ¿eso también se te olvida?
—No, de eso no puedes culparme.
—Ah, ¿no? Eras el único que lo sabía, ¿cómo se enteraron los demás? —De forma inevitable, un sollozo escapó de mi boca—. Puede que tu no lo entiendas, sigues tan encerrado en el closet como para ver las cosas más allá de la realidad, pero para alguien que recién se confiesa duele cuando lo marcan como un bicho raro. No lo demostré, pero créeme que afecta.
Ya no había control alguno que me impidiera dejar salir varias lágrimas, todo ese remolino de emociones y frustración mezcladas habían acabado con la poca paciencia que tenía. Él no colaboraba tampoco, sus palabras no hacían más que apuñalarme.
—No quiero esto para mí, ¿qué puedo esperar de una relación contigo? —indagué entre reclamos—. ¿Tener que estar a escondidas porque tienes miedo de lo que otros piensen de ti? No gracias, los secretos no me gustan.
—Te juro que será diferente, ya no quiero más secretos tampoco, te contaré todo lo que quieras, pero por favor...
—No, ya basta, no quiero amarte, solo me has enseñado a odiarte y lo peor es que no puedo —dije con la voz quebrada—, ni siquiera viendo con claridad tu doble cara puedo odiarte, me tratas bien, pero permites que tus amigos me maltraten, eso no tiene sentido. ¿Qué es lo que quieres de mí?
Con mis manos temblorosas, tapé mi rostro en un vano intento por retener la furia que salía por mis ojos. Nada fue suficiente, no hasta sentir sus brazos alrededor de mí, el temblor de su cuerpo y sus propios suspiros lastimeros.
—¡Perdóname! ¡Hasta ahora sé el daño que causé sin saberlo! —susurró mientras sollozaba—. Pero te juro que no mencioné nada sobre tu sexualidad con ellos, no tengo ni idea de como se enteró Edgar, pero no fui yo y puedo jurarlo por mi propia vida si es necesario.
—No me importa, ya no puedes hacer nada al respecto más que dejarme en paz.
Me apretó con más fuerza, escondiendo su rostro en la curvatura de mi cuello y dejando salir su cálido aliento sobre mi piel. No era el mejor momento, pero tal vez sí sea la última vez que pudiese experimentar la delicia de su contacto, así que por más que estuviese enojado con él solo lo deje hacerlo, porque quería, porque con eso se cerraría este capítulo. ¿Cierto?
—Solo quiero que me ames, pero también sé que es difícil después de todo lo que te hice pasar y lo siento. —Alejó su rostro húmedo de mi cuello, dejando ver las lágrimas de derrota que le habían ganado—. Te juro que me arrepiento de todo eso, solo que jamás me imaginé que me enamoraría de ti.
Toda esa rabia empezó a fluctuar cuando, por más que quisiera negármelo, vi que sus lágrimas y dolor eran reales. No era una simple actuación, y eso me confundía aún más. ¿De verdad me amaba?
—Esta vez haré las cosas bien, te lo prometo —continuó, sin dejar de salir lágrimas de sus ojos—, ninguno de ellos volverá a meterse contigo, aunque eso implique que me expulsen en definitiva del equipo, ya nada de eso me importa. Lo único que me importa ahora eres tú, pero si es así como te sientes, me alejaré. No lo haré para siempre, encontraré el modo de volver a ti de la manera correcta, pero por favor no olvides los buenos momentos, ¿sí?
Poco a poco se fue acercando a mí, juntando sus cálidos labios con los míos con tanta delicadeza que casi volví a llorar. Sus palabras me habían dejado mudo, con un vacío en el pecho que fue llenándose esta vez con culpa, una sensación que me decía que había cometido un error enorme del que me arrepentiré muy pronto.
—Te amo, pero no puedo obligarte a que me quieras.
Y se marchó, limpiando las lágrimas furtivas que aun corrían por sus mejillas y mi corazón se fue con él. Reprimí las enormes ganas que me embargaron de ser yo quien las limpiara, de volver abrazarlo y besarlo como si nada hubiese pasado. Por un momento deseé dejar las cosas como estaban y solo aceptarlas como venían, pero no pude, por más que quisiera estar con Marcos esas no eran las condiciones correctas para una relación sana.
Aun así, ¿por qué me dolía tanto el pecho?
En saturnoooooooooooooooooo, viven los hijos que nunca tuvimos
Ay we! Por qué? Que alguien me explique este suceso....
Como se cura una heridaaaaaaaaaaaaaaaa
En fin, los amo mis pulguitas
Sigamos shorando
*Espacio abierto para desahogarse*
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