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23

ESPECIAL EMMA

¿Existirá algún día el momento en el que las cosas no se salgan del jodido orden, en especial si en la ecuación y por desgracia están presentes Edgar y su grupito de atarbanes?

Tal parecía que el destino estaba empeñado en jugarnos malas, muy malas, pésimas bromas de horrible gusto, así como los del Andrés, gustos fatales. No es exagerar, la universidad no era tan chica como para tener que, casi de forma obligatoria, toparnos con esos idiotas cada tanto.

Había planeado esa noche por semanas, desde que vi el folleto con el anuncio de karaoke pensé que era nuestra oportunidad de pasar un rato divertido, solo nosotros lejos de esos fastidiosos porque claro, ¿en qué cabeza cabía que a esos les interesase cantar? En ninguna o eso pensé, pero no, tenían que presentarse como si todo ese rollo fuese con sus «personalidades de machos alfa». Aunque claro, vestidos de esa forma decían todo lo contrario.

Lo acepto, esa parte fue la mejor, momento épico del año y que jamás olvidaré.

Sin embargo, no llegaba a compensar el mal sabor de boca que dejó tener sus venenosas presencias tan cerca de nosotros. Aunque, aquí entre nos, los rumores actuales en la universidad tal vez me daban una ligera idea de su presencia allí. No sé, tal vez una rubia de cuerpo despampanante y de últimos semestres de administración había decidido pasearse -sin su novio- por todo el campus disfrutando del evento, como cualquier otro con su grupo de amigos. Pero ya saben lo que es el narcisismo, creerse que el mundo de los demás gira entorno tuyo. Eso es lo que cree Edgar, si tan solo supiese el pobre infeliz.

Tratamos, en serio lo intentamos, e incluso Andrés puso de su parte para ignorarlos, cosas que fue un milagro momentáneo. Aun así, el alcohol y el despecho siempre fueron pésimas compañeras, porque eso fue el detonante de todo.

No era por culpar a Andrés de todo, pero si tan solo no se le hubiese ocurrido meter al Marcos en sus canciones de vieja despechada y cachonda, nada de ese desastre hubiese pasado; Fernando no lo hubiese besado para compensar el espectáculo, cosa de la cual no me quejo aún; Marcos no se habría sentido en la obligación de levantarse y hacer su propio espectáculo, imágenes que siguen sin salir de mi cabeza y que no entiendo del todo; y por último pero más importante, el desmadre no se hubiese desatado.

El frio de la noche, casi medianoche, nos envolvió al ser literalmente expulsados del karaoke por su culpa. Fue un enredo total, el bullicio de la discusión me tenía mareada, el correr fuera del lugar huyendo de quién sabe qué y el alcohol pasando la factura de todo lo que no me había cobrado hasta ese instante. Fue una pesadilla.

—Cierra el puto hocico, me hartas, en serio —grité.

—Ven y cállame si te atreves, nojoda —gritaron en respuesta.

—Tu puta madre si vuelves a gritarle así —esa había sido la voz de Gustavo enfadado.

—La tuya, imbécil —contestaron.

Ya afuera, con menos ruido y más noción de nuestro alrededor pudimos ver las cosas mas claras. A mi lado y por desgracia casi rosando mi mano estaba Edgar, a quien empujé con fuerza cuando intentó agarrarme y arrastrarme con él.

—Ojo con lo que haces —me advirtió con rabia en sus ojos.

—Mira como tiemblo, idiota —le reñí, viendo cómo se alejaba entre balbuceos nada heterosexuales.

En medio de toda esa gente, entre mirones y otros que pasaban por el lugar, no podía ver donde estaban los demás y eso me mareaba aún más. Maldije mi estatura.

—¿Cielo, estás bien? —sentí un jalón en mi cintura y luego, mis manos sobre el pecho de Gustavo.

—Sí, solo un poco mareada —contesté aliviada—. ¿Los demás?

—Ahí vienen, pero no vemos a Andrés con ningún lado —me dijo y empecé a preocuparme.

Vi a Fernando buscando con desespero entre la muchedumbre, a Sol a su lado revisando rostros y disfraces a su alrededor, pero el susodicho no aparecía. No quedaba de otra, usar nuestras gargantas en un último intento por gritar.

—¡Andrés! —empezó Fernando.

—¿Ese hijo de la guayaba dónde está? —expresé con fastidio.

—No está allá dentro, se aseguraron de sacarnos a todos —contestó Sol mirando a la entrada.

—¡Marcos! —escuchamos en la lejanía, era Edgar.

Por inercia nos miramos los cuatro a la cara, tratando de escuchar una vez más y rectificar que habíamos escuchado mal.

—¡Marcos! —volvieron a gritar.

—¿Qué? —la incredulidad se dibujó en nuestros rostros, eso pintaba mal—. Oye, idiota, ¿dónde está Andrés?

—Yo que voy a saber dónde está el marica ese, estoy buscando a… —contestó entre bufidos de rabia hasta que entendió, lento como siempre— ¡Que jodida mierda!

—Ese infeliz me va a conocer de verdad —exclamé con rabia, ignorando a la bestia y saliendo del tumulto de gente.

—¿Cuál de los dos? —indagó Gustavo a mi lado.

—Los dos… —gruñí con frustración— ¿Es que ese Andrés no entiende o qué?

—Ya lo quieren matar —se burló Sol caminando detrás de nosotros, a su lado, un Fernando un poco decepcionado.

Lo sentía por él, pero desde el inicio pudo evitar aquello y no quiso. En ese caso, ambos eran un completo par de idiotas masoquistas, por eso se llevaban tan bien. Aunque claro, no tanto como a mi y al mismo Fernando le hubiese encantado.

—Matar es poco —contesté—, lo voy a castrar a ver si aprende a pensar con la cabeza de arriba.

—¿Lo buscamos o qué? —preguntó Fernando, aburrido y decepcionado, cada vez más.

—¿Para qué? —intervino Gustavo antes de que yo misma soltara más insultos—. Quien sabe en qué hueco se metió con el idiota de Marcos, y no quiero imaginarme para qué.

—Razón tienes —suspiró con resignación—, yo me quiero ir a casa ya, esto se echó a perder.

—Apoyo —expresó Sol estirándose con cansancio.

—Apoyo el doble —añadió Gustavo, tomándome de la mano y mirándome con sus preciosos ojos llenos de esa malicia nueva que había descubierto—. Es más, ¿te acompaño a tu casa, mi amor, o prefieres ir a otro lado?

Desde que la relación empezó a avanzar, lo conocía un poquito todos los días y me encantaba aún más. No me arrepentía en absoluto, es más, a veces me reprendía a mi misma por no aprovechar el tiempo perdido por estar pensando en estupideces, en Edgar para ser sincera. ¿Qué le había visto? Ya no podía responder esa pregunta, porque en realidad no había sido nada de importancia.

En cambio, con Gustavo todo era diferente, era tan atento y cariñoso que podía llegar a ser muy cursi, y eso me fascinaba. Además, y lo que más me sorprendía aun, era el contraste quien podía demostrar. Con alcohol o sin él, podía pasar de ser el chico más tierno y dulce que la tierra, a ser el candente bad boy que aparentaba. Sin la parte de bad boy, claro, toda una masita deliciosa por dentro.

—Gus… —le reñí sintiendo el calor subirse a mi rostro— te están escuchando.

—Definitivamente, wacala —se quejó Fernando.

—¿Quién era el que pensaba con la de abajo? —indagó Sol mirando la lejanía como si estuviese recordando.

—Cállese, señora —repliqué, la rabia bajando y el calor subiendo—, yo no estaría haciendo una estupidez nivel Andrés.

—Ay ajá, excusas —se burló.

—¿Nos vamos? —insistió, sus manos acariciando con dulzura mi cintura, pero calentándome a niveles alarmantes.

—Hasta el lunes, primores —me despedí, dejándolos atrás con expresiones de sorpresa y complicidad.

Tal vez era el alcohol, pero no podía evitar sentirme embriagada por otro tipo de sensaciones que me empujaban a hacer locuras. Sí es cierto, no llevamos demasiado juntos como para dar ese salto en la relación, pero, ¿quién impuso esas reglas de tiempos? Solo se vive una vez -típica frase de calenturientos-, además, si hay cuidado nada malo va a pasar.

Caminamos tomados de la mano, solo conversando y esperando pasara un taxi que nos llevara. Las ansias me estaban dominando, pero debía controlarme y pensar con cabeza fría. De todos modos, no todo el sentido común estaba apagado por el alcohol.

—¿Y entonces? —titubeó Gustavo, sonrojado y con ese brillito candente en sus ojos—. ¿Qué quieres hacer?

—Es Halloween, podemos ver una película… —contesté entre susurros, acercándome entre coqueteos a sus labios— en tu casa.

—¿Y tu mamá? —indagó con algo de seriedad, pero batallando internamente por seguirme el juego.

Si el empezó, que siga con ello. Como dicen en una película, nadie retrocede ni se rinde.

—Ella cree que me quedaré a dormir con Sol o con Andrés —contesté, dándole un suave pico en los labios, así que no hay problemas.

—En ese caso, tus deseos son órdenes.

Me tomó del rostro con firmeza, estampando sus labios sobre los míos con tal fiereza que me hizo jadear. Siempre dulce y tierno, pero en ese momento demostrando ser más que un lindo gatito.

Logramos tomar un taxi, llegando a su casa tan solo diez minutos después no sin antes sentir caricias subir por mi muslo. La falda del disfraz le daba cierta facilidad en sus movimientos, el descaro disfrazado con una dulce sonrisa de quien no mata ni una mosca. Pero este, esperaba fuese más un libo feroz que un delicado príncipe de cuento de hadas. ¿Para que delicadeza cuando se puede disfrutar más?

«Ok, menos alcohol y más control, por favor» pensé, me reñí, traté de controlarme, ya casi parecía desesperada. Esta adulta medio borracha y no tan responsable, debía tomar sus propias palabras y pensar con la de arriba.

Entramos a su casa, una acogedora y no tan grande sala nos saludó con su calidez. Estaba a oscuras, no había nadie y ambos lo sabíamos. Nos dirigimos a la cocina, primero lo primero, un poco de agua para bajar la temperatura.

Aún estaba un poco la duda, pero el deseo me estaba carcomiendo desde dentro y no sabía cuando se podía repetir una oportunidad de ese calibre. ¿Qué si vienen problemas después? Tal vez, pero quien no arriesga no gana. Dicen.

—¿Qué películas tienes? —indagué, regresando mis pasos a la sala y revisando estantes llenos de discos.

Gustavo estaba detrás de mí, siguiendo mis pasos con su dulce mirada mientras me contoneaba por la sala. La falda del disfraz bailoteaba con cada paso, con cada leve movimiento que hacía y cada vez que me agachaba.

—Todas son animé, algunas entran en el gore —contestó, su voz cada vez más ronca—, pero la mayoría son de acción, así que no tengo mucho que ofrecer.

—Esta se ve interesante —le dije, mostrando una sacada al azar, la verdad no me interesaba en absoluto.

—De acuerdo, esta será —añadió, dándome un suave pico en los labios y preparando todo.

Nos sentamos en el sofá frente a la gran pantalla, iluminados solo por el brillo de la televisión y rodeados por el potente sonido de las bocinas. Respiré y me tranquilicé, sus brazos rodearon mis hombros y me acomodé entre sus brazos con mayor comodidad. No me sentía cansada ni adormilada, por el contrario, estaba más despierta que nunca.

Sabía a que se debía, estaba caliente como un horno.

Con suaves caricias, Gustavo fue recorriendo mis brazos y desviándose a mi abdomen. Acariciaba con suavidad, rosando mi oreja con su cálido aliento y provocándome con sutileza mal disimulada. Él quería, yo le quería, ¿para qué negarlo?

Lo dejé ser, dándole cierta accesibilidad para que sus juegos prendieran la noche cual arbolito de navidad. Sus labios rosaron mi cuello, subiendo hasta que su lengua atrapara el lóbulo de mi oreja. Me estremecía ante ese contacto, sintiendo a flor de piel los miles de sanciones que solo eso me generaba.

Sus manos bajaron hasta mis muslos, acariciando y apretando con suavidad, sintiendo la turgencia de la carne y clavando sus dedos con ansias. Fue el turno de sus labios, dejó un húmedo beso en mi cuello que me provocó un corto circuito, sacando de mi boca un mal disimulado jadeo. Continuó con ello, besando y lamiendo mi cuello mientras sus manos tocaban a su antojo.

No pude más.

—¡Gus! —murmuré entrecortada.

—Dime, mi amor —susurró en mi oído, su voz sonó tan grave que me ericé.

—Espero tengas medidas de seguridad, porque te juro que te dejo a medias, ¿entendido? —le advertí, subiéndome a su regazo y envolviendo su cuello con mis brazos.

—Fuerte y claro —rio, y su boca atacó la mía con lujuria.

ESPECIAL FERNANDO

No todo había estado perdido, después de tanto tiempo había pasado una gran noche, con buena compañía, comida y alcohol. Las risas nunca faltaron, las bromas estuvieron de más y el coqueteo no pudo faltar. Sin embargo, no podía evitar sentirme cada vez más decepcionado por el rumbo en que todo se torció.

Sabía que no tenía esperanzas, pero aun así me aferré a algo que no iba a pasar.

—¿Te llevo a tu casa? —indagué, dejando salir un suspiro de resignación.

—Será, los dos desparchados caminando juntos —se burló Sol—, ¿deberíamos hacer un club de los friendzoneados?

Edgar y los demás se habían perdido del mapa, al parecer no fuimos los púnicos rendidos ante aquella búsqueda infructuosa. Mientras, Gustavo y Emma nos habían dejado con ciertas sospechosas prisas. Pero que más daba, por lo menos iban a disfrutar su noche y estaban en todo su derecho. Claro está, esperaba supiesen lo que hacen, no quería ser tío tan joven.

—¿Quién te hizo tanto mal? —fue mi turno de burlarme.

—El mismo que a ti —contestó con pesar, mirándome de reojo.

—¿Qué? Pero ustedes…

—Calma, campeón —se carcajeó al ver mi espanto—. No somos familia de sangre, mi mamá y la de él son mejores amigas desde la escuela, por eso nos criamos casi como hermanos, pero igual me llegó a gustar mucho durante un tiempo.

—Oh, ya veo —suspiré con calma—. Que feo caso.

Caminábamos por el campus, saliendo de este y tomando un taxi. La noche era joven, pero a esas alturas y con todo lo acontecido, se sentía un poco melancólico. ¿O tal vez era yo?

—Lo sé, pero no creo que supere el tuyo, aunque claro —hizo una pausa mirándome con cierta complicidad—, ambos nos vimos afectados por la misma situación.

—Ok ahora me perdí, no puedes contarme un chisme sin dar un contexto —me quejé con total confusión—, además de estar enterándome de cosas turbias, déjame procesar, ¿quieres?

Sus carcajadas eran otra cosa, muy diferente a lo que había visto antes. Podía decirse que era linda, tenía sus encantos y eso no se podía negar. Eso y que sus labios se sentían muy suaves, tanto que podía repetir sin rechistar.

—Espero el alcohol no atrofie tus neuronas —se burló—. Bien, antes de saber toda la historia, conocí a Marcos porque es mi vecino y me gustó, está muy bueno el infeliz.

—¿Tú también? —volví a quejarme con fastidio y celos—. No sé qué le ven de bueno a ese imbécil.

—A parte de que está bueno, no sé, no conocía su historial —se encogió de hombros, resignada y culpable—. Pero no te preocupes, tú también estás como quieres, ¿sabes?

Aquel cometario no pasó desapercibido, puede que incluso me alimentara un poco el orgullo herido y mi corazón roto. No era yo después de todo, solo mala suerte.

—Pero te gustó él —enfaticé entre suspiros.

—Porque lo conocí primero —recalcó Sol, y mi curiosidad voló a otro planeta—, no sé, tal vez si hubiese sido lo contrario la cosa sería diferente.

—¿En serio?

Diferente. ¿Qué tan diferente? La intriga empezaba a carcomerme, porque claro, en estado de ebriedad solo se podían pasar muy malas ideas por tu cabeza. Ambos lo estábamos, ambos estábamos despechados y ambos nos vimos afectados por la misma situación. ¿Señales?
—Pero bueno, estaría en la misma situación porque quien te gusta es ese menso y no te culpo, tiene lo suyo —expresó entre risas.

Nos bajamos del taxi y caminamos un rato en silencio, pensando en mí y una cosa que no tenía sentido. Habíamos llegado a la puerta de su casa en completo silencio, tan oscuro que parecía vacía.

—Llegamos —anunció, sacándome de mis pensamientos—, ¿nos vemos después?

—Sí, claro —contesté con una sonrisa.

—Y, espero poder culpar al alcohol de esto…

No había entendido, hasta que sus labios acapararon los mío en un lento pero un poco torpe beso. Me caía bien, muy bien, a decir verdad, pero, ¿tanto así? ¿Podíamos ser capaces de hacer tal cosa o como ella dijo, atribuirlo al alcohol? Sea como sea, me sentía bien con ella y no la iba a despreciar de esa manera.

Ambos habíamos pasado por eso ya, recientemente por desgracia, así que, ¿Qué tal un nuevo club?

Le seguí el beso, delicado y suave, pero las emociones nos ganaron aumentando el ritmo y las ansias. No se sentía mal, todo lo contrario, se sentía un delicioso cosquilleo que estaba gustándome demasiado.

—¡Hasta mañana! —me dijo y entró a casa.

—¡Joder! —suspiré.

Bueno....
Se les acabó la guachafita, no les daré más libertad...

O sea namames, los dejé ser un par de capítulos y casi me hacen abuela

Por lo menos no termino tan mal la noche para todos...

Creo

Opiniones, mis pulguitas?
Cero alcohol de ahora en adelante
Todos a Alcohólicos Anónimos

Amen!!!

Pausa de comerciales, sí, vengo a presumir estos hermosos Moodboard que hizo caracola218 (los amé) por ser ganadora del concurso Vincent en Romance 💞
Gracias PintoresKoo_ 💞
Y si ven? Andrés sí sirve para algo, no para mentarle la madre a Marcos, pero sí para algo
Muajajajajaja

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