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Manisa
1553
Azra caminaba por el palacio como si de una sultana se tratase y a nadie le importaba pues todos estaban al tanto del favoritismo del príncipe para con ella, al menos lo demostraban pues aquella tarde se encontraban juntos almorzando en el jardín.
-¿Te han gustado mis regalos?-Selim cuestionó.
-Si, príncipe, me han encantado.-Sonrió agachando levemente su cabeza.
-Me alegra escucharlo, a veces siento que nada es suficiente comparado a la alegría que me das.
La de rubios cabellos no pudo evitar suspirar de amor y levantarse para correr al regazo de su pelirrojo el cual la aceptó con un delicado beso.
-Príncipe, ojalá algún día pueda darle un hijo, solo así sabré que lo he hecho realmente feliz.-Comentó observando sus ojos.
-Mi sultana, rezo por que llegue el día en que seas bendecida con nuestro hijo.-Sostuvo su mano y depositó un beso en ella.
-¿Sultana?-Ladeo su cabeza confundida.-No soy una...
-Lo eres para mi, mi único amor, mi alma, mi más preciado regalo y mi bella mujer, eres mi sultana...-Observó su rostro en el cual una sonrisita se había formado.
-Prométame que todo lo que me dice es cierto, que nunca nadie se interpondrá en este amor tan grande que sentimos.-Tomó su mano y la poso en su pecho.-Este corazón solo late por usted, Allah me ha dado vida con el único motivo de amarlo, de servirlo... Mi corazón, cuerpo y alma son suyos.
Selim no pudo evitar sentir aquel latido insistente en su pecho y sabía que ella lo provocaba.
-Eres la sultana de mi corazón y la única que puede estar en el, nunca dudes de eso.
Sus ojos eran los de una completa enamorada, posó su mano en la mejilla de su príncipe acariciandola antes de acercarse a su boca, sentir los labios de su amado con los de ella era lo que más feliz la hacía, los adoraba y no mentía al decir que su única razón de vivir era el, su querido príncipe. Al pasar las horas Azra y Selim fueron a los aposentos principales a seguir disfrutando del día, escuchando los parloteos de la de dorados cabellos junto a la risa del hombre era quizás el sonido más alegre que alguna vez se escuchó en ese palacio.
-Baila para mi.-Pidió el príncipe a la criada quien con un ligero sonrojo fue acatar su orden.
-No se ría de mí si tropiezo.-Bromeó viéndolo sonreír.
Empezó a danzar, no era siquiera necesaria la música pues el simple movimiento envolvente del delicado cuerpo de la odalisca era como ver las notas musicales seguirla, a Selim le fascinaba, cada cosa que ella hiciera era simplemente maravilloso y perfecto para el llegándose a sentir hipnotizado o quizás hechizado por el dulce vaivén de las caderas de su contraria.
El príncipe se levantó caminando hacia ella, Azra se detuvo sorprendida pues el pelirrojo la había agarrado de la cintura pegándola a su cuerpo el cual era más grande que el de ella, sus miradas ardían entre el amor y lujuria de ambas partes, sin más Selim tomó los labios de Azra uniéndose en un acalorado beso, sus bocas jugaban una con la otra deseosos, las manos del mayor se deslizaron por el suave cuello de la fémina apretándole suavemente la garganta con los pulgares.
Sus manos bajaron hasta sus hombros, tocándole los brazos empezando así a jugar con el bordillo del blanquecino vestido, esa noche volvieron a unirse, a sentir el cuerpo caliente del otro mientras se complacían entre jadeos y agitadas respiraciones, Selim deseaba tenerla a su lado cada noche estaba completamente enloquecido por esa bella mujer.
"Querida Sultana Hurrem, le
escribo esta carta con mis más grandes deseos a Allah de que
usted esté bien, como ha querido ahora soy la única favorita
del príncipe Selim, a la Sultana Nurbanu han intentado ahogarla en los baños pero no ha resultado bien pues la salvaron a tiempo, espero pronto poder hacerla feliz con
un nieto, hasta mientras me aseguraré de que Nurbanu no
vuelva acercarse al príncipe."
La carta que Azra envió tenía que ser concisa pues nadie además de Fakria sabía de su buena relación, la muchacha era la única mujer antes los ojos del príncipe y estaba bien informada sobre cada movimiento que había pues no quería perder su amor por culpa de alguien más.
-¡Atención!-Azra quien caminaba por los pasillos se sobresaltó ante la voz.-¡La sultana Nurbanu!
Rápidamente se reverenció, aunque odiaba hacerlo pues eso dejaba en evidencia quien era superior al menos en poder.
-Camille...-Murmuró acercándose a ella.-¿Por que sigues usando blanco? Ya no eres una mujer casta después de todo.
-¿Aún no lo sabe? El príncipe me otorgó otro nombre, ahora todos me dicen "Azra".-Hablo con superioridad.
-No te sientas tanto, eres una mujer pasajera... Recuerda quien es la madre de un príncipe aquí, cuando el deje de desearte me aseguraré de deshacerme de ti.-Nurbanu hablo con desprecio.-Voy a matarte, Camille.
-Az...Ra.-Repitió con una sonrisa.-No me subestime, sultana. Anoche mientras estaba con el príncipe me dijo en el oído cuánto me amaba y que no había mujer más importante para el que yo, este es solo el comienzo del infierno que la voy hacer vivir...
-¡Eres una insolente!-Descargando toda su fuerza la abofeteó.
-¡Sultana cálmese!-Canfeda quien la seguía a todos lados detuvo aquella pelea.
-¡Maldita arpia!-Continuo vociferando mientras Azra se marchaba de ese lugar a paso veloz.
Aquella tarde se encontraría con el príncipe y no desaprovecharía aquella oportunidad frente a él.
-Azra, mi sultana.-La saludó de brazos abiertos.
Ella no dijo nada, únicamente se escabulló en su pecho.
-¿Que tienes?-Acaricio su cabello dándole calma.-Mírame.
-Príncipe.-Cumplió su orden con un puchero dejándole ver su leve enrojecimiento en la mejilla.
-¿Qué sucedió? ¿Quien se ha atrevido a tocarte?
La de dorados cabellos negó.
-Contéstame.
-Me encontré con la Sultana, ella estaba furiosa y me grito, me excedí al responderle así que me abofeteó.-Cubrió su mejilla enrojecida con su mano.
-Nurbanu no conoce sus límites.-Entrecerró sus ojos con molestia.-No te entristezcas, ya hablaré con ella.
-Príncipe, no quisiera causarle problemas con la sultana.-Fingió preocupación.
-No te angusties.-Sonrió acariciando su rostro.
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