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Manisa
1553

Camille no pudo consigo misma y cayó de rodillas, toda la seguridad que en algún momento tuvo se había marchitado sintió su cuerpo temblar cuando unas fuertes pisadas se aproximaron a ella. Frente a ella estaba el príncipe al cual no se atrevió a observar, no fue hasta que el se acuclilló frente a ella quedando a su altura para intentar levantar su rostro.

-¡Por favor no me mate!-Hablo de golpe entre sollozos.

Selim se quedó extrañado ante lo que la muchacha había dicho y quiso creer que escuchó mal.

-¿Qué?-Hizo una mueca.

-Se lo suplico majestad, no se deshaga de mi, no soy tan fea.-Lloró.

El príncipe se mantuvo en silencio unos segundo pero no pudo evitar soltar una carcajada, definitivamente fue lo más extraño que escuchó de alguna criada.

-¿Matarte?-La sujeto de los brazos para hacerla pararse.-¿Por que te mataría?

Ella se mantuvo en silencio con su cara pálida, por un momento Selim sintió pena pues rápidamente noto que esa concubina era nueva en su harem y más que seguro no sabía sobre las reglas de ahí.

-Ven conmigo, siéntate.-La guió a una mesa con fruta y bebidas.

El le extendió un vaso con agua mientras ella todavía tenía espasmos del susto que se había llevado, Selim solo en ese momento notó el pañuelo que le cubría el rostro y se lo quitó, aquella muchacha era bastante bonita para su gusto, lucia desorientada cosa que lo preocupó.

-Bebe esto y tranquilízate.

La concubina agradeció con la mirada y bebió del vaso, al dejarlo vacío lo depositó en la mesa recuperando la calma.

-Bien... Ahora dime, señorita. ¿Por que creías que te iba a matar?-Enarco sus cejas esperando su respuesta.-¿Haz hecho algo malo?

-N-No majestad... Solo, hable con la sultana y una concubina ambas me dijeron que moriría si me acercaba a usted o no era de su agrado.-Admitió dejando al príncipe satisfecho por su sinceridad.

-Ahora lo entiendo.-Le mostró una sonrisa.-No tienes de que preocuparte hatun, nadie te va hacer daño aquí, ¿Entendido?

-Si, príncipe.-Asintió.

-Bueno acompáñame a cenar, quizás me alegre un poco hablar contigo... ¡Guardias!

Un hombre entró dándole una reverencia.

-Que traigan la comida.

-Como ordene, alteza.-El hombre salió del lugar.

Poco tiempo tuvieron que esperar antes de que trajeran platillos exquisitos que dejaron sorprendía a Camille.

-Pareces hambrienta.-Selim habló con alegría.-Adelante, puedes comer lo que quieras.

-Lamentó mucho haberle gritado príncipe.-Frunció el ceño.-No fue mi intención ofenderlo.

-Ya no te preocupes por eso, hatun.-Levantó su mano pidiéndole silencio.

Ella por primera vez le enseño su sonrisa haciéndolo sentir paz y calidez, a los ojos de Selim aquella muchacha era lo más lindo que había visto hasta ahora.

-Dime tu nombre, señorita.-Ordenó.

-Camille.

-Camille...-Repitió.-¿De dónde haz venido?

-De Francia, majestad. Mi familia fue atacada por los tártaros, y luego de un tiempo llegue aquí.-Explicó.

-Es la primera vez que te veo.

-Antes estaba en la capital, no hacía mucho ahí y luego me trajeron aquí.-Continuó.

Camille se quedo apreciando al príncipe, notando así el color de su cabello, era bastante guapo y ya no se le hacía tan temible.

-Me gusta su cabello.-Habló alegre.

-Lo herede de mi madre.-Asintió.

-De dónde vengo solían decir que los pelirrojos son portadores de mala suerte, desdichas y fatalidades y la "contagiarían" a cualquier persona que se acerque a ellos.-Sus ojos de agrandaron levemente recordando aquello.

-¿Crees que te voy a dar mala suerte?-Selim sonrió al mismo tiempo que soltaba una risa nasal.

-Nunca termine de creerlo, de todas forman eran simples supersticiones.

-Una vez escuche que las rubias no eran las mas listas.-Contraatacó.

La joven formó una "O" con su boca y fingiendo estar ofendida colocó una mano en su pecho.

-¿Usted cree eso?

-A penas me viste suplicaste misericordia por cosas que alguien más te dijo.-Levantó sus hombros.-Aunque de todas formas creeré que son solo supersticiones.

Ella formó una sonrisa con sus labios para el antes de levantarse para así ir al centro de la habitación.

-Soy muy lista, príncipe... A mi manera.-Hizo su cabello para atrás.-Por ejemplo, usted sabe mucho de campañas, política y sobre gobernar. Pero apuesto lo que sea a que tiene dos pies izquierdos.

-¿Dos pies izquierdos?-Hablo sin entender.

-Así se les dice a los que no saben bailar.

-Entonces enséñame.-Hablo coqueto.

Ella le extendió su mano para hacerlo levantarse de donde estaba.

-En Francia nuestros bailes son diferentes a los de aquí, claramente.-Colocó la mano del príncipe en su cintura al mismo tiempo que colocaba la suya en su pecho.-Solo trate de seguirme...

La odalisca empezó a tararear una melodía al mismo tiempo que entrecerraba sus ojos sintiéndose por un momento como en casa, el baile inició lento pues no quería confundir al príncipe, moviéndose de un lado al otro, Camille maldijo al príncipe internamente pues no lo hacía nada mal.

-Bien... Retiro mis palabras, no tiene dos pies izquierdos.-Hizo una mueca.

Selim no pudo evitar sonreír para ella haciéndola detener su danza, dejó de sujetar su mano para así posarla en su mejilla acariciandola.

-Sabes a que te han traído, ¿No es así?-El príncipe la miro con cariño.

-Hacerlo feliz.-Aseguró.-¿Ya lo he alegrado?

El asintió, de cierta forma lo había hecho y no quería decirle de manera brusca a lo que realmente se referían con "Hacerlo feliz" no mientras ella estaba frente a él mirándolo como nunca nadie lo había hecho.

-Me haz alegrado mucho, señorita.-Beso su frente haciéndola reír.

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