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Manisa
1553

Camille había ingresado al harem del príncipe con facilidad y discreción pues sabia que si la hubieran mandado como regalo, Nurbanu se desharía de ella en menos de un parpadeo, la de rubios cabellos se quedó en el harem a la espera de la llegada del príncipe.

-Atención, la sultana Nurbanu.-Un Aga la anunció en el harem.

Rápidamente las mujeres se pusieron de pie para reverenciarla, Camille no pudo evitar observar a la mujer con bastante asombro, era tan hermosa que parecía sacada de un cuento de hadas.

-He traído regalos de la capital, pueden acercarse y escoger lo que más les guste.-Habló.

-Parece que nos ofrece caridad.-Una mujer habló entre las concubinas.

-Dilsha.-Nurbanu habló sin paciencia para ella.-¿Que haces aquí? Ya no formas parte del harem, ahora eres aprendiz de sastre.

-Vine aquí a tomarle medidas a las demás.-Gruñó.

-¡Insolente! Tienes a una sultana frente a ti, debes respetarla.-Fakria se hizo presente.

Nurbanu sin más, se marchó dejando sus regalos para las concubinas, Camille ni se inmutó pues su estómago estaba revuelto, no iba a tomar ni un solo regalo de la sultana ya suficiente tenía con deber meterse a los aposentos del príncipe.

-Eres nueva aquí, ¿No es así?-Una criada hablo curiosa para la rubia que e mantuvo sentada mientras el resto escogía telas y joyas.

-Oh, si...

-No te esperances en ir a los aposentos del príncipe, Nurbanu es la única al parecer.-Dijo con frustración

-El príncipe la ama, ¿No es así?-Hablo curiosa.

-Es la única que le ha dado hijos y la única que ha ido a sus aposentos en los últimos años. Nurbanu se encarga de cualquiera que trate de adular al príncipe, Dilsha solía ser su favorita y ahora no puede ni acercarse a sus aposentos.

-¿Cualquier mujer que vaya a sus aposentos termina así?

-Si no es por orden de Nurbanu será por orden del príncipe, dicen que cuando recibía mujeres era muy exigentes con ellas, si no lo complacían o no eran de su agrado... No las volvían a ver.

Camille empalideció, ya no le gusto tanto la idea de ir a sus aposentos pero había hecho un trato con la sultana y no podía fallarle.

-Señorita Camille.-Una señorita encargada del harem la llamo.

Ella se levantó rápidamente y se acercó con su cabeza agachada.

-La sultana Nurbanu quiere verte, apresúrate.-Aviso.

Asintió varias veces antes de empezar a caminar siguiendo los pasos de la mujer. Entre los pasillos pudo observar diferentes habitaciones hasta que llegaron a la que le pertenecía a la única mujer del príncipe.

-Sultana.-Al llegar se reverenció.

-¿Tú eres Camille?-Hablo curiosa.

-Si sultana.

-Levanta tu cabeza cuando te hablo.-Ordenó.

Sin más tuvo que hacerlo, observándola fijamente un tanto sorprendida.

-¿No eres muy joven para estar aquí?

-Me han traído de la capital junto a otras concubinas, sultana.-Mintió la mayoría de concubinas habían llegado mucho antes que ella al harem.

-¿Cual es tu trabajo?

-Ninguno sultana, todavía estoy aprendiendo con las demás concubinas.

-Ya veo... Canfeda te buscará un oficio.-Aseguró.-Por tú edad me asegurare de que no sea nada pesado de momento, y creo que esta demás advertirte que ir a los aposentos del príncipe está prohibido.

Ella asintió dejándole saber que entendía por completo.

-Bien, no causes problemas y tú estancia aquí no será desagradable. Puedes irte.

Dándole una última reverencia se marchó de regreso al harem, definitivamente se había hecho a la idea de que su vida corría riesgo de solo mirarle el rostro al príncipe.

Durante la noche Fakria había llevado a Camille a los baños y luego la ayudó arreglarse adecuadamente, su cabello bien peinado con joyas, perfume, no faltó el vestido blanco representando la pureza y castidad.

-Ya está.-Fakria habló.-Te cubriré el rostro, en caso de que alguien descubra que ingresaste a los aposentos del príncipe no te reconocerán.

-Fakria... Yo- Ya no quiero hacer eso.-Se abrazo a sí misma.-Tengo miedo.

-Le hiciste una promesa a la sultana Hurrem y tienes que cumplirla.-Mencionó mientras cubría su rostro con un pañuelo.

Nerviosa no puedo retener sus sollozos y por primera vez la mujer se apiadó.

-Escucha, no tienes porque tener miedo, una concubina ira antes que tú cómo "carnada" si la atrapan a ella tendrás el camino más limpio para ti.

-El príncipe Selim, si no le agrado... ¿Que será de mi?-Limpio unas lágrimas rebeldes sobre su rostro.

-Rézale a Allah para que eso no suceda.

Finalmente la hizo caminar antes de alejarse un poco para acompañar a Dilsha la cual había sido engañada para ir.

-Esto no va funcionar, Nurbanu ni siquiera me deja acercarme a los aposentos del príncipe.-Se quejó la mujer.

-Haré que funcione, no tienes porque preocuparte.

Camille iba a paso lento atrás de ellas con cuidado de no ser vista, sus manos le temblaban y juraba que se desmayaría en cualquier momento, en su cabeza solo se repetía una y otra que un "Ojalá Dilsha pueda ingresar en mi lugar"

-¡Señorita Dilsha! Creí que había dejado en claro que ninguna mujer podía ingresar a los aposentos del príncipe.

-Yo la traje.-Fakria intervino.-Es un harem, el príncipe-

-No tomes atribuciones que no te corresponden señorita.-La miro de mala gana para así dirigirse a Dilsha sujetándola del brazo.-Y tú, ven conmigo.

Se la habían llevado, Fakria no dudo en ir a buscar a Camille quien se encontraba doblando un pasillo escondiéndose.

-Llegó la hora, vamos.-Le dio una suaves empujoncitos.

-Señorita Fakria...

-Sin quejas, ve y cumple con la orden de la sultana.-La paro frente a la puerta de los aposentos.-Déjenla pasar, va entretener al príncipe.

Las puertas se abrieron obligando a Camille a ingresar, a penas y pudo respirar al dar su primer paso en los aposentos pero sabía que ya no había vuelta atrás.

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