17
Topkapi
1558
Azra miraba la pequeña ventana de su habitación, temblaba por los nervios y ansiedad que la salud de su niño le estaba ocasionando.
-Sultana.-Escuchó una voz a sus espaldas.
-Murad, príncipe.-Le mostró una débil sonrisa al verlo inclinarse.-Ven aquí.
Le hizo espacio en el mueble donde se sentó, al tenerlo en su lado sujetó su mano manteniendo esa sonrisa.
-Sultana, he venido a sacarla de aquí... Mi padre habló con el Sultán y ha permitido que regrese con mi hermano.-Anunció.
-Allah bendito...-Suspiró.-¿Ya han descubierto quien lo hizo?
-Si, una muchacha del harem. Encontraron el frasco del veneno entre sus cosas, ya la han llevado al calabozo y estoy seguro de que la arrojarán al mar.
La rubia negó.
-Ella no fue, alguien trata de inculparla... ¿Por qué razón le haría daño a mi hijo? ¿Que problema podría tener en su contra?-Habló con obviedad.
-¿Tiene algún sospechoso?-Enarcó sus cejas.
Quería decirle un "Si" pero ¿Como explicarle que su propia madre había lastimado a su hermano? Simplemente no podía.
-Todavía no, pero estoy segura de que alguien con el suficiente poder como para influenciar y amenazar lo hizo.
La de dorados cabellos se levantó terminando así la conversación, con el permiso que le había otorgado el sultán salió de sus aposentos sosteniendo el brazo de su hijastro, deseaba ver a su hijo, deseaba que se recuperase y llevarlo de vuelta a Manisa con su padre.
-Sultana, príncipe.-Las doctoras les hicieron una reverencia.
Murad no dudo en correr al lado de su hermano mientras Azra sentía le severa mirada de Hurrem sobre ella, en uno de los muebles el sultán rezaba por la vida de su nieto favorito.
-Lamento mucho lo ocurrido sultana.-Se disculpó, debía hacerlo si quería mantener la misma imagen de siempre.
-Lo importante ahora es la vida de nuestro príncipe.-Levantó su mirada.
La mujer caminó hasta estar en brazos de su esposo quien la arropó en un abrazo.
-Vamos Mehmed, tienes que levantarte, ¿Como te enseñaré a usar la espada si no lo haces?-El mayor de los hermanos trató de hacerlo sonreír.
-Hermano, prometo que cuando crezca cuidare de la sultana como tú lo haces.-Una ligera sonrisa se curveó en su rostro pálido.
Con los ojos puestos en su familia empezó a sentir el cansancio, en solo un pestañeo sintió que todo desaparecía a su alrededor y por un momento tuvo miedo.
-¿Mami? ¿Papá?-Levantó su mirada hacia la puerta que parecía abrirse.-¿Hermano?
De ella apareció un joven vestido completamente de blanco, su piel ligeramente bronceada y cabello peinado hacia un lado le recordó alguien, pero no supo a quien.
-¿Quien eres tú?-El niño tembló apretando sus manitas contra las sábanas tratando de parecer valiente.
Extrañamente ya no se sentía tan débil como hace unos minutos, aquel joven le enseñó una sonrisa mientras se acercaba, al estar frente a él le extendió su mano la cual estaba cerrada.
-¿Que tienes ahí?-Al tenerlo cerca sintió una ligera paz.
El de blanco soltó una risa inaudible antes de abrirla enseñándole algunos dulces.
-¿Son para mi?-La alegría irradió de el.
El mayor asintió dejándole comer uno bajo su atenta mirada, no lo conocía pero sentía que había escuchado sobre el más de una vez.
-¡¿Que está sucediendo?!-Azra gritó a la Doctora.
Su hijo se había quedado mirando a un punto fijo de la habitación con una sonrisa, a cada segundo su pecho subía y bajaba más lento.
-N-No lo sé, estaba bien hace un momento.-La mujer corrió a tomarle los signos vitales.
-Calma sultana.-Murad se puso a su lado tratando de mantenerla ahí para que la Doctora hiciera su trabajo.
-Mi hijo.-Sollozó preocupada.
-Cariño tienes que tranquilizarte, nuestro príncipe va estar bien.-Selim habló bastante inseguro.
Como pudo la hizo esconder su rostro en su pecho, Hurrem y Suleiman se habían acercado a la familia ansiosos por lo que estaba ocurriendo.
-¡Yo seré un gran sultán!-Mehmed corría por la habitación que cada vez se iluminaba más.
Le había estado contando sobre sus sueños al joven que lo acompañaba, su silencio le parecía bastante curioso, pero al menos se sentía escuchado.
-Seré justo como mi abuelo y un gran guerrero como mi padre.-Tomó una de sus espadas de madera que solía llevar consigo a donde sea.
Había llegado la hora, el joven le extendió su mano una vez más esta vez sin nada en ellas, el niño tiró su cabeza a un lado sin entender el porqué.
-No puedo irme, mi madre se entristecerá si no me encuentra.-Hizo un puchero buscándola por la habitación.-Papá se preocupará.
-Ellos todavía no pueden acompañarnos.-Por primera vez habló.-Tenemos que irnos, nos están esperando...
Su voz le había quitado cualquier miedo, no dudo un segundo más y sujetó su mano con fuerza, temía soltarse de el y perderse.
-¿A donde iremos?-Cuestionó.
Pero nuevamente el se silenció, Mehmed tragó saliva mientras el mayor empujaba la puerta despacio y al abrirla sus ojitos vieron con claridad, descubrió lo que lo había estado esperando, la verdad después de la muerte.
Los gritos desgarradores de Azra se escuchaban por todo el palacio, el Príncipe había cerrado sus ojitos para siempre.
-¡Mehmed!-Pegó el cuerpo inerte de su hijo contra su pecho mientras soltaba gritos de dolor.
Selim estaba al lado de su esposa llorando en silencio por la pérdida de su pequeño hijo escuchando las suaves oraciones del sultán pidiéndole a Allah que cuidara del alma del niño
y Hurrem había tomado entre sus brazos a su nieto mayor tratando de controlar sus sollozos pero era imposible.
Habían perdido a su príncipe, el niño alegre e inocente que soñaba con gobernar de la misma manera en la que su abuelo lo hacía, un pequeño con el futuro más brillante que su dinastía había visto, ahora era un ángel que acompañaría a Azra el resto de su vida.
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