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Topkapi
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Cuando llegaron al palacio nadie parecía querer comentar la grave enfermedad de la sultana, ni siquiera estaba permitido hacerlo al parecer.

-Madre, ¿Por qué no podemos vivir aquí? Yo quiero estar con mis abuelos, mis tíos, mis hermanos y ustedes.-Mehmed habló.

-Algún día este será nuestro hogar.-Aseguró.-Este palacio será tuyo, amor mío... Pero tienes que crecer en sabiduría y corazón para que así sea.

-Te prometo que seré un grandioso guerrero.-Sonrió.

-Lo serás.-Sha habló sujetando una de las manos de su hermano pues Azra ya sostenía la otra.

-Papá estará orgulloso de ti.-Ahora fue Esmahan quien habló.

La rubia les mostró una sonrisa cariñosa, y finalmente llegaron a los aposentos de la magnífica sultana Hurrem.

-Sultana.-Reverenciaron a la mujer quien los había estado esperando.

-¡Abuela!-Chilló Mehmed corriendo hacia ella.

-Mi pequeño león.-Lo tomó como pudo y lo dejó sentar en sus piernas.-Estas haciendo un trabajo espléndido cuidando a mi príncipe.

-Se lo agradezco, sultana.-Azra no pudo evitar mostrar su sonrisa.

-Ahora retírate, por favor.-Hizo un ademán.-Después enviaré al príncipe con una criada... Lleva a las sultanas con su madre, ya debió haber llegado.

La mujer le lanzó una cálida mirada a su hijo antes de salir, tenia muchas ganas de ir al jardín y aunque se le estrujaba el corazón al apartarse de el, intento calmarse.

-Fakria, esta tarde se ve tan encantadora.-Comentó enredando su brazo al de la mujer cuando finalmente estuvo sola.

-Lo es, sultana.-Murmuró.

-¡Mira nada más!-Una voz llamó a sus espaldas.

-Nurbanu.-Habló sin muchas ganas.-¿No piensas saludarme?

-Conozco muy bien tus deseos.-Gruñó.-Nunca me reverenciaré ante ti, ¿Ya haz visto a mi príncipe? Cada día está más grande.

-¿Que hay de tus hijas?-Habló con calma.-Hace semanas que no les envías una carta, deberías ser más responsable.

-Ganaste al cuidar de ellas, pero no será así por mucho tiempo... Algún día será un gran sultán.-Siseó la Veneciana.-Recuperaré todo lo que me quitaste.

-Puedes intentarlo, pero nunca ocuparás mi lugar como la esposa del príncipe...

-Cuando mi Murad sea sultán, me aseguraré de borrar esa maldita sonrisa de tu rostro.

-Recuerda Nurbanu, no llega al trono el mayor si no el más inteligente...-La miró con severidad.-Si mi hijo llega a el, no temas, yo tengo corazón a diferencia de ti.

-Eso está por verse, me haz intentado quitar todo... Pero el golpe que te daré será el más fuerte que recibirás, vas a bajar de tu nube.

-Madre.

-¡Murad!-La azabache miró a su hijo.

-Sultana.-El menor sonrió para la Francesa antes de besar su mano.

-Cada día creces más.-Comentó con cariño.-Me alegra verte aquí.

Nurbanu sujeto el brazo de su hijo obligándolo apartarse, le lanzó una mala mirada a la mujeres y se marchó, no dejaría que Murad sea influenciado por ella.


-Canfeda, ¿Conseguiste lo que pedí?-Cuestionó la mujer en los aposentos que se le otorgó.

-S-Si sultana... Pero-

-No te pedí una opinión, ahora entrégame el veneno.-Extendió su mano.

Algo insegura y arrepentida, la criada puso el frasco en la mano de la sultana, siempre había estado atrás de todos los planes que hacían pero ese era sin duda el peor y por el cual podría perder la cabeza.

-Escúcheme sultana, debe haber otra manera.-Mordió su labio.

-No la hay, debo hacerlo por el bien de mi propio hijo... Allah sabe que lo tengo que hacer, estoy dispuesta a pagar por mis pecados en el fuego del infierno.

-Por favor, escúcheme.-Trató de lanzarse a sus pies pero no pudo.

-Si dices otra palabra, quien será envenenada serás tú.-La miró fastidiada.

Canfeda agachó su cabeza y sintió como su corazón empezaba a encogerse.

-¡Señorita! Puede pasar.-Llamó Nurbanu.

Por la puerta entro una mujer del harem a la cual había amenazado, sólo tenía un trabajo.

-Ten, ya te expliqué que hacer con esto.-Murmuró extendiéndole el veneno.

-Si sultana...

-Tranquila, tú y tu familia serán bien recompensadas por esto.-Busco calma en su voz, pero no era posible.

Se sentía ansiosa, la criada que Hurrem le prometió no había regresado con el pequeño Mehmed y ya empezaba a preocuparse.

-Fakria, vamos... Tengo un mal presentimiento.-Se levantó caminando de vuelta al palacio.

Caminaron hacia el harem con la esperanza de encontrarlo ahí con su abuela.

-¿El príncipe Mehmed?-Cuestionó la sultana a uno de los guardias.

-Ha salido de los aposentos con una criada.

La mujeres se miraron entre sí bastante ansiosas.

-Que todos busquen al príncipe Mehmed.-Escuchó a la fiel criada atrás de ella.-Calma Azra, no debe estar lejos de aquí, es imposible.

-¡Si no encuentras a mi hijo ahora mismo les cortaré la cabeza a todos!-Gritó asustada, ¿Donde podría estar?

Sentía el mundo entero moverse a su alrededor pero nadie le daba respuesta alguna.

-Quizás lo dejaron dormido en sus aposentos, vamos.-Ella sujetó su mano.

-Iré yo, avísale al príncipe que su hijo a desaparecido.-Suplicó.

Cada paso que daba le causaba más nauseas, Mehmed era la única desendencia que tenía y sabía que si algo llegara a pasarle, la culpa caería en sus hombros.

-Hijo...-Su alma regresó a su cuerpo al ver su pequeño cuerpo descansar en su cama boca abajo.-Mi pequeño.

Se acercó con cuidado dispuesta a arroparlo, pero al tocarlo en su intento de voltearlo noto algo que hizo que su corazón se detuviera una vez más.

-¿Mehmed?-Su mano temblorosa recorrió las mejillas y cuello con poca temperatura.-¡Mehmed despierta!

Alterada subió a la cama recargándolo en sus brazos, su hijo estaba pálido, sin color alguno, sin una chispa de conciencia.

-¡Guardias! ¡Guardias!-Su voz empezaba a romperse.-¡Alguien llame a una Doctora!

Los hombres entraron notando a la sultana gritando a más no poder pegando a su pequeño contra su pecho.

-Mehmed, por favor despierta...-Lo abrazo enterrando su cabeza en su cuello sollozando.-¡Mehmed!

-¡¿Que esperan?!-Fakria llegó dando gritos.-¡Traigan a la doctora!

-Mi amado hijo... ¿Que te hicieron?-Tembló.

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