No Retrocedas
Capitulo 8
No retrocedas
Hinata aún no podía creer lo que había hecho.
Con las mejillas rojas y calientes se sentó frente a Naruto y el muchacho en total silencio. Sin animarse ni siquiera a mirarlos. Retorcía con ambas manos las manijas de su bolso y se mordía nerviosamente una esquina de su labio inferior. Con la vergüenza a tope, miró casi de reojo, a la dirección de ellos.
El muchacho miraba el suelo como si hubiera la respuesta de una importante noticia allí.
Con el corazón golpeando fuerte miró ahora a Naruto. Este la miraba directamente, con una leve sonrisa.
—¿Todo bien, Hinata?
Ella creí que si hablaba se moriría allí mismo, así que solamente asintió con la cabeza. Naruto le sonrió más abiertamente, y Hinata no pudo evitar mirar sus labios generosos curvándose hacía arriba. Desvío rápidamente la mirada y miró a la puerta de operaciones, volviendo nuevamente a pensar en su hermana.
Suspiró pesadamente al darse cuenta lo que había hecho. No sabia que pasaría a partir de ese momento. Pero de algo estaba segura.
No quería estar más con Toneri.
Su forma de tratarla, su continúo desprecio y poco interés ya la había cansado. Sentía que había puesto lo mejor en la relación y, estaba segura, de que el no lo apreciaba en lo más mínimo. El hecho que no hubiera querido acompañarla en un momento tan difícil le decía que él no la ama.
Cuando ese pensamiento llegó a su cabeza, un bola gigante se hizo en su pecho, haciéndole difícil respirar con normalidad. Se mordió fuertemente el labio para evitar llorar por eso, e intentó concentrarse en el estado de su hermana.
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Hinata estaba contenta y tranquila una vez que pudo ver a su hermana. Si bien ella no tenía la mejor de las apariencias, estaba mucho mejor de lo que imaginaba en su mente.
La operación había durado una eternidad para ella, pero ya estaba fuera en una habitación de cuidados intensivos. El doctor le había explicado que era normal, y que tenía un muy pronóstico.
Desde la ventana del pasillo observaba a su hermana ser atendida por una enfermera, eran cerca de las tres de la mañana. Se sentía un desastre, una vez que la angustia por su hermana ya casi estaba tranquila, le afecto, tardíamente, la decisión que había tomado cuando obviamente estaba nerviosa.
Temblaba levemente, su ropa ya no estaba húmeda, pero tenía frío constante. Cuando se había dado cuenta de ello, Naruto le había dado su chaqueta y ella aún la llevaba. Respiró profundo, sintiendo ese perfume particular, uno exótico. Como si pudiera leer el aire libre en su campera.
Mira de reojo al muchacho que estaba en silla de ruedas. Su nombre era Konohamaru y era el novio de su hermana. No había sido la mejor forma de conocerlo. Pero se alegro de verlo, se notaba que él se preocupaba mucho por Hanabi. No se había movido de al lado de Hinata, las enfermeras lo habían retado para que vuelva a su habitación, pero él era muy terco y nunca se marchó.
Hinata se giró para mirarlo de frente.
— Konohamaru... — el muchacho la miró y giró su silla para que quedarán frente a frente.
Hinata no tenía una sonrisa, lo miraba fijamente. Konohamaru tragó saliva con fuerza. Ella le extendió la mano.
— Es un gusto conocerte.
Konohamaru parpadeó sorprendido, pero aún así no se movió hasta que Naruto le dió un pequeño sopapo en la nuca. El muchacho sonrió y estrechó su mano.
— El gusto es mío. Hanabi me ha hablado mucho de usted.
Hinata le sonrió y miró adonde estaba su hermana menor.
Tenía fe en el buen criterio de su hermana.
— Espero que hayan sido buenas— le dijo con una sonrisa.
Konohamaru sonrió, sus ojos azules oscuros brillando con fuerza.
Si, estaba segura que su hermana amaba con el corazón a un muchacho tan carismático como el que estaba frente a ella.
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Ya eran cerca de las cuatro de la madrugada y Hinata estaba dormitando en el pasillo de la sala donde estaba su hermana. Sabía que su estado debía ser lamentablemente. Con una chaqueta que le quedaba gigante, despeinada, los ojos rojos e hinchados. No era un espectáculo digno de ver.
Había pensado en volver a su casa cuando los doctores cerca de las tres de la mañana le habían dicho que ya no sé podía hacer más. Su padre había llegado después de la operación, pero se había vuelto a ir ya que recién después de las nueve podría ver a su hija menor.
Hinata se quedó, con la esperanza de que Toneri dejará de hacerse el duro y fuera a buscarla, después de todo el hospital estaba a pocos minutos de su casa.
Pero el nunca apareció.
Otra confirmación de el poco amor que sentía hacia ella.
Decidió ir a la cafetería del hospital y tomarse un café, intentar mantenerse despierta hasta que fuera una hora decente para llamar a alguna de sus amigas o esperar hasta el horario en que Toneri se iba a trabajar. No quería llevarle problemas a su padre, por eso no le había contado nada todavía. Después de todo era tan reciente esa decisión que aún ni ella misma se lo creía.
Con una taza humeante se sentó en una de las mesas solitarias.
Konohamaru y Naruto se habían marchado antes de que su padre llegará. Ya que la enfermera había ido a buscar al muchacho y el rubio lo estaba cuidando esa noche por lo que había entendido.
Suspiró pasándose la mano por los cabellos despeinados y trato de acomodarlos. Su vida era un desastre y bien lo sabía.
Tenía miedo de lo que le esperaría ahora que iba a separarse.
De la opinión de su padre de su desastrosa vida matrimonial. De la familia de Toneri, de su mismo marido cuando le dijera que quería el divorcio.
De lo que sería su vida de allí en adelante.
¿Dónde viviría?
Tenía su trabajo de camarera por lo menos, pensó con una pequeña sonrisa mientras probaba el caliente líquido negro.
Estaba tan sumida en sus pensamientos que se asustó, casi tirando todo el contenido de la taza blanca en sus manos, cuando alguien tomó una silla y se sentó frente a ella.
—Hey, disculpa te asuste.
Hinata parpadeó cuando miró a un ojeroso rubio de ojos celestes sentado frente a ella. Una sonrisa perezosa se poso en los labios de Naruto después que tomó un poco del café que él mismo llevaba en sus manos.
—¿Qué haces por aquí aún?— le preguntó curioso.
Hinata sintió sus mejillas arder y bajó la mirada al darse cuenta que estaba demasiado concentrada en sus labios. Se mordió la esquina de su labio, no queriendo decir la verdadera razón por la cual no había vuelto a su casa. Así que simplemente se encogió de hombros. Tomó un poco más de ese elixir que la mantenía despierta, no se animaba a mirar a los ojos a Naruto.
No sabía qué tenía ese hombre, pero con una sola mirada la hacía sentir nerviosa, con su corazón acelerado, pero también se sentía... bien. No podía explicarlo si ni siquiera ella misma sabía lo que sentía.
—¿Sabes? No quiero ser metido ni nada por el estilo... Pero de verdad te ofrecí mí amistad, Hinata. Si quieres hablar de algo... O simplemente quieres estar sola, no dudes en decírmelo. Yo no lo tomare a mal, de verás.
Hinata lo miró anonadada por su discurso. La seriedad de su rostro le transmitía seguridades y confianza. Una vocecita en su cabeza le dijo que Naruto no la juzgaría. Le había demostrado que quería ser su amigo, no se había hablado más del asunto de cuando él intentó besarla. Y ella prefería olvidar esa noche que se había tocado y llegado al más fuerte orgasmo sólo pensando en él.
Sintió sus mejillas enrojecer y sus ojos se agrandaron cuando Naruto ladeó la cabeza mirándola con curiosidad. Sintió como si él pudiera leer esos pensamientos tan pervertidos que invadían su cabeza cada vez que estaba cerca.
Con un suspiro y desviando la vista decidió contarle toda su historia. Era una buena forma de que pasarán las horas.
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Ya iban por la tercera taza de café. Naruto sólo la había interrumpido cuando había traído las tazas, tanto para él como para ella.
Se sorprendió al poder guardar la compostura frente a él. Había pensado que lloraría mares cuando contará a alguien lo que su marido le hacía. No sé guardo nada, ni las palabras en su noviazgo, ni las noches dónde dormía sola en una cama gigante y fría. Es más, se sentía más ligera, como si un gran peso se hubiera ido al ella contarle todo lo que había pasado. Pudo notar las cosas que a Naruto le habían molestado, tenía un rostro tan expresivo, así que no le fue difícil saber cuándo algo le enojaba, le sorprendía o simplemente le incomodaba. Pero aún así, Hinata no pudo detenerse en contarle todo. Se sentía extraño hablar con alguien que apenas conocía, pero confiaba en Naruto.
Sabía que todo lo que le estaba diciendo en ese momento, no se lo iba a contar a nadie.
Cuando terminó de hablar se encogió de hombros ligeramente y guardo silencio. Esperando que todo se asentará en el rubio. Después de unos minutos, Naruto habló.
— Entonces... Con quien discutas hoy era tu... ¿marido?
Hinata asintió, removiendose incómoda en el asiento. No sabía que esperaba ahora, pero estaba muy ansiosa.
Naruto asintio, tomando lo último que le quedaba de café se recostó en el respaldo del asiento y la miró fijamente.
—Voy a ser complemente sincero contigo Hinata—, ella asintió, inclinándose hacia él—. Haz tomado la mejor decisión.
Hinata, si bien no sabía lo que esperaba, pero se sintió aliviada.
—Yo... simplemente no puedo ser imparcial al respecto. No te conozco lo suficiente, pero Ino me ha hablado de ti. Eres amable, se nota que eres cariñosa y por tu mirada sé que tu corazón es el más puro que he visto hasta ahora.
Hinata no pudo evitar fruncir el ceño, cosa que hizo reír al rubio.
—Recuerda que soy fotógrafo, veo cosas que otros no pueden ver.— Mientras hablaba señaló sus ojos celestes con los dedos índice y medio, señalandola a ella después para último posar sus dedos en su pecho, donde estaba el corazón de él.
Una pequeña sonrisa se asomó por los labios de Hinata, observando como sus ojos claros se ablandaban con algo que no llegó a reconocer.
—Si tu marido no fue lo suficientemente inteligente para valorarte como tendría que haber sido, no es tu culpa. Simplemente él es el idiota que no sabe cuidar un tesoro como estoy seguro que sería tu corazón... Con respecto a la cama...
Está vez, las mejillas bronceadas y marcadas por tres líneas del rubio, se tiñeron de un leve rojo mientras carraspeaba y se masajeaba la nuca.
—Bien se dice que una mujer no es... frígida, sino que cualquier hombre no sabe... encender a la mujer. ¿Si me entiendes, no?
Hinata sonrió al verlo nervioso. Ella creyó que ella se moriría de vergüenza, pero se sentía mucho mas cómoda de lo que alguna vez había estado con sus amigas. Ella asintió, ansiosa de escuchar más de lo que Naruto decía.
— Bien...— el rubio asintió y se removió en la silla, mirando hacia otro lado.
Naruto no dijo nada más, pero cuando la miró nuevamente a los ojos, algo había cambiado. La miró con una seriedad tan fuerte que Hinata no pudo desviar la mirada de allí. El color cielo la absorbió complemente, perdiendose en las profundidades de ese mar tempestuoso.
—Solo te pediré una cosa.
Naruto se sentó derecho, acercándose tan de golpe a ella que Hinata no se pudo mover aunque lo hubiera querido. Él la tomó de ambos brazos, manteniéndola en su lugar. Hinata sintió la electricidad recorrer sus extremidades, pero se quedó paralizada, sin respiración cuando el rostro de Naruto se acercó al suyo.
Naruto la miraba directamente a los ojos, no parpadeó, ni desvío la mirada.
—No vuelvas atrás. No te arrepientas de esta decisión. A partir de ahora quiero que pienses en esto.
Hinata asintió, ya que parecía que él esperaba una respuesta.
— No importa qué camino tomes, pero no cometas los mismos errores. No importa si debes detenerte a recuperar el aliento, o a limpiar tu hermoso rostro de lágrimas. Camina. No mires atrás. Lo que no te sigue, no sirve. Los que se quedan atrás no merecen estar a tu lado. Los que no te impulsan a seguir, no merecen estar en tu camino. Piensa en ti. Tu eres primero, eres hermosa y única. Camina. Manten el paso, no importa si es lento, pero avanza. ¿Me lo prometes?
Hinata sintió que sus ojos se llenaron de lágrimas, su vista borrosa intentaba centrarse en el rostro al frente suyo. Nadie le había hablado de esa forma y se sintió tan conmovida, que un nudo se formó en su garganta.
—S-si...— susurró con un pequeño hilo de voz.
Naruto sonrió, mostrándole su perfecta dentadura. Con un gesto cariñoso, le limpió una traicionera lágrima que se había escapado.
—Eres joven, hermosa, trabajadora, tierna. No entiendo que tiene tu marido en la cabeza.
Nadando con la cabeza, Naruto le acarició suavemente los brazos antes de separarse y volver a apoyarse en la silla.
Hinata se limpio el rostro. No estaba avergonzada. En algún momento del discurso de Naruto, en el lugar donde se sentía vacía por dentro, algo había pasado. Fue como si algo cálido brillará allí, calentando su corazón y cuando miró a Naruto supo que era.
El amor hacia ella misma.
Continuará...
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