Capítulo 4: Pensé en acabar con la vida de la cucaracha y lo intenté
Capítulo 4: Pensé en acabar con la vida de la cucaracha y lo intenté
La oscuridad de los días pasados se había vuelto una constante en mi vida, un manto pesado que me seguía a todas partes. La metáfora de la cucaracha se había afianzado en mi mente, y en mis momentos más oscuros, empecé a pensar que, tal vez, sería más fácil acabar con esa parte de mí. La idea de la autodestrucción se insinuó como una sombra persistente, susurrando promesas de alivio.
Una tarde, mientras me sentaba en el borde de la cama, observando la luz del sol filtrarse a través de las cortinas, sentí que la desesperación alcanzaba su punto máximo. La imagen de la cucaracha que había visto días atrás regresó a mí, y pensé en cómo ella había logrado sobrevivir a pesar de todo. Esa resistencia me pareció un insulto. ¿Por qué seguía viviendo si cada día era una lucha? ¿Por qué no podía yo, al igual que ella, encontrar una forma de salir de la oscuridad?
Fue entonces cuando decidí que debía poner fin a este sufrimiento. La idea de acabar con la vida de esa cucaracha —la representación de mis propios demonios— comenzó a tomar forma. Pero, al igual que ella, mis intentos parecían condenados al fracaso. En mi mente, planeé un acto simbólico: liberarme de esa parte de mí que ya no quería vivir.
Con un frasco vacío en mano, me armé de valor y lo llené con agua. Era una especie de ritual; el agua representaba el final, el cierre a un capítulo que ya no podía soportar. Mi corazón latía con fuerza mientras me acercaba a la ventana, donde la luz del sol brillaba intensamente. Sentía que estaba a punto de hacer algo trascendental, algo que cambiaría mi existencia para siempre.
Pero en el último momento, algo me detuvo. Miré el frasco y recordé cómo las cucarachas, a pesar de sus intentos por escapar o esconderse, siempre encontraban una forma de seguir adelante. Eran criaturas tenaces, capaces de sobrevivir a condiciones extremas. No importaba cuántas veces intentaran escapar de su destino; siempre encontraban un camino para seguir viviendo.
En ese instante, comprendí que yo también tenía esa misma tenacidad. Tal vez no era fácil reconocerlo, pero dentro de mí había una chispa que aún luchaba por salir a la superficie. La idea de acabar con mi vida —aunque tentadora— no era realmente lo que deseaba. Lo que anhelaba era liberarme del dolor, encontrar una forma de sanar y reconstruir mi mundo.
Dejé caer el frasco al suelo, y el sonido del cristal rompiéndose resonó en la habitación como un eco de mi propia lucha interna. Las lágrimas comenzaron a fluir nuevamente, pero esta vez eran lágrimas de liberación. Me di cuenta de que no quería morir; quería vivir, aunque fuera en medio del caos y la confusión.
La metáfora de la cucaracha había cambiado para mí. Ya no era solo un símbolo de debilidad o desesperación; ahora representaba resistencia y supervivencia. En lugar de querer acabar con ella, comencé a ver cómo podía aprender de su capacidad para adaptarse y seguir adelante.
Decidí que era hora de buscar ayuda nuevamente. Llamé a mi terapeuta y pedí una cita. No sabía si estaba lista para abrirme por completo, pero sentía que era un paso necesario. La idea de hablar sobre mis sentimientos y enfrentar mis demonios me aterrorizaba, pero también me ofrecía un destello de esperanza.
El día de la cita llegó y, aunque mi corazón latía desbocado, me armé de valor para salir de casa. Caminé por las calles sintiendo el aire fresco en mi rostro; cada paso era un pequeño triunfo sobre la oscuridad que había estado persiguiéndome. Al entrar en la consulta, sentí una mezcla de nerviosismo y determinación.
Durante nuestra sesión, hablé sobre mis pensamientos oscuros y la metáfora de la cucaracha. Mi terapeuta escuchó atentamente y me guió a través de mis emociones. Juntos exploramos las raíces de mi dolor y comenzamos a desentrañar las capas que habían estado acumulándose durante tanto tiempo.
Aunque el camino hacia la sanación sería largo y lleno de altibajos, en ese momento comprendí que no estaba sola en esta lucha. Había recursos y personas dispuestas a ayudarme a encontrar mi camino nuevamente. Y aunque la depresión seguía acechando en las sombras, decidí que no iba a dejar que definiera quién era.
Al salir del consultorio, sentí una pequeña chispa encenderse dentro de mí. Tal vez no tenía todas las respuestas ni sabía cómo sería el futuro, pero estaba lista para enfrentar mis demonios y aprender a vivir con ellos en lugar de dejar que controlaran mi vida.
La vida, al igual que las cucarachas, tiene una forma peculiar de seguir adelante a pesar de las adversidades. Y aunque yo todavía me sentía perdido en muchos aspectos, estaba dispuesto a luchar por encontrar mi propia luz en medio de la oscuridad.
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