IX. Gacela
Sí, puedes empezar de nuevo,
puedes correr libremente,
puedes encontrar otro pez en el mar,
puedes fingir que estaban predestinados,
pero no puedes estar lejos de mí.
Maroon 5 - Animals.
Capítulo IX
—¡Corre, corre!
JongIn despertó inquieto sintiendo el sol sobre su cara y de inmediato empezó a correr, tal como se lo ordenaban.
—¡Más rápido! —advirtió la misma voz con urgencia.
No entendía lo que estaba ocurriendo, se sentía asustado, así que con su cuerpo estilizado, a un ritmo veloz y con la agilidad que lo caracterizaba, fue atravesando la infinita llanura que se abría paso conforme se movía; siendo guiado por aquella voz.
—Corre, corre o el león te atrapará. No lo olvides Nini, no mires hacia atrás.
JongIn finalmente fue capaz de despertar, aunque bastante agitado, con su corazón latiendo aceleradamente.
Miró a su alrededor, solo para cerciorarse que se encontraba en su habitación. Eso fue lo suficiente para salir de su perturbación y asegurarse que todo había sido un simple sueño.
Un sueño en el que él, era una gacela corriendo, o debía decir, huyendo. Hacía mucho había dejado de recordar sus sueños, por lo que le sorprendió este hecho; pero lo que realmente llamó su atención, fue la última frase.
Aún somnoliento, repitió las últimas palabras que escuchó en medio del sueño; convirtiéndose en una pieza de su resquebrajado pasado.
Junto a aquella frase, también estaba esa voz que se había colado en su sueño. No había duda, era ella, la voz de su madre. En ese momento sintió una especie de confort, recordando a su difunta madre y una lágrima se escapó rodando por su mejilla.
"No llores Nini" era su inconfundible voz que se escuchaba tan distante.
Definitivamente no quería recordar. Sacudió la cabeza aferrándose a la almohada, en un intento para que su tormentoso pasado no lo persiguiera.
Fue capaz de sentir a su cuerpo sufriendo de espasmos, que se fueron apaciguando a medida que tomaba respiraciones más lentas y profundas.
Durante esa mañana, se propuso a dejar en lo más profundo de su mente, los recuerdos que oscurecieron su infancia.
Esa misma tarde se encontraría con su psiquiatra, en una nueva sesión terapéutica y no quería traer a la mesa ese fragmento de su vida.
Pero no fue fácil ignorar aquel sueño durante buena parte de la mañana. No había podido olvidar la frase que se repetía una y otra vez en su mente. "Corre, corre. No mires hacia atrás". Una especie de nostalgia cobijó su mente, que lo mantuvo al borde de cancelar la terapia de ese día.
JongIn se preguntaba cómo debería comportarse luego de salir el sábado con él. Tal vez debería decirle que, a pesar de su neurosis, que por poco nubló su juicio, la pasó muy bien esa noche.
Empezaba a morderse las uñas, se sentía tan torpe imaginado escenarios con el otro hombre.
Definitivamente era momento de mirar hacia su futuro —se propuso—. Una sonrisa parecía torcer sus labios, cuando a su mente fue apareciendo la expresión casi tímida de aquel hombre cuando salieron del museo.
Luego de aquel momento, en el que el psiquiatra derramó un par de lágrimas; continuaron el camino por las diferentes exposiciones, más seguro que antes, que no se trataba de una sesión terapéutica.
Además, pueda que los ligeros grados de alcohol de la champagne, que le ofrecieron en tres oportunidades, le haya impulsado a JongIn a sentirse con más confianza con la que entró al museo.
...
JongIn caminó a través de las oficinas hasta llegar a la última, al final del pasillo, donde se localizaba la del psiquiatra.
En aquel lugar, la recepcionista del piso —como siempre— ni siquiera alejó la mirada del celular cuando JongIn se anunció y la mujer, haciendo un movimiento burdo con la mano, lo dirigió hacia el pasillo B, donde tendría su sesión como cada semana.
Al estar de frente a la puerta, al final de aquel pasillo, fue cuando la realidad del momento lo atravesó.
Suspiró antes de tocar la puerta, miró a los lados intentando a último minuto escapar, pero sus planes se vieron interrumpidos cuando el psiquiatra fue quien abrió la puerta de golpe, regalándole una sonrisa que iluminaría hasta el día más nublado.
JongIn llevó su mano hacia su nunca, sonrió pero fue extraño hacerlo.
La sonrisa del otro hombre desapareció para convertirse en una expresión cordial, un saludo enmarcado en un rostro mucho más relajado que el de la sesión anterior.
Dio un ligero asentimiento para que entrara, e inmediatamente JongIn se sintió como un idiota por el simple hecho de permanecer allí parado y no emitir palabra alguna o moverse de su lugar.
Con un poco de suerte, fue capaz de modular un saludo, aunque fue algo bastante fugaz, un simple hola escaso de vitalidad, que no pareció molestarlo; por el contrario, se veía contento, eso y que sus mejillas mostraban un leve rubor.
Suspiró antes de entrar y seguir al profesional.
No pasó desapercibido, apenas dio dos pasos en el consultorio, que la pintura del conejo y la serpiente, ya no se encontraba allí. JongIn miró con un interrogante en su rostro.
El psiquiatra se encogió de hombros, llevando sus manos hacía atrás, empinándose un poco. Hizo una extraña mueca, antes de contestar a la pregunta no verbalizada:
—Me pareció que era lo correcto... reemplazarla.
—No tenías qué.
JongIn sintió que debía agradecerle por el noble gesto, pero no creyó que era lo correcto en ese momento.
—Tienes razón, no tenía por qué hacerlo, pero quise hacerlo. Es lo mejor —agregó manteniendo una expresión serena.
—Bueno, me gusta —expresó sincero, con un encogimiento de hombros, al ver el afiche de una banda, que hacía parte de la decoración del consultorio.
Finalmente veía algo personal en esas cuatro paredes.
Por otro lado, el otro hombre no pudo verse más sorprendido.
—¿Lo dices en serio? Pensé que sería demasiado... —El psiquiatra hizo una mueca en sus labios, ladeando su cabeza, pareciendo evaluar el afiche.
JongIn tomó ese momento, para animar al más bajo a hablar más de sus intereses; ansiaba conocerlo.
Así que cruzando sus brazos sobre su pecho, frunció sus labios, lanzando un comentario que no tenía la intención de ser espinoso, con suerte, el de tez nívea no lo tomaría a mal:
—No creí que fueras de esa clase de personas.
El mayor arqueó una de sus cejas tras escucharlo, antes de sonreír complacido. JongIn definitivamente estaba encantado con esas pequeñas sonrisas, no podía parar de admirar el corazón que formaba sus labios.
—¿Acaso creías que solo podría gustarme Mozart o Vivaldi? —agregó en un tono socarrón.
El menor, sin ser para nada discreto, observó al otro hombre, desde sus zapatos mocasines, hasta su marcos de gafas de pasta negra; lucía bastante intelectual. Música clásica se ajustaría más a sus gustos, no esperaba, para nada, que le gustara el Hip Hop. Así que en un tono inocente logró que su psiquiatra riera, aunque fuera bastante fugaz.
—Bueno, eh sí. Sin ofender —respondía JongIn—, pareces más del tipo de música para estudiar.
—Pues déjame desilusionarte. Realmente me gustan. Soy una especie de fan.
La imagen de su psiquiatra siguiendo el pesado rap de esa agrupación se le hizo bastante tierna y a la vez graciosa; así que no pudo evitar reír. Para esas alturas, el más bajo lo observaba con una expresión meticulosa, pero su sonrisa seguía allí.
—Confieso que solo conozco una o dos de sus canciones.
—Te perdiste de mucho, ellos siguen siendo sensacionales...Claro, considerando que los integrantes pasan de los 40 años.
La mirada de su psiquiatra parecía brillar hablando de esta agrupación; de seguro era de aquellos fans que acampaban para entrar a algún fanmeeting. Su rostro se veía tan relajado, era otra persona cuando hablaba de cosas personales.
—Yo... la pasé muy bien la otra noche.
El cambio de tema fue tan estrepitoso, que por un par de segundos, que se le hicieron eternos a JongIn, vio a su psiquiatra enmudecido con una expresión en blanco.
—Es bueno escucharlo, yo estaba bastante preocupado pensando que tal vez no... debió suceder —respondió, ajustando sus gafas sobre el puente de la nariz.
Nunca antes lo había escuchado titubear.
—¡Qué dices! —reaccionó JongIn con excesiva efusividad, antes de modular su voz, y continuar con un tono mucho más calmado—. Yo espero que se pueda repetir... creo que estoy preparado para conocer este lugar, siendo lo mejor, si es de la mano de alguien de la ciudad.
Una parte muy pequeña de JongIn se estremeció ante la intensidad de aquello ojos.
—Sé que has pasado por mucho, lo sé porque también soy tu terapeuta. Y por esa misma razón, no creo que debamos hacerlo otra vez —indicó con firmeza.
JongIn tragó saliva, pestañeando repetidamente. Las palabras lo habían tomado con tal sorpresa que no supo cómo actuar o qué decir. Había creído que conseguiría un amigo.
—Está bien. —Fue lo único que salió de sus labios en una especia de susurro.
Qué podía decir. Estaba confundido por la actitud que había tomado el psiquiatra tan de repente .
Después de todo, él solo estaba haciendo su trabajo, no debía dejarse confundir por un acto de amabilidad que había tenido; se repetía JongIn en la mente.
—¿Empezamos la sesión? —preguntó en un tono profesional, casi frío que lo dejó aún más confundido.
Guiado como un autómata, JongIn se acomodó sobre el sofá negro, notando la expresión imperturbable del psiquiatra, como si no le hubiese afectado o tan siquiera le importara lo que sus palabras podrían herirle.
Frente a él, y por primera vez, veía una expresión fría, sin signo de calidez como minutos antes.
Listo para dar inicio a una nueva sesión y con ella adentrándose aún más a las experiencias —reales o no— con su autoproclamado depredador.
...
Audio 3012
Duración: 1:57
B: ¡No me vuelvas a llamar, maldito imbécil! No sé quién eres, pero tenlo por seguro que lo voy a descubrir, y cuando lo haga, maldito, te voy a patear el trasero y te voy a romper las bolas.
A: Estoy esperando ansioso para que me destruyas.
B: No tengo tiempo para tus juegos, ¡enfermo!
A: Espera, no cuelgues, si aún no me he presentado. Escúchame bien, soy Dyo, y voy a hacer tu depredador, eres mi presa, no lo olvides. No eres un simple juego (...) Te voy a devorar.
B: Estás muerto, psicópata.
El ruido blanco se hizo presente en el lugar. Unos segundos después la cinta era rebobinada.
Siempre era él quien daba el primer paso, él me buscaba, él me convertía en su presa, aunque nunca lo recordara. Si hay algo de lo que tengo completa certeza es que todo esto empezó con esa persona siendo el depredador y yo la presa.
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