Capitulo uno.
La llave
Transcurrió una semana desde que llegue a esta ciudad, buscando una vida mejor para mí, salir adelante era todo lo que a mí me interesaba, ser alguien en la vida y comenzar de cero, sin depender de nadie, valerme por mi misma y demostrar a mis padres que podría ser responsable y cuidarme yo sola.
Mis padres, mis amados y queridos, ejemplares y exagerados padres siempre con esa idea tonta de que no podría cuidar de mi casa, es tan típico, inicias un pequeño incendio en tu habitación al experimentar y te marcan de por vida como una irresponsable y peligro para ti mismo, es tan típico.
Aquella mañana me desperté sintiéndome diferente como si algo malo estuviera a punto de pasar, algo en tu futuro inmediato, pero qué más da, finalmente me darían la llave, esa hermosa llave que simbolizaba mi independencia, la llave de mi primer departamento.
En un edificio no muy lejano de la casa de mis padres, a media hora de distancia en auto y cuarenta y cinco en autobús, en una muy buena ubicación, justo en medio de la ciudad, aquella sensación de que las cosas no saldrían bien termino en el momento en que una lluvia me atrapo mojándome por completo, pero no fue todo, no... Claro que no, al parar la tormenta que arruino mi paraguas al voltearlo por completo y comenzar a secarme con el pasar de los minutos un auto paso por un gran charco de agua volviéndome a empapar, pero una simple lluvia y un baño extra no podían estar tan mal ¿Verdad?
Cualquier persona pudo decir que no, que eso no era tan malo, tu podrías decir eso, pero cuando eres mujer y recién te tiñes el cabello, teniendo puesta ropa blanca podría ser malo, toda mi ropa estaba manchada por el lodo del charco y mi blusa blanca preferida con tinte color rojo violeta ¿Saben lo que esto significaba? La tintorería, pero no solo eso, mi ropa, la que más amo arruinada.
Ya con un mal humor y una enorme mueca en mi rostro llegue a mi destino, un edificio de hermosa fachada y un hombre de enorme sonrisa agitaba su mano de un lado a otro, era mi nuevo casero parecía tan viejo, con canas por todos lados y esas arrugas bien ganadas y junto a él, un chico de buen atractivo a pesar de tener el cabello hecho un nudo, rebelde y fuera de lugar, unas gafas circulares que le funcionaban de vitrina para esos ojos verdosos y esas adorables pecas en su rostro que asentaban su cabellera roja, un atractivo ordinario, no es que yo sea la belleza encarnada pero me defendía, no era una nerd invisible que no lo mostraba de cuerpo espectacular y ropa de moda, de cabellera larga y ojos preciosos, no me sonrojaba cuando mi mirada se encontró con la de él, no lo fulmine con la mirada cuando reacciono con una pequeña mueca que se podría interpretar como desprecio y mucho menos lloraba y salía corriendo en dirección al parque más cercano con la música más depresiva de mi reproducción de música como fondo, yo no era, soy o seré una rayita y esta historia no es un fan fic.
—Las reuniones son los lunes, y el cobro del alquiler son los viernes de cada fin de mes—. Comento el casero mirando a ambos con esa blanca sonrisa, o al menos para él lo era, pues sus dientes estaban levemente manchados por el tabaco y el refresco.
Su discurso fue largo, mostrando las salidas de emergencia, el lugar donde lo podríamos encontrar y las reglas, cada una de las doce mil reglas que tenía, bueno, exagere un poquito, solo son tres.
1.-No organizar fiestas ruidosas durante la noche para no molestar a los demás.
2.- Pagar siempre a tiempo.
Y finalmente pero no por eso es la menos importante de todas la regla número tres.
3.-No dejar a los niños jugar en los pasillos o escaleras para evitar un accidente.
Las reglas eran sencillas y nada exigentes, No podía negra que en el momento en que recibí mi llave mis ojos se llenaron de un pequeño brillo y las ganas de gritar a todo pulmón querían escapar de mi interior para dejarme en ridículo, tomando mis pocas pertenencias subí por las escaleras, rumbo al piso cinco ya sentía como el aire me faltaba, debí de estar ebria cuando acepte estar en el piso diez. ¿Saben que es lo más raro? Que ese chico de pecas adorables caminaba detrás de mí hasta llegar al mismo piso, las llaves de ambos era lo único que sonaba si no contábamos con el sonido del loro de mi nueva vecina que no paraba de decir que tenía hambre.
El cielo comenzaba finalmente a despejarse dejando que los rayos de sol se asomaran hasta golpear con delicadeza mi rostro y dejara al descubierto esos magníficos colores que presumían ser un gran arcoíris llenando el cielo de color y dándole un visto alegre y agradable.
Hasta ahora todo estaba de maravilla, la tormenta había pasado y nada malo podía pasar, a estas alturas ya nada podía pasar que fuera malo.
—Disculpa—. Dijimos a lo unísono al intentar meter nuestras llaves por la misma cerradura, en el mismo departamento, era claro que había hablado demasiado rápido y que si una vez te paso algo malo, la segunda podía ser muchísimo peor, mucho peor.
—Disculpa pecoso, pero este es mi departamento —. Dije con toda la amabilidad y el tono más tierno que me permitió.
— ¿Es que estás loca? enana este es mi departamento, además ¿A quién llamas pecoso? Te recuerdo que al igual que yo tú también tienes pecas, aunque sean más discretas y las cubras con excesivo maquillaje —. Protesto el, estaba claro que las cosas no estaban yendo por el camino que deseábamos, así que, como las personas maduras y razonables que somos decidimos arreglar las cosas.
Uno, dos, tres... hasta volverse un minuto en silencio donde solo intercambiábamos miradas se volvió una guerra donde los empujones y tiradas del brazo estaban de más intentando entrar al departamento al mismo tiempo, y como no soy nada tonta solo vasto con meter el pie para que se cayera de cara contra el piso y así finalmente pasar.
Ambos estábamos desesperados, ¿cuál es la probabilidad de que a otra persona le den el mismo departamento? La respuesta era tan simple, no hay probabilidad, esto parecía ser una broma de muy mal gusto para ambos, marcamos una, dos, tres, mil veces hasta que finalmente contesto.
Pasó la tarde y el casero no podía arreglar nada, al menos no en este mes, teníamos que esperar hasta que la señora Thompson terminara su contrato, pero mientras tanto tendría que vivir con ese pelirrojo del cual ni siquiera sabía cuál es su nombre ¡¿No es genial!?.
Cada vez que intentábamos acomodar nuestras pertenencias terminábamos chocando, no digo que trajera cosas para decorar y amueblar todo el lugar, pero entre sus cosas y las mías el caos era inminente, la única solución que se pudo ligar fue poner una cinta adhesiva en el lugar para dividir su lado y el mío dándonos así un espacio propio.
— ¿Qué haces?—. Preguntó el después de un rato mirando curioso dejando de lado sus juegos para armar a un lado dispuesto a entregarme toda la atención del mundo.
Pero su sonrisa no era nada más que una falsa llena de hipocresía, con arrogancia, había visto sonrisas así siempre, en el colegio, en mi antiguos avecindado, en todos lados, tanto que podía afirmar que la suya era de esas sonrisas.
— Pongo una cortina ¿Es que no lo ves?
Este chico era un completo siego, preguntando siempre lo obvió.
— Eso lo note, pero la pregunta es, ¿Porque es que la pones? ¿Es que acaso desconfías de mí? porque te aseguro que, si es así lo olvides, no eres mi tipo, y ni tu ni tus ojos peculiares me harán cambiar de opinión.
Ese comentario no me hirió, mucho menos me hizo sentir un poco mal, estaba alagando mis ojos. Pues no les había contado ¿verdad? Mis ojos son bicolor de un ojo azul intenso y uno verde que en ocasiones cambia a un color miel, dependiendo de la luz y la ropa que utilicé, más sin embargo dejando eso de lado estaba el resto de su oración en forma de defensa.
Claro, ahora resulta que no es de ese tipo, o ustedes díganme, si su departamento está invadido por un chico del cual no conocen, jamás lo habían visto en su vida ¿Confiarían en el? Porque si me dicen que si están completamente locos, como no saber que me espiara o algo peor y que él todavía se pone a preguntar, el en verdad estaba zafado de un tornillo.
No planeaba contestar a eso, continúe con mi trabajo ignorándolo por completó, de vez en cuando si echaba un vistazo para darme cuenta que era un niño, con juguetes LEGO por todos lados, ni siquiera tenía muebles, su cama era una colchoneta y su único mueble era un par de cómodas, vaya crió que no venía preparado.
Bueno, después de todo había una pequeña ventaja la cocina están medio equipada, eso quiere decir que ya tenemos algo, y un dinero ahorrado, para mí pues dudo mucho que el comprada algo, seguramente pensaba vivir de sopas instantáneas o algo por el estilo. Solo faltaba el comedor pero no sería problema pues si equipaba el lugar eso solo podía significar que yo al final del día me quedaría aquí y a él lo echarían.
La noche se acercaba y por mi cabeza pasaba el hecho de no poder dormir tranquila por temor a que pudiera hacer algo, aunque desde la cocina se veía inocente, distraído y torpe y durante ese tiempo que intento hacer platica, establecer una conversación con el me daba cuenta de que es agradable pero no por eso es confiable, por dios es un hombre y yo no puedo estar sola en ese lugar, puede mentir y fingir ser así.
— ¿Tú harás la cena?—. Preguntó devorando su caramelo.
—Sí, haré mi cena.
— ¿Y la mía?— ¿cómo podía atreverse a preguntar eso? ¿Por quién me toma?
—Tú debes hacer tu cena, yo no tengo porque hacer la tuya, suficiente es que comparta mi departamento contigo.
—Te recuerdo que es nuestro departamento ahora, y si tú haces la cena hoy yo preparare el desayuno.
Su voz es tan tranquila, se creía cada palabra que decía. Entre una larga duda me dispuse a realizar la cena para ambos, el único sonido que se podía escuchar era el "TIC TAC" del reloj colgado en la pared, ese chico estaba callado, jugando seguramente con sus LEGO.
La vida aquí con él podría ser rutinaria, aburrida y un completo infierno si ese portero no arregla cuanto antes este pequeño problema, no pensaba, pienso y pensare compartir con el este lugar.
Una vez la cena estuvo preparada, y los platos sucios limpios, no quedaba otra cosa que hacer más que dormir, un sueño largo y relajante...
Para él.
Yo pudiera dormir si no fuera por la tarea que me atormentaba día y noche, declarando como suya mis noches y partes de la tarde, desgastando mi vista, forzándola frente a un monitor con investigaciones y sin faltar esa cartulina o papel cuadriculado para la presentación del día siguiente, tareas, trabajos en equipo y presentaciones, eso y más es lo que me esperaba cada día en la universidad hasta graduarme.
Y no sería una grosera manteniendo la luz prendida sol para hacer mi informe, la única forma era ocultarme bajo la sabana para que la luz de la pantalla no penetrara esa delgada barrera de sabanas que esta mañana construí forzando aún más mi vista.
—Pecosa —. Hablo de la nada el a la par que se recostaba en su colchoneta inflable.
— ¿Qué es lo que quieres?
—Ya duérmete.
—No aún tengo cosas que hacer, deberías de callarte y duérmete o romperé tu nave.
—No es una nave, es LA NAVE, estamos hablando de la estrella de la muerte por dios
—Lo que sea gerbera.
Y con esa pequeña discusión dada como concluida él se puso a dormir mientras estudiaba aún más. No les mentiré el ronca fuerte.
A la mañana siguiente basto con despertar para darme cuenta que el lugar estaba sucio y con peligrosas piezas LEGO que amenazaban con enterrarse en mis pies, pero dejando eso de lado el desayuno ya está hecho.
—Buenos días ojos raros.
—Buenos días gerbera—. En su rostro se dibujó una mueca de disgusto picando su desayuno con el tenedor y el sonido de la tetera comenzaba a chillar y la lluvia golpeaba la ventana con fuerza.
— ¿Ese será mi apodo? ¿Gerbera?
—Si... supongo que sí, o al menos hasta el momento en que no resistas más estar aquí y te des por vencido dejando el departamento.
—Como sea pecosa, me voy al colegio, espero no te mojes mucho—. Esa sonrisa no me gustó nada, el tenia auto, yo no yo llegué aquí en autobús y un solo camión de mudanza, y con el temor mirar el reloj y darme cuenta de que faltaban diez minutos para entrar todo ese sueño que estaba en mi despareció por completo, corriendo de un lado a otro mientras el subía a su auto tranquilamente.
Seguramente llegaría empapada al colegio y así fue ¿pero saben que fue lo que me hizo enojar? Que hoy no había clases HOY ES DOMINGO, terminaría matando a ese gerbera antes de que se graduara y ahora que lo pensaba mejor no conocía su nombre y el mucho menos sabía el mío, desde que llegamos solo nos llamamos por apodos, no estaría mal conocer el nombre de ese pelirojo antes de fusilarlo por esa broma tan pesada, ya vera lo que le espera cuando llegue, solo espero y guardara todos los cuchillos
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