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— ¿Dices que vayamos con tu madre y preguntemos? —preguntó ella con cierta incredulidad.
— ¿Acaso eres sorda o tonta? —respondió, elevando sus manos hacia el aire— Es lo que acabo de decir. Dios, Yuri, a veces no sé cómo eres la primera de la clase.
La chica lo miró con los ojos entrecerrados. No le gustaba que nadie menospreciara el esfuerzo que ponía a sus estudios, pero en ese momento lo dejaría pasar sólo porque sabía que Jin lo decía para fastidiarla y no porque realmente pensara que era tonta, a pesar de que se lo había dicho durante toda la semana al menos tres veces al día. Había decidido ignorarlo y pensar que sólo quería molestarla.
Yuri infló las mejillas y de pronto soltó todo el aire que tenía en los pulmones.
— ¿Y qué le diremos?
Jin se encogió de hombros.
— La verdad, supongo.
Yuri no podía creer que Jin, después de haber sido tan escéptico al principio de la semana sobre el tema del collar, en ese momento estuviese contemplando la idea de contarle a su madre todo lo que estaba sucediendo entre ellos.
— ¿La verdad? —preguntó, todavía incrédula— ¿Algo así como: Hola, mamá de Jin, sé que luzco como Jin, pero no soy él, en realidad esta chica llamada Yuri que está a mi lado es Jin y yo soy Yuri? —hizo un ademán con las manos— ¿Te das cuenta de lo loco que suena eso?
— ¿Se te ocurre otra manera de resolver esto? Porque a mí no.
Por un momento sus miradas se conectaron y un pequeño cosquilleo se instaló en la parte alta del estómago de Yuri, que decidió mover los ojos hacia el lado y quedarse en silencio. Tampoco sabía qué más hacer y la verdad era que no se sentía capaz de seguir manteniendo aquella vida ajena, pues en el trabajo no era ni la mitad de buena que el verdadero Kim Seokjin.
— Bien, entonces iremos mañana. —sentenció ella.
Y Jin estuvo de acuerdo. Luego de eso se quedaron en un silencio que para ninguno de los dos resultó incómodo debido a que ambos estaban sumidos en sus pensamientos. Jin no se podía quitar de la cabeza a aquel amigo de Yuri, Minyoon, quien le había estado mandando mensajes toda la semana y él había estado evitando de manera olímpica.
No quería ningún tipo de malentendido. No sabía si Yuri gustaba de Minyoon tanto como él de ella, por lo que prefirió mantenerse alejado con tal de no meter la pata.
Incluso, al principio de la semana se había puesto en varios escenarios y llegó a imaginarse una situación en la que aquel chico le besara. Sólo de imaginarse besando a un hombre le daba un escalofrío.
— Así que —comenzó él después de varios minutos cuando sintió que la curiosidad comenzó a ganarle—, ¿estás saliendo con Han Minyoon?
Yuri abrió un poco los ojos ante esa pregunta tan repentina y le miró con la cabeza ladeada. Un gesto que a Jin le pareció bastante tierno.
— Han Minyoon y yo sólo somos amigos, ¿por qué lo preguntas?
El chico se encogió de hombros.
— Bueno, es bastante obvio que él gusta de ti.
— ¡¿Qué?!
— En serio eres bastante tonta, Yuri. —soltó junto a una risotada.
Yuri se levantó del columpio y se plantó frente a él con las manos en las caderas, y el ceño ligeramente fruncido. Nunca se le habría pasado por la mente que le gustase a su mejor amigo. Era bastante atento con ella, pero siempre pensó que era porque le tenía aprecio, además de que siempre supo que era bastante tímida.
— ¿Te dijo algo? —preguntó con preocupación.
— No —Jin negó con la cabeza—, es sólo que es demasiado obvio.
Entonces Yuri negó con la cabeza.
— Estás equivocado. —aseguró.
— Tengo la razón al diez millones por ciento. —se cruzó de brazos, todavía sentado en aquel columpio— Y te lo puedo comprobar.
— ¿Ah, sí? —Yuri levantó la ceja derecha— ¿Cómo?
Una pequeña sonrisa comenzó a formarse en los labios del chico y a ella le dio escalofríos verse a sí misma con aquella expresión tan maquiavélica. Retrocedió un paso, presintiendo lo que podría llegar a responderle.
En aquel momento, a Jin se le olvidaron todas sus aprensiones, porque le pareció mucho más divertido molestar a Yuri.
— Lo besaré. Si se aleja es porque no le gustas, pero si me sigue la corriente es porque sí lo hace.
Los labios de Yuri se abrieron sorprendidos, pero enseguida se cerraron y entrecerró los ojos con una pequeña sonrisa.
— No te atreverías.
Jin soltó una risa y se levantó enérgicamente del columpio, tuvo que levantar la cabeza para mirar a la chica directamente a los ojos debido a la diferencia de altura mientras se acercaba a paso lento. Había algo en aquel mirar que hizo que algo se removiera dentro de Yuri, por lo que sólo fue capaz de quedarse mirando sin mover un músculo.
— Claro que me atrevo. —aseguró de manera desafiante.
La chica tragó saliva desapercibidamente antes de responder.
— No sabrías cómo hacerlo. —habló con lo primero que le llegó a la mente.
Jin le miró desde abajo y pestañeó dos veces antes de estirar la mano para acariciar suavemente la mejilla de Yuri con la yema de los dedos, acto que le hizo poner la piel de gallina.
— Haría algo como esto. —respondió el chico en un susurro.
Yuri se quedó inmóvil al sentir sus ojos penetrantes recorriéndole el rostro, y el aire escapó de repente de sus pulmones cuando la mano que le acariciaba la mejilla se movió hasta su nuca y le agarró el cabello suavemente.
No entendía qué estaba pasando, pero tampoco quería que Jin se detuviera.
El chico empujó a Yuri de la nuca hacia abajo, dejando sus rostros a escasos centímetros. En aquel momento podía sentir cómo sus respiraciones se mezclaban y se sentía embriagado con el calor que desprendía el cuerpo de ella. También olvidó a Hwang Haneul y que probablemente todavía estaba furiosa con él porque Yuri había olvidado sus citas de los viernes. Se sentía totalmente hipnotizado.
En aquel momento sólo eran ellos dos y sus corazones acelerados.
El celular de Jin en el bolsillo de Yuri comenzó a sonar, haciéndolos sobresaltar a ambos. La chica retrocedió varios pasos mientras sacaba el dispositivo y miraba la pantalla con nerviosismo, todo con tal de no mirar a Jin a los ojos.
— Es Kim Taehyung —avisó, todavía con la cabeza gacha—, creo que ya debería irme. Deben estarse preguntando dónde estoy.
Silenció la llamada y volvió a guardar el celular en su bolsillo. Se aclaró la garganta, sintiendo una sensación desconocida recorriéndole el cuerpo, y se alejó un par de pasos más.
— Estaremos hablando, nos vemos. —comenzó a caminar en dirección a la parada de autobús sin esperar una respuesta.
Jin se quedó de pie, observando cómo ella se alejaba, y se quedó allí unos minutos más. Se sentía estúpido.
¿Qué era lo que acababa de hacer?
Había estado a punto de besar a Yuri, teniendo novia. Pero eso no era lo más extraño, sino que había estado a punto de besar a Yuri, que estaba dentro de su cuerpo, lo cual era prácticamente como besarse a sí mismo.
Y si se veía por ese lado, era literalmente lo más narcisista que había hecho en toda su vida.
Comenzó a caminar en dirección a casa de Yuri, por el mismo lado que ella se había escapado minutos antes. Se sentía extraño, sobretodo por el hecho de que se había quedado con las ganas de llevar a cabo aquel beso.
Corrigió sus pensamientos.
Desde su perspectiva no se hubiese besado a sí mismo, porque cada vez que miraba a An Yuri, a pesar de sentir que estaba viéndose en un espejo, la veía a ella. Era su manera de mirar, su manera de expresarse y de pensar lo que hacía que siguiera siendo ella aunque estuviera en otro cuerpo.
A pesar de verse a sí mismo físicamente, siempre la había visto a ella.
— Creo que ya sé por qué estás tan extraña. —le susurró An Nari cuando Jin entró a la casa.
Jin la miró con los ojos un poco abiertos. An Nari era la hermana menor de An Yuri, y por lo que había podido notar esos pocos días que llevaba viviendo ahí, era bastante curiosa, hasta tal punto de llegar a ser invasiva. Había entrado varias veces a la habitación de su hermana mayor para preguntarle por qué se estaba comportando raro, prometiendo que no le diría nada a sus padres.
Jin sólo la había mandado de vuelta por donde había entrado, pidiéndole que le dejara estudiar en paz.
— Tienes un novio y te da miedo que nuestros padres se enteren. —explicó la menor ante la expresión interrogatoria de Jin.
El chico negó inmediatamente con la cabeza.
— No te hagas, unni, te vi con ese chico guapo en el parque.
Jin casi se atora con su propia saliva. ¿Qué era exactamente lo que había visto Nari que pensó que eran novios? Intentó tranquilizarse a sí mismo, pensando en que quizás sólo los había visto sentados uno al lado del otro conversando, lo suficientemente lejos como para no darse cuenta de que la compañía de su hermana mayor era el mismísimo Kim Seokjin de BTS.
— Te pusiste de pie y lo agarraste por la nuca y... —Jin le puso la mano en la boca para que no siguiera hablando.
Si bien ambos estaban solos en la sala de la casa, alguno de los padres de Nari podría escucharlos y se provocaría un problema. Antes de soltarla, puso su índice sobre sus labios para indicarle que guardara silencio, a lo que la chica asintió con la cabeza, todavía con los ojos bien abiertos por la acción repentina de su hermana mayor.
— Bien, me atrapaste —confesó Jin, sintiendo que era la única manera de escapar de aquel lío—, tengo novio, pero no puedes decirle a nadie, ¿sí? Mantengámoslo entre nosotras como un secreto.
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Cuando la mamá de Jin abrió la puerta de su casa se sorprendió al ver a su hijo acompañado de una chica. Los había hecho pasar inmediatamente, teniendo un buen presentimiento de la situación, pues por costumbres coreanas, cuando los hijos presentaban sus parejas a sus padres sólo podía significar una cosa:
Una boda.
Los había hecho sentarse en el sofá de la sala, a pesar de que su hijo le había insistido que sería una visita corta, y les había servido té en el juego de porcelana más caro que tenía. Pero la enorme sonrisa de su rostro se desvaneció cuando, primero, se enteró de que aquella linda chica no era la novia de su hijo, y segundo, ambos le habían contado una historia descabellada, afirmando que desde hace un poco menos de una semana habían despertado en el cuerpo del otro.
— ¿Qué? —preguntó con una sonrisa incrédula cuando ambos terminaron de narrar.
La chica, que decía ser su hijo, tomó la iniciativa en la conversación.
— Lo que te dijimos, mamá, cambiamos cuerpos. Yo soy Kim Seokjin —se apuntó—, ella es An Yuri. ¿Recuerdas cuando me llamaste diciendo que pasarían cosas malas si le daba el collar de camelia a la persona incorrecta? Bueno, esto fue lo que pasó.
La mujer se quedó un momento en silencio, moviendo sus ojos intercaladamente entre los rostros de los chicos que tenía enfrente. Una sonrisa comenzó a formarse en sus labios y de pronto comenzó a reír frenéticamente.
— Te dije que no era una buena idea. —murmuró Yuri a Jin.
El chico soltó un suspiro de exasperación y decidió intentarlo una vez más.
— Mamá —la llamó cuando la mujer se calmó—, soy Seokjin, tu hijo. El que se cayó de la bicicleta a los seis años y que lloró mientras me curabas las heridas. —se aclaró la garganta y sintió sus mejillas comenzar a ponerse rojas por lo que estaba a punto de decir— El mismo que llegó llorando una vez que una chica me rechazó en la escuela y que tuviste que consolar durante días.
La expresión de su madre cambió drásticamente, pues sabía que su hijo, uno de los hombres más apuestos de todo el país, era bastante orgulloso y jamás le hubiese contado algo como eso a una chica sólo para hacerle una broma. Además, el color rosado que se había apoderado de sus mejillas le había aclarado que se sentía avergonzado de aceptar algo como eso frente a otra persona.
— No es una broma. —se dio cuenta la mujer.
Ambos chicos negaron con la cabeza.
Y si ella se daba cuenta, la persona que se veía como su hijo, no actuaba como él, se veía mucho más retraído y tímido, evitaba el contacto visual y hablaba en voz baja, mientras que la chica le recordaba más a lo que era Seokjin, una persona decidida y con iniciativa.
La mujer se masajeó el puente de la nariz, pensando en qué poder hacer ante aquella descabellada historia. ¿Cómo era que el amuleto de flor de camelia podía haber ocasionado eso? Era casi inimaginable, pero ahí estaba su hijo junto a una chica, asegurando haber cambiado de cuerpo debido a eso.
De repente, un recuerdo vino a su mente. La familia Kim era especialmente supersticiosa, por lo que ante cualquier duda o toma de decisión siempre consultaban con una adivina, una mujer que desde hace varios años los iluminaba con su sabiduría.
— Vayan a esta dirección y explíquenle lo que sucedió. —les dijo a ambos, teniéndole un papel a la chica.
Ambos se miraron luego de leer el papel. No quedaba muy lejos, por lo que había dicho Jin cuando salieron de la casa de su madre, por lo que podrían llegar caminando sin problema.
El lugar daba bastantes vibras místicas o eso le pareció a Yuri. Tuvieron que esperar unos minutos a que la mujer se desocupara porque, al parecer, tenía bastante clientela y había que tomar hora para poder atenderse con ella, pero había decidido hacer una excepción sólo porque Jin era parte de la familia Kim, que hace tantos años acudía con ella.
— ¿Tú crees que sea confiable? —preguntó la chica en un susurro cuando se levantaron para ingresar.
— No tengo idea.
Dentro de su oficina, todo era aún más místico. Había decoraciones con telones de terciopelo rojos y el ambiente estaba impregnado con olor a incienso. En medio había una mesa pequeña, donde estaba sentada la mujer con las piernas cruzadas en el suelo, y frente a ella había un par de cojines para que los clientes se sentaran también.
Ambos tomaron asiento, mirando a su alrededor.
— Tienen un problema muy grande. —dijo la mujer de repente, haciéndolos sobresaltar.
Yuri prefirió guardar silencio, nunca había visitado un lugar de ese tipo, por lo que se sentía un poco escéptica a creer que aquella mujer pudiese ayudarlos con su problema. Y Jin, por su parte, no supo qué responder.
La mujer de pronto puso los ojos en blanco e inhaló muy fuerte. Yuri se asustó y estiró la mano para tomar la de Jin porque, de alguna manera, pensó que le haría sentir más protegida.
— Veo un amuleto de camelia —susurró la mujer todavía en su trance— y mucha angustia. —sus ojos volvieron a la normalidad de pronto y miró fijamente a Jin— Pero también un montón de sentimientos encontrados.
El chico tragó saliva, sin saber a lo que se refería la mujer. En cambio, buscó en su bolsillo y sacó el collar con el colgante de camelia y lo puso frente a la mesa.
La mujer lo observó desde su lugar, sin atreverse a tocarlo, y luego volvió a mirar a Jin.
— Se supone que debiste dárselo a quien amas, chico.
— Fue mi culpa. —intervino Yuri.
Jin negó con la cabeza y apretó ligeramente la mano de la chica, que todavía permanecía unida a la suya por debajo de la mesa.
— No, fue un accidente.
La mujer asintió con la cabeza y se quedó un momento con la vista fija en la pared frente a ella. Yuri tuvo la necesidad de girarse para ver qué era lo que tanto miraba, pero se aguantó y se mantuvo en su lugar.
— Sólo hay una escapatoria para esto. —susurró de repente.
Ambos se miraron con los ojos brillantes. Llevaban ya días teniendo que fingir ser el otro y el tener de pronto una escapatoria se les hacía esperanzador. Los dos sabían que harían lo que fuera para poder volver a sus cuerpos, para volver a sus vidas normales.
Dos pares de ojos se posaron ansiosos en la mujer que todavía guardaba silencio, aun mirando hacia la nada, pero dando la impresión de que su mente estaba llena de pensamientos.
De pronto ella inhaló profundo nuevamente y Yuri se encogió en su lugar, creyendo que haría aquella expresión horrible una vez más, pero sólo movió su cabeza de un lado hacia otro, como si estuviese intentando relajar los músculos de cuello.
— La única forma de volver a la normalidad —continuó— es que se enamoren del otro.
Jin frunció el ceño y la boca de Yuri se abrió hasta más no poder.
La mujer miró a uno y después al otro, y finalmente posó sus ojos sobre sus manos entrelazadas.
— Aunque, al parecer, eso no será un problema.
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