La soledad lo acompañaba.
Lo tomaba de la mano y lo llevaba por el asfalto mojado.
El día era nublado, y la soledad le hablaba al odio a su amado.

Él creía que ella era su más fiel compañera, pero solo era una vil mentirosa.
Después de varios años, de compartir el lecho con ella, lo abandonó.

Y a su vida la depresión llegó.
Le contó sobre la soledad, y cómo se habían amado, la depresión le consoló en incontables días nublados.

La depresión le mostró un camino aún más mojado.
El solo podía observar a la depresión y pensar cuán hermosa y destructiva era.

Al final una cuchilla desangró sus muñecas, y en el entierro la soledad y la depresión lloraban desconsoladas por el que fue su gran amor.