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Capítulo 3

Esto fue una mala idea, una muy mala idea. No, no, no. ¿Qué pensaran mis padres si se enteran? Tener sexo solo porque sí es... es... No, no es porque sí, debo hacerlo.

—Chica puff, estás muy tensa —comenta el alfa haciendo que levante la mirada.

—¿Cómo me llamaste? —Al instante me arrepiento porque me topo con sus ojos. Ambos estamos sentados en el puff porque debe estudiar, yo sobre su regazo mientras sus brazos me rodean.

—No sé tu nombre, además cuando te encontré parecía que amabas esta cosa. No te culpo, es muy cómoda —responde, lo siento acercarse mucho más y acariciar mi mejilla derecha con la punta de su nariz—. ¿Cómo te llamas? ¿Hum?

—Teresa, me dicen Tesa. ¿Cuál es tu nombre? —No quiero dejar que este alfa se tome tantas libertades sin que yo no tenga idea de quién es.

—Ah, soy Al... —murmura las últimas sílabas que no consigo escuchar.

—¿Alex?

—Al... —de nuevo lo hace.

—¿Alejandro?

—Es Atlas, ¿okey? —su voz resuena en su pecho, está molesto—. Fue idea de mi mamá, le apasiona la geográfica y lamentablemente nací. Papá ayudó también al ser un experto en mitología griega —agrega para después suspirar.

Quiero reír, pero tal vez se moleste más. Opto por quedarme callada y continuar jugando mis juegos de celular, pero es incómodo porque ambos tenemos el olor del otro en nuestras ropas. Como si fuéramos pareja, inevitablemente mi rostro se calienta hasta arder.

—No, no maldito cuerpo. Él es un alfa mujeriego y solo te usa. Yo también lo estoy usando —pienso al momento de que esa idea atraviesa por mi cabeza.

—Ya, me harté —dice para luego dejar el libro que estaba leyendo. Entonces sus manos tocan mis hombros y comienzan a hacerme unos masajes—. Parece que tengo una estatua aquí —comenta dándome una sonrisa de lado.

—No hace f-falta que-

—Relájate, si queremos continuar debes estar cómoda —murmura cuando se recuesta, él me lleva en sus brazos y acabo sobre su pecho. Puedo escuchar su corazón, el ritmo que lleva es tranquilo y contante.

—¡¿L-Lo haremos aquí?!

—Es una excelente idea, Tesa. Pero no, aún. —Esa es la peor respuesta que he escuchado—. Ja, tu cara está muy roja. Además tu... aroma... Por la Luna, huele mucho mejor.

Suelto un chillido cuando él nos voltea y me deja sobre el puff, entonces se acerca para olfatear con energía mi cuello y cabello. Inevitable comienzo a temblar, siento besos que dejan asquerosa saliva en mi cuello, sus alientos son horribles y apenas puedo respirar. Quiero gritar, pero, antes de emitir algún sonido, todos esos olores entremezclados de alfas desaparecen para ser reemplazados por menta y pino. Tan vivo que me hace pensar en las montañas.

—¿Estás bien? —Siento unas caricias en mi rostro, abro mis ojos lentamente para encontrarme con ese alfa—. Lo lamento, debí controlarme —agrega mientras quita las lágrimas de mis mejillas con su pulgar.

—Si, estoy bien —respondo en un tono de voz bajo, me siento en el puff y mantengo la cabeza agachada.

—Si te hace sentir mejor puedes marcarme con tu olor, así estarás más cómoda —propone haciendo que abra los ojos de la sorpresa.

—¿Puedo? Pero-

—Ven, puedes hacerlo —insiste para luego acomodarse a mi lado. Atlas sonríe cuando me acerco de manera cautelosa. Dudo por un momento porque es muy raro que un alfa se deje marcar por una omega cualquiera que no sea su pareja o sus padres.

—Mmm, así... —Dejo caer mi cabeza en su pecho, más bien lo golpeo porque lo escucho quejarse y después reír—. No te burles —digo entre dientes. Ya estoy muy nerviosa para que él venga y se burle de mí.

Froto mi rostro contra su ropa suavemente mientras su olor también se impregna en mi. Cierro los ojos por un momento y maldigo al sentir mi cara muy caliente. No quiero que me vea así, de todos modos si tengo los ojos cerrados no lo veré y la vergüenza no será tanta.

Con ese pensamiento ahora levanto la cabeza y me froto contra él. Nuestras mejillas se rozan varias veces, haciéndome sentir una pequeña barba que comienza a crecer. Mis manos estás sobre sus hombros para darme apoyo y al terminar me separo lentamente. Todo mi aroma está en su piel y ropa.

—Sin vergüenza —me dice y siento sus manos en mi cadera. No había notado que estaba arrodillada frente a él y con mis piernas a cada lado de su cuerpo mientras lo marcaba.

—Oh, jeje...

—¿Ves lo que puedes hacer cuando te sueltas? Mmm, genial. Tu aroma no se quitará en días —comenta al mismo tiempo que olfatea el cuello de su camiseta. Su mano, que aún está en mi cintura, hace un poco de presión para que me siente en su regazo. Con un poco de resistencia lo hago y siento algo duro debajo de mí, algo que me hace entrar en pánico.

—Tal vez debería irme ya.

—Huh, lo sientes —murmura con una gran sonrisa de satisfacción—. Tú lo hiciste, reaccioné a ti Tesa.

El alfa frota su nariz contra la mía, haciendo que mis mejillas ardan aún más. Quiero que la tierra me trague en este momento, además él ríe mientras pellizca mis mejillas.

—Adoro cuando las omegas se sonrojan.

En ese momento el timbre suena, ya debo ir a casa y trato de alejarme del alfa morocho.

—Debo irme —digo cuando tomo mi mochila. Entonces él toma la correa y me acerca a su cuerpo.

—¿Sin despedirte? —respondo haciendo un puchero, eso me parece adorable.

—Adiós —murmuro sonriendo. Pero el alfa hace una mueca. Sin mediar palabra toma mi rostro con sus manos, sus labios toman los míos con energía al principio. Pero luego la intensidad baja, al igual que mis nervios.

—¿Qué tal? No gritaste o algo —comenta subiendo y bajando los hombros.

—Nos vemos mañana, ¡adiós! —Escapo cuando él baja la guardia y corro hacia la salida. El bibliotecario está en la puerta y apenas alcanzo a despedirme.

Corro todo el camino de regreso a casa para luego recuperar el aliento sólo cuando llego a casa. Apoyo mis manos contra la puerta para luego soltar una risa.

—Y ahora debo despertar —digo cerrando los ojos. Al abrirlos debería estar en mi habitación pero todavía estoy en la entrada—. Ay, no. ¿Qué hice? ¡¿Qué hice?!

—Tesa, ¿qué hiciste? —pregunta papá cuando abre la puerta.

—¡¿Que?! ¡Papá! Es que... O-Olvidé hacer la tarea de mañana —respondo con la voz temblorosa.

—Menos mal, creí que pasó algo grave. —Papá me ayuda con mi mochila y entramos a la casa—. Tesa, hueles raro.

—¿Si? —Trago saliva mientras lo veo girar a mi alrededor. Él toma mi cabello y lo olfatea, entonces puedo ver en sus ojos crecer una llama de ira y enfado.

—Un alfa —murmura y oigo salir un gruñido desde el interior de su garganta.

—Choqué contra uno cuando salía de la biblioteca.

—¿En serio? ¿Qué tanto duró el choque? Su aroma está impregnado en ti. —Soy patética, debería practicar mis mentiras. Papá se inclina para estar a mi altura y levanta mi mentón con su mano—. No quise ser tan duro. Es bueno que estés lista para continuar luego de lo que pasó con Donato. Sólo ten cuidado, mi pequeña.
—Lo tendré —respondo dándole una sonrisa. Entonces corro hacia mi habitación y me arrojo a la cama. ¿Qué hice?

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