Capítulo 25
Atlas se remueve en la cama y hace una mueca al sentir sus músculos adoloridos, él se estira, haciendo tronar sus huesos y luego bosteza profundamente.
—Buenos días —lo saluda su padre al verlo llegar a la cocina—. Estoy haciendo el desayuno.
—¿Sabes cocinar? —cuestiona al arquear una ceja.
—Sí, estudié gastronomía, es un hobby —responde el mayor, entonces Atlas sólo asiente y sigue su camino, ya que debe lavar sus sábanas. En el baño coloca toda su ropa y demás dentro de la lavadora para iniciar el lavado.
De paso se cepilla los dientes y ve su reflejo devastador en el espejo, su cabello está muy desordenado, además hay marcas oscuras horribles bajos sus ojos. Sin mencionar las que dejaron las ataduras en sus muñecas y cuello.
—Mierda, no se quitarán en semanas.
—¿Jugo de naranja o de manzana? —le pregunta su padre desde la otra habitación.
—Lo que sea —contesta luego de mojar su rostro con agua helada.
Al llegar a la cocina, guiado por el agradable aroma de la comida, Atlas se sienta en la mesada y toma su plato para dar unos grandes bocados al sandwich. Al levantar la mirada ve al mayor, manteniendo una sutil sonrisa al verlo comer.
Atlas traga para luego beber el jugo, entonces tararea, haciéndole saber que es de su agrado. Sólo así su padre también comienza a comer, mientras disfrutan de un tranquilo silencio.
—¿Irás a la escuela?
—Si.
—¿Ya te sientes mejor?
—El celo ya pasó —contesta de forma desinteresada, aunque el otro alfa niega.
—No me refiero a eso-
Unos golpes en la puerta hace que ambos guarden silencio, por lo que Atlas va a ver, encontrándose con Trevor del otro lado. El beta irrumpe en el departamento, caminando hasta la sala y cruzándose de brazos al momento de enfrentar al joven alfa.
—¿Qué demonios pretendías al buscar pretendientes para Teresa?
—Quién-
—¿Por qué entra así al departamento? —Trevor relaja un poco su postura cuando ve al otro alfa, sin embargo no se arrepiente de lo que hizo.
—Trevor, el bibliotecario. Aaron, mi padre —los presenta a ambos para luego mirar al beta—. ¿Cómo lo supiste? ¿Quién te dio mi dirección?
—Fue Esben, Rayan y sobre todo Oliver —contesta para luego apretar el puente de su nariz—. Además muchas chicas conocen tu dirección, me siguieron y escribieron cientos de cartas de odio.
Trevor deja esas cartas en manos del joven alfa, quien mira todos los insultos escritos en el papel. Él suelta un suspiro y luego camina hacia la entrada, ya que comenzaron a escuchar los gritos de las omegas desde el pasillo.
Atlas abre la puerta y los chillidos de las chicas lo dejan aturdido por un momento. Le reclaman que las engañó con otras omegas, incluso comienzan a pelean entre ellas.
—¡Me dijiste que mi aroma es el mejor que habías sentido!
—Lo mismo me dijo a mí.
—Obvio era mentira, hueles muy mal amiga.
—¡Cállate!
—¡Tú cállate!
—Que horror —comenta Aaron mientras presencia todo de lejos.
—Ya, todas se callan —Atlas alza la voz, haciendo que las omegas guarden silencio—. Entiendo por qué están molestas... Lo siento mucho, las lastimé a todas.
—¡Unas simples disculpas no sirven de nada! —responden y una de ellas trata de golpearlo, pero sólo son simples golpecitos en el pecho del alfa.
—Lo sé, lo sé. Lo lamento. —Atlas cierra la puerta luego de decir esto y coloca llave para que no entren—. Se irán en unas horas —murmura. Al levantar la mirada ve a su padre sonriendo, quien se acerca para darle un corto abrazo.
—Lo hiciste bien, estoy orgulloso.
—¿E-Eh? —suelta confundido cuando se aleja.
—¿Ahora qué vas a hacer? Ya diste el primer paso —comenta al palmear su hombro.
—Bueno, yo... No lo sé —confiesa al fruncir el ceño—. Trevor me dio la idea de conseguir pretendientes para Tesa.
—¡Estaba siendo sarcástico! ±exclama el nombrado mientras se cruza de brazos—. ¿Cómo se te ocurre?
Atlas palmea su frente para luego sentarse en el sillón. El beta suelta aire para luego mirar a los alfas pensativo.
—A ver... Sé que les dije que son muy jóvenes y eso, pero Tesa y tú se quieren realmente —comenta, llamando la atención de padre e hijo—. Estar separados les hace mucho más daño —agrega al recordar los ojitos llorosos de la omega estos últimos días.
—No es posible —murmura Atlas al frotar su rostro—. Lo arruinaría, no quiero lastimar a Tesa.
—¿Por qué estás tan seguro? —cuestiona Aaron al cruzarse de brazos.
—Porque ya pasó antes, les dije a todas esas chicas que me gustaban pero luego aparecía una mejor —les explica rápidamente—. Es mi maldita culpa.
—Suficiente —dice Aaron al ponerse de pie—. Es normal ser atraído por la esencia de las omegas. Yo era igual a ti y así conocí a tu madre.
—¿Igual a mí?
—Vivíamos en el mismo internado, los alfas no podíamos ir al ala de las omegas pero ella y yo no escapábamos para vernos —le cuenta mientras una sonrisa aparece en su rostro—. No fue la primera chica que conocí pero sí la última.
—Tal vez si te expones a diferentes aromas de omegas y los comparas con el de Teresa tu alfa interior se decidirá en estar con ella o continuar como hasta ahora —propone Trevor—. Esta vez hablo en serio.
—Pero necesito algo de ella con su olor. —Atlas sonríe para sí mismo en ese instante, no lo hace él precisamente, sino su alfa. El cual está más que dispuesto en acercarse nuevamente a su querida omega.
El plan se pone en marcha el día siguiente cuando Atlas va a la escuela, él tiene la misión de tomar alguna prenda de la omega, un pañuelo o ropa con su aroma, mientras que Trevor condiciona un pequeño café de lectura el cual Aaron alquiló por un tiempo. Ese será el lugar donde llevarán a las omegas que el alfa adulto se encargará de reclutar, al ser muy parecidos puede escoger a las omegas que cree que tienen los más agradables aromas.
—Aquí voy —susurra Atlas, está dispuesto a enfrentar a Tesa. Sin embargo nota que, cuando ella siente su olor, rápidamente se aleja para ir a su clase. Esto se repite a la hora del almuerzo y en el recreo.
Un poco frustrado él se sienta sobre el césped de las canchas y se maldice, no puede acercarse a ella porque huye en cuanto lo percibe. Entonces planea otro movimiento, aunque necesitará un poco de ayuda.
—Ryan. —El beta baja la cabeza al escuchar su nombre, por un momento cree que será golpeado, pero su mirada se ilumina al ver a Atlas.
—Oh, eres tú.
—Necesito que me hagas un favor —comienza, yendo directo al asunto. El beta cree que necesita ayuda para algún trabajo, pero rápidamente se niega en revolver y robarle las pertenencias de una omega de otra clase.
—Hazlo tú, yo no-
—Mi olor quedaría en sus cosas, ella debe tener algún pañuelo o bufanda con su aroma —le explica, entonces se pone de pie—. Vamos a hacerlo, ¿okey?
—Pero...
Ryan sigue a Atlas hasta el comedor, donde se encuentra los alfas que siempre lo molestan. El morocho se detiene frente al grupo y mira fijamente al líder de estos. El alfa rubio le molesta esta ofensa y la toma como un reto, tal y como Atlas quería.
—¿Qué quieres, imbécil?
—Tranquilo, sólo quiero hablar —contesta de forma calmada, provocando que los otros se molesten más. Los otros alumnos rápidamente esparcen la noticia que habrá una pelea en el comedor, por ello son el centro de atención en minutos.
Ryan deduce que esa es la distracción de la cual le habló, entonces se escabulle entre la multitud con destino a la clase de Tesa. Por su parte Atlas debe hacer que la pelea dure lo suficiente para darle tiempo al beta, por ello comienza a hablar antes de pasar a los puños, como normalmente harían.
—¿Vas a pelear o ya te dio miedo? —lo reta el alfa rubio.
—Primero quiero saber por qué molestan a Ryan —contesta en un tono de voz amenazante, está haciendo un gran esfuerzo para contener a su alfa interior.
—¿Ryan? ¿Ese inútil es tu amigo? —suelta una risa, la cual sus amigos siguen.
—Si y por lo que sé ese inútil hará que se gradúen, deberían tratarlo con más respeto.
El alfa rubio gruñe por lo bajo, entonces se lanza hacia el otro con su puño en alto. Atlas no es un alfa que acostumbre a pelear, claramente es más delgado pero tiene agilidad y con ella esquiva el golpe que iba directamente a su rostro. El rubio pierde el equilibrio y es tomado de su nuca para ser estrellarlo con fuerza contra el suelo.
—Ah... m-maldito —dice mientras aprieta los dientes, su nariz se rompió y tiene una fea herida en la frente.
—No vuelvan a molestar a Ryan o será mucho peor —murmura mientras lo sostiene contra el frío piso de cerámica—. ¿Entendido? —pregunta al hacer un poco más de presión.
—S-Si, ya suéltame.
Él se aleja del rubio, entonces su profesora se acerca acompañada por algunos colegas. Ellos ayudan al herido mientras llevan a Atlas a la dirección, donde le dan un largo sermón de que en esa escuela están prohibidas las peleas y que todos deben convivir en paz. En fin, la jornada acaba con el alfa reuniéndose con Ryan en los estacionamientos.
—¿Esto servirá? —pregunta al entregarle un saco de hilo blanco que pertenece a la omega, el mismo se encuentra dentro de una bolsa plástica—. Lo guardé así para que nadie pueda detectarlo —agrega.
—Gracias Ryan, de verdad —contesta el alfa mientras guarda ese objeto preciado dentro de su mochila.
—¿No estás lastimado?
—No, ni siquiera me tocaron. Creí que todos me atacarían pero sólo lo hizo ese rubio —confiesa al rascarse la nuca.
—Ese es Nathan éramos amigos de niños pero comenzó a molestarme cuando entramos en esta escuela —murmura al bajar la mirada.
—Ya no tienes que preocuparte por eso ahora.
Ryan quiere creerlo, pero se oculta detrás de Atlas al sentir el olor del otro alfa. Nathan camina hacia ambos y los mira a con el ceño fruncido, pero sería más intimidante si no tuviera la nariz roja e hinchada.
—¿Qué quieres? —le pregunta Atlas mientras se cruza de brazos.
—Ryan —él ignora al alfa para dirigirse directamente al beta—. ¿Estás saliendo con este?
—¡¿Queee?! —exclama Atlas, confundido y un poco indignado.
—¿Por qué tuviste que fijarte en él? No sabes las enfermedades que puede tener.
—¡Hey! Estoy aquí —dice molesto. Ryan lentamente se asoma para mirar a Nathan y frunce el ceño, en ese instante olvidan todo lo que está a su alrededor.
—No lo conoces, no hables así de él. Además qué te importa —por primera vez en mucho tiempo tiene el valor de enfrentarse a él—. Me gustabas antes cuando no eras un un alfa imbécil. ¡Debieron partirte la cara para que hablaras conmigo de nuevo!
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